Bienvenidos a otra de mis locuras nocturnas. Bien, lo primero que quiero advertirles es que la historia esta basada un poco en "Las ventajas de ser un marginado" y se me ocurrió poner a Yoh porque me encanta su forma de ver la vida (a relajarse y escuchar música ;P). Pero aún así a los que se hayan leído el libro o visto la película tampoco se esperen muchas coincidencias, mi idea se desarrolló en base a eso pero no se esperen una historia parecida a la del libro. También les sugiero que para entender mejor la historia escuchen "Infinite" de Arshad, ya que expresa (a mi parecer) muy bien lo que quiero reflejar con esta historia =D
Sin más solo añadir que el personaje de Yoh no me pertenece, es del creador de Shaman King y yo solo lo cogí prestado para mi locura. El otro personaje es de mi invención, al igual que la historia ^^
Espero con ansía sus comentarios/críticas/opiniones y demás que quieran dejarme n_n
~Laylah~
Reto: Aprender a vivir en una semana
Nunca me sentí identificada con mi nombre, de hecho aún ahora sigo sin comprender como mis padres pudieron ponérmelo, quizá esperaban que fuera diferente, alguien que concordara con ese nombre. De todos modos no tiene importancia, y como no es relevante no lo diré; en este momento lo único realmente importante es mi vida anterior a esta semana. Siempre e sido una chica normal, de esas que no resaltan, de las que te cruzas por los pasillos de la escuela pero en las que nunca se te ocurriría fijarte. Pelo oscuro que no resalta, piel blanquecina que pasa desapercibida y ojos marrones ocultos por un largo flequillo sin arreglar, la típica chica que esperas encontrar en todos lados. Pero un día, sin más, todo cambió; bien, realmente no fue todo tan de repente, si hubo una razón y esta tiene nombre y apellidos, Yoh Asakura. A simple vista no parece tan increíble ni especial, un chico normal de pelo y ojos castaños, con cara de aburrido y siempre con cascos en la cabeza. Lo impresionante de él era su forma de ver la vida, o más bien la manera en que la vivía; y eso precisamente fue lo que aprendí de él, a vivir.
Día 1: Jueves 22 de abril de 2011
El día comenzó como cualquier otro, levantarse, vestirse, desayunar e ir al instituto, todo por ese orden, sin cambios, pura rutina. Una vez en clases las cosas podían variar un poco, puede que algún profesor se retrasara o incluso enfermara y tuviéramos hora libre, pero poco me importaba a mi eso, de todos modos mi día variaba poco. Pasara lo que pasase siempre acababa al final de la clase, escondida en un rincón, invisible para el resto de mis compañeros. Y es que, a pesar de no ser lo que se conoce como una "nerd", tampoco era demasiado popular; esto se debía sobretodo a mi incapacidad de relación con otras personas, simplemente no era muy habladora y esto al final acababa cansado, haciendo que la gente optara por dejarme en paz. Siempre había sido así y no me incomodaba, entendía a todos los compañeros que me ignoraban, yo misma provocaba mi propio aislamiento y lo aceptaba, incluso se podría decir que "vivía feliz con ello".
Ese día en particular nada varió, las clases siguieron como siempre, al igual que mi vida social. Pero a la vuelta a casa sucedió algo extraño, imprevisto; un chico reparó en mi presencia. Estaba sentada en un parque, esperando a que se hiciera tarde para volver a casa, a fin de cuentas cualquier padre se extraña si su hija adolescente vuelve derechita a casa desde el instituto y los míos aún tenían la esperanza de que me relacionara como cualquier otra persona; por lo que para contentarles me sentaba una media hora en un parque cercano, observando a la gente de mi al rededor. En esas estaba cuando noté la mirada de alguien, un chico al otro lado del parque me observaba detenidamente, como analizándome hasta que pareció decidirse a acercarse a mi.
-¿Te pasa algo?- preguntó directo, sin presentaciones ni formalidades, se plantó delante mía y dijo lo que rondaba por su cabeza.
-No, nada- respondí seca, de la única forma en la que sabía.
-¿Por qué estás aquí sola?- volvió a preguntar, esta vez sentándose a mi lado, como si pretendiera entablar una larga conversación conmigo.
-Estoy esperando a que se haga tarde para volver a casa- no necesitaba mentir ¿Para qué? De todos modos pronto se iría y podría continuar con mi rutina de soledad.
-¿Y por qué esperas a que se haga tarde? ¿No sería más fácil volver directamente?- otra vez con preguntas que no acababan.
