Fic escrito para Bau de la actividad Mendigas Fickeras del foro Proyecto 1-8.

Características: AU. Mimi es mayor que Yamato, él está entrando en la adolescencia, ella ya está bien entrada, se pueden conocer en la escuela o fuera de ella. Cuestión que Yamato tiene un enamoramiento de Mimi-sempai durante toda su adolescencia, la ve con otros chicos y le duele pero ella siempre le regala sonrisas que le alegran el día. Llega el momento en que ella termina la secundaria pero, por alguna razón, se siguen viendo seguido (elija cuál, pero para mí puede ser porque se quedó como profesora/ayudante de alguna materia); siguen creciendo pero Mimi está cada vez más adulta, tiene un novio estable y más madura; cuando Yamato está terminando su último año de secundaria ella finalmente se va (elija dónde y por qué), pierden todo tipo de contacto (tampoco es es que hayan sido muy amigos). Pasan los años, Yamato ya es un joven adulto con título universitario y una vida que está encontrando su rumbo; y un día la ve, la encuentra, Mimi reaparece y las mariposas en su estómago adolescente vuelven a aparecer, ella se alegra de verlo, hay un reencuentro (salen a pasear, toman un café, se encontraron en un bar, lo que quiera el escritor), se siguen viendo (elijan por qué), y un día Yamato le confiesa que siempre estuvo enamorado de ella - no necesariamente que lo sigue haciendo - de ahí en adelante dejo el resto al escritor: la reacción de Mimi y el resto de la historia. Ella le lleva entr años (como mi mami a mi papi), elija lo que se quiera. ¡Y que tenga final feliz!

Género: Romance, Drama.


Disclaimer: Digimon no me pertenece.

Summary: "¿Volverías a dejarme?" Promesas van, promesas viene. Siempre terminamos haciéndolas para no lastimar a aquellos a quienes amamos, pero terminamos lastimándolos igual / Dedicado a mi Bau del foro Proyecto 1-8 :3


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Capítulo 1:

«Todos estamos rotos»

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La primera vez que vio a Mimi Tachikawa, los rayos del sol de la tarde se colaban entre el humo de nicotina que se escapaba de sus labios. Alta, tez nívea, cabellos rosas llegándole hasta debajo de los senos, una camisa ajustada y una falda por encima del reglamentado. Era la chica más atractiva del Instituto al cual él había empezado a ir cuando la inocente edad de quince años lo asaltó.

Ser nuevo en un lugar siempre había sido horrible para él. Empezar el instituto en un nuevo sitio era empezar a lidiar con no conocer a nadie. Se había acostumbrado a almorzar solo, aunque desde los primeros días de clases, le incomodaba las miradas que le dirigían tanto sus compañeras como compañeros de salón. Su almuerzo sabía extraño ante tantas miradas.

Fue por eso que ese día llevó su bento a la terraza del Instituto buscando una cómoda soledad donde nada ni nadie lo interrumpiese. Y lo fue consiguiendo hasta que a su quinto bocado a sus bolas de arroz, el aroma a nicotina lo hizo detenerse.

¿Quién, en su santo juicio, se ponía a fumar en un Instituto? Pensó y realmente lo dejaría pasar si es que el aroma no fuese tan molesto. Ya no tenía otro lugar al cual ir para comer tranquilo. Esa terraza era su salvación y no lo dejaría ir por un inadaptado.

Se enderezó en su sitio y caminó hasta rodear la caja de escaleras que contaba la terraza con toda la predisposición de apagar aquel maldito cigarrillo. Pero un par de ojos otoñales lo hicieron detenerse. No era un chico, sino una estudiante y lucía mayor a él. Ella se quedó tan sorprendida como él, claro que aquella sorpresa duró apenas unos segundos.

Se quitó el cigarrillo de los labios y exhaló el humo mientras una sonrisa burlona adornaba su rostro.

El sol relució entre el humo y Yamato no pudo describir exactamente lo que aquel instante representó, sólo sabía que aquella muchacha era hermosa.

─¿Irás a contarle a alguien? ─Preguntó ella aunque lo último que vio en el rostro de la peli-rosa era preocupación.

─Si apagas eso, no lo haré ─Respondió. Ella enarcó una ceja y él se sintió estúpido.

─No luce a amenaza.

─No planeo amenazarte ─Respondió y apretó con mayor fuerza el bento en sus manos.

