Pensé que después de una guerra ya no podía pasarme nada peor, pensé que después de la guerra los problemas triviales de la vida ordinaria no serían nada; un paseo, pensé. ¡Qué equivocada estaba! ¡Me olvidaba de lo más obvio!
Tras la guerra, la victoria de Harry, las pérdidas, los entierros, las lágrimas, los juicios, los duelos, las peleas por la calle, la vergüenza y el rencor a aquellos que participaron en la muerte de mis seres más queridos, decidí ayudar a la reconstrucción de mi antiguo hogar. Hogwarts estaba destruido en muchos sentidos y el edificio no sería lo que más costaría reparar. Todos habían perdido a alguien, todos estaban en duelo pero también sabíamos que hay que salir de él. La vida continua y show must go on.
Por lo que, volví a Hogwarts. Tras recuperar a mis padres, discutir con ellos durante días sobre lo que les había hecho para salvarles la vida, durante los 3 días de guerra de silencio que siguieron al hecho de que su pequeña usase la magia contra ellos, que tomase esa decisión por ellos y que llegasen a la conclusión de que tenía la mejor de las intenciones, y la semana posterior que tardaron en entenderlo, los señores Granger no estaban totalmente de acuerdo con perderme una vez más para que fuese a ayudar a reconstruir la que sabían que era mi casa más que la de mis padres; pero esa decisión ya no era suya. Lo veían en mis ojos, me decían, esos ojos castaños llenos de dorado, su pequeña Hermione había desaparecido. Ahora una mujer de los pies a la cabeza, capaz de pensar por ellos, de actuar bajo sus propias normas y de cuidarse mejor de cómo ellos me cuidarían, les devolvía la mirada. Había visto demasiada miseria para una vida y ellos no habían estado ahí para apoyarme, lo sé, mi culpa, en fin...
Con la promesa de visitar y llamar más, cogí mi baúl, al gato y mis problemas y dejé la casa de mis padres para, probablemente, no volver, al menos a vivir allí. No pude evitar sentir que estaba abandonando una gran parte de mi vida para recuperar otra incluso más importante. Mis padres siempre serían mis padres pero las diferencias eran cada día más grandes y ellos no podían entender qué había significado para la guerra para mí; y todo lo de después.
Sé que estaréis esperando la GRAN historia de amor entre Ron y yo tras la muerte de Voldy (ya hay confianza para reírnos del loco hijo de la gran p*** que destrozó tantas vidas, si no ahora ¿cuándo?) pero esa gran historia de amor terminó bastante rápido. Ron quería llorar a su hermano hasta la extenuación mientras yo quería superar las muertes de mis héroes para continuar la vida que sé que nos habrían deseado. Ron quería culpar a todos los mortífagos y mandarlos a Azkaban si no podían mandarlos directamente al beso del dementor y hacerlo públicamente para escarnio de los mismos y yo quería terminar con los juicios de una manera rápida, eficaz y justa. Ron quería odiar a todo el mundo y hundirse en la miseria hasta que considerase que era suficiente el sufrimiento para que los demás supiesen que había sufrido y yo prefería llorar en silencio. Ron quería que yo compartiese su sufrimiento y yo librarle del mío. Ron quería que le diese la razón en todo y yo no lo iba a hacer. Al final fue bastante fácil, doloroso e incómodo. Ron, jamás, jamás, jamás podré aguantarte como lo hace tu madre. Francamente, no sé cómo lo hace ella. ¡Qué paciencia! Por lo que ahora, mis visitas la madriguera eran fugaces, cortas y armadas, necesitaba un cuchillo cada vez que iba para cortar la tensión.
Harry, por supuesto, se había mudado a Grimmauld place con Ginny, algo sobre no esperar a que algo malo pase para vivir tu amor con más intensidad y no sé qué. Pues eso, se mudaron, hicieron reformas en parte para no pensar en Fred, ni Tonks, ni Lupin, ni ninguno de los que no lo consiguieron, y en parte para redecorar la que una vez fue la casa de Sirius. Hicieron pequeños recuerdos a los que ya no estaban comprando una manta rosa como el pelo de Tonks, dibujando un perro como Sirius en la pared y colocando un reloj en forma de luna por Lupin. Además, una de las habitaciones fue restaurada y llenada de juguetes para el pequeño Teddy. Harry y Ginny serían unos buenos padres dentro del tiempo reglamentario de duelo y madurez que aún les queda por vivir.
