Disclaimer: Los personajes de Frozen no son míos, sino del gran señor ratón, que es casi tan maligno como este compendio de pequeñas historias. :)
.
Hay personas que nunca nos dejan, por más que el tiempo siga transcurriendo. Y en un pequeño orfanato, una niñita está a punto de descubrirlo.
.
Día 1
Prompt: Almas inquietas
Género: Horror/Supernatural
Palabras: 1142
Rating: T
Compañero de juegos
—¿No piensas ir a jugar con los otros niños, Elsa?
La rubia chiquilla negó con la cabeza, sin levantar sus ojos de las manos entrelazadas en su regazo. Parecía ensimismada, inquieta. No tendría más de siete u ocho años, pero su mirada cerúlea denotaba un temor, que hasta entonces solo había visto en las personas mayores.
Kai se ajustó sus gafas y anotó algo en su libreta, distraídamente.
—¿Por qué no?
La pequeña no contestó, ni lo miró.
—¿Se trata de tu amigo imaginario? ¿Es eso?
La niña asintió lentamente, después de dudar un poco.
—Estoy seguro de que a él no le molestaría que hicieras nuevos amigos.
—Sí le molesta —la vocecita de Elsa era apenas un susurro—, no le gusta que juegue con otros.
—¿No?
—Se pone celoso.
—¿De verdad? —Kai miró de nuevo los papeles de la carpeta que sostenía, un expediente con los datos de la pequeña y algunos dibujos que ella había hecho—, ¿cómo lo sabes?
—Se enoja, hace rabietas, tira cosas… no me gusta hacerlo enojar. Me da miedo. Siempre lastima a los otros niños.
—Pero a ti no.
Elsa negó una vez más y después se removió con nerviosismo.
—¿Por qué te trata tan diferente a los demás niños, Elsa?
—Dice que soy su única amiga y que no debo estar con nadie más. Hans odia a todo el mundo.
—¿Hans?
—Así se llama.
Kai dio un asentimiento y volvió a mirar el dibujo que había captado su atención. Un paisaje de trazos infantiles hecho con crayones, que mostraba la fachada del antiguo orfanato de Arendelle y a un chico de cabellos rojos y dos puntitos verdes por ojos. El uniforme era distinto al de los pupilos de la casa hogar y el niño, no sonreía.
—¿Qué más hace Hans, Elsa?
—Me dice cosas.
—¿Qué cosas?
—Cosas.
—¿Lo ves muy a menudo?
—Todo el tiempo.
—¿Está aquí ahora?
Elsa miró con cautela hacia cada rincón de la habitación y luego, negó con la cabeza.
El regordete hombre le hizo un par de preguntas más y luego, abandonó la habitación un momento, dejándole sus crayones para que siguiera dibujando.
Como psicólogo, no le extrañaba aquel comportamiento, pero algo le decía que tendría que investigar más a fondo para ayudar a la nena. Como todos sus compañeros, parecía muy afectada por los supuestos extraños sucesos que ocurrían en el orfanatorio, donde los niños afirmaban ver al fantasma de un chiquillo pelirrojo haciendo maldades.
Ninguno de ellos, sin embargo, había llegado a conocerlo tan a fondo como Elsa, que hacía un par de meses había llegado a la institución con su hermanita; tras la muerte de sus padres en un accidente automovilístico.
Las niñas estaban marcadas por la tragedia, especialmente la mayor.
—¿Y bien? —Gerda, la directora de la casa hogar se dirigió a él con la preocupación inscrita en sus ojos marrones— ¿De qué habló con la pequeña?
—Elsa ha sido muy escueta en sus respuestas, me temo que hará falta un buen número de sesiones para sacar conclusiones acertadas.
—¡La pobre criatura! Es tan introvertida, siempre parece asustada. Estoy realmente inquieta por su bienestar —dijo Gerda—, sus pesadillas han empeorado y nunca habla con los demás niños. Temo que su trauma empeore con el paso del tiempo.
—La ayudaremos —aseguró Kai, echando un último vistazo a los papeles antes de abordar el tema que más lo extrañaba—, ¿hay o habido algún niño aquí que se llame Hans?
