¡Hola! Bienvenido al club de la Madia Noche... Ok, no. Esto no es tan genial como el club de la Media Noche... Sólo es una colección de One-shots llenas de historias de misterio, suspenso e historias raras -o al menos un intento de ellas. No sé qué tan buena soy escribiendolas-
Sinceramente, no creo que algunas de estas historias realmente lleguen a dar miedo, pero si eres una persona muy sensible y vulnerable mejor no las leas, no quiero ser responsable de posibles traumas(?). Por otro lado, si te gustan este tipo de historias raras, como a mí, te aconsejo que mejor las leas en la noche, así se disfruta más y le sacas más jugo a la historia. Por lo tanto, si estás leyendo esto y el sol aún ilumina enaltecido en el cielo, ¿Qué esperas? ¡Lárgate! Y vuelve más tarde Dx ... Hahaha xD es broma... Pero en serio, creo que se disfrutan más en la noche.
La mayoría de estas historias serán protagonizadas por Inoue Orihime ¿Por qué? Porque siento que es el personaje más débil y sensible de Bleach -sin ofender a sus fans- No será la única protagonista, claro, pero será la que actue en la mayoría de las historias... Es que de verdad, casi no puedo imaginarme a Rukia, Ichigo, Renji, Yoruichi, Soi Fon o alguien más temblando, asustándose o llorando por cosas como las que plasmaré. En cambio Inoue, a ella sí me lo imagino :D
No me gusta maltratar a los personajes, creánme Inoue me cae bien, ¡me gusta dibujarla!, Pero en este caso tendré que hacerla sufir un poco -si es que hace de protagonista- Por lo tanto si no la quieres ver tocada ni por una mosca, sal de aquí. Aunque me duela, maltrataré un poco a algunos personajes, pero trataré de hacerlo lo más sutil posible. Aviso también que estas historias pueden tener OoC. ¡Y no se les olvide que el Flah Back por lo común va en cursiva.
Ahora sí, prepárate, enciérrate en tu cuarto, apaga las luces, prende tus velas y disfrúta de esta historia... (?)
Bleach no me pertenece, es propiedad de Tite Kubo. Yo, sólo me divertiré con sus pesonajes... Oh, sí...
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"Antes del alba, a tres personas deberás contar tus pesadillas, de lo contrario irremediablemente se volverán realidad y no habrá forma alguna de escapar."
"Porque a los niños nunca nos creen nada…"
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Hay un monstruo debajo de mi cama
Sus pequeños y constantes pasos resonaban por los andadores con ligereza, mientras se escuchaba el arrastre de una tela de suave textura a su detrás. La pequeña caminaba con pasos apresurados mientras trataba de utilizar activamente todos sus sentidos para orientarse entre la oscuridad que cubría los pasillos en los que transitaba.
Se detuvo delante de una puerta elaborada de madera algo antigua y se paró enfrente de ella, dudando si lo más prudente sería tocar primero o entrar sin pedir permiso. Un susurro del viento se escuchó sonoramente por el andador y la pequeña, sin dudar más, abrió la puerta y se introdujo al cuarto cerrando ésta detrás de su figura.
El hombre que se encontraba acostado en la cama con un libro entre las manos, bajó su lectura y posó los ojos sobre la imagen de la niña que había invadido su habitación; la miró con sorpresa, sin embargo su mirada se suavizó a los pocos segundos para verla con ternura y cariño.
–¿Qué sucede, Orihime? –preguntó, claramente preocupado por ver el estado de emoción agitada en que se encontraba la pequeña.
–Onii-chan… –comenzó a hablar la nena con voz temblorosa– ¿Puedo quedarme a dormir contigo? –cuestionó con temor mientras lo veía suplicante
–¿Dormir conmigo? –exclamó con verdadera sorpresa al escuchar a su hermanita pedirle eso. Hacía años que la niña ya podía dormir sola– ¿Y eso, por qué me lo pides?
–Bueno… Veras, Onii-chan… Yo… –la niña hablaba entrecortadamente mientras sus grisáceas pupilas no se apartaban de las de su hermano, tratando de decirle con éstas que cumpliera su petición– Debajo de mi cama… –alcanzó a mencionar cuando sus palabras se coordinaron– hay un monstruo que quiere comerme
Los ojos del chico se abrieron al escuchar eso ¿Un monstruo debajo de la cama? Su pequeña hermanita tenía miedo y no quería dormir sola; típico temor infantil. Ahora entendía todo. Suspiró y la vio con afecto mientras en su rostro se dibujaba una sonrisa
–¿Un monstruo debajo de tu cama? Pero eso no es posible –comentó graciosamente para tratar de calmar a la niña que temblaba de miedo
–¡Sí! Por supuesto que lo es… y quiere comerme –dijo la chiquilla con un infantil reclamo
Suspiró de nuevo. Al parecer tendría que enseñarle él mismo que esas cosas no existían. Se levantó de la cama y dejó su libro sobre ésta, apartando la página en la que se había quedado con un separador. Posteriormente se dirigió a la pequeña y le acarició la cabeza con apego, despeinando esos cabellos que a él tanto le agradaban.
