Disclaimer: Ni Fairy Tail ni sus personajes me pertenecen, puesto que pertenecen a Hiro Mashima. Esta historia esta hecha sin fines lucrativos.

·

Muéstrame

·

El pijama se me había quedado completamente pegado a la piel. Igual que una segunda capa. El pulso me latía tan fuerte, que dolía en mis venas. Era la cuarta vez que tenía el mismo sueño, en apenas una semana. Mi boca solo atinaba a tomar más aire, mientras que las gotas perladas de sudor bañaban mi frente y mi espalda. No era capaz de entenderlo. Por más que me rompiese la cabeza, no le encontraba sentido alguno.

Las llamas que nos rodeaban, eran ardientes. Cual fuego del mismísimo infierno. Y él, estaba en frente mía. Me miraba… con ojos vacíos. Como si realmente no me estuviese viendo a . A Lucy. A Luce. Y yo no era capaz de otra cosa salvo chillar. «¡Soy yo, Natsu: Lucy! ¡Mírame, vamos, mírame!» Cada vez que despertaba, sentía la garganta hecha pedazos. Como si realmente me hubiese roto todas las cuerdas vocales de tanto gritar. Pero él, seguía sin verme.

Su bufanda blanca de escamas, regalo de Igneel, por algún motivo que no llegaba a alcanzar, estaba alrededor de mi cuello. Odiaba esos ojos verdes huecos. En verdad, los odiaba con toda mi alma. Porque me aterraban. Hacía apenas un par de días que habíamos regresado de nuestra incursión a Álvarez, cuando mis extrañas pesadillas habían empezado a romperme en sueños. Una y otra vez, sin parar. Por más que me habían preguntado, era incapaz de contar lo que me estaba pasando. Porque, ¿Cómo explicar algo que no entiendes?

Mi pesadilla siempre terminaba igual. Conmigo lanzándome a sus brazos, desesperada por recuperarle. Porque yo, era suya. Desde el momento en que me miró, lo supe, aunque nunca haya querido reconocerlo ante nada, ni ante nadie. Puede que ni a mí misma. Al menos, no del todo. Pero el verano de mi sueño, no era mi verano. No era el muchacho atolondrado que disfrutaba con su gato pescando en las orillas del lago. No era el joven ardiente y alborotador del que me había enamorado. No era el chiquillo infantil que me hacia reír con sus disparatas ideas, ni era el chico valiente que no titubeaba en dar lo mejor de si mismo en cualquier situación.

Era alguien, capaz de helarme hasta el mismísimo aire que respiraba, a causa del miedo que me provocaba. Y yo, desesperada por recuperarle, terminaba lanzándome a abrazarlo, para besarle con todo lo que resguardaba para él. Porque lo tenía bien oculto, dispuesto para cuando ambos estuviésemos preparados para afrontarlo. Por algún motivo, aquella aterradora presencia, me devolvía el beso de manera feroz, desesperado por aferrarse a algo, aunque no supiese a qué.

Siempre igual. Acorralada entre las llamas y sus brazos. Alzándome, y apretujándome contra él de la cintura, para morder mi boca en un frenesí descontrolado. Lo peor de todo, no era el hecho de que me devolviera el beso. Sino que yo aumentaba mi propio ímpetu junto con el de él, como si nos atormentara la idea de separarnos aunque fuese por un simple instante.

Mi mano tembló, sujetando el manillar de la puerta. Si alguien me preguntara justo en ese momento, qué era lo que me había impulsado a venir hasta aquí, no sabría qué responder. Pero aquella necesidad, me había retorcido las entrañas. Apenas había alcanzado a abrocharme unas sencillas playeras, cuando me había tirado a la calle. Y había corrido más que en toda mi vida. La adrenalina golpeaba y bombeaba mi pulso a una velocidad desenfrenada. Aun ataviada en mi sencillo pijama veraniego de dos piezas. Con el pelo suelto, y probablemente alborotado.

Dando bocanadas por recuperar el aire, y aun con mi mano temblando, giré el manillar de la puerta. La imagen de Happy dormido hecho una bolita encima de un silloncito individual, fue lo primero que inundó mi mirada. La hamaca estaba vacía. No había rastro de Natsu por ninguna parte. Trague en seco, con las imágenes de mis pesadillas atormentando mi alborotada mente. Por algún motivo que no pude comprender, la inquietud se ensañó con la boca de mi estómago, provocándome casi arcadas.

