Capítulo 1 – La Fanfarrona

La música retumbaba contra cada una de las superficies de la popular taberna La Fanfarrona. Bueno, popular y preferida entre la mayoría de los titanes que deambulaban habitualmente por La Ciudad.

Como era de esperarse, una gran parte de sus recurrentes visitantes eran toscos y grandes como su profesión lo demandaba. Sin embargo, sus actitudes y personalidades variaban mucho (tuvieran grandes cargas de alcohol en sangre o no).
La Fanfarrona tenía la fama de proveer a sus fieles clientes con una de las bebidas más fuertes alguna vez probadas en el sistema solar. Algunos con una cucharada caían rendidos, mientras que otros eran capaces de soportar varios litros sin inmutarse.

Las peleas llegaban a ser un entretenimiento a los que algunos recurrían. El aparente placer de debatir sobre asuntos triviales, insultar la facción del otro o simplemente ir a probar nuevas e idiotas formas de matarse eran algunas de las formas de divertirse. ¡Todo estaba permitido en aquel establecimiento amigo de la noche!

-¡Oigan, tengo una excelente idea! –comentó un titan de armadura gris mientras elevaba por encima de su cabeza un enorme vaso que rebalsaba bebida. Sus colegas lo observaron, al menos los que tenían suficiente fuerza como para mantener la cabeza erguida y guiar su mirada- ¡Pongamos un par de granadas bajo nuestros culos y experimentemos una muerte sen-sa-cia-nal! ¿Entienden?

Los demás se lo quedaron observando en silencio, pero al cabo de unos segundos sacaron de entre sus pertenencias cada uno una granada, alertando pronto a la seguridad de la taberna. Ésta, acostumbrada a evitar catástrofes organizadas por seres ebrios sin ceso como esos, intervinieron rápidamente a detenerlos. Para el resto de los clientes la situación pasó casi desapercibida, estaban más que acostumbrados. Quizá alguno que otro que no solía pasar por allí se quedó un poco preocupado, pero al cabo de unos instantes volvió a sus asuntos. Por su parte, los espectros de los letalmente revolucionarios titanes contaban con la suerte de no ser afectados por el alcohol, aun así no podían escapar del infortunio de tener que cuidar de sus guardianes hasta que recuperaran la compostura.

Pero, alguien quizá la tenía peor que todos: el pobre Epsilon-44, Epsi para los amigos, un droide amigable que lidiaba a diario con este tipo de situaciones, incapaz de detenerlas ya que el trabajo para el cual estaba programado se limitaba a entregar las bebidas y volverse a la cocina. Quizá no tenía o aparentaba tener emoción alguna, pero sí era capaz de asignar el concepto de "amigo" a algunos de sus clientes.

-Epsi, tráeme otra de whisky –dijo alguien a espaldas del robot trabajador.

Este se volteó y encontró con Argon, un titan recurrente de la taberna que parecía estar exageradamente orgulloso de pertenecer a la órbita muerta por los colores que lucía en su armadura: el blanco y el negro, y ni hablar del distintivo que colgaba de su cintura y que lo catalogaba como campeón de la facción.

-¿Otra? –consultó el mesero con su voz metalizada- Sería la séptima copa en la noche.

-Meh, tú solamente dámela –contestó el hombre sin fijarse demasiado en quien le hablaba, su atención iba de un rincón al otro de la taberna.

-Entendido, enseguida regreso –respondió Epsi y se retiró hacia la cocina tras la barra.

Argon contaba con la suficiente determinación como para no volverse nunca parte del grupito de ebrios que a veces le entretenía observar, no bebería mucho más, esa era la última copa que tocaba. Su papel allí era el de un mero observador que se tomaba un momento para relajarse en medio de una guerra. Sus brazos descansaban sobre el respaldo del asiento y sus piernas ocupaban la mesa de enfrente. Se había permitido ocupar todo un sofá él solito (como siempre hacía). Si un día le dejaran poner un cartel con su nombre sobre aquel rincón, seguramente aprovecharía la oportunidad. Era... grandote, típico de titan y no tanto de humano, algo intimidante en apariencia y en actitud, pues solía pasársela solo en aquel sitio todas las noches y quienes lo habían visto varias veces, difícilmente se le acercaban.

Su mirada no se mantenía mucho tiempo fija en un mismo sitio, tenía la obsesión de estar al tanto de todo lo que le rodeaba. Había observado a los borrachines instantes atrás, pero los consideró pronto una amenaza neutralizada cuando comenzaron a desplomarse solos en el suelo a causa del alcohol. El resto, era lo habitual. Titanes, titanes, y más titanes. Quizá algún hechicero charlaba con otro bebedor o algún desagradable cazador se paseaba buscando nuevos desafíos y trabajos mientras amenazaba a punta de cuchillo a cualquiera que se le acercara con malas intenciones. La Fanfarrona era un lugar para guardianes a ojos de cualquiera, y por ello le llamó la atención una figura que no parecía portar ninguna prenda que la distinguiera como tal.
¿Sería un civil? Era extraño verlos por allí, no tenían la entrada prohibida pero aparentemente tantos guardianes (y las tonterías que algunos hacían) los intimidaban y por ende su presencia era escasa.
Argon no lograba distinguir demasiado de aquella persona, una capucha le cubría la cabeza. Lo que faltaba, si no soportaba a los cazadores, menos soportaría a cualquiera que intentara imitarlos.

Tan pronto Epsilon volvió con una bandeja cargada de bebidas y le tendió la suya al titan, este la tomó y con esa misma mano apuntó en dirección a la figura misteriosa que giraba su cabeza cada tanto, quizá buscando algo. Las luces no ayudaban en nada, no había forma de ver su rostro.