–Te voy a demostrar que no existe ese monstruo. Que sólo está en tu imaginación –exclamó al tiempo que le agarraba la mano y la dirigía fuera de su cuarto adentrándose por los pasillos.
–Espera. Onii-chan, detente. – pedía la pequeña mientras trataba de zafar su mano del agarre y con la otra apretaba más fuerte la tersa cobija que llevaba con ella todo ese tiempo– No tienes que demostrarme nada. Es real… Lo digo en serio… Yo no miento –suplicaba la niña con ojos llorosos mientras avanzaban por el andador, queriendo convencer al hombre de regresar al lugar en donde se encontraban segundos antes. Un lugar seguro.
–Sé que tú no mientes, Orihime –le comentó con suaves palabras– Pero quiero que te des cuenta que ese ser abominable que describes sólo es parte de tu imaginación. No es real.
–No. Por favor escúchame. El monstruo sí es real y muy fuerte. Te comerá… Regresemos –las lágrimas surcaban en grandes cantidades por sus ahora sonrosadas mejillas
–Avanza pequeña. No hay nada que temer –seguía jalando de su mano, pues a pesar de la resistencia que ella ponía, era imposible que con tan poca fuerza ella dominara el rumbo de ambos.
–¡No, Por favor!–imploraba con vehemencia cuando vio la puerta de madera pintada de rosa en la cual se leía su nombre en un cartel. Inoue Orihime. La pequeña chica jaló con todas sus fuerzas la mano de su hermano, soltando su cobija en el acto y posando ambas manos sobre la de él, tratando de alejarlo de ahí – ¡Sora! –gritó por último
Al oír su nombre en los labios de su hermanita, él se detuvo. Ella casi nunca lo llamaba así. Se giró y la vio; sus grises ojos se encontraban rojos de tanto llorar, su carita estaba bañada de saladas lágrimas de las cuales aún se notaba su rastro; lo miraba suplicante, con el temor de que él entrara a esa habitación en la que algo la había asustado. Se agachó para llegar a su altura y le secó unas cuantas gotas de agua salada que recorrían aún su faz.
–Orihime, no te preocupes. No quiero que vivas con miedo. Por lo tanto, vamos a entrar a ese cuarto y a comprobar que no existe nada de qué temer –notó cómo las lágrimas comenzaban a surgir de nuevo –No, no llores… Todo estará bien. Yo te voy a cuidar
–Pero… pero… Onii-chan… No… Tú no… –la niña tartamudeaba sin lograr pronunciar algo coherente
–Vamos. No hay nada de qué tener miedo – Se levantó y volteó hacia la puerta rosa– Entraré yo primero para que lo veas, ¿De acuerdo? –exclamó entes de abrir la puerta e ingresar a la habitación
–¡No! ¡Por favor, Onii-chan! ¡Espera!... ¡Detente! ¡Onii-chan!
–Orihime… Orihime… Despierta dormilona. –la pelinegra la movió con fuerza al ver que no conseguía despertar a su amiga– Ya casi es hora de entrar a clases nuevamente
Sus ojos grises se abrieron lentamente permitiendo que los potentes rayos de luz solar se colaran entre sus pestañas iluminando sus pupilas mientras las imágenes y recuerdos creados por su mente segundos antes se desvanecían con prontitud.
–¿Tatsuki-chan? –Exclamó con algo de pereza al notar la presencia de la morocha junto a ella– ¿Qué pasa? ¿En dónde estamos? –preguntó aún con el sueño sobre su ser
–¿Qué pasa? Te quedaste dormida debajo de un árbol, eso es lo que pasa. Apresúrate y despiértate por completo, porque las clases ya casi volverán a empezar. –pronunció mientras le ofrecía su mano como ayuda para que se levantara.
