En el futuro próximo — Naruto Uzumaki
"¿Te ocurre algo?", me dijo. "Llevas toda la noche callado."
No le hice mucho caso. Tenía suficiente con las botellas. Intentaba alinearlas con los rectángulos del suelo, que eran de madera, de madera de la buena. Estaban suaves como melocotones. Te daban ganas de pasar las yemas de los dedos por encima de ellos, así, despacito, como se toca a quien más quieres.
"Eh, Naruto. ¡No me ignores!"
Empezamos a beber a las nueve menos cuarto, más o menos, que fue cuando llegaron los invitados. Ahora que pasaban las dos de la madrugada, estábamos hechos polvo. Casi todos los demás se habían ido ya, seguramente para dormir la mona en sus casas, y ahora sólo quedábamos ella y yo.
"Te estoy escuchando…de veras…", le dije, pero no soné muy convincente.
Tardé mucho en completar la frase. Estaba borracho. Me notaba toda la cara caliente, y el estómago revuelto, flojo; la última vez que intenté ponerme de pie, casi me partí la cabeza contra un mueble.
Al menos estaba mejor que Kiba. Él había vomitado hasta las tripas, y se pasó como hora y media en el cuarto de baño, potando y soltando tantas palabrotas que me sorprende que no le echaran de la villa. Aquí todos son tan pijos que te lavarían la boca con jabón por decir la palabra "mierda."
"Y una mierda", dijo la voz, pero nadie vino a regañarle. Todos estaban dormidos. Bueno, todos menos Neji y Tenten, que subieron al piso de arriba hace rato, y no volvieron a bajar más.
Estoy implicando exactamente lo que te imaginas.
"En serio, ¿estás bien?", volvió a preguntar.
Era Ino. Ino Yamanaka, ya sabes, la hija de los floristas. Rubia, guapa, mucha mala leche. Mi compañera de equipo. Mi mejor amiga.
"No me pasa nada", le mentí. "Sólo estoy cansado."
Ella estaba tirada en el suelo, boca arriba, y parecía haber echado raíces. De estallar una tormenta, el viento no podría moverle. Si un tsunami se tragara Konoha, y sus calles, y la villa de los Hyūga, que era donde estábamos, estoy seguro de que ella se habría quedado en el mismo sitio, empapada, furiosa, y con estrellas de mar por todo el cuerpo.
"Eres un mal mentiroso, ¿lo sabías?"
Lo sabía.
"No pasa nada, de veras."
"No te lo crees ni tú, Naru-kun."
Ino hipó al final de la frase, y puso los ojos en blanco, derrotada. No había manera de que se le pasara el hipo. Lo intentamos todo: hicimos que aguantara la respiración, que bebiera agua al revés, luego sake al revés, y fue un desastre, acabó empapada; le dijimos que respirara profundamente, que hablara muy alto, y un montón de cosas que no sirvieron para nada de nada.
A mitad de la fiesta, solucionar el hipo de Ino Yamanaka se convirtió en nuestro proyecto grupal.
A cada uno se nos ocurrió una solución diferente. Por ejemplo, Chōji aseguraba que la mejor manera de vencer al hipo era hincharse a comer, así que intentó hacerle tragar un montón de pastelitos de nata y fresas. El muy cabrón se estaba quedando con ella.
Al segundo ya estaba llena, y cuando él le hizo el avioncito con el tercero, Ino se lo estrelló en la frente. El gordito se limpió con una servilleta, y con mucha tranquilidad, se metió lo que quedaba del pastelito en la boca.
Luego le llegó el turno a Neji, y resultó que el alcohol le convertía en una persona totalmente diferente. Estaba aceleradísimo, y decía cosas muy raras; según decía él, conocía "al menos veinte maneras de curar el hipo sólo con sus manos", y aseguraba que "los Hyūga aprendieron a exterminar el hipo desde tiempos inmemoriales, no como vosotros, que no sabéis nada de la vida." Una cosa espectacular, de veras.
Al final se puso tan pesado que Tenten, rojísima ella, se lo llevó de la oreja al jardín, donde se sentaron muy juntos. La chica parecía morirse de vergüenza mientras su novio activaba y desactivaba su byakugan una y otra vez, sus ojos clavados en las estrellas del cielo.
Entonces le tocó a Shino, y cuando dijo "tengo el insecto adecuado para esto", Ino nos mandó a todos a la mierda, y se abrazó a una botella de sake que le dejaría fuera de combate por un tiempo.
Cuando volvió en sí misma se dio cuenta de dos cosas: en primer lugar, seguía teniendo hipo, y en segundo lugar, casi todo el mundo se había ido. Fue entonces cuando me preguntó si estaba bien, y se desencadenó la conversación de antes. Y aquí estamos de nuevo.
