Esta historia no me pertenece. Es solo una traducción al fanfic de Luxio Nyx, "Tide of betrayal". Esta traducción tiene consentimiento de la autora. Es una historia muy bonita, que me gusta mucho, y pensé que estaría bueno traducirla para que más gente la conociera. De paso, practicaba mi inglés. :)

Las reviews yo se las enviaré traducidas a Luxio. Y si se manejan con el ingles, déjenle una review directamente a ella. De paso háganme saber si hay alguna frase que suena rara, algo mal escrito o una expresión incorrecta, es mi primera vez traduciendo así que me gustaría saber en donde debería mejorar.

To Luxio Nyx: Hi! So, this is it, your story is getting uploaded in spanish, you must feel awesome. XD

Tanto a la autora original como a mí no nos pertenecen ninguno de los derechos de Hetalia.


Sinopsis: Cuando él y su hermano son capturados por un despiadado pirata, Alfred Jones es forzado a ir de encubierto en un barco pirata rival para salvar a su hermano. Su misión: Asesinar al Capitán Arthur Kirkland.


Tide of betrayal: La marea de la traición

Capítulo 1

"¿Saben? En retrospectiva, probablemente debí haber escuchado a Tony y quedarme donde estaba" reflexionó Alfred F. Jones.

El adolescente rubio gruñó cuando uno de los piratas lo empujó bruscamente hacia el barco, sus pies alcanzando el borde del puente que unía al barco con el muelle. Tras él, podía escuchar a su hermano menor, Matthew Williams, murmurar quejidos en francés cuando otro pirata quiso tantearlo de nuevo. Alfred intentó mirar sobre su hombro y fijar sus ojos llenos de odio en el pirata cubano que no paraba de manosear a su hermano, con la promesa mental de tener la cabeza del hombre cuando salieran de este desastre.

–¡Vamos! ¡Continúa! –ordenó gritando uno de los piratas, sus ojos oscuros brillando maliciosamente detrás de su máscara blanca.

Alfred se encontró a si mismo preguntándose por qué el tipo necesitaba usar una máscara, antes de que fuera empujado a la cubierta del navío. Emitió un ruido de queja cuando sus rodillas hicieron contacto con las duras tablas de madera de la cubierta y observó al pirata que lo había empujado. El pirata morocho… Un segundo, ¿Ese era una mujer? simplemente le sonrió, sus ojos verdes centellando.

Honhonhon, tranquila mon cheri –dijo riéndose una voz aterciopelada– debemos ser amables con nuestros nuevos invitados.

Alfred divisó en la dirección de la voz, sus ojos azules entornándose cuando tuvo a la vista a un hombre rubio parado al lado del timón del barco, una de sus manos perfectamente manicuradas descansando vagamente en uno de los travesaños. El hombre le guiñó un ojo a Alfred y ceremoniosamente se quitó su llamativo sombrero azul real, dejando caer su largo cabello rubio en ondas perfectas bajo su cuello.

Bonjour, mis pequeños y lindos invitados –dijo en tono cantarín- bienvenue al Lirio Blanco. Je m' appelle* Francis Bonnefoy, y soy el capitán de esta belleza.

–Hombre, ese es un nombre un poco afeminado para un barco –murmuró Alfred.

Francis sonrió y abofeteó al adolescente en la cara, la mueca de su sonrisa agrandándose cuando el golpe hizo que se le cayeran los anteojos.

–No creo que te encuentras en posición de hablar, mon cher –canturreó. El francés se dirigió a Matthew, sus ojos celestes destellando al posar sus ojos en el joven esbelto– Ah, ¿Y quién es esta pequeña y preciosa joya?

Matthew se alejó del capitán, sus ojos azules-violáceos agrandándose detrás de sus lentes. Miró a Alfred, su cabello rubio cenizo apenas ocultando su expresión de pánico.

–¿Cuál es tu nombre, mon cher? –preguntó Francis dulcemente, con el peligro en la mirada ante el silencio de Matthew.

–M-Matthew Williams –tartamudeó el chico, forzando la determinación en sus propios ojos, a pesar de la suavidad de su voz.

Honhonhon, éste tiene espíritu –dijo el capitán arrastrando las palabras. Levantó su mano y pasó un solo dedo por la mandíbula de Matthew, su mirada oscureciéndose con hambre cuando el rubio tembló.

–¡Aléjate de mi hermano! –gruñó Alfred. Se lanzó hacia el francés, solo para ser tacleado por el pirata enmascarado antes de que él pudiera llegar muy lejos. Alfred emitió un jadeo cuando la rodilla del otro estuvo en contacto con su garganta, su visión haciéndose blanca por un breve segundo cuando el aire se le escapaba de los pulmones.

