Hola a todos, sé que debo actualizar mi otro fic, pero estoy corrigiendo el drabble y vi una imagen en facebook que me inspiró ¡Y no me pude resistir!. Todo lo mencionado aquí como el veronal y la holografía son reales y aunque sea difícil de creer ya existían en el '65. En este one-shot, Steve y Bucky sobrevivieron a la guerra, Tony es mujer y nació poco después de acabada la guerra.

Nada de esto es mío, solo la historia, el resto pertenece a sus respectivos dueños. Si les gustó o no, o quieren aportar algo pueden comentar. Dedicado a todos aquellos que han dejado un comentario o siguen cualquiera de mis fics.

¡Que lo disfruten!


"She believes in the moon, the stars, the magic hidden behind their light, and that tells me everything about her."

Daniel Mercury.

Año 1965.

Steve se bajó del aeroplano y saludó a Peggy. Su amiga se veía radiante y muy embarazada. Recordó con cierta nostalgia cuando ambos habían creído que estaban destinados a estar juntos, en cuanto la guerra acabó ambos descubrieron que lo que nos unía era un gran cariño y química sexual, no amor. Luego de eso, él se había enamorado de Natasha Romanova, una espía rusa, pero Bucky también había caído enamorado y era correspondido. En parte por las decepciones y en parte por las secuelas de la guerra había viajado por el mundo y ayudado a todo a quien había podido.

Ahora había regresado. Peggy y él se subieron al auto, allí ella le contó varias novedades. Howard había sentado cabeza con una italiana llamada María y que tenían una hija que era un completo desastre. Peggy se lamentaba el poco sentido paternal que ambos padres poseían y como eso exacerbaba los problemas de su hija. También le dijo que Howard había organizado una fiesta para celebrar su regreso y él prometió ir.

Llegó puntual a la mansión Stark, era aún más lujosa de lo que el recordaba. Allí había un montón de gente que ni siquiera conocía y las pocas caras que podía distinguir parecían acompañados de sus parejas e hijos. Saltó al sentir una mano en su espalda, iba a golpear hasta que se volteó y vio que eran Buck y Tasha.

—¡Que bueno verte amigo! —sonrió y comenzó a charlar con ellos.

Escuchó que la habitación se silenció de repente y volteó a ver lo que lo había motivado. Era la entrada de una mujer.

La mujer más hermosa que había visto en su vida.

Debía ser muy joven, quizás tuviera unos dieciséis años, su cabello era del color del ébano y caía en suaves ondas hasta la clavícula, su piel era de un tono caramelo, sus rasgos finos y frágiles, sus labios de un rojo furioso en comparación con una sonrisa enigmática, casi burlona. Los dedos de Steve cosquillearon por dibujarla.

—Así que la niñita de papa ya llego… — murmuró Natasha.

—¿La conoces?

—Es la hija de Howard, Antonia —le contestó Bucky en un tono demasiado neutro para ser confiable. Steve frunció el ceño.

—¿Qué pasa con ella?

—Nada —contestó Bucky en un tono defensivo.

—¡Buck!

—Creo que está loca, solo la he visto un par de veces y murmura por lo bajo cosas muy extrañas. —Respondió Bucky.

—Dicen en el bajo mundo que paga una fortuna por cualquier forma de veronal, en polvo, inyecciones, jarabe, cualquier cosa. Parece que es adicta. —Complementó Natasha.

Veronal. Esa maldita droga. Si su memoria no le fallaba era la primera droga sintética creada, pero no estaba seguro. Había sido empleada desde que podía recordar para tratar la ansiedad y sumía a las personas en un estupor escalofriante. Bastaban muy pocas dosis para crear dependencia, su padre se había vuelto adicto y había golpeado a su madre por dinero para comprar más, al final, una sobredosis lo mató. Habría jurado que un par de años antes la droga había sido retirada del mercado.

Pero ella era una Stark. Lo que un Stark quería, lo conseguía.

La mujer miró a todos con fría indiferencia y se sentó en uno de los sofás del rincón, sacó un frasquito de su cartera y le dio un buen trago. Las conversaciones continuaron más furiosas que antes. Gracias a sus sentidos agudizados, pudo escuchar a hombres de su edad o mayores murmurando por lo bajo lo que harían de tenerla por esposa. Algunos la encerrarían en un psiquiátrico ni bien firmados los papeles y otros la mantendrían por su atractivo, luego de educarla un poco, claro.

Steve se puso furioso, una mujer nunca debía ser tratada de esa manera. Jamás. Bajo ninguna circunstancia. Sin importar lo loca que estuviera.