Pero volvamos a mí, lo estoy escribiendo yo, ¿no? Yo soy la importante en esta historia. Así que, sigamos…
Volví a Hogwarts. Baúl, gato, problemas y pesadillas. Eso fue todo lo que llevé conmigo el primer día. Eso y pérdida de peso. No comía mucho en aquel momento. Tampoco había nadie con quien comer. Mcgonagall había ocupado el cargo de directora del colegio, aunque en teoría eso es cuando hay alumnos matriculados, pero bueno ella vivía en la torre del director, y estaba intentando reclutar a la mayor cantidad de gente posible para adecentar el colegio para intentar abrir el 1 de Septiembre. Estábamos Julio, 3 de Julio. 2 meses y 1 día tras el final de la guerra. Y el colegio seguía igual. Bueno casi, el puente había sido reconstruido.
Así que, allí estaba yo. Sola con mi gato. Mcgonagall me dijo que me acomodase en la torre que fue una vez de los premios anuales, ya que era una de las pocas partes del castillo que seguían integras. Además, también añadió algo de que estaría más cómoda allí por no sé qué de que algunos castigados por el ministerio llegarían en 3 días para ayudar con la reconstrucción.
Los castigados por el ministerio fueron aquellos alumnos de Hogwarts y jóvenes en general, que estuvieron del lado oscuro por razones familiares, por falta de juicio o por mala suerte y que durante los procesos legales demostraron buen comportamiento, arrepentimiento y ganas de tener una vida legal y en lado de la luz. O sea, hijos de, acojonados de ir a Azkaban y que no querían ser parias.
Pero ya sabéis que yo no soy rencorosa. Yo soy todo amor y paz.
En fin, cuando la directora comentó que no sería la única ayudando en la reconstrucción del castillo y de mi vida, realmente no pensé qué significaba. Eso sí, cuando llegaron en fila 3 días más tarde empecé a enterderlo.
Al tercer día de estar allí, había conseguido arreglar parte del techo de la torre de Astronomía con ayuda del profesor Flitwick y las continuas interrupciones de la profesora Trelawny. Ya que estábamos arreglándole el techo también podríamos hacerlo a su gusto, ¿no?
Cuando los vi llegar no sabía que había tantos. Eran por lo menos 3 docenas de alumnos vestidos con túnicas de marca, caras de pena y de querer hacer poco. A algunos los conocía y a la mayoría no. Mejor, así no hay prejuicios de entrada. A los que conocía ya me los esperaba, a casi todos. Nott, Zabini, Goyle, Crabb, Parkinson… Y él. El causante de que yo no le diese la razón a Ron.
Ron me pidió que no testificase en el caso Malfoy Junior y por supuesto, yo lo hice. Él nos salvó en la mansión Malfoy, mintió. No por nosotros, seguro, pero lo hizo y merecía que alguien hablase en su favor. Cuando fui al juicio y le defendí, fue cuando Ron me dio la espalda esperando que fuese a por él y no entrase en la sala. Y yo estaba demasiado cansada para hacer lo que él quería. Desde ese día dejó de hablarme y yo no lo intenté tampoco. Malfoy fue el detonante.