–Sadiq –lo llamó Francis en tono de advertencia- recuerda, debemos mostrar cortesía ante nuestros invitados, non? Dime, -dijo el capitán dirigiéndose al adolescente que estaba sujetado por Sadiq- ¿Es tu amigo, como dicen, virgen?

–¡Cállate! –Gritó Alfred– no te atrevas a tocar a mi hermano.

–¿O qué? –Preguntó Francis dulcemente– no estás en posición de negociar conmigo, mon amie.

–Solo déjalo, ¿Ok? Haré lo que quieras –dijo con desagrado Alfred.

–Ah, pero tu hermano es mucho más lindo. Sin embargo… -el francés pausó, su expresión cambiando repentinamente a una pensativa– tal vez haya algo que puedas hacer por mi… Sadiq, Alejandro, Belle, lleven a nuestros nuevos invitados al calabozo con los otros. Díganles a Ludwig y Gilbert que les den comida, pero nada más. Debo pensar…

Sadiq asintió e hizo un gesto hacia el cubano que había acosado a Matthew y la chica que había empujado a Alfred al barco. Los dos entendieron y llevaron a Matthew hacia una pequeña puerta en la parte inferior del castillo de proa, mientras que Sadiq los seguía detrás con un Alfred que forcejeaba.

Alfred no pudo evitar tragar saliva mientras era arrastrado al oscuro inframundo de las cubiertas inferiores, sus ojos celestes luchando por una última mirada a su hogar.

Todo lo que pudo ver fue el cielo.

USUK*USUK*USUK

–¿Estás bien, Al? –preguntó Matthew en un susurro con la voz ronca. El rubio se acercó con manos temblorosas, los anteojos de Alfred entre sus dedos.

–Ssh, todavía no hables Matt –respondió Alfred. Tomó los anteojos, sus ojos azules ajustándose a la tenue luz– esos dos bastardos alemanes pueden estar espiándonos.

–¡Veh! ¡Ludwig no espía! Él es demasiado bueno para algo así.

Alfred y Matthew se sobresaltaron y se dieron vuelta, sus ojos fijándose inmediatamente en los dos chicos morochos que estaban acurrucados en la esquina opuesta a ellos. Uno de ellos, el que había hablado aparentemente, les sonrió y los saludo con la mano alegremente, causando que el rizo del lado derecho de su cabeza saltara animadamente.

Buon pomerrigio!** –Saludó risueño- ¿Ustedes son nuestros nuevos amigos? ¡Me encanta hacer amigos! Veh, ¿Tienen pasta? ¡También me gusta la pasta! Oh, también me gusta mio fratello*** y Ludwig y Gilbert, aunque fratello pueda ser un poco cascarrabias a veces… ¡Veh!

–¿Pero qué caraj… -murmuró Alfred, frunciendo las cejas confundido- Uh, disculpen, pero ¿Quienes son ustedes dos?

–Somos prisioneros –contestó el otro morocho, sus ojos ambarinos llenos de furia- el bastardo del vino quemó nuestro pueblo y nos separó de nuestro abuelo hace unas semanas. Estuvimos en este agujero del infierno desde entonces.

–L-lo siento tanto –susurró Matthew- nuestro pueblo fue también fue incendiado. El amigo de mi hermano, Tony, nos dijo que nos quedáramos en casa mientras que él iba a investigar que había sucedido, p-pero Alfred…

–Mira, lo lamento ¿Ok? –Interrumpió Alfred- yo solamente… ¡No podía dejar a Tony totalmente solo! Soy el héroe, ¿De acuerdo?

–Se, parece que eres el héroe que dejó que lo capturaran –se burló el de ojos amarillentos y miró hacia otro lado, fijando su intensa mirada en la pared que tenía al lado.

–¡Veh! Me disculpo por Lovino –dijo riéndose el otro- se puede poner de muy mal humor a veces…

–¡Creo que tengo el puto derecho de enojarme, carajo, Feliciano! –gritó Lovino- Dios, ¿Por qué tenés que ser tan idiota?

Los labios de Feliciano temblaron y miró hacia el piso, sus ojos avellanos llenándose de lágrimas.

–Kesesese, ¡Aw! ¡Vamos Lovino! –Interrumpió una nueva voz- no es nada asombroso hacer llorar a tu hermano. Tal vez deberías consolarlo, West.

–Por favor cállate, bruder.

Alfred se quedó rígido y observó hacia la dirección de las nuevas voces, sus ojos entrecerrándose cuando vio a los dos alemanes que lo habían encerrado hace apenas unos minutos. El rubio se colocó delante de Matthew protectoramente, armándose de los puños. Si ellos intentaban algo…

–Kesesese, relájate jovencito –dijo el albino llamado Gilbert, riéndose, sus ojos carmín brillando con un dejo de maldad- no vamos a hacer nada, estamos de su lado.

Alfred resopló. De su lado, seguro. Esa era la razón por la que estaba atrapado en una celda con dos italianos dementes en un barco dirigido por un pervertido que quería violar a su hermano.

–Créannos o no, sí queremos ayudar –declaró el otro alemán, Ludwig. El rubio entró a la celda y se arrodilló al lado de Feliciano, que lloriqueaba. Un suspiró cansado paso por sus labios- Tenemos pasta.

–¿Veh? –el italiano levantó la cabeza inmediatamente, su rizo saltando alegremente- ¿Pasta? ¿Dónde?

Ludwig soltó una risa seca y permitió que el chico tomara el plato de pasta caliente de sus manos, sus ojos celestes manteniéndose en la cara de Feliciano un poco más de lo necesario. Lovino se dio cuenta y lo golpeó en la parte de atrás de la cabeza, peligro en sus ojos ambarinos.

–Aleja tus manos de mi fratello, bastardo de las papas.

Ludwig rodó los ojos y con un poco de esfuerzo se sacó al italiano furioso de encima antes de darle otro plato de pasta.

–¿Qué quieren comer? –preguntó el alemán, su atención ahora en los otros dos prisioneros.

–Uh… ¿Lo qu-que ustedes quieran que comamos? –balbuceó Matthew confundido.

Gilbert rió y se alejó de su hermano para arrodillarse enfrente del rubio que temblaba, sus ojos carmín brillando con malicia.

–¿En serio? –Susurró, pasando sus dedos pálidos sobre las mejillas enrojecidas de Matthew- ¿Comerás lo que sea que queramos?

–Yo p-por favor aléjate –tartamudeó Matthew, su mirada peligrosa- Y-yo no… Hay… Yo no p-puedo.

–Aw, ya estas ocupado, ¿Verdad? –se quejó Gilbert, sus labios haciendo un puchero- que pena…

Ludwig suspiró cansado y empujo bruscamente al albino antes de que Alfred o Matthew pudieran atacarlo. El alemán rubio se quedó rígido cuando se escucharon unos pasos cerca, sus ojos azules contrayéndose ante la figura que apareció a la entrada de la celda.

–Francis quiere ver a uno de los rubios, el hermano de Matthew –dijo la voz.

Ludwig asintió con la cabeza y arrastró a Alfred fuera de la celda hasta el recién llegado, ignorando las protestas que soltaba su nuevo prisionero.

–¿A dónde lo llevo?

El recién llegado se encogió de hombros y se alejó caminando, sin siquiera molestarse en fijarse si el alemán lo estaba siguiendo. Ludwig suspiró y apretó más fuerte el agarre que tenía en Alfred antes de seguir al otro hombre.

–Mantente callado –dijo el alemán cuando Alfred siguió forcejeando- Y quédate quieto. Si eres bueno y respetuoso, Francis no los lastimará demasiado a ti y a tu hermano.

Alfred detuvo sus esfuerzos por un momento, sus ojos azules entornándose ante la mención de Matthew.

–Si ese bastardo toca a mi hermano…

–No puedes hacer nada al respecto –contestó Ludwig, su mirada demostrando una furia contenida- y será peor si lo intentas y luchas.

Alfred observó al hombre que lo sujetaba y asintió ante un inusual entendimiento.

–¿A quién lastimó? –Preguntó despacio- ¿A ti o a tu hermano?

Mein bruder**** –respondió Ludwig suavemente, sus labios entornándose apenas, como si fuera a mostrar una gota de emoción. El alemán evitó el momento de debilidad y observó a Alfred advirtiéndole: "Compórtate y haz lo que Francis te ordene. Créeme; será peor para todos si no lo haces."

Alfred asintió lentamente, un poco molesto de que el alemán no le haya contado toda la historia. Claro, técnicamente no era de su incumbencia, ¡Pero él era el héroe! ¡Los héroes tienen que saber los datos para salvar el día! Además, sentía cierta curiosidad…

–Estamos aquí –anunció Ludwig, interrumpiendo la línea de pensamientos de Alfred.

Alfred levantó la vista y se dio cuenta de que estaban de vuelta en la cubierta, la luz del sol saludando su piel bronceada. Le sonrió al cielo azul, solo para que le borraran la mueca cuando abrieron la puerta más cercana y él fue empujado de nuevo a la oscuridad.

Y entonces Alfred estaba solo…

Honhonhon, ven aquí, mon cher. Tenemos cosas que discutir.

Bueno, casi solo.


* Mi nombre es…

** ¡Buenas tardes!

*** Mi hermano

**** Mi hermano