Disclaimer: One Piece y sus personajes le pertenecen a Eiichiro Oda.
Zoro tenía su rostro tapado por sus manos. El peliverde no podía creerse lo que había pasado. ¿Por qué a ella? ¿Por qué tenía que ocurrirle esto? Intentaba buscarle cualquier tipo de explicación posible, pero no la había. Él era un hombre honrado, no tenía ningún problema de ningún tipo. Por lo tanto, ¿Por qué tenía que pasarle aquello?
-¡Joder!-grito, mientras se levantaba rápidamente.
Incapaz de soportar más la rabia y la frustración contenida, comenzó a golpear bruscamente la esquina de una cómoda. La golpeo tantas veces seguidas, sin detenerse ni un instante, que acabo rompiéndolo por completo. Pero solo se dio cuenta de esto, cuando sintió que su mano no volvió a tocar la madera. La miró y pudo comprobar que la tenía llena de sangre.
Aquel día había sido un infierno, pero no podía creerse que hubiera podido llegar a ser peor. Había pasado días sin saber nada de ella, él pensaba que era debido a la discusión que habían tenido. Se sentía como un completo idiota por haber supuesto que aquella sería la razón.
La conocía de sobra, y sabía, que por muchas discusiones que tuvieran, alguno de los dos siempre daba su brazo a torcer, siempre intentaban hablarlo en busca de una solución, porque en el fondo, los dos se necesitaban mutuamente, se querían.
La relación que tenían era realmente turbulenta, nunca paraban de discutir, para luego hacer las paces. Pero al peliverde le encantaba. Le encantaba su manera de funcionar juntos. Le encantaba sentir la adrenalina corriendo por sus venas cada vez que se gritaban el uno al otro, y le encantaba aún más sus placenteros encuentros posteriores.
Para él aquella discusión solo había sido una más. Había pasado los días esperando a que ella llamase, al ver que eso no ocurría, él lo hacía, pero nadie contestaba. Lo único que se le ocurría pensar era que ella se estaba haciendo la difícil. ¿Pero cómo podía ser tan idiota? Claro que ella no estaba haciendo nada de eso.
Por su mente no paraban de pasar un millón de preguntas ¿Qué le estarían haciendo? ¿Cómo se encontraba? ¿Por qué le habían hecho eso? ¿Estaría viva? No. No podía pensar eso. Simplemente no podía. Ella no podría estar muerta.
Sonó el timbre de su casa, lo que le saco de sus pensamientos. Fue corriendo hacia la puerta, con la falsa esperanza de que aquello solo se trataba de una estúpida broma suya. Cuando la abrió, no pudo evitar desilusionarse por completo al comprobar que quien llamaba era, su mejor amigo y rival, Sanji.
-¿Cómo estás?- le preguntó preocupado mientras entraba a su casa.
-¿Cómo quieres que este?- le contesto este bruscamente.
-¿Qué te has hecho en la mano?-le pregunto cuando se la vio completamente ensangrentada y goteando algunas gotas.
El peliverde se había olvidado de aquello y fue a por unas vendas para tapar la herida. Ninguno de los dos sabía que decir. Ambos estaban en shock. El rubio fue la primera y única persona a quien llamó para contarle la última noticia que había tenido de ella. Sanji se sentó en un sillón mientras encendía un cigarrillo.
-Lo que dijiste antes… ¿era en serio?- fue lo único que llegó a preguntarle.
-¿Crees que me inventaría algo como eso?- le gritó el peliverde.- ¡Lo único que esperaba era que se tratase una puta broma suya para sacarme algo de dinero!
-Ella no es capaz de hacer eso. Ni siquiera por dinero.
-Lo sé- suspiro y se sentó en frente suya en otro sillón- pero necesitaba pensarlo. Es solo… que… imaginarme que es lo que le están haciendo…
-¿Tienes la llamada grabada o algo?
-No.
-Lo que más extraño me parece… es que haya pasado así, de repente, es decir, ¿no se ha comportado de alguna manera extraña ni nada?
-Bueno, últimamente estaba bastante inquieta, pero no le preste mucha atención, no creía que ella estuviera en un lio ni nada parecido. Yo…- se rasco la nuca con su mano sana- tenía que haberme dado cuenta de que le pasaba algo. Tenía que haber estado más atento… Esto es culpa mía.
-No te culpes.
-¿Cómo quieres que no lo haga?- le soltó bruscamente y le señalo con su mano.-Además, ¿cómo es que tú estás tan tranquilo? Deberías estar intentando matarme o algo.- dijo señalándose a sí con sus últimas palabra.
-Tu no la has secuestrado.- le contestó secamente.
Los dos se habían quedado un instante pensando en que hacer o decir. Ninguno de los dos sabía cómo llevar aquella situación. Pero al final, el peliverde volvió a hablar.
-No sé quién lo habrá hecho, ni donde estará. Pero pienso encontrarla, pase lo que pase, ocurra lo que ocurra. La encontraré y mataré a esos hijos de puta.
-Yo te acompañare. Y más les vale que no le hayan hecho nada.
Esta sería la primear historia de crimen que escribo, y espero que os guste.
Por favor, dejar vuestros comentarios