-Si vuelvo tan pronto de clase mis padres se extrañan, así que espero un rato para que no me digan nada- solté, no es que quisiera resultar cortante, simplemente me salía solo, no sabía de otra forma de hablar con las personas.
-Suena lógico, pero ¿no sería más divertido si esperaras con tus amigos?
-No tengo- hablé de forma tan natural que creo que se sorprendió, no me importaba admitir mi falta de amistades ni tampoco sentía tristeza alguna por ello, había aprendido que no merecía la pena preocuparse por esas cosas.
-Vaya, entonces no me extraña que tengas esa cara tan aburrida- dijo con una risita.
Ante esto no pude por menos que sorprenderme ¿Se estaba riendo conmigo? Le miré confundida y solo entonces reparé en su ordinario aspecto, casi tan normal como el mío, lo único que resaltaban eran los cascos naranjas sobre su cabeza, que contrastaban con el pelo castaño. Pero mi intriga y sorpresa duraron poco, me encogí de hombros y miré el reloj, aún me quedaban 10 min de espera.
-¿Te molesto?- otra pregunta extraña, a la que me giré con cara interrogante, había logrado picar un poco mi curiosidad.
-No ¿Por qué deberías molestarme? Solo estás sentado a mi lado sin invadir mi espacio personal- comenté extrañada, sin entender la razón de su pregunta.
-Pero te estoy hablando y no pareces muy interesada en la conversación- él también me miraba y los penetrantes y expresivos ojos marrones reflejaban casi la misma curiosidad que los míos.
-No me importa contestar preguntas sobre mi, pero como todas esas cosas ya las sé no estoy realmente interesada en respuestas que ya conozco.
Me extrañó que el chico empezara a reírse de nuevo, como si mi respuesta fuera graciosa o alguna clase de broma. Al verle reír la curiosidad empezó a extenderse por mi interior, preguntándome en por qué de su risa.
-¿Por qué te ríes?
-Me hace gracia lo sincera y directa que eres, además que tienes razón, nadie está interesado en una conversación donde ya sabe las respuestas- volvió a comentarlo con una risilla y me quedé igual de extrañada aunque esta vez decidí no preguntar nada.- Y bien ¿Quieres saber algo de mi?
-Realmente no tengo ninguna curiosidad que puedas responder- a muchos les parecerá inadecuada mi forma de hablar, pero estaba acostumbrada a ser sincera e ir directa al grano, si el chico no me interesaba, no me interesaba.
-Guau, creo que nunca me habían respondido así. Mejor, me gusta la gente sincera- rió por lo bajo, no parecía afectado por mi falta de delicadeza.- Pues, aunque no te interese, mi nombre es Yoh y acabo de llegar a Tokio para participar en una competición que se celebra esta semana.
No comenté nada, ya que tampoco me interesaban demasiado su nombre o sus razones para estar en Tokio, había miles de personas en la ciudad y estaba segura de que cada una tendría su propia razón para estar aquí, si no me interesaba por las del resto de personas de la ciudad ¿Por qué me iban a interesar las suyas?
-Veo que no eres muy habladora ¿eh, Chinmoku? (N/A: Significa "silencio" en japonés, puesto que no quería ponerle nombre la llamaré con este mote "cariñoso" de Yoh)
-¿Chinmoku?- pregunté intrigada, aquella forma de llamarme si me interesaba.
-Jajaja, si claro, como aún no me has dicho tu nombre tenía que buscar una forma de llamarte y creo que Chinmoku te pega bastante ¿no crees?
Volví a encogerme de hombros y miré a otro lado, después de todo tampoco era tan original, acostumbraba a quedarme en silencio así que tampoco creía que lo hubiera tenido que pensar mucho. Miré el reloj por segunda vez, 5 min para volver a casa y poder comer algo sólido.
-¿Me dirás tu nombre?- el chico era más insistente de lo que pensé en un primer momento, tenía más aguante que la mayoría de mis "conversadores".
-Si lo quieres saber no tengo inconveniente- dije simplemente, revelando sin más mi identidad, o al menos la que ponía en mi ficha de nacimiento.
-¿Por qué eres tan callada?- al parecer el tal Yoh era bastante directo, eso o simplemente se acoplaba a mi propia forma de dirigirme a las personas.
-No tengo nada que decir- dije despreocupada, aunque lo consideré innecesario pues esa razón me parecía obvia.
-Jajaja, eres divertida Chinmoku- comentó despreocupado, como si lo que acabara de decir fuera una broma en lugar de una obviedad.
Continué con mi habitual silencio, haciendo honor al apodo que el chico acababa de ponerme, como si le estuviera confirmando que el nombre por el cual me llamaba encajara a la perfección conmigo.