Con un arrojo que no supe discernir de donde provenía, alcancé las escaleras a pasos ligeros. Mi pequeño amigo seguía durmiendo, ajeno a mi intrusión nocturna. Si despertaba, estaba segura de que formaría un escándalo sin precedentes, haciendo alusión a que, probablemente, me había convertido en una «acosadora y delincuente nocturna». El simple pensamiento, me hizo esbozar una pequeña sonrisa. Adoraba a ese gato, por mucho que enrollara la lengua en determinadas sílabas para fastidiarme.

Cuando alcancé la puerta de aquella habitación, el aire que había conseguido recuperar me abandonó de golpe, dejándome una sensación de mareo. El pulso me retumbaba en las venas, pero necesitaba verle. Necesitaba saber que estaba bien. Que si me miraba, sería él, y no un personaje aterrador. Porque lo sentía. Era como si esa oscura presencia no tuviese restricción o limitación alguna. Y yo, fuese lo que él más deseara.

Inspiré con profundidad, intentando calmar los latidos desbocados del corazón, y finalmente giré el manillar. Las bisagras de la puerta chirriaron con suavidad, y agudicé la mirada, acostumbrándome a la luz nocturna que se filtraba por la ventana, dando al cuarto una imagen espectral.

Y el rostro de mi tragafuegos, durmiendo con tranquilidad, fue lo que me dio la bienvenida.

Sentí tal alivio, que mis piernas no sostuvieron durante más tiempo el peso de mi cuerpo, y me dejé caer lentamente al suelo. Quise reír, a causa del histerismo que me había dominado por completo. No llamas. No personaje aterrador. No beso caliente y desbocado. No nada. El bálsamo inundo mis sentidos, y alcé el rostro, para contemplar como el dragon slayer de fuego continuaba durmiendo de manera pacífica. La ventana se mantenía abierta, dejando entrar la brisa fresca veraniega. Sus cabellos lucían alborotados, y su cuerpo acompasaba una respiración sosegada. La sábana ligera le cubría hasta la cintura, mientras que una de sus piernas colgaba del colchón de manera despreocupada. Lucy quiso espetar una risa de felicidad. Guardaría aquella imagen por el resto de su vida.

Y jamás hablaría de aquella incursión nocturna, por supuesto.

Con renovadas fuerzas, se agarró al manillar de la puerta para ayudarse a levantarse de nuevo, y echó una última mirada a la habitación, para contemplarle con tranquila dulzura. Sin embargo, algo llamó su atención.

Una venda.

Anudada sobre su antebrazo derecho.

Y aquella punzada molesta acuchillando de nuevo su cerebro.

Su pulso comenzó a descontrolarse de nuevo. Natsu jamás había tenido nada vendado durante tanto tiempo. Su magia, le ayudaba a cicatrizar las heridas con más celeridad. Forzó a su mente a funcionar a toda velocidad, cual locomotora sin control. Desde que había regresado, había mantenido su brazo vendado. Nadie había dicho nada al respecto, considerándola como alguna herida de su entrenamiento. Pero nadie había visto nada. Ni siquiera Wendy.

Aquel último pensamiento fugaz, hizo pedazos su serenidad. Algo iba mal. Y ese detalle, no hacía otra cosa que llamar su atención a gritos. Las piernas volvieron a temblarle. Con la garganta apretada, se acercó a la orilla de la cama. ¿Y si estaba alucinando? ¿Si todo estaba siendo producto de su imaginación? ¿Estaría sacando las cosas de quicio, a causa de su poco juicio, provocado por sus pesadillas? Sin embargo, no detuvo su avance. Se sentó con sutilidad en la orilla, y con manos temblorosas, se acercó al brazo vendado.

Frunció el ceño de manera profunda. Su antebrazo despedía calor. Su boca dibujó un gesto tenso, y durante unos momentos, titubeó. Tal vez, solo tenía que preguntarle por la venda. Una parte de si misma, le reprochó en cara que estaba abusando de su confianza, pasándose ocho pueblos. El rostro pacífico de Natsu hizo que su conciencia tronara con más fuerza. Sin embargo, alargó los dedos hasta la venda, y sujetó el nudo del extremo.

Quiso gritar con fuerza, cuando una mano sujetó su muñeca, parando en seco el movimiento de desabrocharla. Con el otro brazo, el dragon slayer la había tirado sobre la cama en un solo movimiento, y al instante tapando su boca para evitar que el chillido retumbase contra las paredes, partiendo la noche en dos.