"Narutooooo…", dijo. Nos habíamos pasado un buen rato callados.
"¿Síiiii….?"
"Dime qué te pasa."
"Nooo…."
Ino resopló, y yo me reí un poquito. Ella también estaba roja, muy roja, pero la verdad es que se veía muy guapa con su kimono blanco, y con ese pelo tan rubio y sedoso que se derramaba por las escaleras hacia el jardín como si fueran rayos de sol…Quizá estoy exagerando un poco, pero eso es lo que pensé, de veras.
Por un momento pensé en decírselo. Qué narices, pensé en decirle todas esas cosas vergonzosas que pensaba de ella, pero entonces noté que en mi botella quedaba sake, así que le di un trago y el ardor me quitó toda la tontería.
Yo también llevaba un kimono. De hecho, todos recibimos uno nada más llegar, tanto los que pasaríamos allí la noche como los que no, porque aquella era la villa de los Hyūga, y los Hyūga tienen dinero para aburrir a un contable. Nada más llegar nos ofrecieron un baño, luego los kimonos, y finalmente tanta comida que hasta Chōji se dio por vencido. Imagínate.
Toda esa hospitalidad se debía a que al día siguiente se nombraría al nuevo Hokage, así que toda la aldea, y en particular este clan, tenían algo que celebrar…y también mucho que agradecernos a nosotros, los miembros de los Once de Konoha. Especialmente a mí, claro, pero eso ya es otra historia. Sigamos con esta.
Al rato intenté levantarme, y todo me daba vueltas, era una cosa horrible, pero aún así me las arreglé para llegar a donde estaba ella. Me senté a su lado, en las escaleras, y por supuesto, me llevé mi botella conmigo.
"¿Sake?", le dije, mostrándosela. Casi todo el alcohol lo compramos nosotros, y como no teníamos ni idea, ni tampoco mucho dinero, elegimos las marcas más baratas. Craso error. Sabían a mierda.
Pero esa botella en concreto había sido un regalo de Jiraiya, y la verdad es que no tenía nada que ver con las otras. Me encantó.
Es mi marca favorita, me dijo. Y cuesta un riñón, así que no vayas compartiéndola con cualquiera. Así que me la traje en la mochila y no la saqué hasta que no se fueron todos. Cuando la probé, joder, pensé que eso era otra cosa, hay que ver lo que hace el dinero. Se me ocurrió quedármela para mí y ya está, en plan egoísta, pero…qué cojones, Ino no es precisamente una «cualquiera.»
Ella puso cara de asco. "No, por favor", respondió. "He tenido suficiente sake para el resto de mi vida."
"¿Seguro? Está bueno. Es de Jiraiya…dice que es cara de narices." Apoyé la botella en su frente, y ella la apartó de un manotazo. Tenía una frente bastante grande, como Sakura, pero si se lo decías, te arrancaba las pelotas. Así que mejor nos quedamos callados, shh.
"Me da igual lo que cueste. Reniego del sake, ¿ves? Puaj." Puso una cara como de vomitar, y me recordó a Kiba, así que me reí.
"Grandes palabras para una borracha."
"No estoy borracha. Estoy perfectamente…¡hip!"
Por supuesto, no colaba.
"Mi compañera de equipo es una alcohólica."
"No es verdad."
"Estás roja como un tomate."
Ella arrugó la cara, y me soltó un manotazo, pero sin muchas ganas.
Yo le pellizqué la nariz entre los dedos, y esa vez sí que me dio fuerte.
"¿Por qué te metes tanto conmigo?"
"No me meto contigo. Me gustan los tomates."
Puso los ojos en blanco, pero también se ruborizó. ¡Ja! Estaba monísima. Luego volvió a hipar, y se rompió el hechizo.
"Mira que eres tonto."
"Ahí tienes razón."
Una corriente de aire vino desde el jardín, y era muy fresco y agradable. Hacía tiempo que el viento no me sentaba tan bien. Era una sensación genial, incluso mágica. ¿Era la borrachera, o la compañía de Ino? ¿O se debía a que, por suerte, todo aquello se había acabado ya?
Mientras reflexionaba sobre eso, dejé pasear mi vista por el jardín.
En el jardín había un perro. Era negro y peludo, y también muy pequeño, como una rata mutante. Se llamaba Burrito, y pertenecía a Taishi, el tipo que estaba detrás de la fiesta. Se trataba del primo de Hinata, o su primo segundo, o quizá primo tercero, yo qué sé. Con los Hyūga uno nunca está seguro.
El caso es que el perro era tan cambiante como su dueño: un día te saludaba ladrando alegremente, y al siguiente te mordía los dedos si intentabas darle un poco de jamón. Era un pequeño hijo de puta, pero al final le acababas cogiendo cariño. Exactamente igual que a su dueño. En serio, ya verás. Son igualitos, colega.
