- 1 -

Pensaba que nunca saldrían de allí, que todo había sido un juego cruel y absurdo, que acabarían muertos y estrellados, como debieron acabar aquel 22 de septiembre que parecía pertenecer a otra vida anterior y ya muy lejana. No sólo lo pensaba, sino que, secretamente, tanto como para no reconocerlo ni siquiera ante sí mismo, quizá también lo deseaba. Habría sido lo justo, lo lógico, lo necesario, acabar con todo ya de una vez, pero no. Aún no.

El vuelo había sido una pesadilla, el avión parecía a punto de partirse en dos en cualquier momento. Claire no paraba de gritar que diesen la vuelta que tenían que volver por Aaron, y ni las explicaciones de Kate, ni las amenazas de Richard habían sido suficientes para hacerla callar. Sólo pareció entrar en razón cuando él la cogió por los hombros y le gritó:

"¡Claire, yo cogí a Aaron! Cuando se quedó sólo en la selva después de que desaparecieras, ¿recuerdas? Yo se lo di a Kate para que lo cuidará. Está a salvo ¿entiendes?"

Claire le miró a los ojos, comenzó a llorar y finalmente se quedo gimiendo en un rincón.

Mientras, Lappidus, luchaba por salir de una pieza de aquellas malditas turbulencias, rezando por no que no acabaran en la época de los dinosaurios o quien sabe a donde podría enviarles aquella maldita isla.

Finalmente el aparato pareció estabilizarse pero ni sabían donde estaban ni a donde dirigirse. Así, en plena noche, volaron sin rumbo hasta que Lappidus gritó que fuesen recogiendo todo lo que pudiese ser útil, sobre todo un equipo de emergencia para alta mar que había a bordo. Iba a amerizar en el agua, ya no quedaba apenas combustible. La historia se repetía. El se sentía tan harto que ni se movió del asiento. ¿Qué tal acabar en el fondo del mar? Allí estaban Charlie, y Jin y Sun. Sí, tal vez no estuviese mal.

Después de un tiempo que lo mismo pudo ser un minuto que una eternidad, el avión se quedó milagrosamente estable. Se abalanzaron hacia la puerta, a la balsa que Miles estaba desplegando. Allí se subieron y desde allí vieron, como en un silencioso funeral, el avión sumergirse lentamente en el agua.

Pasaron la noche, empapados y abrumados por todo lo que habían pasado. Apenas las bromas de Miles sobre la mejora de su situación, y de que casi sentía deseos de volver a la isla, rompieron ese silencio. Y cuando amaneció y él ya estaba decidido a saltar al mar con tal de no seguir más en esa maldita espera y de dejar de escuchar los gemidos de Claire, ocurrió el milagro. Richard divisó algo, no demasiado lejos, parecía una pequeña embarcación. Todos se levantaron a una, la barca inflable zozobró, Lappidus dijo que había que disparar la bengala, él mismo la lanzó, y esperaron.

El no podía evitar recordar otra bengala, otro barco, otra esperanza que acabó con el secuestro de Walt y con un disparo en su hombro. La angustia se iba apoderando de él conforme el barco se acercaba y la esperanza de los demás, especialmente la que veía en el rostro de Kate, no hacía más que aumentarla. Tan evidente era, que ella le preguntó, (era la primera vez que le dirigía la palabra desde que montaron en el avión).

"¿Qué te ocurre? ¿Por qué no te alegras?"

Pero no le contestó y siguió mirando inquieto el barco. Sin embargo, una vez estuvo lo suficientemente cerca, resulto ser un humilde barco pesquero con sólo tres tripulantes a bordo, todos asiáticos y que no hablaban ni una palabra de inglés. Los ayudaron a subir a bordo con grandes sonrisas y exclamaciones, y no había palabras para describir sus caras. Sólo Claire y él permanecían extraños a la alegría general, Claire como ida y él demasiado agotado para expresar nada.

En unas cuantas horas llegaron a tierra. Pese a los gestos de protesta de sus salvadores se fueron apresuradamente apenas tocaron puerto. Richard les había dicho que contaba con algunos recursos, que confiasen en él. Se quedaron en un callejón de lo que parecía un pequeño y tumultuoso puerto del sudeste asiático. Pronto volvió con un desvencijado furgón que conducía un nativo. Estaban en Camboya, irían a la ciudad cercana que una llamada a su contacto le había indicado y allí conseguirían lo necesario para seguir adelante, pasaportes falsos, dinero, billetes para largarse…, había sido una gran suerte conseguir llegar a tierra como lo habían hecho, se habían ahorrado muchas preguntas.

