Los personajes pertenecen a Stephanie Meyer, solo la historia es mía.
Recordando el pasado.
El llanto me carcomía. Es increíble y alucinante la forma en que lloramos, cómo sentimos que algo se rompe, muy, en el fondo, nuestro. Mi cara estaba anegada en lágrimas; ya no podía ver lo que tenía delante y por ello choqué contra algo duro. Un golpe sordo, seco, fue lo que siguió y al secarme los ojos con la manga del buzo, vi que había atropellado a alguien en mi huida. El cuerpo que estaba tirado frente a mí y me observaba sorprendido, era sólo una prueba más de que definitivamente hoy no era mi mejor día. Quizás el peor.
-Lo siento – articulé, sin poder dejar de contemplar sus ojos recorrer mi demacrado rostro. La pregunta no fue formulada pero pude leerla en su expresión – No te incumbe – le espeté, esperando que todos los que me rodeaban escucharan; de seguro él no era el único que se preguntaba qué me sucedía. Aún así y tras respirar hondo, estiré lentamente mi mano para ofrecerle ayuda. Él la tomó. – Lo siento – repetí cuando estuvo en pie.
No esperé a que respondiera; ni bien se estabilizó, eché a correr de nuevo. Sentí un grito a mis espaldas, una voz que nunca había escuchado pero que igual me resultaba familiar. ¿Cómo podía eso ser? No volteé. Sólo me detuve cuando estuve fuera de los límites del liceo, lejos de todos. No había nadie a mí alrededor y realmente agradecí eso. Me senté al pie de un árbol y abracé mis piernas, sin dejar de sollozar. Cada unos minutos, miraba mi mano derecha, la que había usado para propinarle un puñetazo a Jacob en la cara. Estaba roja y dolía mucho, tenía miedo de habérmela quebrado. De todas formas había valido la pena; el ver como su cara quedaba roja y sangraba, era lo mejor que podía haber visto en años y nada lo iba a cambiar.
-Bella…
El susurro surgió de detrás de un árbol y cuando miré hacia el lugar, vi al chico que había derribado rato atrás. Me había seguido… ¿Qué le pasaba? ¿Por qué no me dejaba sola?
-Lo lamento… - fue todo lo que atiné a decir, enterrando la cabeza entre las rodillas. Me golpeé mentalmente por sonar tan estúpida, ya le había dicho eso varias veces hoy.
-No tienes por qué disculparte, no me dolió. Bella, mírame, por favor. – suplicó, arrodillándose a mi lado.
Contra mi pesar, elevé la vista y me encontré con una mirada azul oscuro. Sus ojos eran lindos, profundos. Me vi reflejada en ellos. Su pelo negro caía sobre su frente y se movía con el viento. Tenía los pómulos bien resaltados y la nariz pequeña. Su semblante era inexpresivo y sus ojos estaban tristes. Aunque estaba agachado, pude notar que era alto y flaco, pero también bastante musculoso. Algo en su mirada me sonaba conocido y despertó algo muy en mi interior, pero no supe distinguir qué era. Comprendí recién en ese instante, que no tenía idea de su nombre. Y él pareció percibirlo. Su rostro se descompuso y sus ojos se pusieron vidriosos.
-No tienes idea de quien soy, ¿verdad? – Avergonzada, negué. Vivía en una burbuja, en la que sólo existían mi mejor amiga y mi novio. Ahora ex novio. Y todo lo que tenía alrededor, tanto personas como cosas, pasaban desapercibidas por mí. Lo que no era importante, simplemente… lo reprimía.
Resopló, se levantó y se alejó unos pasos. No se dio vuelta a verme cuando me levanté y caminé hacia donde estaba. Me paré delante de él y esperé a que hiciera algo, que hablara o al menos se fuera.
-¿Me dirás tu nombre? – le pregunté, buscando su mirada. Me habían gustado sus ojos, me recordaban algo y quería verlos de nuevo, pero por alguna razón él los escondía de mí.
-¿Sabes? Dudaba mucho que me recordaras, pero cuando te vi, noté que no habías cambiado absolutamente nada y que, quizás, había alguna remota posibilidad de que no me hubieras olvidado. Guardaba la esperanza de que en algún recóndito lugar en tu corazón, estuvieran todavía tus sentimientos hacia mí. Creo que me equivoqué. Simplemente no debo haber sido lo suficientemente importante en tu vida como para que me recuerdes. O capaz que nunca tuve siquiera el privilegio de tener ese lugar. – Se dignó de dejarme ver sus ojos y sonrió, para borrar cualquier rastro de alegría un instante después - Nunca mires atrás, Bella, nunca mires atrás. Creí que confiabas en mí – y negando con la cabeza, se alejó de mí.
Lo observé caminar hacia el liceo. No lo retuve. Sentía la necesidad de quedarme allí, como si los árboles pudieran protegerme o darme una respuesta. Contemplé lo que tenía alrededor. Era un pequeño parque, había un banco y, sin pensarlo realmente, caminé hacia él. Miré el cielo, a medias cubierto de nubes.
-Nunca mires atrás – murmuré. El chico había repetido eso. Parecía importante, pero… ¿por qué? Debía de significar algo… Frustrada, pateé una piedra que había junto a mi pie.
Esa noche demoré en dormirme. Cada vez que cerraba los ojos, veía la mirada del chico tras mis párpados y su tristeza me taladraba la cabeza. ¿Por qué se suponía que tenía que recordarlo? Él sabía mi nombre… ¿Cómo? Simplemente no tenía sentido, jamás lo había visto en mi vida. Opté finalmente por tomarme un relajante para poder conciliar el sueño.