-¿Y ese quién es? –preguntó sin fijarse mucho en si era cauteloso.

-Desconozco –respondió el robot- No lo encuentro entre mis registros visuales ni sonoros.

-¿Ha consumido algo al menos?

-Negativo. Con permiso.

Y dicho esto el aparatejo de metal volvió a alejarse.

No tenía por qué actuar de manera paranoica, pero si alguien estaba tan interesado en pasar desapercibido o en al menos ocultar su identidad, solo se le ocurrían dos opciones: o era un deprimido que venía a ahogar sus penas a escondidas para no dar vergüenza, o algo estaba tramando. Convengamos que por más que no lo admitiera, tenía más alcohol que sangre en las venas como para pensar bien. Fuera como fuera, no perdía nada en intentar averiguar la realidad, más que la comodidad del asiento.

Cuando atinó a moverse, una voz aguda y que se asimilaba a la de una niña resonó en su cabeza.

-Detente, detecto...

-Ahora no -le respondió él sin abrir la boca.

Con un poco de mala gana y notando el peso de la bebida en sus extremidades, se puso de pie y se acercó con paso lento pero firme hasta la figura que permanecía inmóvil en la barra a unos metros de él.

No podía distinguir si era un hombre o una mujer, las capas de ropa que le cubrían el cuerpo le disimulaban su silueta. El sujeto podía estar ocultando tranquilamente un par de armas, inclusive una buena bomba, y nadie quiere que su taberna preferida vuele por los aires, ni hablar de las docenas de heridos, así que era mejor intervenir.

Sin fijarse en la educación o delicadeza, simplemente apoyó sus puños con fuerza sobre la barra y observó a la figura con firmeza, buscando su rostro entre los paños que le escondían las expresiones e identidad. A un costado, otros bebedores se asustaron y se apartaron, pensando que se avecinaba una pelea en la que no querían involucrarse.

-¿Quién eres y qué haces aquí?

La figura se sobresaltó, definitivamente no se esperaba encontrarse con que alguien le enfrentara de aquella manera. Aunque supiera que lo estaba mirando directo a los ojos, Argon no podía distinguir nada bajo los lentes que cubrían casi la totalidad del rostro de quien tenía enfrente. La figura no emitió sonido alguno, recuperó la compostura al cabo de unos segundos y simplemente elevó una mano con lentitud, la cual el titan siguió atentamente por precaución. Sin embargo, aquella extremidad no hizo más que levantar su delgado dedo índice y ponerlo frente a donde estaría la boca del extraño, indicándole a Argon que debía guardar silencio.

-No me vengas con juegos, dime qué quieres aquí –respondió el titán mientras su puño se iluminaba con un aura morada.

La figura ladeó la cabeza y transfirió el dedo de su boca a la frente del titan encabronado, tocándola. Por la risita que soltó después, parecía estar entretenido.

-Debes tener mucha valentía o estar realmente borracho como para animarte a intentar molestarme así –comentó Argon sin desviar su mirada.

-Anda, anda, ¿Mi titancito querido perdiendo el tiempo con esa cosa? -ambas personas fueron tomadas por sorpresa por la intromisión de la tercera que ahora estaba hablando. Argon reconocía aquella voz, así que no movió su vista hacia la figura que ahora sujetaba al tipo misterioso por los hombros, con una sonrisa que dejaba en evidencia intenciones poco felices.

-Halnae... -al titan no le gustaba demasiado que le molestaran en sus asuntos, pero en este caso algo de apoyo no venía mal- ¿Conoces a esta persona?

Halnae era una insomne de mediana altura, ojos amarillos, cabello negro y piel gris como la ceniza, una hechicera que había jurado lealtad a la órbita muerta al igual que su amigo titan. Bah, amigos, a ojos de Argon no eran más que compañeros, le resultaba una persona demasiado engrupida y egoísta como para trabajar a su lado. Reconocía que era hábil en lo suyo, sí, pero le era difícil tolerarla todo el tiempo.

-¿Cómo no conocerla? -la insomne observó a la figura e intentó retirarle la capucha, pero ésta forcejeó y lanzó algunos golpes hacia la hechicera, se puso de pie y se apartó de ella para luego acomodarse la ropa- ¿Porqué tienes tanto problema con que esté cerca? ¿Te molesta que vaya a revelar tu identidad?

Si se conocían el o la extraña no debía ser realmente un peligro, sabía que Halnae no estaba involucrada en algo ilegal o por fuera de la Vanguardia, pero igualmente Argon no bajó la guardia y continuó observando al misterioso, que le devolvió la mirada y se la sostuvo por unos segundos, para luego volver a posarla sobre la insomne.

La figura movió su mano en señal de resignación y se dio vuelta en plan de irse, pero se paró en seco cuando sintió la boca la pistola de Halnae apoyada en su cabeza.

Argon sacó su fusil y lo apuntó a la hechicera, molesto.

-Baja el arma, este no es sitio para estas cosas.

-Es que no entiendes... Pensé en revelarte quién es y ayudarte un poco, tintancito -Halnae le guiñó un ojo- pero su existencia ni sirve, así que andar diciéndolo sería darle importancia. No le sirve ni a la ciudad, ni a la vanguardia, y de facciones ni hablemos...

La figura se volteó rápidamente, revelando un cañón automático que apuntaba directamente al cuello de la insomne.
Argon quiso deternerlos, pero ambas personas apretaron sus gatillos simultáneamente antes de que pudiera hacer algo.

En un instante, La Fanfarrona se bañó en llamas de fuego propias de una estrella.

Luego de haber leído tantas veces este capítulo y de sentarme a reeditarlo con tiempo, pienso en que me gustaría no empezar las cosas por orden cronológico ;_; ¡Gracias por leer!

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