Burrito estornudó, y se echó en su sitio favorito, junto al árbol de cerezo. Hasta hace nada, estaba orinando en el estanque de los peces de colores. ¡En un estanque precioso! Debía de haber costado un pastizal, como todo lo que había en esa villa. El muy capullo no tenía ningún tipo de vergüenza.
Sonreí.
Se me ocurrió que me gustaría tener una vida tan simple como la suya. Es decir, ¿en qué consistirían sus días? En levantarse, comer, ir a correr, y luego a mear por ahí, y luego acostarse de nuevo, ¿no? Sin ningún peso en la conciencia. Sin nada. Su mayor preocupación sería, pensé, la de escarbar en la tierra en busca de huesos. ¿Habrian muchos huesos enterrados en ese jardín? ¿Cuántos huesos habrían enterrados en el jardín de los Inuzuka? Seguro que una barbaridad. ¿Alguna vez se habían puesto a contarlos? ¿No les daba curiosidad?
Ino me tiró del kimono, haciéndome volver al mundo real. "¿Así que te la dio Jiraiya"?
"Sí, la verdad es que me sorprendió", respondí. "Nunca me había dejado beber antes."
"¿Qué le dijiste tú?"
"Que si era alguna trampa, o algo así."
"¿Y lo era?"
"Pues no. Me dijo…" Me aclaré la garganta, y procedí a hacer mi mejor imitación de la voz de Jiraiya: "Naruto, si eres mayor para ir a la guerra y arriesgarte a que te maten, también lo eres para beber de vez en cuando."
Ella se rió de mi pobre interpretación, pero no me sentí atacado. Yo también lo habría hecho.
"Bueno, tiene sentido."
"Lo tiene, ¿no?" A la luz de las estrellas, la botella brillaba casi con luz propia. Estaba pintada de blanco, y parecía de buena calidad, así que pensé que cuando la acabara, me la quedaría como recuerdo. "Supongo que ya hemos dejado de ser niños."
Ella echó la mirada hacia atrás, hacia las estrellas, y la luna le iluminó la amplia frente.
Casi añadí algo en la línea de «si es que alguna vez fuimos niños», pero habría sido injusto. Sí que lo fuimos, tanto ella como yo. Lo que pasa es que para los ninjas, la niñez acaba con la entrada en la Academia, cuando te dan tu primer cuchillo y te enseñan dónde clavarlo.
Estaba pensando en eso cuando le pillé mirándome con cara de estar preocupada.
"Oye, Naruto…"
"Dime."
"¿En qué pensabas antes?"
"No pensaba en… "
"Naruto Uzumaki", me interrumpió ella, incorporándose hasta que quedar sentada, cerca de mí. Muy cerca de mí.
¿Demasiado cerca?
Tragué saliva.
"No irás a mentirme otra vez, ¿verdad?" El aliento le apestaba al sake más barato de la Galaxia, y ese mismo olor me llenó los pulmones pero, sabes, no me importó lo más mínimo.
"No…señora", fue mi respuesta.
"Muy bien." Satisfecha, volvió a recostarse, esta vez sobre mi regazo. Pero como estaba bastante borracha, más bien se dejó caer, con un plof que me pareció muy adorable. "Ahora cuéntame."
En el jardín, Burrito se deshizo en un enorme bostezo, y se echó a dormir junto al estanque.
"No sé qué decirte, Ino-chan." Con cuidado, coloqué la botella en uno de los escalones, y me apoyé en la mano libre.
Con la otra le pellizqué la mejilla y, ¡sorpresa! No se quejó. Debía de ser el alcohol.
"Sólo…pensaba", dije, tras una pausa. "Recuerdos, y esas cosas."
"Bueno, pues cuéntamelos."
"Ya te los he contado más de una vez."
Ella sabía perfectamente de lo que estábamos hablando, pero supongo que quería que lo sacase fuera. Ino se preocupaba por mí, ¿ves? Era…una sensación extraña, después de tanto tiempo solo. Me gustaba, pero también me ponía muy nervioso.
"Hazlo de nuevo, entonces."
Me dí por vencido.
"Está bien."
Al principio, las palabras se me trababan con las otras, pero no tardé en darles forma. Después de todo, ya había contado esta historia en el pasado, y sinceramente, me la sabía de memoria. Incluso entonces, seguía apareciendo en mis sueños, aunque de manera cada vez menos frecuente.
Aquellos recuerdos me habían atormentado a lo largo de todo un año. Me habían robado el sueño, y la salud, y me llevaron a tomar decisiones de las que me arrepentiría durante mucho tiempo.
De esta manera, podrás comprender que mientras hablaba, volviera a pensar que desearía, aunque fuera por una noche, descansar como lo hacen los perros.