Vio a Howard enojado acercarse a ella. Si no la estuviera mirando fijamente, se habría perdido el estremecimiento que la recorrió cuando vio a Howard. Este le quitó el frasco.

—¡Devuélvemelo!

—¡Maldita sea Antonia! ¡Es que no puedes hacer algo bien por una puta vez! ¡Deja eso! ¿Cómo puedes ser tan egoísta?

—¿Quién te entiende, papi? Dijiste que viniera esta noche, no en qué estado tenía que hacerlo.

—¡Deja de beber eso! ¡Los rumores corren!

—¡Oh! Casi veinte años y sigo sin entender la forma de complacerte… recuerdo cuando insistías una y otra y otra vez para que tomara mi medicina, ahora que la bebo como una niña buena, eso ya no te gusta… —se quedó mirando al infinito como si estuviera pensando en algo más, luego parpadeó y le sonrió a Howard— por cierto, olvidé que tu amado capitán está aquí, me imagino el chasco que va a llevarse al descubrir el desperdicio humano que eres.

Howard se puso rojo de la furia y agarró con mucha fuerza la muñeca de la señorita Stark. Steve sabía que romper huesos no era tan simple como parecía, pero con lo menuda que ella era lo temió. Iba a acercarse cuando Howard soltó el brazo dejándole marcas rojas de una mano, al día siguiente tendría moretones. Howard se fue llevándose su frasco y en cuanto desapareció de su vista ella sacó otro.

Ella rechazó un par de ofertas para bailar y luego sacó una libreta de su bolso, comenzó a garabatear cosas mientras murmuraba por lo bajo. Steve se acercó y vio su dibujo, parecía una maquina pero no podía estar seguro. Ella levantó la mirada y casi tuvo que retroceder por la fuerza de la misma.

—Soy Steve Rogers, es un placer conocerla señorita —le tendió la mano y ella correspondió al saludo. Un cosquilleo lo recorrió por el contacto.

—Lo más probable es que ya sepa quién soy capitán, Antonia Stark, la loca, drogadicta y todo lo demás que murmuren sobre mí.

—¿Todo es cierto? —preguntó con cierto grado de sorpresa.

—La locura es relativa señor Rogers y el veronal y yo tenemos una relación de amor y apoyo mutuo.

Por la forma en la que entonó las palabras, le dio la impresión de más que adicta, lo bebía para evitar tirarse por una azotea.

—Ya veo, ¿No será muy descortés de mi parte preguntarle qué es esto? —dijo señalando el cuaderno.

—Quisiera hacer películas fotosensibles más prácticas y precisas, espero lograrlo con esto. —Dijo en un tono normal pero sus ojos la delataron.

Eran los ojos de los veteranos, aquellos que han visto mucho y son silenciados porque nadie quiere escucharlos. Tal vez estuviera loca o tal vez no, pero no perdía nada por escucharla.

—Espero pueda disculpar mi ignorancia, señorita Stark, pero las únicas películas que conozco son las que veo en el cine, cualquier otra es desconocida para mí. ¿Podría explicarme, si no es mucha molestia para usted?

El cómo sus ojos se iluminaron y el como ella sonrió en respuesta le indicaron que había dicho lo correcto, ella se corrió e hizo un gesto para que se sentara a su lado, Steve lo hizo.

—¿Sabe lo que es la holografía, señor Rogers?

Steve negó con la cabeza.

—Temo que cada vez estoy arruinando más mi mala primera impresión.

Ella soltó una risita ante ese tonto intento de flirteo.

—Es más fácil de lo que parece. La holografía es una técnica fotográfica en la que...

Ella le explicó y siguieron hablando por horas. Steve había descubierto una fascinación por la holografía. Esa mujer era fascinante, lista, atractiva y muy carismática. Por primera vez en quien sabe cuánto tiempo, no se sintió como un anciano hastiado de la vida.

Pero lo que derritió el corazón de Steve, fue que durante su larga conversación ni una sola vez tomó aunque fuera un sorbo de veronal.

En cuanto la fiesta acabó se reunió en el auto con Buck y Tasha. En cuanto se acomodó, se le lanzaron encima como lobos hambrientos, tal parecía que su charla con la señorita Stark había sido toda una sensación entre los invitados.

—¿Y? ¿Qué tal te fue con la señorita Stark? ¿Confirmaste lo que todos sabemos? —preguntó Tasha.

—No sé lo que saben o lo que no, pero Antonia Stark es una señorita encantadora que vale la pena conocer.