-¿Tu nunca te diviertes Chinmoku?- preguntó de repente, volviendo a captar algo de mi curiosidad acerca de cómo funcionaría su mente.
-Depende de lo que entiendas por divertirse- respondí, no muy segura de lo que quería decir realmente con eso.
-Pues... No se, divertirse. Salir, entretenerse, jugar, reír... en fin, hacer cosas divertidas.
-Bueno, nunca e salido a jugar o a reírme con gente, así que supongo que no- comenté extrañada por su definición.
-¿Entonces qué haces en tu tiempo libre?- el parecía aún más confuso que yo.
-Depende, hay días que hago deberes o estudio y en los días que no tengo que hacer nada leo o veo películas.
-Bueno, vamos avanzando ¿Y te entretiene leer o ver pelis?- parecía desesperado porque yo tuviera algo parecido a la diversión en mi vida.
-Me hace pasar el tiempo- era la verdad, tampoco se me ocurría que más decir, pero empezaba a sentir curiosidad por saber a dónde quería llegar con todas estas preguntas.
-Con eso no vale, tienes que hacerlo porque te gusta, que te apasiona y te encanta hacerlo. No para pasar el rato, si no porque estás deseosa de hacerlo.
-Lo cierto es que no hay ninguna cosa que me emocione tanto- perdí el interés de nuevo en la conversación, si todo lo que quería era comprobar que prácticamente no disfrutaba con nada eso no me interesaba, yo ya lo sabía de antemano, no hacía falta dar tantas vueltas.
-Tiene que haber algo- pareció pensativo durante un momento, como si de verdad le interesara hacer que algo me emocionara.- ¡Ya sé! Si no hay nada es seguro porque no lo has probado todo, si te enseño todas las cosas que se pueden hacer seguro que alguna te gustará.
Parecía emocionado y completamente seguro de ese plan, como si hubiera dado con la solución a todos los problemas del mundo. Me impresionó su seguridad y empecinamiento por conseguir algo con lo que yo pudiera disfrutar, me parecía demasiado para un chico que no me conocía de nada.
-¿No te emociona la idea? Bien, a ver con esto... Hagamos una apuesta.
¿Apuesta? Eso quizá si consiguiera llamar mi atención y es que, a pesar de toda la insensibilidad y desinterés que me caracterizaban, siempre había sentido una especial atracción por las apuestas. Me encantaba tener razón en algo y poder demostrarlo, en definitiva, ganar.
-¿Qué clase de apuesta?- a pesar de lo que pudiera parecer no desconfiaba del desconocido, al contrario, era como si supiera que podía confiar en él, había algo que me impulsaba a creerle.
-En una semana aceptarás que te enseñe todas las cosas divertidas que se me ocurran, sin importar el momento ni el lugar, solo dejarás que te lleve y punto- parecía haberlo meditado durante un rato.- Si consigo que algo te guste tanto como para querer hacerlo siempre tendrás que divertirte y ser más sociable y abierta.
-¿Y si no hay nada?- no me gustaba nada la idea de tener que esforzarme por entablar conversaciones y conseguir amigos, eso nunca me había interesado y para ser sincera me daba pánico enfrentarme a las personas con las que solía ser indiferente.
-Mmmm... Haré todo lo que tu me digas durante una semana, para recuperar la semana en la que te arrastro a todos sitios- parecía muy orgulloso de su ocurrencia, como si lograr que algo de él me interesara fuera toda una proeza.
Mi reloj ya marcaba la hora de irme y sin añadir más asentí con la cabeza y sellamos el trato con un leve y rápido apretón de manos, como si de unos ejecutivos se tratase. Me alejé del parque con un montón de dudas en la cabeza ¿Por qué había aceptado la apuesta? ¿Es que acaso me interesaba lo que pudiera enseñarme? ¿Si quiera sabía si el chico era un secuestrador que planeaba matarme? Me sentí estúpida por aceptar algo de un chico del que apenas sabía el nombre, no era propio de mi, pero en ese momento me pareció la mejor idea. Era todo muy extraño, pero fue como si Yoh, con una simple propuesta, hubiera logrado sacar algo dentro de mi, aunque fuera solo mi amor por las apuestas, que me había impulsado a aceptar tal tontería.
Lo único que no pasó por mi cabeza en aquel momento fue que el chico sabía tan poco de mi como yo de él ¿Cómo se suponía que me buscaría esta semana para llevarme a no-se-que sitios que se le ocurrieran? Pero pronto descubriría que eso no sería problema para un chico como Yoh.