"Estaba perdiendo el control. Lo notaba en mi piel. Me ardía…como una hoguera."
Ino me escuchaba sin decir una palabra. Su compañía, su calor, me reconfortaba y me ayudaba a seguir hablando.
"Todo a mi alrededor apestaba a la sangre de Sasuke. El olor era tan fuerte que sentía ganas de vomitar.
Yo quería parar. Te lo juro, quería hacerlo. Al menos una parte de mí. Pero mi cuerpo se movía solo, sabes, como una marioneta. Paraba los golpes, y lanzaba los míos, y no necesitaba pensar para hacerlo. No sé si alguna vez te ha pasado, pero…
…no es agradable, sabes. Es como si dejaras de ser tú."
No pude seguir sin dar un trago a mi botella. Luego tomé otro, por si acaso.
"Al principio sólo me defendía de él. Quería que entrara en razón, que volviera conmigo. Luego se transformó en esa…cosa tan horrible, y sus ojos cambiaban, y se hacía más y más fuerte. Yo hice lo que pude, de veras, pero al final tuvo que ayudarme Él.
Cuando aparece es…no es muy diferente a beber alcohol. Se te calienta el cuerpo, el pecho, las tripas, la garganta. Se siente…bien. Luego te sientes más fuerte, y ves que puedes levantar más peso, correr más rápido, curarte antes, todo eso.
Entonces empieza el dolor. Se te agarrotan las manos y la mandíbula, y te duelen los ojos y todo en general. Tu chakra aumenta muchísimo. Es como si no tuviera fin."
Alguien me dijo una vez que, cuando estaba transformado, mi chakra era como un enorme océano de color rojo. No lo dijo como un cumplido: incluso los mejores océanos guardan monstruos en las profundidades.
"Él…el Zorro….me habla a veces. Tú lo sabes bien. Aquella vez, yo todavía no estaba acostumbrado a eso. Es decir, ya había escuchado su voz, pero…no de esa manera.
Me gritó, Ino, lo recuerdo bien. «¡A un lado, niño!», y yo hice lo que dijo, porque fue todo tan rápido que no tuve tiempo a pensar. Me moví justo a tiempo para esquivar a Sasuke.
Aquella fue la primera vez en la que el Kyubi me salvó la vida."
Dentro de mí, el Nueve Colas soltó un gruñido burlón, pero no le hice caso.
"Cuando…toma control de ti, te sientes invencible. El dolor se hace cada vez peor, sí, pero no importa. A eso te acostumbras. Al poder…a eso es imposible acostumbrarse. ¿Te acuerdas de cuando…de lo del examen? Apuesto a que te sentiste imparable. Pues imagina eso, pero multiplicado por diez. Por cien. Por mil.
Ero-sennin dice que cuando me transformo, parezco un pequeño Zorro de Nueve Colas. Es así, ¿no? Desde dentro es diferente. Sólo te ves las manos, si acaso las cola, y el aura que te rodea. Pero no ves su forma.
Yo no la vi hasta mucho después."
No quería lidiar con esos recuerdos, así que seguí hablando, intentando pensar lo menos posible.
"Pero ahora estoy acostumbrado a las sensaciones. A mitad de la pelea, salió la primera cola. Ahora lo soporto un poco mejor, pero yo…perdí la cabeza. La perdí de verdad.
Kyubi me seguía hablando. Tienes que matarlo ahora, me decía. Antes de que sea demasiado tarde.
Tenía razón. Sasuke…a cada segundo se hacía más fuerte. Era ese Sello Maldito de Orochimaru, esa…mierda…que le volvió loco…"
Tuve que detenerme, y ella me tomó de la mano. Está bien, parecía decirme. Está bien, estoy aquí contigo. Eso me dio fuerzas para continuar. Tenía que continuar. Tenía que sacarlo todo fuera.
"La primera cola no era suficiente. Al principio intenté dejarlo fuera de combate, pero pronto…Ino, no podía hacer otra cosa. Tenía que defenderme. Tenía que matarlo.
Pero me igualaba. No. Me estaba empezando a superar. Por poco, pero me superaba. ¿Era el Sello, o el Sharingan? Se volvió muy rápido, y muy fuerte, y…
Yo intentaba no escuchar al Zorro. Él seguía diciéndome: mátalo, mátalo, como si fuera un cuervo graznando. Le ignoré. ¡Tienes que creerme! Siempre le ignoro cuando hace eso. Pero. No sé. Al final…
…al final me rendí. Era como si todo lo que él decía encajara de pronto. Es un traidor, un traidor, te quiere matar. Mátalo, mátalo.
¿Tú crees que hice mal?"
"No, Naruto, cielo", respondió ella, y me apretó la mano con fuerza. "No hiciste mal."
Yo asentí, despacio.