Y allí estaba él. Cabeza alta, paso seguro, cara de imbécil. Hablando tranquilamente como quién no tiene ninguna preocupación ni resentimiento en su vida. Como quien va de vacaciones. Y yo estaba hirviendo por dentro. El día del juicio su cara de sorpresa, asco y súplica me recibió desde la silla del acusado. Cuando entré sabía que iba a decir la verdad y solo la verdad pero no pensé que sería mirándole a la cara. Desde luego mereció la pena solo por la cara de alelado que puso. Yo era lo mejor que podía pasarle. Parte del trío dorado defendiéndole, hablando por él. Ni en sus mejores sueños. Cuando le declararon culpable de delito menor con "castigo" del ministerio creía que vendría a darme las gracias, al menos la mano… ¡Ilusa! Las serpientes nunca dejan de arrastrarse y si te das la espalda te muerden. Salí de la sala pensando en que tal vez fuese una ilusa pero tenía la conciencia muy tranquila, y es mucho más de lo que él podía decir. Y no le había vuelto a ver.
Sabía que el profeta dijo algo de que la cantidad que tuvo que pagar como parte del castigo había sido astronómica, que su padre estaba en la cárcel y que su madre había salido impune por que Harry había testificado en su favor. Incluso había una foto de su madre dándole la mano a Harry. Pero esta era la primera vez que le veía después del juicio y seguía resentida con su mala educación. Ten dinero para esto.
Yo me dirigía hacia la torre de astronomía por cuarto día consecutivo cuando les vi pasar. Les vi llegar con baúles, en fila, charlando. No parecían castigados, parecía una excursión. Y oí mi nombre.
"Hermione, cuánto me alegro de verte."
"Buenos días, profesora. ¿Puedo hacer algo por usted?"
"Sí, claro, querida. Me gustaría que fuese a recibir a los castigados y les llevases a la sala común de Griffindor. Estarán viviendo allí lo que queda del verano. Necesitan recordar no sólo se puede ser una serpiente en esta vida."
Mientras la profesora Mcgonagall estaba diciendo eso mi cara iba cambiando de claro fastidio a sopresa contenida con odio. ¿Llevarles a la sala común? ¡Mi sala común! ¿Dejarles solos en mi preciada casa? ¿Por qué maldita decisión del destino me puso a mí en sala de los premios anuales? Al notar que no respondía la profesora añadió:
"¿Hay algún problema con mi decisión, Hermione?"
"No, ninguno, profesora."
"¡Me alegro! Vaya, entonces, la estarán esperando en el Hall, saben perfectamente que deben esperar allí a que alguien venga a recogerles. Alguien de mi más cercana confianza. Cuando se hayan instalado hágale saber al señor Malfoy que debe acudir a mi despacho, a los demás dígales que tienen el día libre que paseen por el castillo y que mañana vengan uno a uno a mi despacho con ideas de cómo arreglar alguna parte del castillo, tienen un horario en la sala común con las citas de cada uno. Y usted también a mi despacho cuando acabe. Gracias, Señorita Granger."
"De nada, profesora."
¿Malfoy y yo? Pero ¿qué demonios querrá de mí esta mujer ahora? ¿Es que no he hecho suficiente? Soy Hermione cuando necesita algo y Granger cuando quiere mandarme, en esas estamos.
En ese momento solo podía pensar en cómo quería volver a la comodidad de casa de mis padres, no quería encontrarme con las serpientes y menos después de dos meses tan intensos. ¿Qué tendré en la cara que la gente piensa que puedo consentir todo lo que me manden? Yo vine aquí a arreglar Hogwarts para que todos aquellos que no tuviesen nada que ver con la guerra, o aquellos que hubiesen estado en el lado correcto puedan volver al colegio, a formarse, a seguir estudiando y aprendiendo. ¿Qué hacen aquí esas sabandijas? ¿Tienen derecho a compartir los mismos privilegios que aquellos que perdieron a familiares por culpa de los rencores y prejuicios de otros? En aquel momento iba caminando echando humo por las orejas mientras me daba cuenta cómo de cerrada estaba a recibir a aquellos a los que todavía seguía echando la culpa. Yo misma sabía que mi mente estaba pensando exactamente igual de retorcida e intolerante que los que tenía en frente de mí en aquel momento pero sus caras al verme no tenían precio.
