Miel y Canela

Hierbabuena

Capítulo Uno.

Introducción.

Alguna vez escuché que cuando dos personas conviven demasiado, comienzan a salir secretos muy íntimos y cualidades invisibles capaces de llegar a sorprender a las personas que se creían cercanas a ellos. Por ese curioso detalle estoy ahora acostada en la misma cama que Steve, observándolo dormir entre la penumbra de la noche, tratando de remembrar cómo había llegado a esta extraña conclusión.

¿Cómo pasó realmente? No lo sé con exactitud, pero, en cierta manera, ha sido todo culpa de Clint.

Después del tiroteo, tanto Steve como yo quedamos completamente abatidos; para ser honesta, tengo pocos recuerdos desde ese incidente, pero lo que más se encuentra en mi memoria es el perfume de Steve y su fuerte abrazo, su voz conciliadora y suave. Lo vi derrumbarse varias veces en el departamento cuando en mi mente siempre lo vi fuerte y en alto, el uniforme predominando entre mis memorias, haciéndome sentir que quizá solamente yo conocía esa faceta tan vulnerable de él.

Le cogí cariño, si, porque él comprendía mi dolor y yo comprendía el suyo de una manera muy íntima pues… siempre estuvo enamorado de Clint, desde que lo conoció en el bachiller, a pesar de que él jamás podría corresponderle el sentimiento. No, Steve no es homosexual. Él lo definió más bien como "de amplio criterio".

Él era quien visitaba a Clint una vez a la semana en el hospital, cada jueves tras salir del trabajo perdía quizá dos horas en ese lugar; cada vez que salía me llamaba para preguntar si quería ir con él, y yo siempre lo negaba con un firme "no" tembloroso. No podía. La idea de verlo allí como un vegetal conectado a miles de aparatos que lo mantenían con vida me causaba terror y culpabilidad, además de que sus padres y hasta la misma Bárbara, que bruscamente había retomado su papel de esposa, habían exigido que yo no pisara jamás la sala donde él se encontraba interno. El octavo mes en el que Steve me preguntó si lo acompañaría, finalmente se lo pude exponer de manera dolorosa.

-¿Por qué nunca me lo dijiste? -Fue su suave pregunta, sin alterarse demasiado.

Aquel jueves había sido muy estresante para mí, puesto que tenía encima mis exámenes finales, mi torneo de arquería al que estaba a punto de dejar por fatiga, además de mi estado anímico tan deplorable… estallé entonces, cayendo de rodillas en el suelo, incapaz de seguir adelante, sintiendo su suave pregunta como si fuese un reclamo.

-¿Para qué? ¿Para empeorar todo? -Solté con bastante malicia. -Soy una mala influencia para él, tan grave que ni siquiera quisieron darme la cara para decírmelo… que era mi culpa su condición… que no me querían cerca de él, y Bárbara concuerda con ellos al grado de ponerlo como una traba legal…

Fue muy extraño, puesto que era la primera vez que sentía la relación que se estaba formando entre nosotros tras tantos meses viviendo en el departamento de Clint por mera nostalgia; había caído de rodillas frente a mí, y me abrazó contra él con mucha fuerza, como si quisiera contenerme o cubrirme del mundo. Finalmente me doblegué ante él, y, por primera vez, me encogí contra su abrazo, anhelando que me calmara y deseando así el poder calmarlo a él.

Fue el primer jueves que lo acompañé en una rutina que comenzó y siguió durante varios meses, hasta la actualidad.