─Bien, porque luces pésimo para eso. ─Se sonrojó y frunció el ceño con disgusto. Algo que ella respondió con una sonrisa ladina─. Dime, ¿y si a cambio que apague esto, me das tus bolas de arroz?

Él la observó en silencio por un momento, corroborando que lo único que ella poseía era una cajetilla de cigarrillos, un encendedor y el cigarrillo encendido entre sus dedos.

─¿Eres de las que prefieres un cigarrillo a un almuerzo?

La muchacha se llevó un dedo a su mentón, fingiendo pensar en su respuesta para luego mirarlo con diversión.

─No sabía que esas bolas de arroz venían con respuestas. ─Volvió a sonrojarse molesto, tendiéndole finalmente el bento al tiempo en que ella apagaba el cigarrillo contra el suelo.

La pelirrosada dio un mordisco a la bola de arroz que él le dio y sus ojos se iluminaron. Él la observó atentamente y vio que una sonrisa se formaba en ella.

─¿Lo ha hecho tu madre?

─Lo hice yo ─Ella no borró su sonrisa cuando lo oyó. Lo observó un segundo y él comenzó a sentirse nervioso. Ella dio unas palmadas al lugar junto a ella, invitándolo a sentarse a su lado─. Tienes que hablarme de ésta receta.

Él la miró con desconfianza para luego estudiar su entorno. Estaban solos y él sentía vergüenza de sentarse tan próximo a alguien superior. Ella rio, avergonzándolo aún más.

─No muerdo… Tan fuerte ─Le guiñó el ojo.

Esa muchacha lo hacía sonrojarse con sencillas palabras o miradas, aún así, él tomó asinento a su lado y dejó que se robara otra bola de arroz. De repente, el verla comer gustosamente le resultó más atractivo que todo el conjunto de sensualidad que ella albergaba entre falda, labios y cabello.

Él comenzó a hablarle de sus recetas y ella lo escuchaba atentamente, comentándole que muchas de sus creaciones eran poco convencionales. Le gustaba experimentar en la cocina, algo totalmente distinto con él a quien le gustaba seguir lo que la tradición marcaba.

Sin que pudiese premeditarlo, el chico de los onigiri y la chica del cigarrillo comenzaron a tener más citas como esas en la misma terraza en lo que iba aquel año.


Mimi Tachikawa, diecisiete años cumplidos en febrero, último año de preparatoria con la idea de volverse chef en algún momento de su vida. Solía recluirse a la terraza de su instituto a la ignorancia de sus amigos cuando se sentía fastidiada o preocupada por algo. Era una terapia que empleaba y que se volvió una costumbre cuando él, Yamato Ishida, estudiante de primer año, próximo a los quince años, mejor en su clase, buscaba algo de calma lejos de las miradas indiscreta de sus compañeros.

─Es que eres atractivo, Ishida-kun ─Comentó Mimi con tranquilidad, sentándose con las piernas cruzadas, una encima de la otra, degustando el nuevo platillo que Yamato traía al instituto.

Yamato sonrió con ironía.

─O la gente se sorprende por sandeces.

─Lo eres ─Dijo y la intensidad en la mirada de Mimi lo terminó por volcar sus ojos de regreso a su bento─. Creo que eres el más atractivo de tu clase. Es tu vena europea.

─No quiero que la gente me mire ─Respondió llevándose un bocado de sushi de salmón a los labios.

Mimi se volteó a mirarlo. Él la miró por inercia pero comenzó a alejarse cuando la intensidad en los orbes de la pelirrosada lo abrumaba. Ella tenía tanta seguridad en su mirada que él terminaba por apartar la suya.

─Mírame. ─La mano de la Tachikawa tomó dulcemente su mentón, impidiendo que hiciera lo mismo de siempre. La cercanía y el tacto de Mimi encendió de a poco sus mejillas, pero no podía apartar la atención de los orbes otoñales que lo observaban─. Debes aceptar las miradas que te dirigen y sobreponerte a ellas.

Lo soltó finalmente y se puso de pie. Él siguió cada movimiento hasta tenerla delante. Mimi hizo una pose sobreactuada como si fuese una modelo que se encontraba en plena sesión de fotos. Él sonrió ante tal ocurrencia mientras ella tonteaba a su manera.

─¿Crees que me molesta que la gente me mire?

─Supongo que no.

─No lo supongas. ─Sonrió─. Lo es. Adoro que me miren. Si pudiese andar desnuda públicamente, ¿dudas que lo haría?

