Todos los personajes de esta historia pertenecen a J. K. Rowling yo sólo los he tomado para crear esta historia por diversión y para entretenerme y entretenerlos a ustedes. Hace tiempo que no escribía nada y quiero dedicarle este fanfic a la única persona que me ha llevado a hacerlo de nuevo. Daiana, tú eres mi musa. Espero que te guste tu fic mi sol, te lo hago con todo el amor del mundo.


Prólogo

Pretending

"Ni tú ni yo queremos esto, así que hagamos esto rápido y despidámonos de nuestras vidas"

—Astoria, ¿estás escuchándome? — la voz de su madre le llegó amortiguada, como si ella estuviera en lo más profundo de un abismo y le hablaran desde la ladera por la que había caído en picada. Levantó la vista de la invitación que tenía entre las manos y miró a la mujer responsable de arreglar su matrimonio desde que ella era apenas una niña.

La mujer la miró como si no comprendiera que le pasaba y le retiró la hoja fina y delicada de las manos. La misma que anunciaba el enlace que había de contraer Astoria Greengrass con el hijo único de Lucius Malfoy. La morena dejó que se la quitara, no sabía a ciencia cierta porqué la había tomado.

—No sé qué te sucede, Astoria — Su madre siguió hablando ante su nula respuesta. Alice Greengrass alzaba el perfil de una manera tan altiva que rayaba en lo ridículo. No sería ella quien se lo diría, la habían educado lo suficientemente bien. Sabía que debía guardarse los comentarios filosos y poner en su rostro la máscara más conveniente. Su madre no sabía hasta qué punto sus hijas eran corteses y refinadas —Sinceramente, no lo entiendo. Hace apenas unos días estabas hecha un pavo real por la boda y ahora, ¿qué sucedió? ¿Ha ocurrido algo que te haya hecho cambiar de opinión?

—No ha ocurrido nada, madre —repuso ella mientras se alisaba el vestido y se levantaba del sofá. Lasala de estar era tan luminosa que eclipsaba a la más pequeña de las Greengrass. Las palabras del rubio aún estaban impresas en sus oídos, como si las acabara de pronunciar ante ella, como si el sonido de esa voz arrastrada y fría la persiguiera. ¿Tan patética era que no podía esconder lo que sentía? ¿Tanto había decaído la calidad de sus actuaciones? Si era así, se encerraría en una habitación por el resto de su vida hasta que logrará ser una actriz perfecta.

—Me alegra —continuó Alice, ignorando por completo los verdaderos sentimientos de su hija — Porque sabes que tu padre no se echará atrás con esto… — Astoria rodó los ojos ante lo que su madre estaba por decir, el mismo discurso de siempre. El compromiso estaba pactado desde que ambos eran niños, era más adecuado que Draco se comprometiera con ella que con Daphne y que su educación había sido especialmente para esto. Para ser la señora Malfoy.

"Pero él no quiere que yo sea la señora Malfoy, madre. ¿Por qué no le preguntaron eso a él antes de comprometernos? Pequeño detalle" recriminó ella en su fuero interno, sus labios estaban rígidos y sus ojos, vacíos en apariencia, escondían el torrente de sentimientos que cruzaban su pecho como una espada. Dejó a Alice hablando sola mientras se dirigía a la puerta, hasta que la voz inexpresiva y decidida de su madre, le impidió dar un paso más.

—No me dejes con las palabras en la boca, Astoria —

La aludida se dio la vuelta con los labios fruncidos y los ojos chispeantes.

—Con vuestro permiso, madre — escupió volviéndose a ella con cara de infinita paciencia, como si las palabras del rubio no estuvieran traspasándole el cuerpo como miles de cristales rotos. Hizo una leve reverencia y, con paso propio de una dama, caminó hacia su habitación.

Los pasos que daba parecían no conducir a ninguna parte, flotaba en una nube que iba deshaciéndose a sus pies, su cabeza se empecinaba en repetirle las palabras de su futuro esposo. Astoria no era una chiquilla tonta, jamás lo había sido, estaba tan consciente de que su matrimonio era por conveniencia, un simple contrato que ella y Draco firmarían para seguir manteniendo un estatus dentro de la sociedad. A ellos los elevaría un poco más dentro de las familias sangre limpia y a los Malfoy les regresaría un poco del respeto que habían perdido después de la guerra. Sabía que no era más que la carta de presentación que Draco necesitaba ahora, aquella que sería de utilidad, aquella que luciría como quien luce un bolso caro. No había razón para que esa loza en su pecho se dejara caer con todo su peso.