"No sé cuándo exactamente, pero se me fue la cabeza. Él corría hacia mí, no, volaba hacia mí con ese Chidori blanco y negro que hacía tantísimo ruido, y yo sabía que él quería matarme, de veras, y como estaba en medio del aire, no le podía esquivar…
Me dije, «se acabó», y dejé que el Kyubi tomara control.
Fue como una explosión de chakra. Como si una bomba hubiera estallado en medio del lago. Las gotas saltaban por todas partes y Sasuke salió despedido hacia atrás, ni siquiera necesité tocarle.
Había salido mi segunda cola."
Mis recuerdos fluían como una cascada. Al cabo de un rato, ocuparon todo el espacio dentro de mi cerebro, y mi relato no tardó en volverse algo secundario. Seguía contando mi historia, sí, pero lo hacía automáticamente: si hablaba, lo hacía de la misma manera que se mueve el mecanismo de un reloj.
En esos momentos, mi cuerpo se trasladaba a otro lugar, lejos de aquí.
Al Valle del Fin.
Un año atrás.
Sasuke y yo junto a la cascada.
El día en el que todo se echó a perder.
Mi puño se estrelló contra su mejilla. Sentí cómo algo se quebraba debajo de su piel. Por un instante, fue como si el mundo entero se detuviera en el sonido de ese puñetazo, pero medio segundo más tarde, el tiempo se saltó sus segundos y Sasuke apareció en la otra punta del lado, intentando levantarse y sangrando por la boca.
Volvimos a chocar. Esquivé su puñalada, e hice salir dos grandes manos de chakra, las manos del Zorro, y éstas le golpearon como si fueran las manos de un boxeador.
Uno-dos, uno-dos. Sasuke escupía sangre cuando le cruzaba la cara a hostias. Luego, un derechazo, y volvía a estar en el suelo.
Pero él jamás se rendía. Se levantó una y otra vez, como si fuera un muerto viviente. Su perseverancia daba un poco de miedo. Estaba magullado, y herido, vamos, hecho una mierda; hasta parecía que tuviera más sangre fuera que dentro del cuerpo.
Otro choque. Estuvo a punto de ser el último.
"¡Rasengan!"
Sasuke saltó hacia atrás, me esquivó por los pelos. Ya no quedaba ni rastro de esa sonrisa con la que había comenzado la pelea: ahora, en su rostro sólo podía leer dos emociones, que eran la preocupación, y el miedo.
"¡SASUKE!", le rugía, y hablar me raspaba la garganta. "¡LUCHA CONTRA MÍ!"
Una de mis manos rojas salió disparada hacia él, y Sasuke se elevó en el aire con ayuda de sus monstruosas alas. Desde arriba me lanzó una lluvia de kunais y shuriken, todos lanzados con gran habilidad y con mucha más fuerza de la que tenía normalmente.
No sirvió para nada. Todas las herramientas rebotaron contra mi aura, y se hundieron en el lago.
El Kyubi me hace invencible.
No le dejé aterrizar: con la otra mano del zorro, le agarré con fuerza y lo estrellé contra el lago, salpicándolo todo de agua.
Luego le saqué a la superficie, y estaba empapado, chorreando. Le vi coger aire mientras le traje hacia mí, todavía preso, hasta que quedamos cara a cara.
Le solté un puñetazo.
Él me escupió la sangre en la cara.
"¿Eso es…todo lo que tienes…zorrito?"
El siguiente puñetazo le hizo desactivar su sharingan por unos instantes.
"Eres u—"
Otro más.
"—n animal, nada m—"
Otro más.
"—ás, Naruto…"
¿Acaso pensó que no lo sabía? Ya estaba formando otro Rasengan, y la esfera no era azul, sino carmesí, como el chakra del Nueve Colas. En ese estado, no necesitaba la ayuda de un clon para hacerlo. Se sentía como…como si alguien hubiera encendido un interruptor dentro de mí, un interruptor especial que me hacía imparable y me permitía ver todo, incluso mis técnicas, con una increíble claridad.
Esa claridad incluía a Sasuke. En el que había sido mi rival y mi mejor amigo, casi mi hermano, ahora sólo podía ver…
"…un traidor. ¡ERES UN TRAIDOR, SASUKE!"
Él tosió sangre cuando mi mano de chakra le apretó con más fuerza. Pero aún así, respondió:
"¿Te crees…mejor que yo? ¡Mírate, Naruto…! ¡Eres…un monstruo!"
Apenas había terminado la frase cuando el Rasengan se hizo mucho más grande. Era dos, no, tres veces más grande que los que hacía normalmente. Darme cuenta de esto me llenó de un horrible placer.
«Puedo ir más allá», pensé. «Puedo convertirlo en polvo…»
«Hazlo», decía una voz dentro de mí. «Mátalo. Mátalo de una vez.»