Era cierto que durante los dos meses que había terminado la guerra solo había hecho dos cosas, dormir y correr. Las peleas con Ron, con mis padres, la pena, el duelo, en fin, no había comido mucho, había corrido mucho para despejar los fantasmas y para llegar a la cama con sueño para no tener pesadillas y quizás me había arreglado el pelo con un tratamiento muggle que una vecina me recomendó en el jardín. En fin, puede ser que estuviese un poco más guapa de lo normal, seguramente un poco menos Granger que durante la guerra, pero eso no explicaba las caras de asombro que estaba recibiendo. Por supuesto, el soponcio les duró poco. Eso sí, ese micromomento en el que me vieron como algo más que una devoralibros es impagable.
Con toda la fortaleza y sin enrojecer demasiado les dije:
"Me envía Mcgonagall, coged vuestras cosas y seguidme."
Me giré y seguí caminando, un tono autoritario, un giro dramático y un contoneo de caderas. Eso es todo lo que hace falta para ganarte a una multitud. Esta multitud era un poco distinta pero los que menos me conocían me siguieron. Cuando me giré todos estaban caminando mientras hacían claros comentarios sobre mí. Supongo que no de los buenos.
Cuando llegamos a la sala común le dije a la señora gorda que me dejase pasar. Mcgonagall no me había dicho ninguna contraseña pero nos dejó. Supongo que después de una guerra los cuadros ya no saben qué pintan en el castillo… (¿lo pilláis? Lo sé, no se me dan bien los chistes).
"Aquí será donde os quedaréis, Mcgonagall manda un mensaje, "no se puede ser serpiente para siempre". Entendedlo que queráis. Tenéis el día libre y solo una tarea que hacer, sentíos afortunados. Tenéis que dar un paseo por el castillo y pensar en cómo y por qué podríais colaborar con la reconstrucción. Hay una lista en el tablón de anuncios con una cita con la directora mañana en el despacho. Tendréis que ir a la cita con vuestra propuesta."
Las caras de desconcierto, asco, repulsión y miedo al trabajo eran cuadros de artistas abstractos, estos pijos sin remedio no habían echado un hombro en su vida.
"Malfoy, Mcgonagall quiere verte en su despacho, ahora. A los demás, si necesitáis algo o queréis echar una mano, estamos reconstruyendo el techo de la torre de astronomía y siempre vienen bien un par de manos extras."
En todo el tiempo que habíamos tardado en llegar a la torre, en entrar en la sala común y en dar el mini discurso que había ido preparando por el camino, en todo ese tiempo, no había mirado a Malfoy ni una sola vez. Una persona que no es capaz de agradecer el gesto que hice por el, la forma en la que enterré el hacha de guerra… En fin, hay desagradecidos en todas las familias. Por desgracia, cuando iba a salir por el retrato de la señora gorda, él fue más rápido que yo. Se coló por delante de mí y fue más rápido en salir al pasillo.
"Bueno, bueno, Granger… ¿qué tenemos aquí? ¿castigada por el ministerio por ayudar a quien no debías, sangr...?"
"¡Oh! Malfoy, quizás deberías recordar que esa palabra se castiga con trabajos forzados, me gustaría recordártelo ya que fue mi propuesta como castigo a los que como tú no saben cerrar la boca y decir gracias."
"¿Gracias, Granger? Y ¿por qué según tú debería darte las gracias? ¡Eh!"
Maldito, hijo de… "Si no lo sabes tú, yo no voy a explicártelo, Malfoy". Seguí caminando intentando no pensar si me seguía o no. Intentando no oír sus pasos detrás de mí. Pero ahí estaba.
"Si crees que voy a agradecerte que hablases por mí en el jucio puedes esperar senta…"
Antes de que terminase la frase me giré hacia él y le dije "Malfoy, no espero nada de ti, ¿vale? Así que puedes callarte y dejarme vivir tranquila ahora que tu señor tenebroso no está aquí para recordarte que mi sangre vale menos que una mierda para ti, cállate, gracias."
Abrió tanto los ojos que por un momento me sorprendí de que fuesen tan grises. Desde luego el hurón verde no se esperaba que alguien como yo pudiese decir mierda y quedarse tan tranquila. Este tonto no sabía nada de mí. ¿Qué iba a saber si no le interesaba nada?
