Bueno, después de mil años sin pasarme por aquí, mi musa ha vuelto a mí! Y lo ha hecho en forma de Hayffie, así que tampoco puedo quejarme :3
De momento tengo algunas ideas sueltas, mías y de prompts que he ido viendo en tumblr y otras redes, por lo que las iré subiendo aquí en forma de one-shots no relacionados entre ellos^^
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Prompt: "Welcome to District 12, Miss Trinket"
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Effie estaba nerviosa. Muy nerviosa, de hecho. Mucho más que aquel día, un par de meses atrás, en el que tuvo que enfrentarse a su última entrevista antes de que el puesto de escolta del Distrito 12 fuese suyo. De hecho, aún le parecía tan increíble que no terminaba de creerse que el Presidente Snow en persona le hubiese comunicado la buena noticia, solo un par de días después de dicha entrevista.
Sin embargo, las semanas habían pasado sin detenerse, el día había llegado y aquí estaba, montada en el tren que la llevaba directa a su primera Cosecha. Effie sacó un pequeño espejo de mano que llevaba en el bolso, examinando el aspecto de su rostro y su pelo por enésima vez, asegurándose de que seguía siendo impecable. Si bien era cierto que el Distrito 12 era el más pobre y penoso de todo Panem, ser escolta era un privilegio que solo unos pocos elegidos tenían el honor de disfrutar, por lo que su primera aparición ante las cámaras tenía que ser perfecta si quería causar una buena impresión. Nadie mejor que ella sabía lo importante que era la apariencia en este mundo, sobre todo si quería ascender de Distrito rápidamente.
El perderse en sus pensamientos le sirvió para calmar momentáneamente los nervios. Sin embargo, en cuanto sintió como el tren empezaba a detenerse, esa sensación de hormigueo y nauseas volvió a su estómago. Las manos empezaron a sudarle, por lo que agradeció internamente una y otra vez que hubiese elegido llevar unos guantes de encaje para tan señalada ocasión, disimulando la humedad.
– Tú puedes, Effie, tú puedes – murmuró. Tras eso, tomó aire profundamente y salió al exterior.
No es que estuviese esperando una comitiva, una alfombra roja o una orquesta para celebrar su llegada, pero desde luego, las expectativas de Effie iban más allá de los tres hombres que aguardaban su llegada en el andén de la estación. Dos de ellos llevaban el uniforme típico de los Agentes de la Paz, mientras que el tercero, vestido con un traje elegante aunque algo desgastado, se aproximó a paso rápido hasta ella.
– ¿Señorita Trinket? – inquirió el hombre.
– Llámeme Effie, por favor – replicó, extendiendo la mano a modo de saludo. Justo cuando la situación empezó a volverse incómoda ante la falta de respuesta, el hombre estrechó la extremidad firmemente – ¿Es usted el alcalde? – El hombre asintió un par de veces con la cabeza, mostrando abiertamente que no tenía intención alguna de charlar con Effie más de lo estrictamente necesario – El Señor Abernathy se está retrasando – comentó de nuevo ella, frunciendo ligeramente el ceño al repasar mentalmente todos los planes que tenía para el día. Planes que no podrían llevarse a cabo si cierto mentor no aparecía a tiempo.
– Oh… El Señor Abernathy no va a venir… Él no… no sale mucho de casa.
De manera instantánea, una expresión molesta se dibujó en el rostro de Effie. Ella era la nueva escolta, era cuestión de educación que el mentor acudiese a presentarse y a enseñarle el Distrito personalmente. ¿De verdad eran tan salvajes y desconsiderados en el 12? "Recuerda que lo más importante son los modales, Euphemia." Su madre se habría escandalizado notablemente de haber sido testigo de semejante desfachatez.
– Indíqueme dónde puedo encontrarle, entonces – pidió Effie. Si Haymitch Abernathy no acudía a recibirla, ella misma se encargaría de ir a presentarse.
– Puedo acompañarla hasta la Aldea de los Vencedores, pero no creo que sea buena idea, Señorita Trinket.
– No se hable más. ¡Vamos! ¡No tenemos ni un segundo más que perder! – exclamó, ignorando por completo las objeciones del alcalde. Había escuchado los rumores que hablaban del carácter algo endiablado de Haymitch Abernathy, pero no estaba dispuesta a dejarse amedrentar.
Las calles del Distrito 12 definitivamente habían visto días mejores. No habían caminado ni cien metros cuando Effie empezó a experimentar las consecuencias de llevar unos tacones de quince centímetros sobre un pavimento plagado de agujeros e irregularidades. Aún así, ni el dolor terrible de pies fue suficiente como para borrar la sonrisa de su rostro. Los dos Agentes de la Paz fueron escoltándoles durante todo el camino, hasta que el alcalde detuvo sus pasos frente a la entrada de la Aldea de los Vencedores.
