Hola!

Yo aquí con un nuevo proyecto que lleva gestándose algunos meses...

He decidido descansar un poco del suspenso e intentar algo más angustioso... Por otro lado, este fic tendrá un rol más protagónico para Eren. Es un proyecto mediano, entre 10 y 15 caps... Y nada, es RIREN. Así que a disfrutar!

Disclaimer: Shingeki no Kyojin no me pertenece sino a su respectivo autor. Esto se hace sin fines de lucro.


Prólogo: La noche de la desgracia

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... Y fueron sus sueños, quienes se escurrieron sin avisar dónde, los que lentamente lo llevaban de vuelta al frío despertar.

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Hay situaciones en la vida que te llevan a pensar seriamente en lo que haces. Levi Ackerman condujo seguro por la conocida ruta a la que una vida matrimonial de siete años lo había adiestrado. No había hoy en día ser humano cualquiera que pudiese aseverar que aquel hombre con mirada fría, labios rígidos y, aun así, gesto cobarde fuese el mismo que entregó su vida al cuerpo policial de Venecia. De aquel hombre valiente y de valores intachables solo quedaba una sombra ambigua y desigual que no llevaban a conclusión alguna. Apretó con demasiada fuerza el timón entre sus manos mientras trataba de ignorar por todos los medios el sollozo continuo de su esposo.

Eren Jaeger se desvivía en un llanto sin fin mientras buscaba en su garganta rota aquellas palabras que lo arrastraron en infinitas noches de insomnio. A sus veinticuatro años, con una carrera todavía por concluir, un trabajo de asistente en una editorial que poco tenía que ver con la profesión que estaba construyendo con tanto esfuerzo y un perro de nombre Septiembre, llevaba poco menos de diez años casado con quien consideró siempre el hombre de su vida. Él siempre supo que lo suyo no eran las mujeres y, en realidad, sería demasiado pretencioso declarar que las pollas sí le iban, porque en toda su vida de mocoso –como bien le gustaba a Levi recalcar- solo tuvo un único y verdadero amor. Pero aparentemente se equivocó en pensar que los amores eran tal cual los cuentos de hadas pintaban con coloridas letras y sus animales cantarines; en la vida real no existían los finales felices para siempre ni los comieron perdices. No, y ahora lo sabía, con pruebas contundentes, que su castillo de naipes de puro corazón rojo carmín fue tan solo una construcción frágil como su base. Tragó duro una nueva oleada de dolor mientras observaba un par de pantys rojo escarlata –tal y como la sangre- claramente femeninas situadas de forma despreocupada en el compartimiento donde su marido siempre guardaba los papeles del automóvil.

- ¿Por qué?

La voz se le escapó rota y perdida, apagada y muerta. Pero Levi no respondió ni a su pregunta ni a su mirada lastimera; no, él siguió con su función de conducir hasta el hogar que por ahora compartían. El sollozo volvió a inundar el automóvil y las palabras inentendibles del menor seguían retumbándole la paciencia y haciendo un hueco que no supo identificar en alguna zona de su pecho. No, culpa no era, porque no sintió ni cosquillas del sentimiento culposo aquella mañana en la que empotraba a Rebecca contra el asiento del copiloto en un estacionamiento desolado; o por lo menos eso aseguraba él. Seguro era la tonalidad aguda y miserable que le irritaban sus delicados oídos, o la forma poco precisa en la que el joven terminaba sus oraciones. Frunció con mayor ahínco sus cejas, aprisionando entre sus manos el timón con más fuerza de la necesaria; estaba seguro que si Eren no se callaba en ese preciso instante, él mismo se encargaría de hacerlo de la forma que bien él sabía hacerlo.

- ¡Puedes cerrar la puta bo-!

- ¡Cuidado!

Y el menor lo devolvió a la realidad, fueron cuestión de segundos pero todo ocurrió a tiempo. Pisó el freno y el chirrido de las llantas no se hizo esperar; medio segundo después un camión de tamaño colosal pasó a gran velocidad justo frente a ellos. Ackerman, quien andaba más metido en sus pensamientos que atento a su alrededor, no pudo prever el enorme vehículo de carga que pasaba a gran velocidad en el siguiente cruce a pesar que la luz del semáforo indicaba lo contrario. Pero fue Jaeger, quien lo obligó a frenar de sopetón tras percatarse del terrible accidente del cual serían víctimas. Ambos soltaron una exhalación audible, pero la calma duró poco al regresar los pies sobre la tierra.

- Hablaremos en casa.

Fue todo lo que soltó el mayor tras retomar el camino y conducir con el silencio del menor haciendo eco en el interior del coche.

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Fue cuestión que solo pusieran cada uno un pie fuera del vehículo para que los reclamos del castaño hicieran acto de presencia nuevamente. Él lo sabía, siempre lo supo. Pero hizo de ojos ciegos ante la actitud desinteresada de su marido; lo atribuyó al trabajo, a su carácter renuente a las emociones, a la edad, a la rutina a la que su matrimonio fue sometido año tras año, pero jamás quiso aceptar la posibilidad de una tercera persona en la ecuación que solo debió ser de dos variables. No, Levi no llegaba tarde los fines de semana porque hubiese alguien más, sino porque era un hombre dedicado a su trabajo, tampoco evitaba hacerle el amor por falta de entusiasmo, sino porque el cansancio a veces -siempre- podía más con él, y menos consideraba que aquellas llamadas escondidas o no atendidas en su presencia se debieran a algo malintencionado y oculto, sino porque los temas de trabajo se dejaban de puertas para afuera. Para todo encontró una excusa y no quiso escuchar lo que Mikasa se desvivía advirtiéndole, tarde tras tarde. Sin embargo, a todo le llega su final y toda verdad será develada tarde o temprano. Y en aquella noche, tras ser recogido por su marido como cada jueves después del trabajo, pudo por fin acallar los rumores que su inconsciencia le susurraba en forma de pesadillas repetitivas.