Seguimos caminando en silencio hasta el despacho de Dumbledore, pasasen los años que pasasen y por mucho que admirase a la bruja que ahora estaba en el poder, ese siempre sería el despacho de Dumbledore. Además, Mcgonagall me mandó llevarles a MI torre. Tengo derechos y puedo estar enfadada cuando quiera.
Al entrar, el despacho de nuestro antiguo profesor nos recibió lleno de aplausos, vítores e incluso arengas de "bravo, Granger" o "el bien venció al mal". No pude evitar girarme y ver a Malfoy encogerse hasta hacerse nimio. Parecía un hobbit, como si quisiese que se lo tragase la tierra. Una vez dentro pude ver el cuadro de Dumbledore, imponente como siempre, con sus gafas de media luna y mirándome con el cariño con el que siempre miraba a todo el mundo.
"Bienvenidos, Hermione y Draco. Siempre es un placer ver a dos alumnos tan distintos tan cerca el uno del otro."
Ante tal afirmación no pudimos evitar mirarnos con repulsión y alejarnos un poco más de lo que por sí ya estábamos. Al hacerlo, algunos de los directores cuchichearon como marujas en un círculo de gallinas. Parecían adolescentes.
"Buenos días, profesor Dumbledore, profesora Macgonagall." Me dirigí a los dos ya que la profesora ante tan muestra de alegría y felicidad se quedó rezagada en la silla en la que fue de Dumbledore. Los modales de Malfoy brillaban por su ausencia, ni siquiera se dirigió a la profesora.
"Buenos días, a ambos" esto lo dijo con rintintín al ver que Malfoy no hacía nada por saludar. "Me alegra verles a los dos en mi despacho y de una sola pieza, ciertamente pensé que quizás tuviesen algún conflicto por los pasillos, me complace que hayan llegado hasta aquí sin ningún altercado entre ustedes. Eso significa que la tarea que les voy a encomendar la van a realizar sin ningún problema. Antes de que sigan con esas caras de disgusto, por favor tomen asiento cojan un toffle y continuemos."
No me gustaba nada por dónde estaba yendo la profesora, ¿yo? Hacer algo ¿con él?.
"Han podido comprobar el estado del castillo. Dentro de menos de dos meses debería estar exactamente igual que hace dos meses. Dispuesto para recibir a todos los alumnos que tengan el valor de enfrentarse a un año escolar en esta escuela. Tenemos mucho trabajo por hacer. Me complace contar con el afán voluntario de la señorita Granger y a usted señor Malfoy, también. Como usted sabe, no salió impune del juicio, el ministerio junto con su madre debían establecer quién sería su guardián durante el periodo de prueba que ha recibido para aprender a comportarse sin ningún tipo de repercusión legal. Ya sabe que si falla en algún momento de este periodo quedará a merced del ministerio. Azkaban o custodia domiciliaria. Dicho esto, su madre y el ministro han convenido que durante su estancia aquí, yo, sea su supervisora durante los dos meses de la reconstrucción. Sin embargo, habiendo tanto trabajo y tantos asuntos que atender, lamento comunicarle que no me será posible vigilarle como debería, por lo que entre los 3 decidimos que alguien más accesible debería estar cerca de usted en todo momento. Teniendo en cuenta que la señorita Granger va estar aquí durante el verano, convinimos que…
"¿QUÉ?" Por primera vez, Malfoy y yo tuvimos un momento gemelar simultáneo.
"Profesora Macgonagall, está insinuando que yo, él, que yo…"
"¡Usted está chalada! ¡Pretende que ella, la sangr… GRANGER sea mi guardiana o lo que sea que tiene que ser! ¡Mi madre ha estado de acuerdo en esta charada!"
"EN NINGÚN MOMENTO, SEÑOR MALFOY VOY A PERMITIR QUE LE FALTE AL RESPETO A LA DIRECTORA DE ESTA MAGNÍFICA ESCUELA Y A LA SEÑORITA GRANGER, HAGA EL FAVOR DE CERRAR ESA BOCA."