Gerda palideció.
—Había, sí —respondió con un hilo de voz—. Hace veinte años. El chico llegó aquí cuando yo recién me incorporaba como educadora. Tenía hermanos, pero todos fueron a parar a distintas casas hogar al quedar huérfanos. Él era… —hizo una pausa, como pensando muy bien en lo que iba a decir—, no tendría porque hablar así de ningún chiquillo, pero él estaba realmente dañado; algo malo debió ocurrirle con esa familia suya. Hans trataba con mucha hostilidad a sus compañeros, todos ellos le temían.
—Los niños pueden ser muy crueles.
Gerda negó con la cabeza.
—Este era más que cruel. Créame cuando le digo, que nunca he visto a un niño que fuera más malvado que Hans Westergaard. Había algo dentro de él que no tenía arreglo.
—¿Qué le sucedió?
El semblante pálido de la mujer pareció empeorar y por un instante, Kai temió que tendría que sostenerla para que no perdiera la compostura.
—Se mató al caer del tejado. Siempre subía allí para retar a los cuidadores, con él no valían las órdenes ni las amenazas —Gerda cerró los ojos con fuerza, como si recordara algo sumamente escalofriante—. Fue un accidente espantoso, realmente espantoso… pobre chico.
Kai reacomodó sus papeles, incómodo.
—Volveré mañana para tener otra sesión con la pequeña.
En la habitación, Elsa se concentraba en hacer un nuevo dibujo. Aquello era lo único que la distraía del resto de los niños y su obligada soledad. Una serie de pasos y la puerta abriéndose la asustaron.
Frente a ella, un chico de cabellos colorados sonrió. Tenía diez años y un uniforme viejo que mostraba el mismo escudo del orfanato. Su bien parecido rostro era amable en ese momento.
—Salgamos a jugar afuera, Elsa.
La rubia negó con la cabeza. El niño adquirió un semblante amenazador.
—Si no vienes conmigo, volveré a empujar a tu hermana por las escaleras. Esta vez más alto. ¡Ya sabes que me tienes que obedecer!
Elsa se puso de pie de inmediato y muy tensa, tomó la mano que Hans le ofrecía para salir de allí. Tenía tanto miedo por su hermanita, ya era bastante malo tener que ignorarla por culpa de él.
Al principio, se había alegrado bastante de conocerlo. Las primeras noches en la casa hogar habían sido duras y no podía parar de llorar. Pero Hans la había consolado y habían jugado juntos. Él era un chico mayor, así que por primera vez en mucho tiempo se había sentido segura.
Pero luego, sus juegos habían dejado de gustarle. Hans era muy malo y cuando algo le disgustaba, las cosas se ponían feas.
Hablaba mal de los otros niños y les hacía crueles travesuras, que a todos ellos espantaban. La única que salía bien librada era ella, pues por alguna razón, Elsa le gustaba al chiquillo.
Lo que había iniciado como una inocente amistad, se había convertido en una pesadilla.
—Eres mi única amiga, Elsa. Nunca me voy a separar de ti —la aludida sintió como un escalofrío le recorría la espalda, al escuchar aquellas palabras.
Con cautela, se volvió hacia los ojos de jade que le sonreían con cierta malicia.
—¿Sabes? Si una nueva familia nos adoptará a mi hermana y a mí… creo que nunca más volveríamos a vernos.
—No, eso no pasará —afirmó Hans y entonces apretó su pequeña mano—. Vamos al tejado. Hay algo que quiero mostrarte.
Nota de autor:
¿Me extrañaban, panquecitos? :3 Yo sé que sí.
Con esta diminuta historia doy comienzo al Helsaween 2016, una saludable tradición a la que todos deberían estarse uniendo ya mismo. e.e Toda una semana para disfrutar con pequeños momentos de temática halloweenesca, y que por supuesto, tienen de protagonistas a nuestros pajarillos Helsa. ¿Qué más pueden pedir?
¿Qué opinan de esta tétrica aventura? Mañana les traeré algo menos espeluznante, ¡no olviden dejarme sus sensuales comentarios! ;)
