Los personajes de Saint Seiya no me pertenecen, son propiedad de Masami Kurumada y Teshirogi Shiori.


1.-Entrada furtiva


La guerra contra Hades había finalizado, por lo que los sobrevivientes que regresaban hasta el Santuario de la diosa Atena eran atendidos de sus graves heridas o bien, aquellos compañeros caídos en batalla, eran sepultados con los máximos honores. Pero de las bajas más importantes dentro de los ochenta y ocho caballeros eran, sin duda, las de los Caballeros de Oro. Dentro de ellas, para todo mundo, figuraban Hasgard/Aldebarán de Tauro, Manigoldo de Cáncer, Asmita de Virgo, Sísifo de Sagitario, Kardia de Escorpio, el Cid de Capricornio, Dégel de Acuario y Albafica de Piscis, los que no se nombraban era debido a que fueron hallados con muy poco cosmos en sus respectivos lugares de deceso. Sin embargo, enorme fue la sorpresa de todos cuando al retornar al Santuario se encontraron con la noticia de que aquellos que murieron en los terrenos del Santuario o fueron llevados a tiempo por sus compañeros, estaban aún con vida, débiles, pero luchando por salir adelante.

En el caso de Albafica, se recuperaba de sus heridas en el campo de rosas envenenadas donde fuera abandonado de niño, siendo su estado mucho mejor que el que tuvo cuando Shion de Aries lo levantó tras la batalla con el juez Minos en pleno centro de Rodorio. Hasgard estaba internado en el hospital del pueblo, su supuesta muerte no fue más que una pantalla para evitar más bajas debido a la falta de su persona, de este modo, aquellos chicos con los que él vivía podían hacerse más fuertes. Manigoldo fue encontrado inconsciente y casi muerto en aquel Bosque de los Sueños y, al igual que sus compañeros, estaba en recuperación.

Sísifo era un caso especial, sus heridas sanaban bien, pero sus ojos no querían ser restaurados, era como si la vergüenza de ser derrotado inútilmente le pesara aún más que el deseo de seguir luchando por la diosa que había llegado a amar más que como un caballero.

Dégel y Kardia, aunque tardaron, lograron ser salvados del infierno de hielo en donde habían sido olvidados tras el desastre contra Pandora y Radamanthis, pronto estarían de regreso en el Santuario junto a los demás.

Así, la mayoría de ellos estaban reunidos en aquel lugar al que podían llamar hogar, en donde justamente se erigía la nueva figura del Patriarca que desde ahora sería ostentada por Shion de Aries, ahora Patriarca y Sumo Sacerdote de Atena.

Tras la ceremonia, los más altos rangos se reunieron para analizar la situación y dar solución a los problemas que ahora afloraban, como la reconstrucción de los doce templos y gran parte del Santuario, la organización de las tumbas para todos los soldados caídos, y naturalmente, el reclutamiento de nuevos aspirantes para portar las armaduras que ahora yacían sin un dueño.

En esa tónica, los Santos de Oro que podían permanecer en pie se encontraban sentados junto al Patriarca en la mesa de la Cámara patriarcal, junto a algunos comandantes de Plata y algunos de Bronce.

—Han llegado varios aspirantes, pero es muy pronto para saber si efectivamente son dignos de portar armaduras—comentó uno de los plateados presentes.

—No podemos exigir demasiado, por el momento encontrar portadores para armaduras de Oro es lo primordial—intervino esta vez el Caballero de Libra—Después de todo, y desgraciadamente, son los que están directamente vinculados con la seguridad de la diosa Atena.

—Teneo es buen candidato para una armadura de Oro, él podría cargar con el peso de Tauro—razonó en voz alta Shion—Claro, a menos que alguien se oponga para que ese chico dé la prueba.

Todos los presentes negaron, no estaban en condiciones de exigir nada, necesitaban caballeros con urgencia.

—Hay dos mocosos a los que he estado entrenando, aunque aún están demasiado críos para siquiera competir por alguna armadura, eso y que no pienso aún entregar a Géminis—la voz ronca y profunda de Deuteros llamó la atención, mas nadie objetó nada, no con esa mirada penetrante que amenazaba con matar a cualquiera, aunque no fuera esa la intensión de su dueño.

—En teoría hay postulantes para las armaduras que deban ser reemplazadas, pero... —Dohko le dio una mirada a Shion y luego al resto de los presenten—No hay ningún aprendiz de Asmita de Virgo—expresó con un peso único en la voz—Todos nosotros entrenamos a alguien, pero él...él siempre se mantuvo aislado de todos nosotros...

—Tienes razón, pero no podemos deprimirnos en un momento como este-Shion, pese a todo, estaba tratando de ser fuerte e ideal para ser la figura de autoridad que todos esperaban de él—Por lo pronto sólo concéntrense en limpiar los escombros y sepultar a los caídos, luego de reorganizarnos comenzaremos con la reconstrucción y las pruebas de compatibilidad para las armaduras.

Los asistentes dieron su afirmación y se levantaron, mas cuando estaban todos ya por irse a sus deberes, un fuerte golpe en el suelo junto al trono sacerdotal por parte de una figura desconocida llamó la atención, ocasionando la alerta inmediata ante un posible ataque.

—Tranquilos, no vengo aquí a pelear con nadie—expresó un chico joven, de lacios cabellos azules brillante, con rasgos delicados y bastante delgado, dejando ver dos zafiros llamativos bajo un tupido mar de pestañas negras y un flequillo semi largo—He venido hasta aquí para reclamar lo que por derecho me fue heredado, la sexta armadura de Oro, la perteneciente a Asmita de Virgo, mi padre.

La conmoción no se hizo esperar, y es que ese mocoso enclenque entraba como si nada en un lugar donde la seguridad debería ser máxima, se paraba como un dios ante ellos y exigía cosas creyéndose el dueño del mundo.

—¡No te hagas el gracioso, mocoso!—exclamaron los de bronce y plata—¡No eres nadie para venir a exigir rangos!

—Claro que sí. Ustedes necesitan un Virgo y creo que si no escuché mal, yo vendría siendo el único en todo este lugar—su sonrisa era arrogante y segura—Si saben lo que les conviene, es mejor que acepten.

—Muchacho—el Patriarca los hizo callar y ordenó el abandono total de la Cámara—Percibo en ti el mismo cosmos que antiguamente solía manar desde la Sexta Casa, pero no puedo darte lo que pides de manera tan repentina como haces.

Sus pasos lentos por el lugar mantenía cautiva la curiosa mirada de aquel jovencito desconocido, mirándolo con su poder en busca de alguna raíz de maldad o algo que le hiciera creer que se trataba de un enemigo.

—Ni siquiera has dicho tu nombre, sólo has llegado sin presentarse, evadiendo los protocolos y has demandado sin más—se quitó el casco y le vio fijamente.

—Lo siento, Su Ilustrísima—una vez a solas, se postró ante él con la mejor de las reverencias—Sólo deseaba poder hablar con usted a solas...Verá, soy Anandi, he venido a este lugar porque mi padre Asmita me pidió que así lo hiciera llegado el momento.

—Quisiera, antes de continuar, que me contaras exactamente cómo es que alguien como Asmita resulta ser tu padre.


Bueno, se aceptan tomatazos y todo lo que se les antoje en review :3

Espero les haya gustado, nos vemos en el siguiente cap.

Bye-bi~