Aquí tenéis la primera historia de más de un capítulo que me he atrevido a colgar :) (Tengo otras dos empezadas desde hace tiempo, pero por el momento se van a quedar en mi ordenador).

Siempre me he preguntado qué sentía Dimitri siendo un Strigoi, así que me he saltado los otros tres libros y estoy haciendo este desde su punto de vista XD

Espero que os guste... :D

Entré en el despacho de Galina. Bueno, en realidad sería más acertado decir que mi cuerpo entró. Yo me limitaba a ver todo de lejos. Era como ver las acciones de alguien más, pero la triste realidad era la que era. Yo era un Strigoi. Y mi cuerpo estaba separado de mi alma.

- La he localizado - dije -. Está en Baia.

- Excelente - respondió Galina con una sonrisa cruel -. ¿Estás completamente seguro de que podrás convencerla? Es una fuerza a tomar en cuenta.

- Puedes apostar a que lo haré. Es buena, pero nunca llegó a graduarse. Con la fuerza extra que me proporciona mi nuevo estado, no podrá vencerme.

Estos momentos me atormentaban. Ahora, como un alma, podía sentir mis propios pensamientos y los de mi cuerpo. Y los de mi cuerpo iban totalmente enfocados a Rose - también los míos, del alma - pero en una manera retorcida. Recordaba la promesa que Rose y yo hicimos tiempo atrás pero, viéndome a mí mismo ahora, deseé que Rose se acobardara. Tal vez yo sufriera para toda la eternidad, pero si ella venía podría terminar padeciendo el mismo destino. Y eso era impensable.

Una fuerza invisible tiró de mí hacia donde se encontraba mi cuerpo y me forzó a salir de la habitación con él. No es que quisiera quedarme con Galina.

Había una cosa que encontraba curiosa de ser un alma atada a un Strigoi: no podías ver a las demás almas. A veces captaba un reflejo que provenía de detrás de los Strigoi, probablemente su alma, pero nunca llegué a verlos realmente. Tampoco podía ver a esos espíritus que buscan paz o venganza. No. Todo lo que yo podía ver era lo que había dejado atrás para siempre: el mundo terrenal.

La noche era cerrada y sin estrellas. Mientras salíamos del laberinto del jardín noté la hermosura de las flores. Mi yo Strigoi también lo notó, pero de otra forma. Pasaba lo mismo con las novelas del Oeste que tanto me gustaban. Yo solía disfrutar de la sensación de libertad y ausencia de reglas que había en el ambiente que describía el libro; ahora mi cuerpo los leía como una costumbre, sin fijarse en nada en particular.

Mientras tenía estos pensamientos llegamos a Novosibirsk. Caminé hacia donde mi cuerpo me llevaba, una discoteca cercana. Entramos en ella. Estaba atestada de gente bailando, bebiendo y riendo.

Mi cuerpo dirigió su atención hacia una joven morena de rizos negros. Se parecía vagamente a Rose y por eso la hizo su presa. La mayoría de ellas tenían rasgos en común con mi Roza. Los ojos, el pelo… Lo que fuera. Era como lo de las novelas del Oeste. Mi cuerpo no podía olvidarlo todo.

- Hola - le dije a la chica.

Ella miró con desconfianza a mis ojos ribeteados en rojo, pero respondió.

- Hola - dijo alejándose discretamente.

Mi yo Strigoi no iba a dejar que su presa se marchara así como así, por lo que comenzó a utilizar la compulsión en la chica.

- Vas a venir conmigo - dije con suavidad, aunque inexpresivamente -. Y no vas a armar ningún jaleo.

Ella intentó resistirse al principio, pero la compulsión Strigoi era demasiado fuerte como para escapar a ella, menos aun siendo humana.

Mi cuerpo, la chica y yo salimos de la discoteca y fuimos a un parque con muchos árboles. Las farolas apenas brillaban y daban al lugar un aspecto peligroso. Si yo andaba cerca lo era, sin lugar a dudas.

Avancé lentamente hacia la chica y yo - bueno, mi yo Strigoi - la mordí en el cuello. Succioné su sangre y con ella, su vida gota a gota. En el momento de morir la compulsión se deshizo, mientras el alma pasaba al otro plano. Miré con tristeza a esos ojos aterrorizados, aunque ella solo pudiera ver la crueldad en la roja mirada del Strigoi. Siempre miraba a la cara a las víctimas. No importa cuántas veces quise desviar los ojos de aquel horrible y macabro espectáculo, no lo hice. Pensaba que lo merecían. Si su vida iba a ser arrebatada injustamente, su asesino debía verlo hasta el final.

Siempre me consideré el asesino de aquellas personas inocentes. No lo era directamente, pero seguía responsabilizándome de los actos de mi cuerpo.

Fuimos a otra parte de la ciudad en busca de otra presa. No importa cuántas personas murieran, mi cuerpo siempre estaba sediento.

Encontré otra chica y esta se parecía muchísimo a Rose. Tenía los mismos rizos oscuros y sus ojos eran del mismo tono castaño. Se resistió a la compulsión, pero al final cayó y la mordí. Por un instante imaginé a Rose en esa misma posición. Y quise llorar.

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