Cielo blanco.
Un paso...
Otro paso…
La nieve con su "silencio blanco" había enmudecido sus pasos, no se escuchaba el sonido del viento, o el crujir de la madera cuando se contrae, no se escuchaba la voz de aquella señora que lo saludaba todas las mañanas, no se escuchaba el sonido constante de las olas, no escuchaba ni siquiera sus pensamientos.
"No estoy acostumbrado a este silencio". – Makoto pensó mientras caminaba hacia casa de Haru, con la mirada perdida y con una sensación que se parecía al miedo…o a la melancolía. "Haru se parece al silencio- pensó introspectivo-, se parece tanto al silencio y, sin embargo, no puedo acostumbrarme. Quizás si Haru escuchará su propio silencio, quizá si Haru sabe que está nevando…que dentro de él es siempre invierno".
La pasividad del silencio blanco. Todo movimiento cesa, el aire se despeja, el cielo se vuelve de latón, el más ligero murmullo parece un sacrilegio, y el hombre se asusta y se intimida ante el sonido de su propia voz*.
Haru estaba sentado bajo el pórtico que daba al jardín sobre un largo pasillo de madera separado de las demás habitaciones por un panel corredizo de papel de arroz. Había salido sin pensarlo, quería ver la nieve y estaba convencido que para efectuar tal acción bastasen solo sus ojos; así que no consideró la diferencia de temperatura entre las habitaciones calefaccionadas y el jardín, ni la necesidad de ponerse zapatos o de secarse el cabello húmedo después de un largo baño. Y aunque parezca un gesto totalmente despreocupado la verdad es que no había sido del todo negligente, porque había considerado una cosa en particular que cubría todas sus negligencias voluntarias, una cosa sola que lo protegería del frío y de la soledad: Makoto.
Y así fue como Makoto, sin más, se convirtió en una bufanda, en unos calcetines suaves, en guantes y en una manta de lana…y quizás en un abrazo…solo quizás.
Desde hacía algunas semanas había notado un cambio en Makoto: había advertido que a veces, mientras conversaban, Makoto lo miraba fijamente a los ojos, con una expresión implorante, como pidiéndole una respuesta a una pregunta que no se atrevía a formular o a una especie de pregunta que parecía ser implícita pero que él no sabía descifrar. Y tenía miedo de preguntar.
Había notado también que, últimamente, Makoto había iniciado a quedarse en el instituto hasta tarde y Haru se había visto obligado a caminar en la más completa soledad hasta su casa; y aunque esto le había parecido bien en un principio, con el pasar de los días a Haru le parecía que el camino se hacía cada vez más largo y más tedioso.
Se moría de ganas de saber el porqué de las extensas jornadas de Makoto en el instituto, sin embargo, no había encontrado la ocasión justa para preguntárselo. En realidad, no sabía bien como entablar un cierto tipo de conversación con Makoto…"es que nunca hablamos de esas cosas…no es que sepa muy bien de lo que tendríamos que hablar, pero él y yo nunca hablamos de esas cosas"-pensaba. Qué es lo que Haru entendía por "esas cosas" era un misterio, o más bien era una clara manifestación de su incompetencia social.
El sonido agudo y metálico del timbre terminó de manera abrupta con el intenso momento de introspección de Haru. Probablemente si el timbre hubiese sonado algunos minutos más tarde, Haru habría llegado a la realización de que la mejor manera de afrontar la situación era hablando directamente con Makoto, aclarando cada duda, aclarando cada mirada implorante, dejando en claro su preocupación de manera clara y directa. Pero el timbre se adelantó a cualquier tipo de realización espiritual y la situación terminó en modo funesto e impredecible.
"¡Haru!" –Makoto llamó con voz casi desesperada. Probablemente la puerta estaba abierta, pero tenía las manos completamente congeladas y el solo pensar en tener que quitarse los guantes lo hacía temblar.
"Haruuuuuuu, por favor, ¡me estoy congelando!" Makoto intentó nuevamente. "Agh!", con un gesto rápido y un tanto torpe liberó una de sus manos y abrió la puerta de golpe. "Haru, de verdad hace mucho frío, sabías que llegaría a esta hora"- Makoto se lamentaba mientras sacudía la nieve de su pesado abrigo "Hey, Haru, ¿podrías encender el horno?, traje un poco de estofado"- se quitó lentamente su abrigo y un escalofrío recorrió su espina dorsal como una corriente eléctrica: Haru, otra vez, había dejado la calefacción al mínimo.
"Haruka"- Makoto pronunció su nombre de forma severa. Y le pareció extraño escucharse a sí mismo hablar de este modo, pero de un tiempo a esta parte había iniciado a sentirse de manera diferente hacia Haru. Sentía una suerte de ¿indiferencia?, ¿apatía? Y esta era una sensación completamente nueva para Makoto: durante las primeras noches de insomnio este nuevo sentimiento se presentó como un fantasma, como un pensamiento deforme y etéreo; sin embargo, con el pasar de los días (y principalmente de las noches), este ligero pensamiento abstracto fue tomando forma y se incrustó de manera despiadada e irreversible en su cabeza y en su alma. Y era extraño imaginarse a sí mismo sintiéndose de esta manera, era fuera de lo normal, fuera de lo que él mismo y de lo que todos los demás definían como parte de su esencia. Tachibana Makoto tenía que ser siempre disponible, amable, paciente, altruista, afable…" Es que estoy harto de buscarlo,-pensó- estoy harto del silencio, estoy harto de que entre nosotros todo sea siempre un monologo. Estoy cansado. Odio sentirme así".
¡Haruka!-repitió.
Buscó, sin suceso, en todas las habitaciones de la casa: baño, cocina, habitaciones...nada. Por suerte, durante aquellas largas noches de insomnio, Makoto había llegado a la realización de su sentimiento de indiferencia y esto le fue de gran ayuda cuando tomó la decisión de poner fin a su búsqueda, ponerse su abrigo, sus guantes húmedos, sus zapatos y volver a casa.
Haru veía todo desde una pequeña zanja entre el muro y la puerta de papel de arroz.
Makoto se giró por una última vez, suspirando y descubrió la mirada de Haru a través del pequeño espacio entre la pared y la puerta de acceso al jardín. Sus miradas se encontraron por unos segundos mientras Makoto pensaba "Estuvo todo el tiempo ahí, sabía que había llegado…que lo buscaba". Tomó su mochila, la bolsa de comida, bajó la mirada y abrió la puerta lentamente. La nieve se había acumulado en el umbral. Makoto cerró con cuidado y hundió sus pesadas botas en la nieve. Sin voltearse se encaminó hacia su casa y el silencio esta vez no lo atormentó, porque sabía que "el verdadero silencio" estaba sentado detrás de una puerta de papel de arroz, descalzo, sobre el pasillo de madera que da al jardín, con los ojos abiertos, azules, incrédulos.
+++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++fine Capitolo I++++++++++++++++++
* Frase del libro "El silencio blanco" de Jack London./p
Capítulo breve de introducción. Espero que lo hayan disfrutado.
Siento la necesidad de disculparme por el mal uso de la gramática (y la ortografía). He vivido casi toda mi vida en Italia...pero nadie escribe fanfictions en italiano...así que me esforzaré al máximo en los próximos capítulos.