Los ojos verdes e intensos de Natsu, le habían dado la bienvenida. Lucy temblaba por completo. Al instante, el tragafuegos reconoció el perfil de la rubia, y sus ojos pasaron de la afilada sospecha a la más pura estupefacción. Y espantado, apartó la mano que cubría la boca de la maga estelar, con los ojos casi saliéndose de sus orbitas.

—¿¡Lucy!? ¿¡Pero qué demonios…!? —sin embargo, su alboroto murió en su garganta, al ver las lagrimas correr libremente por el rostro de la rubia— Qué coño… —musitó asustado— ¿Lucy? ¡Lucy! ¿¡Qué pasa!? ¿¡Ha ocurrido algo!? —con miedo de haberla aterrado, quiso darse un chocazo contra la pared, por animal— Joder, Luce, perdona. Me has asustado, estaba durmiendo, y de repente… —pero ella continuaba con las mejillas sutilmente encendidas, intentando no romper a sollozar— Lucy, tranquila —suplicó, y la incorporó, para apretujarla entre sus brazos, aterrorizado de pensar que ella tenía miedo de él— Vamos, Luce, dime algo, me estas asustando —susurró espantado.

—Lo siento… —aquel susurró roto de la rubia desgarró el último trozo de sueño que mantuviese su cuerpo— He tenido una pesadilla horrible —hipó con sutilidad, oculta sobre el hueco de su cuello— Últimamente no hace más que repetirse, no me deja dormir. Me despierto aterrada —reconoció, con las mejillas encendidas.

Natsu se separó de ella con sutilidad, aun sosteniéndola de los brazos, y la contempló con cuidado, pendiente del más mínimo cambio de humor en ella. —¿Por eso has estado tan rara estos últimos días? —pensó durante un momento lo que acababa de decir— Bueno, tú ya de por si eres rara, pero últimamente estabas más rara de lo normal. ¿Por qué no me lo has dicho? —regañó— Podría haberme quedado a dormir contigo, o podrías haberte venido tú si hubieses querido —frunció el ceño, y esbozó una sonrisa socarrona—, tonta —alargó la «o» de manera burlona.

Ella se llevó la mano al rostro, empezando a avergonzarse por completo. Empezaba a caerle el peso de sus paranoias nocturnas con una entereza aplastante. Sus pesadillas no hacían nada más que alborotarla los nervios, y destrozarla la poca calma que la quedaba. Negó con la cabeza, ofuscada consigo misma, cayendo en la cuenta de que lo que había estado a punto de hacer, había sido una absurda locura. Se sonrojó con fuerza, al caer en la cuenta de que Natsu vestía únicamente un sencillo pantalón de dormir, y aquellos abdominales contraídos parecían estar tentándola a gritos. Se obligó a apartar la mirada, antes de que sus pensamientos, desembocaran sin remedio, en otros muy diferentes. Y mucho más calientes, de hecho.

Boqueó de la impresión, cuando Natsu, con toda la tranquilidad del mundo, se hizo a un lado, invitándola a entrar, con esa sonrisa socarrona suya. Y su cerebro por poco sufrió un cortocircuito.

—A dormir, Lucy —anunció divertido y feliz de la vida.

Los ojos de Lucy brillaron a causa de emoción contenida, y se puso de rodillas sobre la cama, dispuesta a meterse bajo la sábana, al lado de aquel cuerpo cálido. Durante un instante, la venda del brazo que sostenía la sábana, casi la guiñó al rostro con descaro. Y la sonrisa murió en su boca, paralizándola por completo.

—¿Qué es eso?

Las palabras habían salido de su boca en un latigazo, sin poder retenerlas. Aquella tela enrollada, provocaba que su estómago se retorciese con fuerza. Cuanto más la miraba, más sensación de pánico tenía. Y deseó. Deseó con todas sus fuerzas que Natsu la mirara de manera hastiada, y bufara, para decirla que se dejara de sandeces, y le dejara dormir de una bendita vez.

Pero por algún motivo, la sonrisa de Natsu también murió.

Y durante aquel momento, imaginó como las llamas de sus sueños comenzaban a cubrir por completo las paredes de la habitación.

·

·

N/A: Vosotros decidís si la continúo, o la dejo aquí.

Esto está prácticamente recién salido del horno (?). Esta idea ha golpeado fuertemente mi cabeza durante estos últimos días, y no he podido resistirme a plasmarla en papel (¿Word cuenta como papel…?). En fin, lo dejo a vuestra elección.

Nos leemos!

Nindë