EL DESTINO DE BELLA
No sabía si estaba dormida, inconsciente o muerta. Tampoco sabía si aquellas imágenes que cruzaban por mi mente eran sueños o recuerdos, pero de algo sí estaba segura; si estaba muerta, seguro que no estaba en el cielo. Hacía demasiado calor, dolía demasiado y estaba demasiado oscuro para ser el cielo.
Poco a poco, mi mente se iba aclarando en aquel horrible lugar de oscuridad en el que me encontraba, y las imágenes iban cobrando sentido, por lo pude deducir que eran recuerdos y no sueños.
El estudio de ballet, James con la cámara de vídeo de mi madre, la pierna rota, la sangre fluyendo de mi cabeza... y, ante todo, la cara de horror y pena de mi ángel de la guarda, mirándome martirizado y diciéndome que todo terminaría pronto... todo regresó a mi memoria de golpe haciéndome regresar de nuevo a la superficie de aquel lugar en el que me encontraba.
Entonces algo ocurrió haciendo que el terror se apoderase de mi.
Escuché la voz de Edward cerca de mí, aunque no entendí qué decía, pero pude saber que era Carlisle con quién hablaba pues le escuché un poco más alejado de mí. Parecían asustados y pude sentir como se movían a mi alrededor, y cómo llegaba más gente.
Intenté abrir los ojos, levantarme y ver qué ocurría, pero no pude. No podía sentirme, era como si no tuviera cuerpo. Volví a intentarlo con más fuerza y entonces pude oír los latidos frenéticos de mi corazón, en primer lugar, un quejido de dolor y angustia que no sabía de dónde procedía, en segundo lugar, y la voz de sufrimiento de Edward, en tercer lugar.
-¿No puedes hacer algo, Carlisle? Creo que algo no va bien -decía suplicando.
-Yo también creo que algo va mal... sujétala fuerte Emmet -decía Carlisle con miedo en la voz-. Pero tendría que utilizar morfina y no creo que pueda pinchar ya en su piel.
Otro aullido retumbó en donde quisiera que estuviera, aunque esta vez pude adivinarlo como mío, pues pude sentir como me retorcía y sentí un fuego abrasador recorrer mi cuerpo. Me sentía como si estuviera envuelta en llamas, aunque sabía que no lo estaba, porque ahora también podía sentir los fuertes brazos de Emmet sujetándo los míos y, otro par de manos más sujetándome las piernas, aunque no sabía quien era, solo podía sentir su fuerza.
-Carlisle... -suplicaba con un hilo de voz Edward, que me dejó adivinar lo aterrado que estaba.
-Lo sé, Edward, tranquilo -Carlisle intentaba calmar a Edward, aunque su voz tenía una nota de angustia que no podía disimular-. Seguro que lo superará. Escucha su corazón...
En medio de aquel infierno en el que me encontraba, me centré en mi corazón, como si Carlisle me hubiera hablado a mí. Los latidos eran cada vez más frenéticos y el fuego aumentaba su intensidad a cada latido de mi corazón.
Volví a intentar levantarme y abrir los ojos, pero seguía sin poder abrirlos y sin poder moverme, esta vez por la fuerte sujeción a la que me tenían sometida de brazos y piernas.
-Carlisle, creo de verdad que Edward tiene razón -escuché decir a Jasper cerca y supe que era él quien me tenía sujeta por las piernas-. Algo no va bien.
¿Qué algo no iba bien? Pensé enfadada. Claro que algo no iba bien, me estaba quemando por dentro y ellos no parecían verlo, además me estaba empezando a sentir realmente mareada. El fuego parecía haber encontrado en mi cabeza el hogar ideal para instalarse y creí que no lo soportaría. Una terrible punzada de dolor me atravesó la cabeza haciendo que diera vueltas en aquel pozo oscuro en el que me encontraba. Quise morirme en aquel instante y que todo ese sufrimiento terminara de una vez.
-Lo sé, Jasper, lo sé. Pero ten un poco de fe -decía Carlisle intentando mantener la calma-. Es fuerte y creo que podrá soportarlo.
No, no era fuerte. Sentía como mi vida iba llegando a su fin poco a poco y de la forma más horrible posible.
Otra llamarada de fuego atravesó todo mi cuerpo hasta llegar a la cabeza y mi desbocado corazón se aceleró un poco más y sentí como si quisiera salirse de mi pecho. Volví a proferir un grito de dolor y desesperación, y sentí como el pánico hacía presencia no solo en mí, sino en Edward, Carlisle, Emmet e incluso en Jasper, al que oí soltar un gemido de angustia antes de que la oscuridad se volviera a apoderar por completo de mí y me perdiera en su inmensidad.
No sé cuanto tiempo pasó hasta que volví a la consciencia, pero cuando lo hice, el fuego que se apoderaba de mi interior estaba remitiendo. El dolor de cabeza que sentía, todavía era intenso, pero más soportable, y lo más significativo; ya era consciente de mi propio cuerpo, podía sentirlo y eso me llenó de alegría.
Una alegría que duró muy poco pues enseguida volví a sentir pánico.
-¡Edward, Carlisle! -los llamó Alice asustada-. ¡Escuchad su corazón!
Hubo unos segundos de silencio entre ellos en los que yo también presté atención a mi corazón. Latía más despacio que con anterioridad. En realidad, demasiado despacio.
-Esto no está bien... nada bien... -murmuraba muy bajito Edward. Tanto que pensé que era imposible que le hubiera oído, lo cual me sorprendió muchísimo.
-No puede ser... es demasiado pronto -decía asustado Carlisle, más para sí mismo que para los demás.
Otra vez hubo silencio, y aproveché para intentar serenarme y prestar atención a los detalles.
Pude escuchar mi corazón latiendo cada vez más despacio, mientras el fuego remitía cada vez más. También pude percibir un montón de olores florales diferentes a mi alrededor y la suavidad de la tela que cubría mi cuerpo. Estaba totalmente abrumada, no sabía qué me estaba pasando, porqué no me podía despertar o a qué se debía aquel pánico y angustia que todos sentían por mí. Al fin y al cabo, cada vez me encontraba mejor.
Entonces, cuando el fuego había desaparecido de todo el cuerpo y el poco calor que sentía en el cerebro era a penas un residuo de lo que había sido minutos antes, algo volvió a cambiar.
Sentí como mi corazón luchaba por seguir latiendo, aumentando su ritmo una vez más, hasta que dio su último latido, haciéndome despertar e incorporarme de golpe, mientras intentaba coger una bocanada de aire lo más grande posible. Aunque me di cuenta enseguida que no me hacía ninguna falta.
Abrí los ojos y respirando de forma agitada, simplemente por costumbre, miré a mi alrededor desconcertada. Todo era muy diferente y la luz muy brillante.
Si no hubiera sido porque todos los Cullen estaban allí, mirándome con una mezcla de alivio y sorpresa, me hubiera vuelto a invadir el pánico. Afortunadamente no fue así; intenté serenarme y poner mis ideas en orden.
Entonces lo comprendí. James me había mordido y ahora era un vampiro, al igual que Edward y toda su familia.
Mi sueño de estar para siempre al lado de Edward se había cumplido antes de darme cuenta.
