The Lord of the Rings y sus personajes no me pertenecen.


No sabe nada

Tal vez había sonado rudo, obstinado, hasta extraño en él, pero decía la verdad. Verdad, aunque esta escupa y sangre y se esconda en las hileras nimias de luz que este lugar presenta. Verdad, certeza, oscuridad que desearía mil veces no conocer, mas sigue allí, junto al ojo.

Verdad es, por cierto, que Sam no lo entiende.

Ya le gustaría que lo comprendería, y no. Si Sam conociese a cabalidad el peso, compartiría esa esperanza infantil de poder, algún día, en algún lugar, ver a Sméagol. Sméagol sin la malsana influencia del pérfido Gollum y sin el ponzoñoso anhelo de poseer el pequeño capricho, fruslería de Sauron.

Frodo sueña mucho, porque entiende y observa en el enjuto ser su posible futuro y se niega a aceptar. En la mirada ávida, gris y enferma se encuentra el tal vez y el verdadero poder que tiene este anillo sobre las personas. Sam no lo ve, no del todo. Nadie que no lo haya deseado, es capaz de entender.

Nada, es cierto. No sabe nada, al menos no de eso. Sin embargo, es mejor así. Tanto como necesita esa tarea absurda de sanar a Sméagol, requiere realidad y sueños sanos. Precisa de una voz que le recuerde que Gollum todavía ronda, buscando el momento, pero que lo principal es llegar, destruir y retornar, como el tío Bilbo.

¿Sería posible, sin la fe de un hogar de Sam, remembrar el aroma de la cerveza del Dragón Verde y las melodías de primavera en los prados?

Honestamente, Frodo esperaba que Sam nunca se enterase de ese algo grabado durante el constante insomnio y los gorgoteos lastimeros de su guía forzado al ser poseído por Morfeo.