La voz proveniente del cuadro de Dumbledore nos dejó sin aliento durante unos segundos, no esperaba para nada esa reacción del ex – director. Estaba tan en shock que aún no podía creer que lo estaba pasando. Creía que reconstruir el colegio sería una forma de recuperarme, de estar en paz, no de cuidar de un desagradecido e intolerante hurón.
"Gracias, profesor Dumbledore. Como iba diciendo, hemos convenido que usted señorita Granger, será la guardiana del señor Malfoy durante los próximos dos meses. Al final de dicho periodo, deberá hacer una valoración a favor o en contra del comportamiento que tenga con usted, con sus compañeros, con el centro y con las tareas asignadas, así como de la voluntad con la que las realice y la buena disposición. Por último y no menos importante. Para que la convivencia entre ustedes mejore hemos dispuesto la sala en la que usted, señorita Granger se está quedando, para ambos."
"Espere profesora, ¿tenemos que compartir la sala de los premios anuales?" Mi voz salió ahogada al final, en 3 días había conseguido desinfectar la sala, sacarle brillo, convertirla en una especie de sala Griffindor para mí, y ¿ahora iba a tener que compartirla con este desgraciado? Desde luego, este es mi verano.
"Exacto, Hermione. Compartiréis la sala, así como reuniones semanales conmigo para ver el proceso y el comportamiento del señor Malfoy. En cuanto a usted, Señor Malfoy, me complace informarle de que no podría tener más suerte ni rezando a lo que sea en lo que cree la profesora Trelawny. Confío en que aprenderá de la señorita Granger y mejorará su carácter. Tiene una oportunidad de oro para enmendarse, no la desaproveche. Confío en que Dumbledore tenía razón y es mejor persona de lo que usted mismo cree. Por hoy eso es todo, tienen, ambos, el día libre. Les recomiendo ir a acomodarse y a charlar entre ustedes. Tienen dos meses para arreglar todos los problemas que han tenido. Ya no son unos niños, dejen de comportarse como tal. Buenos días."
"Profesora" No iba a salir de ese despacho sin una explicación real sobre lo que estaba pasando. "¿Podría hablar con usted, a solas?". Esto último lo dije girando la cabeza hacia él.
"Por supuesto, señorita Granger. Señor Malfoy, si no tiene nada que decir y fuese tan amable, espere fuera a su guardiana".
Estaba alucinada de que el hurón no hubiese dicho una palabra pero creo intuir que el hecho de Dumbledore le gritase tenía cierto efecto en él. Además de que hubiese salido perdiendo. Se levantó de la silla y fue hacia la puerta. Salió y desapareció.
"Señorita Granger y sea breve, no queremos que cierto hombrecito salga huyendo el primer día."
"Profesora, no entiendo qué pasa ¿por qué yo? Él me odia, yo no le soporto y ni siquiera me ha dado las gracias por ayudarle. No me gustaría pasar dos meses atada a él por que sea la única persona que daría un knut por él."
"Señorita Granger, él la necesita, no lo sabe, pero lo hace. Si no hubiese sido por usted ahora mismo estaría en una celda al lado de su padre. Tiene 17 años, no sabe quién es y necesita a alguien que pueda apoyarle en estos momentos. La señora Malfoy se sintió muy agradecida con su aportación en el juicio y me consta que solo tiene buenos pensamientos para usted y ha intentado que su hijo también los tenga. Pensamos que quizás un estímulo positivo proveniente de alguien de su edad le recordaría que las buenas acciones tienen buenas consecuencias. En caso contrario, el ministerio se verá obligado a tomar medidas drásticas y ciertamente a nadie le gustaría que alguien tan joven… En fin, usted es su última oportunidad."
La cara de pena de la profesora Mcgonagall fue todo lo que necesité ver para saber que por muy desgraciada que esta decisión me hiciese, ya la había tomado. Causas perdidas, soy la salvadora de todas las causas perdidas. Y esta era una de esas que, normalmente, no se salvan.