─¿De… De verdad? ─Intentó que su voz no sonara nerviosa, pero la idea de verla desnuda contribuyó con sus hormonas a punto de caramelo.

Ella lo miró curiosa pero no tardó en acercarse a él, más de lo que cualquier persona recomendaría.

─¿Acaso te gustaría eso, Ishida-kun?

─Yo… No… ─Los ojos de Yamato viajaron de los ojos de Mimi a los dedos de su diestra que jugaban con el primer botón de su camisa.

La sonrisa traviesa en Mimi no mejoraba la situación y él sólo podía debatirse entre mirarla a los ojos o mirar lo que ella estaba por hacer.

Para su desgracia o fortuna, el timbre que anunciaba el fin del receso sonó por todos los rincones y Mimi miró el parlante encima de ambos.

─Una pena ─Le sacó la lengua─. Quizá tengas más suerte la próxima ─Se dirigió al interior de la escalera pero no sin antes decir─. No temas las miradas. Devóralos ─Le guiñó el ojo y así marcharse.

Yamato dejó salir aire tras aquel episodio y aún cuando todo el aire retenido dentro fue liberado, sus latidos no parecían ceder. Siempre era lo mismo cuando ella se aproximaba demasiado o le sostenía la mirada más de la cuenta. Mimi Tachikawa lo hacía sentir de tantas maneras que lo desesperaba.

A pesar de saberlo, él seguía acudiendo a la terraza cuando el almuerzo llegaba.


Los días de lluvia no iba a la terraza durante sus almuerzos, así que Yamato terminaba congregándose en su propio salón, comer de su bento, leer algún libro o sencillamente escuchar música mientras aguardaba que sus compañeros ingresaran de vuelta al salón.

Miró la pantalla de su teléfono escuchando la reproducción que iba sonando en sus auriculares. No sabía cómo terminó hablando de música con Mimi Tachikawa hace varias semanas, pero además de la comida, la música era otro punto en común con la pelirrosada de último año. Ella le había hecho una selección de músicas especial para él.

─Lo mejor de los ochenta en adelante ─Dijo Mimi cuando terminó de pasarle las canciones a su teléfono.

Él la miró con curiosidad pero ella sólo sonrió como respuesta.

Pensar en ella siempre era pensar en esa sonrisa. Pensar en ella siempre lo hacía sonreír a él, aunque nunca lo admitiese.


─Entonces… ─Inició Mimi. Yamato la miró sin dejar de masticar su almuerzo con parsimonia─, tienes un hermano menor, ¿no?

─Takeru, sí ─Respondió cuando tragó─. Está en primer año de secundaria.

─Oh, ¿es divertido tener hermanos? ─Preguntó con una sonrisa muy a su estilo. Yamato la observó un momento pero bajó la vista a su bento nuevamente. Mimi pareció percatarse de aquella mirada. No era de las que Yamato solía tener cuando ella decía algo que lo incomodase, normalmente se coloreaban sus mejillas y el nerviosismo se apoderaba de él.

─Lo sería si viviéramos juntos ─Contestó.

Mimi comprendió por qué Yamato enseñaba tristeza cuando hizo esa pregunta. No parecía hablar mucho del tema o eso lo sintió la mayor. A pesar de notarlo, Mimi no es que rehuyese de preguntas incómodas.

Ella igual las hacía.

─¿Divorcio?

─Ajá. ─Yamato sólo parecía jugar con su comida sin intención alguna de comérsela. Mimi lo estudio en silencio un momento para así mirar a la lejanía, a la ciudad que la altura desde donde se encontraban, les permitía.

─¿Hace cuánto?

─¿Importa? ─La pregunta saltó sin paciencia alguna, mirándola sin ganas de fingir lo contrario.

─A mí me importa ─Ambos se miraron. Él con fastidio. Ella disfrutando de aquella expresión.

─¿Por qué?

─Porque me importas. ─Mimi no borró su sonrisa, pero al menos no era con burla, sino con algo más fastidioso para Yamato. Ella lo hacía con sinceridad. Él no tardó en sonrojarse y dejar que el nerviosismo se colara dentro.

─… ─Dio un sorbo a su jugo por más que éste ya se había terminado. Necesitaba tiempo para intentar no morir de vergüenza. Suspiró─. Cuando tenía ocho años. Suelo verlo algún que otro fin de semana o cuando mis padres intentan fingir que podemos no lucir tan rotos.

Mimi rio tras sus palabras ganándose la mirada sorprendida por parte de Yamato. Ella se recostó contra la pared de la caja de escaleras mientras su risa llenaba el ambiente. Él sólo se quedó observándola, contando los segundos que necesitaba Mimi para poner todo de cabeza.

─Lo siento pero todos estamos rotos ─Se acomodó un mechón rosa tras la oreja─. De alguna u otra manera, lo estamos.

─Tú no pareces rota ─Ella no borró su sonrisa pero Yamato sintió que algo en ella había cambiado.

Parecer y ser son muy distintos. Recuérdalo ─Mimi se puso de pie, alisó su falda y se acomodó la camisa bajo la atenta mirada de Yamato. Se volvió a mirarlo y lo que Yamato encontró distinto en Mimi, había desaparecido para darle lugar al mismo semblante de confianza y autosuficiencia que portaba siempre─. Quizá algún día te cuente más pero por ahora, me gusta que pienses así de mí.

─Mimi… ─La pelirrosada detuvo su marcha al oírlo llamarla, entonces él se sonrojó y ella volvió a reír con ganas─. Ta…Tachikawa-sempai…

─Por eso me gustas ─Dijo Mimi acercándose nuevamente a él y jugar con su mejilla─. Estás roto pero eso no te impide ser inocente.

Ella se marchó con todas las barreras y negaciones que Yamato ponía para sí mismo cuando se trataba de dejar a alguien pasar. Mimi, en aquellos seis meses que la llevaba conociendo, se había encargado de perforar la pared que él construyó contra extraños, contra lazos que pudieran hacerlo sufrir una vez más.

Se maldijo porque pensar que estaba enamorado de la chica de último año, no sonaba tan mal.


El tiempo había transcurrido tan rápido que hasta le parecía injusto. Las últimas semanas no había visto a Mimi y eso le fastidiaba horriblemente. No sabía hasta cuánto, su presencia, podía ponerlo de buenas o malas, pero comprobó que su ausencia era peor a todas las indiscreciones que solía cometer la chica.

Era la última temporada del año. Los de tercero estaban metidos en organizaciones que implicaban su egreso de la preparatoria, su despedida y más protocolo estudiantil.

Y aquel día era el penúltimo al final de las clases. Yamato no sabía si quería ir a la terraza solamente para enfatizar su malhumor al no ver a Mimi. A pesar de ello, él subió las escaleras que comunicaban con el último nivel de su instituto a la espera que un poco de aire exterior le brindase calma.

La brisa de la tarde acarició su rostro y meció sus cabellos, al igual que los castaños que se encontraban frente a él. Mimi se volteó al oír la puerta abriéndose y sonrió. Sus ebras castañas le sentaban tan bien como el rosa con el que él la conoció.

─¿Muy ordinario? ─Preguntó tomando un mechón de cabello con sus dedos. Él se encogió de hombros, formulando una sonrisa sencilla.

─Muy ordinario ─Respondió y la vio inflando los cachetes. Él sonrió con más soltura. La idea de acercarse a ella ya no era tan descabellada─. Supongo que no puedes recibir tu título con el cabello rosa.

─Muy mala política, ¿no? ─Yamato rio por lo bajo y ella lo siguió─. Hace unos días me miré al espejo y dije que quizá el rosa debía de llegar a su fin. Quería ver a la Mimi de antes.

─Sólo conocí a la de cabello rosa. ─Mimi lo miró curiosa─. Espero que tú no seas tan desesperante como la otra.

─Di lo que quieras, pero me buscarás en ésta terraza y ya no estaré ─Ella se acercó más a él y Yamato se sintió tentado a retroceder unos pasos. Hubiese sido lo más prudente, pero aquella oración sólo hizo real su mayor preocupación durante aquella semana.

Él ya no la volvería a ver y eso lo desesperaba.

─¿Bromeas? ─Preguntó él─. Podré estar sólo y tranquilo, sin charlas incómodas, sin nicotina, sin…

─Mi.

Yamato apretó los puños con fuerza. No sabía si Mimi creyese o no en su sonrisa tranquila pero ella parecía más entretenida en mirar por la ciudad que se arrodillaba frente a ella. Siempre se preguntó cómo ella contemplaba todo.

─Bien, creo que debo regresar. Ahora tengo otro aburrido ensayo. Como si no supiese subir las malditas escaleras del auditorio, tomar un papel y sentarme de regreso a mi asiento.

─… ─Ella se marchó de allí y él no tuvo la valentía de decir nada más. Dirigió su atención a la ciudad, a todo ese cúmulo de edificios, de vidas transcurriendo delante suyo. Y quiso entender a Mimi.


Las filas de estudiantes iban avanzando a pausado caminar mientras iban ubicándose en sus respectivos asientos. Todos observaban en silencio a los estudiantes de último año del Instituto, vistiendo su uniforme y siguiendo las indicaciones dadas por sus maestros.

Los flashes de las cámaras fulguraban la sala. Muchos padres se encontraban emocionados contemplando la escena. Llamó su atención una pareja en especial que filmaba y vitoreaba con mayor entusiasmo al resto.

Yamato miró a la pareja. Una mujer de cabello castaño claro y mirada angelical, junto a su esposo con un semblante de bonachón, sosteniendo la cámara filmadora hacia las filas de estudiantes de último año. Le resultó gracioso y más al imaginarse cuál de todos los egresados sería su hijo.

La celebración dio inicio y cuando vio a Mimi, un hilo pareció tensar su interior. Lucía hermosa y no importaba cuánto pudiese negarlo, era un hecho. Se sentía un estúpido por pasar la mayor parte de la ceremonia de egreso pensando en ella. No tenía por qué, después de todo, sólo fue una chica que conoció un año.

Se repetía mentalmente esas palabras mientras apretaba con mayor fuerza sus puños sobre sus muslos. Era un intento por desviar la atención de Mimi. Pero entonces, el director fue llamando alumno por alumno para hacer entrega de sus certificados. Todos levantándose al son de palmas de felicitación mientras iban camino a los escalones y posteriormente, a su título. Todos fueron estrechando la mano del director y dar una reverencia de agradecimiento a los presentes, regresando a sus asientos.

Entonces Mimi se puso de pie y su caminar le pareció lento pero con la mirada altiva como siempre la había visto. Escuchó a la pareja entusiasmada de hace rato elevar sus vítores cuando Tachikawa Mimi fue mencionada y comprendió que se trataba de sus padres. Volvió enseguida su mirada de los mencionados hacia la egresada y la vio sonreír a sus padres.

Tomó el título, estrechó la mano del director y al hacer la reverencia al público, su mirada castaña se cruzó con la suya. Con la asertividad de una flecha, ambos se encontraron y el segundo que les correspondió pareció transcurrir en cámara lenta.

Ella bajó del escenario y más nombres fueron transcurriendo pero él seguía con la mirada de Mimi en su retina.

La celebración terminó finalmente y a medida que los demás estudiantes de cursos inferiores fueron dejando el auditorio del Instituto, los de último año seguían siendo agasajados por sus parientes o profesores.

Yamato salió del auditorio con intenciones de dirigirse a su salón y así retirar sus pertenencias. Las clases habían acabado y él sólo deseaba volver a su casa y dormirse una buena siesta. Pero a mitad de camino de los pasillos, entre tanto gentío, sintió una mano tomando la suya. Se volvió para mirar al causante de repentino tacto.

─Te veo en la azotea.

─Mimi… ─Nombró con sorpresa pero ella sólo podía mirarlo con esa intensidad propia de ella.

─Azotea ─Repitió y sólo entonces lo soltó para regresar al interior del auditorio donde las fotos seguían al igual que la algarabía.

Yamato la vio marcharse y tras unos segundos de perderla, él siguió observando a la nada. Apretó los puños con fuerza y con cierta impotencia. Porque aquel sencillo tacto aceleró su pulso y sentía sus mejillas ardiendo.

Mimi se alejó y él sabía que era algo irremediable. ¿Por qué prolongar la tortura?


Notas de la Autora:

Cuando vi ésta historia en mendigas me dije a mí misma que no debería tomarla. Temía fallar en la entrega de los capítulos pero desde hace mucho tiempo tenía una vaga idea de un AU donde Mimi fuese mayor a Yamato, pero nunca le había dado forma.

Saber que Bau le dio esa forma que tanto buscaba me hizo dudar y como siempre, terminé aceptando. ¡No podía no hacerlo! El mimato es lo mejor de mi vida y no podía dejar pasar una oportunidad así :c

¿Qué tal les ha parecido el primer capítulo? Imaginarme a Yama menor se me hace agua en la boca *3* Dios, como amo a éste par.

Espero que les haya gustado, principalmente a ti, Bau querida :D

Un besito~