Esa voz me había susurrado cosas durante casi toda la pelea. Yo sabía que el Zorro intentaba manipularme, pero no me importaba. La ira me consumía por dentro, y mi mundo se reducía a mi ansia por hacer que Sasuke sufriera todo lo que yo había sufrido…
Mucho tiempo después, aprendería que esa furia se hacía insoportable a partir de la segunda cola, pero que había maneras de controlarla. A menos que llegara a la cuarta, cuando dejo de ser yo mismo. Pero todavía no hemos llegado ahí.
Aquella vez era demasiado joven, demasiado débil, y estaba demasiado furioso como para luchar contra mí mismo. Así que no hice nada en contra del Zorro. Sólo le dejé que me hinchara de poder.
Hacía un rato, cuando salió mi segunda cola, el combate cambió por completo. Sentí cómo mi chakra se disparaba hasta alcanzar niveles imposibles, y, de pronto, Sasuke no podía hacer nada contra mí. El sello maldito había sido un problema durante la primera cola, pero la segunda…esa iba mucho más allá de lo que él podía manejar.
Y ahora, la pelea era casi un juego de niños.
"Se acabó, Sasuke", le dije. Y le miré a los ojos. Lo sé, es un error estúpido. Por aquel entonces, todavía estaba muy verde.
Sasuke estalló en una nube de cuervos, y desapareció de mi vista. Recogí mi brazo de chakra, y miré alrededor, alarmado.
«¿Qué? ¿Dónde se ha metido?»
«Estás en un genjutsu, imbécil. ¡En frente de ti!»
La voz del Zorro me devolvió a la realidad, justo a tiempo para que el Chidori de Sasuke no me atravesara la cara. Sus ojos estaban muy abiertos, y el sharingan me siguió más rápido de lo que su cuerpo pudo hacerlo: como un destello de luz roja, me recuperé, y hundí mi Rasengan en el costado de Sasuke. Le reventé como si estuviera hecho de madera.
Madera.
Las esquirlas cayeron sobre el agua, y cuando la nube de humo se disolvió, me quedé mirando a un tronco de sustitución.
"¡Elemento fuego: Llamas del Sabio Fénix!"
Me rodearon decenas de llamaradas, y se rompían contra el agua lanzando chispas y vapor por todas partes. Me protegí la cara con los brazos, pero no hizo falta: mi manto, carmesí y ardiente, expulsaba chakra con tanta fuerza que las llamas se reventaban contra él. No sufrí ningún daño.
"¡Sasuke!", le grité, el corazón latiéndome con todas sus fuerzas.
Sasuke estaba empapado en sudor, pero no desistió.
"¡ELEMENTO FUEGO: GRAN BOLA DE FUEGO!"
Y una gigantesca llamarada, mucho mayor que cualquiera de las que hubiera creado en su vida, se lanzó contra mí, dividiendo el lago en dos a su paso. Era tan grande y ardía con tanta fuerza que era como un Sol en miniatura, y cuando chocó contra mí, parecía que me hubiera tragado el infierno.
No intenté esquivarla.
Sólo me dejé llevar.
Deberías haber visto su cara cuando salí de las llamas, envuelto en ese chakra rojo, como si fuera un Zorro en miniatura. Su técnica no sirvió para nada: la bola de fuego se estrelló contra la montaña, y las llamas saltaban sin control, chamuscándolo todo con un calor impresionante, pero inutil.
Mientras caminaba, el manto se aclaraba, hasta quedar casi transparente. Yo me miré las manos y en ellas no vi nada que pudiera identificar como mío.
No importaba.
"¡Joder! ¡Naruto! ¡JODER!"
Supongo que ese fue el momento en el que Sasuke perdió la cabeza.
Su grito se repitió en ecos por todo el valle. Era un grito de rabia, y de miedo, y creo que también de dolor. Hasta yo me daba cuenta de que el Sello le estaba consumiendo. Estaba intentando arrancarle mas poder, y eso hacía daño a su cuerpo, y también a su alma.
Entonces exclamó "¡CHIDORI!", y ese sonido que era como el chillar de mil pájaros resonó por todo el lugar. Normalmente, era un sonido amenazador; aquella vez, sonaba como un lamento.
Yo formé otro Rasengan, y fue fácil, demasiado fácil. Era como si la técnica ya estuviera ahí, esperándome, y yo sólo tuviera que arrancarla del aire.
Con aquel chakra, con aquel poder, me sentía como si pudiera acabar con cualquier enemigo…
" concéntrate en matar a este", se burló la voz en mi estómago, mientras el Chidori de mi enemigo (porque eso era, ¿no? Eso y nada más) chillaba aún más fuerte, y era blanco y negro, y no azul como solía ser.
