No volvería a permitirlo, sentía que estaba fuera de su propio control. Aquel sofá, aquella casa, aquellas manos que simplemente colgaban con abandono…

Se toco el ahora levemente ondulado cabello castaño oscuro, aquel que una vez pareció un nido de ratas, ella siempre había sido la más lista, ella siempre conseguía aprender a evitar lo negativo? Como le podía haber pasado aquello en medio de una guerra? Un mortífago un maldito mortífago había sido capaz de ver más allá que cualquier otra persona con solo pronunciar un hechizo! Como ella Hermione Jane Granger había dejado que entrasen en su mente y la leyesen con tanta facilidad? No podía dar crédito de ello, la habían atacado donde más le dolía por que no supo cerrar las puertas de su mente a tiempo. Ella.

Greyback había intentado lo último en aquel callejón del derrumbado castillo, dándose por vencido por la destreza de la joven bruja, decidió que lo mejor sería atacar su mente, y le resultó fácil dejándola completamente inconsciente a los pocos minutos, y casi matándola si no fuese porque una maldición imperdonable lo había alcanzado de pleno. Una maldición imperdonable de una varita desconocida. O eso creía el casi hombre lobo.

Pero ya habían pasado tres meses desde el fin de la guerra, desde que todo pareció salir bien, a pesar de que la muerte y el desastre seguían presentes en cada esquina del mundo mágico, y ahí estaba ella, tirada en el sofá esperando a poder volver al que siempre fue su hogar a cursar el último año de recuperación. Sabía que Harry y Ron no irían con ella. No. El quidditch y la suprema obsesión con ser aurores era mucho más interesante que terminar sus estudios, hizo un gesto de obviedad. Ironizaba demasiado consigo misma, debería empezar a preocuparse. Rió en su interior.

Lo que sí que tenía claro era que conseguiría evitar lo que había pasado, debería aprender a controlar su mente, hacerla más fuerte, más difícil de penetrar, debía curar la enorme herida que tenía su ego en esos momentos. Pensó en hablar con Dumbledore en cuanto le diesen el alta en San Mungo, después de todo, la "no-muerte" y un viaje al limbo por unos meses dejaban agotado a cualquiera y el anciano director no iba a ser menos.

Pero la verdad no estaba segura de tener el valor suficiente, teniendo en cuenta el único nombre que golpeaba su mente al pensar en pedir ayuda con la legeremancia. No. Esa no era una opción. Él la odiaba, ahora aun más si eso era posible, y prefería quedarse con la frustración a tener que cargar con un saco de sarcasmos e insultos.

Eso sin tener en cuenta que muy posiblemente se reiría de ella…

Escuchó un sonido en la chimenea, dio gracias a que alguien la sacase de sus pensamientos.

-adelante…- se levantó del sofá inmediatamente l ver el largo cabello pelirrojo aparecer entre las llamas verdes

-Ginny!- La abrazó con todas sus fuerzas.

-ei, ei, ei, eiii… tranquila Herms o me ahogaras antes de que entre!- las dos rieron.

-te he hechado de menos…

-yo también… Harry manda saludos, tenía que ir a presentar la solicitud al ministerio… ya sabes- Hermione asintió, e hizo aparecer un par de tazas de té en la mesilla.

-ven siéntate…- Ginny la siguió.

-siento el desorden… no he estado haciendo muchas cosas estos días…- Ginny sonrió.

-no me digas… sigues pensando en esa tontería de la legeremancia…- Hermione la fusiló con la mirada.

-no es ninguna tontería ginny, podría haberme matado, ese sucio… - se quedó callada.

-no se como lo harás entonces Herms… le pedirás ayuda a Dumbledore?- ella asintió, pero su mirada se perdió al momento.

-ya sabes a quien te recomendará para dar clase verdad?- Hermione la miró triste.

-no quiero enfrentarme a él…- Ginny se sintió mal por su amiga, pero debía ser fuerte como siempre lo había sido, no le valía el miedo que podría tener a las reacciones de aquel hombre que a ella jamás le terminaría de convencer.

-solo tú puedes decidir arriesgarte o no Herms… sabes cómo es- ella asintió y ambas continuaron con el té mientras cambiaban de tema de conversación. Ginny se quedó en casa con Hermione, después de lo de sus padres se había convertido en su casa y no le vendría mal tener a Ginny con ella, hasta que unas semanas antes del inicio del curso decidieron comenzar ahacer las maletas para ponerse al dia y poder pasar un tiempo tranquilas en el castillo.

Ginny miró a Hermione antes de que ambas entrasen en la chimenea.

-preparada?- Hermione sonrió tragándose el miedo que sentía por como estaría todo.

-preparada.

Todo se convirtió en una enorme masa borrosa tras aquello no soltó la mano de Ginny hasta que sintieron la fresca y mojada hierba que jamás podrían confundir bajo sus pies.