Hola!, ¿hay alguien?, esta es mi nueva locura, y mi primera historia aquí, ojala les guste y las hipnotice.
DISCLAIMER: Los personajes de esta historia son de la gran señora Meyer, yo únicamente solo utilizo para dar vida a esta historia.
Prefacio
"-Cálmate Bella, recuerda, yo soy como el roble, no te preocupes pequeña, estaré aquí para ti. Te lo prometo."6
Eso me lo dijo mi padre tres meses atrás, antes de que el cáncer se le expandiera por todo el cuerpo. En este preciso momento esto dando vueltas como loca, eh lavado los platos más de cinco veces, también eh tomado tres duchas, no encuentro otra cosa que hacer, mis uñas están hasta la cutícula y mis pisoteos se oyen por todas partes.
-¿Que hago, que hago?- repetía para mi misma-. ¡Contar!, claro así me relajare. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis...
Y así lleve mi conteo, al llegar al cuarenta y cinco, Frank, el doctor que vino a revisar a mi padre, salió de la habitación cabizbajo, instintivamente salí corriendo a su dirección:
-Frank, dime, ¿está bien mi padre?, dime- no contesto-, por favor dime.
-Bella, yo...- se acerco a mí y me abrazo, eso no significaba nada bueno-. Lo siento tanto.
-No- respondí-, eso es imposible, ¡No!
Me solté de su agarre y corrí en dirección hacia la habitación de mi padre, al llegar, vi el cuerpo ya sin vida de mi padre. Rompí en llanto, y abrace el cuerpo de mi difunto padre.
-Por favor, por favor- rogué-, dijiste que eras como el roble, que estarías conmigo, ¡lo prometiste!
Llore, ¿que mas podía hacer?, ahora estaba sola, perdí a mi padre y madre, los seres que mas amaba, amare y amaría en esta vida.
Vuelvo a entrar a la casa de mi padre, acabo de llegar de lo que fue el entierro de el. La casa se siente tan vacía sin el sonido de la televisión, o el horrible olor de cuando trataba de cocinar. Este lugar se había muerto junto con mi papa. Subí las escaleras hasta llegar a mi habitación, fui a la mesita de noche y tome de ella una foto de Charlie y yo a mis siete años, fue la vez en la que Charlie intento que yo aprendiera a pescar y ambos caímos al bote. A mi cabeza empezaron a llegar miles de recuerdos, todos y cada uno eran para mí una droga, y yo era adicta al dolor. De un momento a otro se escucho el sonido del timbre de la casa, es me desconcertó, que yo supiera, nadie vendría. Baje al piso de abajo mientras me secaba las lagrimas que habían empezado a rodar por mis mejillas, llegue a planta baja y abrí la puerta.
-Hola- dijo una chica, no menos de veinte y cuatro, delgada, pero curvilínea, rubia teñida y blanca como la nieve-. Soy Tanya, ¿tu ere Isabella Swan?
-Bella- respondí-, ¿que quieres?
-Soy trabajadora social y vengo a llevarte a un orfana...
-¿Que?- la interrumpí-, ¡no, yo no me iré a un orfanatorio, esto es, usted, no puede!
-Claro que puedo, ahora, no discutas, es por tu bien, te aseguro que estarás bien allá.
-¿Allá?
-Si, iremos hasta Seattle.
-¿Seattle?
-Si, ahora, ve y empaca tus cosas, te espero en diez minutos.
-Pero...
-Pero nada- me interrumpió-, anda ve, aquí te espero.
No quise discutir mas y subí a mi habitación, tome del closet una de mis pocas maletas y metí varios cambios de ropa adentro, zapatos y ropa interior. Baje y cerré la casa, después, seguí a Tanya, a su auto y ella abrió la cajuela para que metiera ahí mi maleta, la deje y subí al auto, ella hizo lo mismo y arranco el auto, no solo alejándome de mi pasado, me acercaba mas a mi futuro.
No sé qué es lo que me espera en Seattle.