Cuando desperté a la mañana siguiente, pude ver cómo el sol se colaba por la ventana. Y lo vi todo. Apareció en mi mente como si siempre hubiera estado allí y yo hubiera estado ciega.
"Bella, yo me voy. Mis padres dijeron que nos mudamos a Los Ángeles. No sé por qué. Pero te prometo… No. – Edward negó fuertemente y tomó mis manos pequeñas entre las suyas – Te juro que volveré a buscarte, porque te quiero. No te voy a olvidar. Nunca mires atrás, mirá hacia delante. Ahí voy a estar yo, ¿de acuerdo? – asentí. – su pelo negro se movió hacia todos lados cuando sacudió la cabeza, riendo. – Cómo no, tú me dirías que sí a todo, aún si te dijera que voy al sol y que voy a volver bronceado y con un regalo. – sonreí de oreja a oreja ante lo que dijo. Confiaba en él. Sabía que iba a volver. Para ser sólo un niño, era uno muy seguro de lo que quería.
-Te quiero, Edward, esa es la razón. .Y porque confío en ti."
¡Edward! ¿Cómo podía haberlo olvidado? Mi mejor amigo de la infancia… Él se había marchado cuando teníamos cuatro años, pero había prometido regresar… Jamás lo había hecho y yo… simplemente había comenzado a olvidar. Me sentía tan tonta… Había estado enamorada de él por muchísimo tiempo y ahora ni lo recordaba.
-Por eso me sonaban conocidos sus ojos… Son los que me hipnotizaron por años… - musité, contemplando el cielo desde la ventana. Miré mi mano, ahora menos roja, aunque seguía hinchada. Al menos ya no dolía. Sonreí. Quizás aún tenía oportunidad de recuperar a la persona que había sido tanto para mí.
Corrí por la casa como poseída recogiendo lo que debía llevar al liceo y salí sin siquiera desayunar. Cuando llegué al instituto, comencé a buscarlo por los pasillos, pero no aparecía por ningún lado. Salí al patio y lo encontré sentado en un banco, de espaldas a mí. Busqué en mi mochila y saqué una bufanda. Caminé hacia él, tratando de no hacer ruido y cuando llegué, le tapé los ojos con la tela.
-¿Quién es? – preguntó, removiéndose, intentando escapar. Dios, de verdad debería odiarme por haber olvidado esa voz. ¡Traía tan lindos recuerdos!
No respondí. Le até la bufanda detrás de la cabeza y me senté en frente.
Ni bien se dio cuenta de que ya no estaba atrás de él, se quitó el pañuelo y me miró, curioso.
-Sí confiaba en ti. Sólo… no supe esperar. Cuando dijiste mi nombre… tu voz me sonó conocida. Y tus ojos. Pero es que has cambiado tanto… Lo lamento, de nuevo.
Lentamente, una sonrisa se fue formando en su rostro. Sus ojos brillaban y su alegría terminó haciéndome sonreír a mí también.
-¿Crees que algún día dejarás de disculparte? – negué y él rió, nervioso, al tiempo que me devolvía la bufanda, que guardé dentro mi bolso.
-Soy un desastre, Edward. Me siento como una pésima persona y, bueno, eso es en realidad lo que soy. – levanté mi mano derecha. – Ayer le pegué un puñetazo en la cara a mi novio porque lo pillé coqueteando con una rubia escultural. Si tuviera los ojos más abiertos… lo había visto antes. Pero no, sólo veo parte de lo que de verdad sucede. Soy una tonta. – bajé la cabeza, abochornada.
-No lo eres. Eres hermosa y muy inteligente – me reprochó, mientras con un dedo me levantaba la barbilla para que lo mirara y acercándose. Me obligué a trabar mis ojos en los suyos, no creía tener fuerza para hablarle. – Te extrañé. – susurró, cerca de mi cara.
-Ahora que recuerdo todo, yo también – rió suavemente por lo que dije.- Sólo espero que algún día me perdones.
-Ya lo he hecho, porque lo importante es que en este momento sí lo recuerdas. Y estás aquí. Elegiste venir.
-Gracias. – sonreí, aliviada.
-Hay algo que muero por hacer desde hace mucho tiempo, ¿crees que me dejarás mostrártelo? – inquirió, separándose levemente.
Intrigada, fruncí el ceño.
-¿Qué es? – pregunté.
-Cierra los ojos. – ordenó.
Confundida, lo hice. Segundos después, sentí sus labios sobre los míos. La sorpresa hizo que casi me retirara, pero él puso su mano en la parte posterior de mi cabeza, acercándome más a él y reteniéndome allí. Sus labios eran cálidos y se movían con los míos como si estuvieran hechos a medida. Cuando se separó de mí, aún me costaba reponerme. Permanecí con los ojos cerrados durante unos segundos y cuando los abrí me encontré con su mirada azul contemplándome expectante.
-¿Y? ¿Qué dices?
Consideré la pregunta durante un momento.
-Que nunca dejas de sorprenderme – respondí, sonriendo de oreja a oreja. Él lanzó una carcajada.
-Y tú siempre me respondes lo que quiero escuchar. – comentó mientras me abrazaba. Apoyé mi cabeza en su hombro, riendo.
Definitivamente me alegraba haber confiado en él.
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Espero que les haya gustado este one, hace tiempo que lo tenía archivado en una carpeta y nunca lo subía. Gracias por leer! (:
