Disclaimer: Los personajes y la serie "Yu Yu Hakusho" no me pertenecen, son propiedad de Joshihiro Togashi. Yo los uso sin fines de lucro, con el único objetivo de divertir a quien lo lea. La historia y los personajes no pertenecientes a la serie previamente mencionada sí me pertenecen, prohibido su uso con o sin fines de lucro sin mí previa autorización. La primera parte es basada en el fic "viñetas" de Haruka Hikawa, dado que es el fic que me dio la idea.


Capitulo 1

Tres años habían pasado desde que Hiei empezó a trabajar para Mukuro, pero aún seguía visitando el templo de Genkai en el Ningekai con regularidad. En esta ocasión en particular se encontraba semi acostado en la rama de un árbol, como de costumbre, observando como su hermana alimentaba tranquilamente a los pajaritos. Su ropa seguía siendo la misma y su actitud había mejorado tan levemente que solo con conocerlo bien, habría como darse cuenta del cambio. Ella lo miraba de reojo, disimuladamente; para ser sinceros, Yukina ya se había acostumbrado a la presencia constante de ese pequeño demonio del fuego que parecía subestimarla, después de todo ella también era una youkai y era más que evidente que se daría cuenta de la constante vigilancia en la que él la mantenía. No se quejaba en absoluto de la situación, le agradaba el verlo constantemente. Es más la tranquilizaba, porque solo así sabía ella que él se encontraba bien, ya que Hiei en cuestión no era exactamente del tipo comunicativo. De todos modos, había una única duda que carcomía a la koorime, y esa era ¿cuándo se atrevería el demonio del fuego a decirle que él era su hermano? Por el rabillo del ojo alcanzó a verlo nuevamente, cayó en cuenta que se había quedado dormido y suspiró resignada. Ella supo prácticamente desde el principio quien era él. El que él se la pasase observándola seguramente quería decir que la quería, esa era su esperanza, sin embargo, ya llevaba años pretendiendo estar en busca de un hermano que ella hace tiempo ya había encontrado y mientras más pasaba el tiempo más fácilmente se llenaba su cabeza de dudas; quizás a final de cuentas él no la aceptaba como hermana, después de todo habían sido las de su propia raza las que lo exiliaron. Si es que él la repudiaba por eso, estaría en todo su derecho y ella debía comprenderlo, y, aún así, deseaba con todas sus fuerzas que esa no fuera la razón por la cual el muchacho se negaba a decirle de su parentesco.

Pasaron los minutos y Hiei seguía sin despertar, Yukina ya se disponía a ingresar nuevamente al templo, dejando a su hermano dormido plácidamente, cuando sintió varias presencias que se aproximaban rápidamente. La dama de hielo frunció el seño levemente, fueran quienes fueran, no venían con buenas intenciones, de eso ella se daba cuenta. Cuando los sintió cerca, como movimiento de autodefensa congeló el ambiente, como cuando estaba en la celda de Tarukane, pero eso no los detuvo, los sintió moviéndose de un lado a otro en el perímetro, rodeándola a ella y a su hermano. Se mantuvo tensa, alerta. Por su parte, Hiei empezó a abrir sus ojos, despertando de su sueño debido al frío que de repente sentía; al mismo tiempo que tres monstruos se precipitaban a atacar a Yukina. No alcanzó siquiera a terminar de reaccionar cuando las tres creaturas ya descansaban muertas en el suelo; una Yukina con cara de sorpresa junto a ellos y en el centro una chica, parada como si nada y dedicándole a la koorime una sonrisa nerviosa.

- Hola. – Dijo la muchacha mientras movía nerviosamente sus cabellos con una de sus manos.

Yukina se quedó congelada en su lugar un par de minutos antes de finalmente reaccionar. Sus ojos se cristalizaron levemente, sin llegar a soltar lagrimas y una dulce sonrisa apareció en su rostro. Segundos después ya se había lanzado a abrazar a la otra, quien la tomó en sus brazos un tanto sorprendida y depositó un beso en la mejilla de la llorosa chica para luego apartarla suavemente de sí.

- Has vuelto. – Mencionó finalmente la hermana del demonio de fuego.

- Toda promesa es una deuda. – Respondió la recién llegada bajo la atenta mirada del pelinegro que seguía parado sobre la rama del árbol.

- Espérame aquí, iré a pedirle a la maestra Genkai que te permita quedarte aquí conmigo.

Sin esperar respuesta alguna, la pequeña dama de hielo salió corriendo en dirección al templo. Hiei observaba con atención a la chica que aún permanecía afuera, quien se había sentado en el césped con resignación. Se fijó en sus largos cabellos negros, lisos en un principio, pero con leves churos y ondas al final, sujetos en una cola alta; en su piel morena, en sus ojos cafés, delineados con negro; en sus labios rosados torcidos en una leve sonrisa, en sus brazos desnudos cruzados sobre su pecho, sin ocultar del todo una musculosa blanca con unos decorados en verde ni sus manos con las uñas largas pintadas de una especie de azul claro brillante; sus piernas estaban cruzadas, estirando un poco los jeans desgastados que llevaba, resaltando al mismo tiempo las botas negras en sus pies.

- ¿Sabes? Si te doy una foto, te dura más tiempo.

Los puños del chico se cerraron, demostrando el enojo que le había causado no solo el comentario, sino también el tono sarcástico que había sido usado en el mismo. Estaba a punto de responder cuando su hermana apareció nuevamente en el jardín con una sonrisa radiante en su rostro.

- La maestra Genkai dice que está bien.

Y eso fue lo único que mencionó antes de tomar la mano de la recién llegada, obligándola a levantarse para seguirla de regreso al templo nuevamente. Unos pasos más allá se detuvo, volteó la vista atrás y sonrió un tanto tímida.

- Hiei ¿no viene con nosotras?

Como toda respuesta el muchacho dio un salto para bajarse del árbol y empezó a caminar en dirección hacia ellas, siguiéndolas. Entendiendo el mensaje Yukina se dio nuevamente la vuelta y reanudó su camino, manteniendo la mano de la pelinegra sostenida. La chica miró con curiosidad a la koorime y al demonio de fuego que las seguía, sin embargo, se limitó a encogerse de hombros sin mencionar nada y a dejarse arrastrar por la muchacha sin oponer resistencia alguna.


Hace menos de una hora que había llegado y ya se encontraba dentro de una perfectamente pulcra habitación que le había sido asignada para que pasará las noches, siendo sinceros, ella no le veía el sentido, podía haber acampado tranquilamente en algún árbol o cueva en las cercanías, pero Yukina lo había dispuesto así y ella no le daría la contra. Suspiró, había escuchado diversas historias sobre la tal maestra Genkai y su discípulo, Yusuke Urameshi, pero jamás había conocido ni al uno ni al otro. De todos modos, su sentido común le decía que la anciana aparecería en cualquier momento en su habitación para hacerle las preguntas que considera pertinentes. Removió sus cabellos con una mano, la verdad es que ese era una especie de tic que tenía, por eso los peinados nunca le duraban mucho, se la pasaba desordenando su cabello. Liberó a su melena de la cola que la mantenía presa, se acercó al bolso que había dejado en el piso junto a la cama y sacó de ahí una muda de ropa, además de una toalla.

Acababa de salir de la ducha, su cabello negro aún estaba levemente húmedo y la toalla, en el mismo estado, era sujetada por su mano izquierda. Acomodó la toalla en el filo de la ducha, para que se seque e ingreso nuevamente a su habitación, con la idea de salir por la ventana a investigar los alrededores. Estaba a punto de abrirla cuando la puerta se abrió de golpe, ella suspiró resignada y frunció levemente el seño dado que no había caído en cuenta de que alguien estaba cerca, no estaba del todo recuperada. Al darse la vuelta se encontró con el mismo pelinegro que las había seguido al templo por pedido de Yukina, ella lo había llamado Hiei. Ladeó levemente la cabeza, en un gesto de ella que significaba curiosidad.

- Hiei, ¿cierto?

- Hn.

Viró los ojos y sacudió su cabello nuevamente. Era obvio que la comunicación no era el fuerte del youkai que estaba frente a ella, pero de momento no era eso lo que le interesaba, sino el motivo que había llevado al susodicho hasta su puerta.

- Supongo que no vienes por la foto, ¿o sí? – Mencionó ella, levemente burlona.

Vio como el apretó los puños nuevamente y sonrió, divertida, no estaba segura de que era, pero había algo en ese muchacho que la hacía desear provocarlo un poco. El chico abrió la boca para responder, pero la llegada de la maestra Genkai se lo impidió.

- Supongo que Hiei viene con el mismo motivo con el que vengo yo, niña.

- ¿Y cuál sería ese motivo? Si es que se me permite preguntar, claro.

- ¿Por qué estás aquí? – Cuestionó la anciana.

- Todo lo prometido es deuda. – Replicó la recién llegada, con calma.

- Eso ya lo dijiste antes. – Intervino el muchacho.

- Porque es cierto. – Dijo la interrogada.

- ¿Qué promesa? – Mencionó la maestra, con intención de mantener el interrogatorio.

- Le prometí a Yukina que volvería a ella, estuviera donde estuviera. – Admitió la chica, encogiéndose de hombros.

- ¿Por qué? – Acotó el demonio de fuego.

- ¿Importa realmente? – Comentó la chica.

Genkai ignoró deliberadamente la pelea verbal que parecía querer dar inició en el lugar, se mantuvo al margen, encerrándose por un par de segundos en sus pensamientos. Cuando finalmente habló, el ambiente entre los dos jóvenes era claramente tenso.

