Esta tabla también es de un trío pero es Shojo. Con el temática de las típicas frases entre un triangulo amoroso. Está vez utilice a el Imperio Austro-Hungaro y Prusia, nada más para darle un toque más dramático.

Espero les guste y cualquier duda queja, etc. ya saben.

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Tema 1 ¿Quién es este?

En el pasillo

Me case. Me lo grabe en la cabeza la noche siguiente. Casado. Elizabetha dormía a mi lado. Me sentí extraño. Recordé las veces que me golpeaba cuando jóvenes. Pensé en ese muchachito hozado que me derrotaba y se burlaba de mí. ¿Cómo no me di cuenta antes que era ella?

Siempre la miraba cuando ella no lo notaba. Al tender la ropa, al cuidar a Italia, hacer la comida, bordar la ropa, hacer el té. No era una dama, era simplemente ella. La pobre húngara que vivía en mi casa y arreglaba las flores de su viejo jardín. Le gustaba estar conmigo. Siempre se sentaba a escucharme tocar, mientras bordaba o leía. La enseñe a ser "civilizada". Aunque su espíritu rebelde y salvaje siga dentro de ella.

Había cosas que desconocía de su vida, como el pasado con Turquía y otras cosas que para mí no eran interesantes, desde que vivió conmigo era una nueva nación. Todo parecía tener esa tranquilidad que siempre anhele. Música, casa, té, ella, las flores, perfume… Tanta tranquilidad me asusto. Me pregunté que seguía después de la perfección.

Tal vez la monotonía.

Desperté en la madrugada. No podía dormir, los problemas con Sarajevo me tenían inquieto y aunque Elizabetha se mantenía estable yo no dejaba de preocuparme.
Descubrí que ella no estaba a mi lado. Salí de la habitación. Fui a la cocina a preparar té, tal vez la encontraría. No fue así. La casa tenía un silencio sepulcral. Tuve un mal presentimiento. Al andar al salón de música. Escuché ruidos cercanos. Pensé que eran animales vagando por el jardín. O los niños que hacían travesuras, uno nunca sabe que harán los niños eslavos.

Siempre he sido tan idiota, ahora me siento mucho más que un imbécil.

Gilbert y Elizabetha, sin ningún descaro en el pasillo. Haciéndolo como animales. Con brutalidad, golpes, rabia. Los miré sin poder reaccionar. La imagen dulce de Elizabetha se desmoronó. No se dieron cuenta de mi presencia. La oía gritar, gemir, era tan vulgar, sucia. Lo disfrutaba más que conmigo, debo admitir. Hirió mi orgullo y mi confianza.

— ¡Elizabetha!― fue lo único que pude decir. Tenía miles de preguntas.

Palideció. Gilbert acomodó su pantalón y saltó por la ventana. Justo como un cobarde. Ella quedó en un rincón con la cabeza baja. Ordenó su camisón. La mire. En un segundo todas mis emociones contenidas explotaron. Le di una bofetada. Seguía quieta sin defenderse, al menos sabía que era culpable.
Pensé que era una zorra, una perdida como las mujeres de los cuentos de Francis. Sucia descarada. No la quería volver a ver. Sin embargo, como siempre, no tuve el valor de hablar y me marché.

No quise saber de ella en las próximas semanas. Ella no parecía tener tampoco el valor de verme. Sabía por Italia que no salía de la habitación excepto a la cocina y al jardín. Seguramente la conciencia no le remordía.

¿Desde cuándo se burlaba de mí? Gilbert entraba a la casa como si fuera suya… ahora debe carcajearse de lo ridículo que soy. Acostándose con mi mujer. ¡Desgraciado! Me siento estúpido. ¿Qué debería hacer?
La guerra era inminente. Necesitaba a Hungría para pelear. Así que como todo caballero pediría una tregua. Por la tarde nos vimos las caras en el comedor. No me miró.

— Por ahora las cosas van a quedarse como están, como si no pasará nada. No conviene que el enemigo se enteré de nuestras diferencias. Aunque debo pedirte que no veas más a Gilbert. La guerra…
— Perdóname… yo te amo― corrió hacia mí, se desplomó a mis pies, no paraba de llorar. Su cabello se enredaba en mis botas, sentí una mezcla de pena y repulsión― caí… sin darme cuenta caí en su engaño yo no quería. Te juro que esa fue la primera y única vez que paso esto. Jamás te lastimaría. Yo lo amo señor… mucho.
― Elizabetha, no te humilles. Eres una dama. Siéntate, hablaba de algo importante.
― No te intereso ya… no me amas más. Entiendo, lo merezco― regresó a su lugar, seguía llorando. No podía darme el lujo de perdonarla y seguir como antes. Tiene que pagarlo— cuando empiece la guerra vas a ir al frente con tus soldados. Si es tanto tu amor, lucharas por mí, aunque mueras.

Seguramente fui cruel, dejó de llorar, su mirada me dolió. Esa fue la última vez que estuvimos juntos en la misma habitación.

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Los viejos matrimonios. Cualquier detalle es bien recibido.