Por eso ahora estaba en un hotel de mala muerte, en el maldito culo del mundo, y tenía entre sus manos una botella de Bourbon, (quizá la situación no fuese tan mala, después de todo). Había dormido no sabía cuantas horas y al despertar una inquietante sensación de irrealidad le había hecho sentir pánico. ¿Dónde estaba? ¿Qué cama era esa? Aún no podía creer que de verdad hubiese salido de allí, quizá todo fuese un sueño y despertaría en cualquier momento, pero ¿en qué momento despertaría? ¿Cuándo se volvió su vida una completa locura? ¿Fue cuando decidió tirar de aquel condenado cable y el submarino estalló? ¿O cuando Juliet fue arrastrada por un maldito imán gigante? ¿Acaso cuándo cayó en la isla? No, sin duda la locura empezó el día en que su padre entró con un rifle en su habitación y se disparó en la cabeza después de matar a su madre, mientras el temblaba bajo la cama.

Así de agradables eran sus pensamientos. Decidió que debía esperar a que el Bourbon empezase a hacer efecto, después lo vería todo con más claridad o le importaría menos, con eso bastaría. Entonces llamaron a la puerta. Le daba igual quien fuese, no pensaba salir de la cama aunque aquel antro saliese ardiendo. Justo estaba pensando en si habría echado la llave cuando la puerta se abrió, "¡mierda!" pensó. Era Kate.

"¿Por qué no respondías?"

"Lo siento, lo haré ahora. ¡Lárgate!"

"Teníamos que hablar, te hemos estado esperando abajo. Richard ya tiene los pasaportes y esta noche saldremos en un carguero rumbo a Australia. Tu nombre es David Allen."

"Bonito nombre, pero me gusta más Sawyer y no me gusta Australia."

"Puedes desembarcar en otro puerto si quieres pero no puedes tener ese nombre, podrían ident…" Kate calló bruscamente.

"Ya ves, "-sonrió amargamente él. -"No creo que mucha gente me reconociese por aquí. A mí, todos estos simpáticos Bruce Lee me parecen iguales, y en cualquier caso, tampoco es mi nombre. Así que creo que me quedaré aquí una temporada."

"¿De qué estás hablando? ¿Cómo vas a quedarte aquí? ¿De qué vas a vivir? ¡Ni siquiera hablas el idioma!"

"¿Así qué te preocupa mi seguridad?" –Le dijo con sarcasmo. Ella pareció dudar un momento pero insistió.

"No se trata de eso, debemos seguir adelante. ¿Es qué no lo ves? Tenemos que seguir unidos o… "- De repente enmudeció.

Los dos pensaron lo mismo, ¿o moriremos solos? ¿Acaso no habían muerto ya prácticamente todos?

"Déjalo, Kate, déjalo." – Le dijo con aire cansado.

Kate rompió a llorar, primero quedamente y luego con auténtica angustia. El pensó que no podría soportar la opresión que sentía, se levantó y apenas rozó su brazo pero Kate se apartó rápidamente y pareció serenarse. Su expresión era dura cuando volvió a hablar.

"Comprendo que quieras ir por libre, pero qué pasa con Clementine."

La voz de él sonó helada.

"¿Qué pasa con ella?"

"¿Qué que pasa? ¿Es que no piensas ir a verla? Me pediste que la buscará y lo hice. ¿No quieres saber donde está?"

Sawyer sintió como la rabia y la ira se apoderaban de él sin que pudiese evitarlo.

"¿Ir a verla, Kate? A una cría que ya tendrá 10 años. ¿Para que? Para presentarme ante ella y encontrar la manera de destrozar su vida. ¿No crees que ya hemos destruido bastantes vidas? Estará mucho mejor sin mí. Creía que, tú, al menos, lo comprenderías."

A ella le afectó el golpe, ese tú había sonado demasiado acusador. Le miro un momento a los ojos, aguantando la terrible mirada de él y finalmente le respondió con firmeza.

" Está bien si quieres quedarte aquí, no insistiré. Suerte, Sawyer."

Kate salió de la habitación y él echó la llave. Que se fuesen todos a Australia o al infierno, nada en el mundo le haría salir de allí.

Pasó el día liquidando la botella, Miles estuvo aporreando la puerta y gritando algo de un buen negocio, de un socio y unos diamantes pero para entonces ya estaba lo suficientemente borracho para que no le molestase demasiado. Ya había tenido esos diamantes en sus manos, para él valían lo mismo que la maldita arena de la playa.

A la noche le despertaron los truenos de una tormenta y los gritos de Claire que, apenas la promesa de Kate de que volvían con Aaron, consiguieron calmar un poco. Contra su voluntad no pudo evitar levantarse de la cama y acercarse a la ventana. Se iban y diluviaba. En un momento todos estuvieron completamente empapados, Kate cargó una pequeña bolsa en el maletero y después se volvió hacia su ventana y miró exactamente hacia donde él estaba. La luz de un pequeño farol la iluminaba por completo mientras todo lo demás quedaba en penumbra. Sintió como la sangre se paraba en sus venas, estaba seguro de que ella no podía verle, estaba a oscuras y retirado de la ventana, pero sentía su mirada fija en la suya como si estuviese frente a él. Por un segundo sintió la urgencia de llamarla, de llegar hasta su lado y despedirse de ella por última vez.

No lo hizo. Se quedo allí inmóvil. Finalmente ella se dio la vuelta, se montó en el coche y desapareció en la lluvia.