Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, ya saben.

Infierno.

–¡Ojalá te pudras en lo más hondo del infierno! –le había gritado, antes de atravesar altaneramente el umbral para no regresar jamás.

Y esas habían sido sus últimas palabras. La última vez que lo vería en toda su vida, que lo miraría fijo a aquel par de ojos verdes y vivaces que, secretamente, había envidiado desde que tenía memoria. Mello apuntándole con decisión, dispuesto a accionar el gatillo en cuanto quisiera; y él allí, sentado frente al joven, inmutable como si no estuvieran amenazándolo de una muerte casi segura. Tal vez esperando a que una bala colmada de odio le desmembrara el abdomen en su trayectoria. Quizá a sabiendas de que nada pasaría entonces, de que Mello daría media vuelta hacia la puerta en un acto de cobardía y marcharía una vez más hacia su destino; tal como había sucedido en realidad. Tan predecible. Tan propio de su fiel enemigo.

Sin saber que aquel encuentro sería el último, lo había abandonado tal como lo había encontrado; intacto, sin siquiera un mínimo rasguño manchando la nitidez de su pálida piel. Un final mediocre y vulgar; tan poco…digno de su historia. Sin emociones, ni acción; con poco más que unas palabras sueltas carentes de pasión. ¿Por qué había terminado así? Dejando tantos cabos sueltos a atar…tantos sentimientos ocultos, que ya no saldrían a relucir jamás. Acabando como una historia con final abierto; y aquellos exasperantes finales inconclusos nunca le habían agradado demasiado...

Pero ahora allí estaba, frente a él una vez más. Sintiéndose tan patético como solitario en aquel tétrico cementerio habitado por un sin fin de muertos; todos ellos tan patéticos y solitarios como él. ¿Quién había sido el idiota que lo enterró allí? En un lugar tan tosco y ordinario; si se viera así mismo, sepultado junto con cientos y cientos de personas más…seguro se revolcaría de repulsión en su propia tumba.

No pudo rehusarse a la tentación de acariciar el césped que crecía despreocupadamente sobre su sepulcro. Paseó sus dedos níveos por el contorno de su nombre, tallado sin cuidado alguno sobre una lápida fría y desgastada. Sentía la sangre hirviendo en sus venas al verlo así, olvidado bajo un cúmulo de tierra mohosa; menospreciado, abandonado en el pasado. Siendo uno más del vil montón.

¡Qué más daba, de todas formas! Estaba muerto, sin vida. Ya no se erguiría una vez más a defender su orgullo, su imagen; porque ya no estaba allí. Porque ya no era nadie, sino un montón de polvo viejo conservado dentro de un roñoso cajón. Sabía que jamás volvería a verlo en un arranque de furia, ni a sentir el dolor punzante que cada uno de sus golpes en la cara le proporcionaba. Después de todo, no volvería a sentir absolutamente nada; porque su escasa alegría había muerto con él, para tampoco regresar jamás.

Un final absurdo, irracional. Precipitado. Y, por sobre todas las demás cosas, vulgar.

"–¡Ojalá te pudras en lo más hondo del infierno!"

Sonrió, recostándose sobre el césped húmedo. Junto a él.

–Con gusto me pudriría allí contigo, Mello.

Fin.


Realmente...no sé qué es esto.

Me sentía mal, frustrada, olvidada tal vez. Me puse a escribir y bueno...

Esto que les presento fue el resultado de mi liberación.

¿Críticas, tomatazos, felicitaciones?

Lo que sea, ¡házmelo saber!

Saludos, Glass Spires.