Entonces no lo sabía, pero con el tiempo, Jiraiya me hablaría del Sello, de su relación con el senjutsu y cómo éste podía transformar totalmente una técnica…
Mi respuesta llegó rápido. Dupliqué el tamaño de mi Rasengan, y fue tan sencillo como soplar aire dentro de un globo. Me sentía genial. En mi mano había suficiente chakra como para matar a casi cualquier persona en el acto, y yo lo sabía.
Y por supuesto, él también.
Muchas veces me he preguntado qué se le pasó por la cabeza en aquellos momentos. ¿Tenía miedo de morir? Seguro que sí. Yo también lo tuve, al menos hasta que perdí la razón por completo. ¿Me odiaba? No más de lo que se odiaría a sí mismo, supongo. Es decir, desde la tragedia de su clan, Sasuke había estado muy solo. No tuvo a nadie que le ayudara a controlar esos sentimientos que de seguro se agolparon dentro de él, así que no le quedó otra opción que dirigirlos hacia su hermano, a quien culpaba de todos sus males, y en su ausencia, contra sí mismo, por no haber podido hacer nada para detenerle.
Dentro de él había mucho odio. Pero también cosas buenas, ¿no? También debía de haber amor hacia su familia, y quizá hacia nosotros, Sakura y yo. Kakashi-sensei tomó, aunque sólo fuera por un tiempo, un rol casi paternal, el rol de un tutor que cuidaba de él. Supongo que Sasuke le admiraba, aunque nunca lo reconociera. Además, creo que en su corazón todavía había espacio para la esperanza, la bondad, e incluso el sentido del humor. Eran trocitos pequeños de su ser, que es mejor que nada…
¿Entiendes a qué me refiero? Es sólo que…no sé. A mí me parece que Sasuke podría haberse salvado. Puede que hubiera requerido mucho tiempo, y sin duda habría sido difícil, pero su alma no estaba perdida del todo. ¿Tú estás de acuerdo conmigo? ¿Te crees lo que te cuento? Aún no estoy muy seguro de por qué me escuchas…
¿Crees que tengo razón, que Sasuke podría haber cambiado a mejor? Podría haber…vuelto con nosotros, sabes. Podríamos haber crecido juntos, hasta que nos hiciéramos mayores, y cada uno formara su famila, o algo así, no lo sé. La verdad es que me es difícil imaginarnos con hijos, pero ya me entiendes. Es posible que en otro mundo, en otra realidad, las cosas fueran así. Diferentes. Mejores.
Pero en mi historia no existe la salvación.
Estoy seguro de que Sasuke tenía miedo. Es más, sé que estaba aterrorizado. Ambos nos estábamos intentando matar el uno al otro, y a cada momento que pasaba, la balanza se inclinaba más y más a mi favor. Yo le conocí bien, y sabía que se sentía frustrado. Humillado. Furioso. Y también confuso.
Ay, Sasuke. Todos esos sentimientos negativos se mezclaron con los buenos, con los que te unían todavía al mundo, y todos juntitos fueron tragados por el miedo. Por el miedo a morir, sobre todo, pero también a perder otra vez, a no ser capaz de vengar a tu familia; el miedo a demostrar ser el fracasado que, muy dentro, sentías ser.
Y cuando el terror teminó de devorarte por completo, murió la última de tus esperanzas.
"¡SASUKE!"
Ahí estaba yo, Naruto Uzumaki. Antes, un ninja de Konoha; en esos instantes, el Zorro de Nueve Colas. Mi chakra creaba olas en el lago, que se dispersaban en círculos por toda su superficie; el aire vibraba a mi alrededor, y podía oír este sonido con claridad, y también el de las burbujas de ese chakra rojo que me quemaba la piel.
El chakra del zorro.
Y las orejas del zorro.
Y las manos del zorro.
Y las colas del zorro.
En mi palma derecha, mi Rasengan, el más poderoso que haría durante mucho tiempo, estaba hecho de un chakra tan denso que parecía ser de piedra. Me sentía imparable. Pletórico. Y también muy, muy, muy furioso.
"¡SASUKE!"
Mi voz empujó el aire en ondas que movían el agua y las ropas de mi rival, y su cabello larguísimo, y él crispó la expresión en un infierno de miedo y rabia.
Allí estaba Sasuke Uchiha. Antes, un ninja de Konoha; en esos instantes, un traidor. Las tres marcas en cada uno de sus sharingan giraron despacio cuando abrió los ojos en un desolador aullido; utilizando toda su fuerza de voluntad, tiró del Sello Maldito, exprimiendo cada gota de su fuerza y elevando su poder a altitudes innaturales, a altitudes prohibidas.
Le sangraban los ojos. La boca. Las manos.
Su sharingan brilló con una fuerza inusual.