- ¿Tan mal esposo soy para que me engañes de esta forma?

- ...

- ¿Y planeabas decírmelo algún día?

- ...

- ¡Responde, por el amor de Dios! ¡Estoy harto de tanta mentira! ¡Solo quiero saber si todo lo que vivimos juntos fue en vano! ¡Responde, Levi, hijo de pu-!

Y sí, pudo más su dolor y su rabia para gritar de la forma en que lo hizo, pero no se quedó solo en su quehacer; porque Ackerman también se dejó embargar por el asfixiante sentimiento del rencor para responder con un golpe limpio y directo a la quijada del menor, que no solo lo tumbó, sino que además lo dejó aturdido un par de minutos.

-¡Me tienes harto, joder! ¡Cierra la puta boca de una buena vez! ¡¿Por qué no ves lo que es evidente?! ¡Sí, te engañé! ¡No fueron una ni dos veces, fueron muchas más las noches que hice míos los cuerpos de otras! ¡¿Estás contento?!

Ante el escándalo vino Setiembre corriendo cual bala disparada. Rápidamente el labrador tomó lugar al lado de Eren en postura protectora y sus ladridos no se hicieron esperar. Esta vez Levi se quedó en su sitio, observando con nulo interés el par de ojos dolidos de su cónyuge. Cogió su maletín y siguió su andar hasta las escaleras que lo llevarían a la habitación que hasta entonces compartía con el alemán.

- Irvin ya está realizando los papeles del divorcio, puedes quedarte con la casa.

Nunca supo qué fue lo que le dolió más, si el eminente hecho que su esposo estuvo ya alistando los trámites de su separación o el tono carente de sentimiento con el cual le dio la noticia. Así como estaban servidas las cosas poco o nada podía hacer. Recogió los trozos de su corazón roto y se encaminó a la cocina en busca de una infusión caliente que le meciera las penas.

Mientras tanto Levi se deshizo de su saco y desajustó su corbata. Se situó frente al espejo de cuerpo entero que tenían en la habitación y se permitió perderse por un par de minutos en el reflejo que le devolvía la mirada. Estuvo a punto de arrepentirse de sus propias decisiones, pero recordó que su vida matrimonial estaba más que jodida y que habían cosas que ya no podían salvar. Ya no amaba a Eren, y a estas alturas de la situación se preguntó si alguna vez realmente lo hizo. Tampoco amaba a Rebecca, ni a Luiza, ni a Guliana, ni a ni una de las otras mujeres que no dudaron en abrir las puertas de su intimidad para regocijarse en un par de noches de puro morbo. No, él simplemente no sabía amar, y recién a sus treinta y cuatro años fue que cayó en consciencia de aquello.

Suspiró con pesadez mientras recogía su pijama azul y escogió del estante algún libro que le hiciese olvidar todo el drama que vivió aquella noche sin siquiera pretenderlo. ¿Qué si alguna vez pensó en decirle a Eren la verdad? Quien sabe, nunca tuvo en claro si era buena idea comunicarle a su cónyuge que faltó a uno de los votos matrimoniales, lo único que tenía en mente, hasta entonces, era que tarde o temprano –y ahora sabe que resultó más temprano que tarde- terminaría pidiéndole el divorcio a su joven esposo. Irvin trató por todos los medios hacerlo desistir de su idea, pero pudo más su egoísmo y decidió que el "nuestro" que había construido junto a Jaeger había llegado a su fatídico final.

Con sus cosas en mano salió de la habitación para dirigirse a la de huéspedes. En la entrada encontró el par de ojos esmeraldas que años atrás habían sido parte de su devoción; sintió otro pequeño retorcijón de culpa instantánea y fugaz por encontrar en ellos el triste matiz de la decepción. No mencionó palabra alguna y continuó con su comedido.

Ackerman desapareció de su vista tan pronto echó el pestillo a la puerta. Resignado y cansado, arrastró su alma al interior de la habitación que tantas veces había sido testigo del torrente amor que antaño se profesaban. De repente todos los recuerdos parecieron invadirle en una infinita lluvia de agua ácida, y no pudo más que echarse a llorar por quién sabe cuanta vez en la noche. Estaba bien que digan que es un mocoso llorón, porque siempre se supo sensible a las emociones fuertes; pero nadie podría negar jamás que él amó –y ama- a aquel desgraciado que arrancó toda felicidad de su alma. Se sentó en su lado de la cama sosteniendo con pereza la compresa fría sobre su quijada mallugada. De pronto sintió la puerta abrirse, y recordó que inconscientemente la había dejado entreabierta para alimentar cualquier esperanza que aquella disputa se acabara como un simple malentendido. Pero grande fue su decepción al no ver el par de ojos platinados que esperaba ver, sino un par caramelos que venían agitando la cola y respirando audiblemente en un continuo jadeo perruno. Setiembre caminó lentamente hacia su amo con paso dubitativo y acomodó su hocico en las piernas largas del castaño. La caricia no se hizo esperar, pero bien sabía el can que hubiese preferido una más animada, justo y como estaba acostumbrado a recibir de su alegre amo.

- Estamos solo tú y yo, amigo.

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Pues, espero que haya sido de su agrado, tengo avanzado a media el cap que viene, pero tardaré en actualizar.. tal vez un par de semanas u.u... Ando haciendo malabares con mi horas.. En fin!

Cualquier sugerencia, crítica o duda es bien recibida :) ! Bonita semana para todos!