– Es la primera casa de la derecha – indicó el alcalde, señalando con el dedo índice.
Al comprobar que nadie más la acompañaría a partir de ese punto, Effie continuó su camino en solitario, recorriendo los últimos metros que la separaban del porche de la casa de Haymitch Abernathy. Tras respirar profundamente, golpeó la madera de la puerta suavemente con los nudillos. Sin respuesta. Golpeó la puerta nuevamente, esta vez con algo más de insistencia. Sin respuesta. Al volver a llamar por tercera vez, la puerta se abrió sola, por lo que Effie la empujó por completo.
– ¿Haymitch? ¿Haymitch Abernathy? – llamó la mujer, sin atreverse a pasar del umbral. El interior de la casa desprendía un olor nauseabundo, intenso. De no ser porque los nervios le habían impedido probar bocado en el tren, probablemente habría terminado vaciando los contenidos de su estómago en el suelo – ¿Señor Abernathy?
Al no recibir respuesta, Effie se adentró en el interior de la casa, haciendo todo lo posible por acostumbrarse al olor lo antes posible. Tampoco había demasiada luz, ya que todas la ventanas estaban cerradas a cal y canto, por lo que sus pies terminaron chocando contra uno de los muebles del salón en la oscuridad. ¿Un sillón, quizá? Sin embargo, no tuvo tiempo de responder a esa pregunta, ya que en un abrir y cerrar de ojos, alguien la embistió, haciendo que su espalda quedase presionada contra la pared. Un jadeo escapó de sus labios, mezclándose con la sorpresa y el miedo. El miedo se convirtió en terror cuando sintió un objeto afilado presionado contra su garganta.
– ¿Quién diablos eres y qué haces en mi casa? – una voz ronca, masculina, habló a pocos centímetros de su rostro, lanzando una buena bocanada de aliento caliente directamente a su nariz. Alcohol. Effie se había quedado tan bloqueada que no pudo hacer más que empezar a balbucear, clavando su mirada azul en los ojos grises de su atacante.
– S-soy… soy Effie Trinket… La nueva e-escolta.
Aunque la mujer parecía estar completamente aterrorizada, hablando con un hilo de voz casi inaudible, Haymitch tardó unos cuantos minutos más en soltarla, manteniendo el filo de su cuchillo firmemente presionado contra la piel blanca.
– Lárgate de aquí.
– Pero la Cosecha es dentro de unas hor-.
– ¡Qué te largues! – gritó Haymitch, prácticamente escupiendo en el rostro de Effie. A continuación, y tras agarrarla brutalmente por el bíceps, la arrastró hasta la entrada de la casa, dando tumbos debido a su evidente estado de embriaguez. La mujer tropezó con sus propios pies, sin llegar a caer al suelo, pero descolocando la peluca en la que tanto mimo había puesto en arreglar. Finalmente, Haymitch la echó de la casa, dándole un fuerte empujón, para terminar cerrando la puerta con un golpe que hizo temblar las paredes.
Effie se quedó paralizada, tratando de procesar lo que había pasado. Los escoltas eran gente admirada e idolatrada en Panem, o al menos, eso es lo que ella siempre había escuchado en el Capitolio. Eran una pieza clave en los Juegos, enviadas para formar equipo con los mentores y conseguir un vencedor para su Distrito. Entonces… ¿qué acababa de pasar aquí?
Los gritos habían terminado alertando al alcalde y a los dos Agentes de la Paz que la habían escoltado, que no tardaron demasiado en acercarse hasta ella. Al escuchar los pasos, Effie retiró rápidamente las lágrimas que habían empezado a acumularse en sus ojos y giró sobre sus talones, dibujando una sonrisa en su rostro. Ese mentor maleducado no conseguiría arruinar el mejor día de su vida.
– El Señor Abernathy se encuentra indispuesto y no va a acompañarnos por el momento – habló Effie, haciendo su mejor esfuerzo por ignorar lo ocurrido y aparentar normalidad – Deberíamos ir adelantándonos para asegurarnos de que todo está preparado… ¡Tenemos un día muy muy muy importante por delante! – añadió, recolocándose la peluca disimuladamente.
La hasta ahora mirada dura del alcalde se suavizó levemente ante la escena que tenía delante, sintiendo por primera vez algo de lástima y simpatía por la mujer. Tratar con Haymitch Abernathy no iba a ser tarea fácil. El hombre se acercó hasta ella y le dio un par de palmaditas en el hombro antes de empezar a caminar.
– Bienvenida al Distrito 12, Señorita Trinket.
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¡Eso es todo por ahora!
Si tenéis alguna idea que queráis ver escrita, no dudéis en dejarla en los comentarios :)