- Tengo una última pregunta.

La muchacha sacudió su cabello y lanzó un suspiro.

- ¿Qué quiere preguntarme, maestra?

La mujer clavó su mirada en la chica, era de esperarse que estuviera al tanto de que ella era la dueña del templo, sino se hubiese enterado por medio de rumores, se hubiese enterado por medio de Yukina, quien parecía tenerle un gran afecto a su nueva invitada y además le había confesado que confiaba en ella plenamente. Sacudió levemente su cabeza para alejar esos pensamientos de su mente, la verdad era que ella había llegado a tomarle mucho cariño a la koorime que vivía con ella y si es que la visita ahí presente la hacía feliz, ella no se negaría.

- ¿Quién eres tú, niña?

- Mi nombre es Cho.

- No pregunte como te llamas, sino quien eres.

- Eso tendrán que descubrirlo ustedes. – Contestó ella, antes de darse la vuelta y salir de un salto por la ventana.

Hiei y Genkai se mantuvieron en silencio, viendo la ventana abierta por la cual la tal Cho había huido. Ya iban a marcharse cuando Yukina apareció, vio la ventana aún abierta y negó levemente con la cabeza.

- ¿Le hicieron algunas preguntas?

El pelinegro se mantuvo en silencio y la anciana se limitó a asentir con la cabeza. La muchacha les sonrió buscando tranquilizarlos y precedió a dar una leve explicación.

- Cho es muy reservada con sus cosas y tiende a desaparecer cuando siente que le preguntan más de lo que quiere contestar. Probablemente vuelva mañana o en algún momento de esta semana, pero definitivamente no esta noche. Todo depende.

- Ya veo. – Comentó la maestra, dándose la vuelta para marcharse, seguida del demonio del fuego.

Una vez los dos salieron de la habitación, Yukina se permitió una leve mueca de preocupación. Dejó la ventana abierta para que su amiga pudiese regresar cuando así lo dispusiera, tomó la ropa presumiblemente sucia que descansaba sobre la silla junto al escritorio y se fue de la habitación, dejando la puerta cerrada tras de sí.


Había pasado ya más de tres días desde que Cho había desaparecido del templo y aunque Yukina pretendía no preocuparse por el asunto, tanto Genkai, como Hiei y el resto del grupo se daban cuenta de la frecuencia con la que ella observaba el horizonte, como esperando algo, además de la cantidad de veces que pasaba cerca del cuarto que a la pelinegra le había sido asignado. Finalmente, durante la cena, la muchacha apareció con un ramo de hortensias en mano que extendió a Yukina sin mediar palabra. Después de recibir el agradecimiento de la youkai continuó su camino, ignorando maratónicamente las miradas de sorpresa sobre ella y el silencio que había reinado a penas apareció en el lugar, estaba a punto de salir del comedor cuando la maestra Genkai la detuvo.

- Cho, deberías quedarte a cenar con nosotros. Después de todo no te hemos visto por un tiempo.

- Lo lamento, no tengo hambre. – Buscó excusarse la aludida, clavando sus ojos chocolate en la anciana.

- Bueno, al menos podrías hacernos compañía para que Yukina se tranquilice un poco, estuvo muy preocupada por ti desde que desapareciste.

Cho simplemente se dio la vuelta y tomó asiento junto a Hiei, dado que era el único puesto libre. Yukina le lanzó una leve mirada consternada, como pidiendo disculpas por lo que acababa de suceder, mientras la maestra tenía en su rostro una leve sonrisa de victoria. El resto de la banda observaba la situación con relativo interés. Aún así, no paso mucho tiempo para que las cosas volvieran a la normalidad y la cena se volviera el caos habitual. Cho miraba con asombro las peleas simultáneas entre el discípulo de la maestra Genkai, Yusuke, y una muchacha de ojos y cabello cafés llamada Keiko, quien parecía ser la novia del chico; frente a ellos el tal Hiei sacaba de quicio a un tal Kuwabara, un joven de rojos cabellos y piel pálida, quien amenazaba con asesinar al pelinegro, siendo Yukina quien buscaba tranquilizarlos. Una chica que mantenía un remo junto a ella conversaba amenamente con un muchacho de largos cabellos rojos, mientras que la maestra Genkai comía tranquilamente en silencio, pasando olímpicamente por alto el caos en el que se veía envuelta la cena. Una pequeña sonrisa apareció en los labios de la recién llegada que con el paso del tiempo se transformó en una carcajada. Al instante la actividad de la mesa se detuvo.

- Son tan graciosos. – Anunció Cho entre risas.

Yukina sonrió ya más tranquila.

- Cho.

La aludida volteó a verla, aún riendo por lo bajo.

- Te quiero.

La pelinegra le dedicó una sonrisa sincera, se levantó de su lugar junto a Hiei, besó la mejilla de su amiga y se marchó, esta vez sin que nadie la detuviera.