"Claro que lo hay" le recriminó su conciecia con todo el resentimiento que podía guardar una alma como la de Astoria Greengrass. Habían pasado muchísimos años desde que se dio cuenta por primera vez que había estado enamorada de Draco Malfoy. Lo recordaba de niño, cuando iban a la mansión y ella lo perseguía hasta su cuarto donde se encerraba, la sacaba a rastras y corría a pedirle a Narcissa que hiciera que esa niña molesta se retirara. Con el pelo rubio disperso y las mejillas coloradas, recordaba cómo se escondía ella detrás de las faldas de su madre cuando se enfadaba. Después en Hogwarts, pasó más tragos amargos, encubiertos tras aquella indiferencia que la caracterizaba. Lo había visto ir al baile con Pansy Parkinson y lo ufana que se había puesto la rubia al pregonarlo por todo el salón. Pero a ella no le interesaba, había decidido dejar en claro a su futuro esposo que no le importaba lo que hiciese, si de algo sabía Astoria era saber mantener la dignidad y el orgullo, cosa que a Parkinson le faltaban. Lo había visto caer en lo más profundo, demacrado y se había mantenido al pie por él, después de que todo el mundo le diera la espalda, ella había estado ahí. Cuando volvieron a Hogwarts y todo mundo lo despreciaba, sólo Astoria le había tendido la mano frente a todos y había defendido con uñas y dientes al rubio en contra del mundo entero. Slytherin le había dado la espalda al muchacho que habían considerado su emblema y le negaron la amistad cuando más la necesitaba. Excepto ella, se había ganado la enemistad de todo el mundo por unos meses ¿y acaso le importaba? Que le mundo se acabara si con eso podía ver sonreír a Draco de vez en cuando.

Había estado enamorada de él desde que eran unos niños y el muchacho siempre la había visto de la misma manera, como la chiquilla molesta que quería que se fuera. Quizás había albergado la esperanza de que le tuviera un poco de cariño después de tantos años, ¿había sido idiota al pensarlo? ¿Era demasiado haber esperado que Draco se decidiera a hacer un poco más llevable aquel matrimonio que para él parecía una condena?

Entró a su habitación y supo que ahí podía derrumbarse, podía dejar las apariencias atrás y podría romper en llanto si quería, pero aquello sería demasiado. Había algo en su cabeza, en su espíritu que impedía que las lágrimas corrieran por su rostro. Había visto a sus amigas llorar de manera desconsolada por aquellos de los que estaban enamoradas, a quienes les habían entregado el corazón y el cuerpo, pero ella no podía. Un nudo en la garganta reprimía su llanto y el orgullo le trepaba por el estómago ahogándola. No se había dejado vencer en años y no lo haría ahora. Draco podría despreciar a su esposa, podría decirle que era sólo una carga pero era tarea de Astoria que aquello no le afectara.

Se miró al espejo vio sus ojos, jamás derrotados. Había sido educada para aparentar, para agradar y ganar a través de sus comportamientos y sus sutiles palabras a quien ella se propusiera. No habría más debilidades, no habría más amenazas que prometieran romperla. Parecía de porcelana, pero sabía que era de un material tan duro que podría aguantar cualquier tormenta. No necesitaba mostrarlo, se sabía grande, orgullosa y mucho mejor que cualquier mujer que Draco amara. Su corazón amaba a un dragón y a los dragones no era suficiente domarlos con magia.

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—Esto ha sido un error — le dijo la chica mientras imponía distancia entre los dos. El rubio dibujó una sonrisa irónica en su rostro y se conformó con mirarla en uno más de sus ataques de moralidad barata. La había escuchado decir aquello tantas veces que sus palabras ya no surtían efecto alguno en él. Había sido sólo un beso el que le había dado y la miraba disfrutando de otro de sus arranques de histeria —No veo lo gracioso de la situación, Malfoy — le soltó frunciendo el ceño de manera acusadora, como si fuera él el único responsable de toda aquella situación. ¿Quién se había preocupado por quién en primera instancia? Él jamás había pedido que lo tomara en sus manos y lo defendiera del mundo que lo acusaba, él no había querido su protección y tampoco la había esperado, de todos en quienes esperaba un poco de compasión ella era la última de quien la quería. Había sido un consuelo y un refugio, alguien con quien no necesitaba palabras. Y tampoco las había pedido, ni palabras ni un por qué, sería inútil buscarle pies y cabeza aquello, de hacerlo correrían el riesgo de que la fantasía se les esfumara.

—Qué curioso —repuso él con diversión casi masoquista mientras ella lo fulminaba con la mirada —Has cometido el mismo error más de una vez… eso querrá decir algo, ¿no crees?

Sintió venir el golpe que nunca llegó, pero de aquella mujer podría esperarse todo. Caminó hacia la puerta de la habitación, con las mejillas encendidas y el cabello alborotado, respiraba con dificultad como si se hubiesen levantado de la cama. Y fue tras ella, tomó su cintura con delicadeza y la volvió hacia él atrapando sus labios con suavidad como lo había hecho ya mil veces.

—Deja de pensar en eso, Granger — murmuró mientras se apoyaba en el escritorio en que la castaña trabajaba, el pequeño cubículo estaba hecho un desastre. Tenía una mierda de trabajo y a ella le encantaba, pero eso no le interesaba a él, sólo quería volver a besarla— Deja de pensar….