Título: Poderes y personalidades
Claim: Kaburagi Kotetsu, Kaburagi Kaede
Notas: Spoilers (?.
Rating: T
Género: Friendship/Family
Tabla de retos: Abecedario
Tema: 60. Pasión
Cuando descubrió que era una NEXT no se lo podía creer, es más, en secreto hasta tuvo que pellizcarse para saber si no estaba soñando, sumergida en esos escenarios borrosos en los cuales luchaba al lado de Barnaby. El dolor que sintió en su brazo le indicó que todo era real, justo como la brisa en su rostro el día en que corrió detrás del tren de su padre, preguntándole por una promesa que tuvo que esperar.
Pero si se sintió asombrada de saber que había heredado un poder que pocos poseían, cien veces mayor fue su estupefacción cuando supo que su padre era un héroe, un portador del gen NEXT justo como ella. Y eso lo explicaba todo, de seguro. Las mentiras y planes cancelados, la ausencia y las excusas baratas, pero sobretodo la vitalidad que sintió cuando copió su poder, un montón de adrenalina corriendo por sus venas, como sangre caliente, llamándola a hacer todo tipo de locuras. Una parte de su padre.
Kaede comenzó a pensar si los poderes eran acordes a las personas una vez el poder de su padre se desvaneció, tras la milésima vez en que tropezó con un desconocido en la calle y éste le pasó otro poder extraño y difícil de controlar. Comenzó a pensarlo y también a sopesar si se estaba volviendo loca y veía cosas donde no las había, como personalidades en los poderes, como acordes en una melodiosa canción.
No cabía duda que su padre era un hombre extraño, al que a veces no llegaba a comprender del todo, pues solía esconder las cuestiones importantes debajo de una máscara en forma de sonrisa despreocupada. Era un hombre extraño, pero su poder le decía mucho de él, aquellos rasgos que tardaría un poco más en descifrar, conforme los días compusieran meses y años. Había pasión y calidez en ese poder, un poco de salvajismo también, propio de los chicos de su edad y que ella observaba desde lejos en su escuela. Había una sonrisa amable, un afán por proteger incluso a costa de mentiras.
Duraba muy poco sí, cinco minutos y ahora cada vez menos, cada vez que el calendario daba un salto, pero ella sabía que no era necesario más tiempo, porque con mínimo cinco minutos de estar escuchando chistes de Kotetsu Kaburagi, con mínimo un minuto de una sonrisa, el mundo parecía ponerse de nuevo en orden, justo como debía ser.
Quizás después de todo, los poderes eran acordes a la personalidad, como Kaburagi Kotetsu lo era a su apodo de tigre salvaje.