Y entonces, cargando un Chidori tan potente que le hizo gritar de dolor, cargó hacia adelante, hacia mí, hacia el Naruto con Dos Colas, donde sólo le esperaba la muerte.
"¡NARUTO!"
"¡SASUKE!"
Volví en mí.
Estaba agotado. Dejé caer la cabeza, los hombros, las manos. Pensar sobre esta historia, sobre mi pasado, sobre Sasuke y yo…todo eso me dejaba hecho polvo. Por el amor del Dios, yo sólo quería echarme a dormir.
Ino me acarició las mejillas con cariño. Un escalofrío.
"Todo está bien ahora, Naruto." Su voz, casi un susurro, estaba llena de pena. "Todo eso pasó hace mucho tiempo."
"Lo sé, Ino-chan. Es sólo que…no sé. Me cuesta dejarlo atrás."
No hubo respuesta, sólo una mirada afligida.
A mí me dolía el pecho como si tuviera algo ahí clavado; un cuchillo, o una espina.
"A veces…les veo, ¿sabes? No sólo a Sasuke. Veo a todos…los que he matado. A todos…a cada uno de ellos…en mi cabeza. Aparecen, y luego se van, pero siempre vuelven, siempre…"
Un montón de lágrimas me nublaron la vista, y una de ellas cayó sobre la frente de Ino, quedándose ahí, brillante y solitaria, como si se burlase de todas mis penas. Así que se la limpié con el dorso de la mano, y ella secó mis mejillas con sus dedos.
No me dejó seguir hablando: su dedo índice, suave y frío, se posó sobre mis labios. Una pequeña sonrisa asomó en los suyos cuando dijo:
"Shh. Está bien, Naruto. Está bien."
Yo gemí por lo bajo, dejándole entender que de hecho, nada en ese puto mundo estaba bien.
Entonces, una sonrisa.
Era una pequeña, pero también una de las suyas y eso la hacía especial…
No sé si fue el alcohol o si fue algo más, pero los ojos de Ino brillaban de una manera que entonces no entendí, pero que sin duda significaba…
"¿Sabes qué? Sé perfectamente lo que necesitas", dijo, incorporándose. Yo le miré, y me rasqué los ojos con las manos, sin enterarme de nada. No me juzgues, aún era un niñato.
Ella lo sabía, me conocía bien. Me sonrió dulcemente, y aplastó mis mejillas con las palmas de sus manos. Se rió de mi mueca, que de seguro era ridícula, y me dieron ganas de revolverle el pelo hasta convertirlo en una escoba.
Le cogí de las manos para apartarlas, y ella entrelazó sus dedos con los míos.
Cuando alguien te toma de las manos…cuando lo hacen de esa manera tan especial, ya sabes a qué me refiero, es como si se abriera un canal entre su alma y la tuya. Dicen por ahí que se debe a que los seres humanos interactuamos con el mundo a través de las manos: con ellas lo examinamos con curiosidad, lo manipulamos con habilidad, y lo rechazamos a golpes, y lo aceptamos con caricias. De esta manera, nuestras manos serían una extensión de nuestra alma, o de nuestro cerebro, en fin, lo mismo da, y lo que nuestras manos sostienen con cariño, también es sostenido por nuestro corazón de la misma manera.
Sé que suena como una cursilada, y quizá te he hecho arquear las cejas, pero de verdad que cuando me tomó de las manos, sentí que me había tocado por dentro.
Así que, claro que le miré a los ojos. Claro que me puse nervioso. Claro que tenía una sospecha, una muy pequeña, pero en esencia, seguía sin tener ni puta idea de lo que estaba pasando por su cabeza.
Ella me devolvió la mirada. Más nervios. La mía se mudó a su frente, no, no le mires ahí, que se lo tomará a mal; le miré la nariz, no, no hagas eso, es raro; le miré la boca, su boca, la boca de Ino Yamanaka…no, no mires ahí…¡ahí sí que no!
No me sorprende que mi actitud le hiciera reír. Pero luego dejó de hacerlo, y se acercó a mí, y estaba muy cerca…¿Demasiado cerca?
"Pero mira que eres idiota", me dijo, antes de besarme en los labios.
De la sorpresa me caí hacia atrás, y ella cayo conmigo, y quedó encima de mí. Yo me golpeé la parte de atrás de la cabeza con el suelo, y me quejé, y ella me miró (le miré), sonrió (fruncí el ceño) y se empezó a reír en mi cara.
A carcajadas.
"No tiene…no tiene gracia, Ino-chan"
"Oh, pero desde luego que la tiene, Naruto-kun", respondió ella, y al reírse era como si cantara.
Sonrió (le sonreí)
Se acercó a mí (tragué saliva)
Y me volvió a besar.
Y cada uno de sus besos
se sentía
mejor