–Me quedé dormida… –susurró mientras tomaba la mano que le ofrecía la muchacha y se levantaba lentamente
–Sí. No es de sorprenderse. Siempre sucede lo mismo; es como si no durmieras bien en tu casa –comentó
–¡¿Qué? Pero qué cosas dices, Tatsuki-chan ¡Por supuesto que duermo bien en casa! –Pronunció con notable nerviosismo mientras una sonrisa intranquila se dibujaba sobre su rostro al tiempo que alzaba las manos para bajarlas nuevamente como una demostración de vitalidad– ¿Por qué piensas que no es así? No hay razón por la que no deba ser así
–Tranquila Orihime. Sólo fue una pequeña broma –sentenció la chica al ver el humor de la castaña aflorar nuevamente– No tienes por qué alterarte. Ahora vamos, que ya casi es hora de entrar… –pronunció al tiempo que daba la vuelta y empezaba a caminar rumbo a las instalaciones escolares
–¡Sí! Enseguida voy –exclamó la chica al tiempo que corría una corta distancia para alcanzar a su amiga.
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Su cuerpo se encontraba totalmente rígido mientras su temblorosa mirada no se apartaba del pequeño letrero que tenía frente a ella: Inoue Orihime. La rosácea pintura de la puerta, que alguna vez gozó de entera vitalidad, ahora se encontraba desteñida y malgastada con un patético aspecto de haber sido abandonada desde hace años.
Con la mano derecha, la cual no dejaba de temblar, tocó con suavidad la madera permitiéndole a sus dedos sentir las astillas que ya se habían apoderado de diversas partes de aquella puerta antigua. Tan sólo ese simple acto fue suficiente para que su piel se erizara violentamente y un escalofrío recorriera su espina dorsal obligando a su mano a retirarse de la puerta y situarse sobre su pecho, encima de su corazón, mientras era cobijada por su mano izquierda y sus ojos se cerraban con fuerza tratando de impedir que traviesas lágrimas se derramaran sobre sus mejillas.
–Tranquila, Orihime –hablaba para sí misma– Tienes que hacerlo. No puedes seguir viviendo con esto; tienes que afrontarlo. Tienes que hacerlo. Puedes hacerlo –pronunció al tiempo que abrió los ojos permitiendo a las lágrimas caer sutilmente por su cara.
Con una lentitud silenciosa y una gran delicadeza posó su mano sobre la manija de la puerta y giró de ella empujándola con vigor y admirando el desalentador panorama que ofrecía la habitación: las paredes deslavadas lucían un tétrico color gris irregular con claras manchas de humedad y moho en algunos puntos del cuarto; la alfombra se encontraba llena de polvo, ocultando el suave color crema que años atrás poseía, los muebles estaban cubiertos por densas mantas de polvo y se apreciaba que la madera había sido roída por animales. Más al fondo, en un rincón de la alcoba, se encontraba una cama con las cobijas revueltas y rotas casi impidiendo que el color rosa chillante que le caracterizó en algún tiempo se notara, mientras el gris colchón, que en su tiempo fue blanco, tenía grandes rasgaduras como si estas hubieran sido provocadas por uñas afiladas, similares a las de un gato; el suelo que rodeaba la cama estaba claramente más oscurecido que el resto del lugar, como si en algún tiempo lejano se hubiera derramado algún líquido que fue imposible de borrar…
Cerró la puerta de un golpe y con los nervios aún recorriéndole el cuerpo insertó la llave en la cerradura; necesitó de algunos segundos para calmarse y lograr controlar el temblor de sus manos para por fin hacer girar la llave y poner seguro al cuarto. Después la guardó entre los bolsillos de su falda mientras echaba a correr con torpeza entre los pasillos y se dirigía al cuarto más cercano. Usó las dos manos para poder girar el pomo y echándole un pequeño vistazo al pequeño cartel que se situaba hasta arriba ingresó al cuarto y lo cerró de un portazo. El cartel rezaba: Inoue Sora.
–No puedo hacerlo. No puedo hacerlo. No puedo hacerlo –su voz quebradiza resonó por toda la habitación mientras se metía a la cama y se tapaba con las cobijas de ésta oprimiéndolas contra sí; no pudiéndolo soportar más se permitió llorar.
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–Hola Kuchiki-san. –Su débil voz se escuchó a través de la manta que la cubría– Lamento llamar tan tarde… pero necesitaba hablar con alguien y siento que ya he molestado mucho a Tatsuki-chan
–No te preocupes, Inoue – se escuchó la contestación a través del teléfono– ¿Qué sucede?
–No puedo dormir –contestó apenada la muchacha
–¿Tienes insomnio? –preguntó preocupada su pelinegra amiga
–No exactamente… ¿Te puedo pedir un gran favor? –cuestionó la chica con temor
–¡Claro! Pídeme lo que quieras y haré lo posible por ayudarte –exclamó la morena con alegría, con el claro deseo de ayudar a la castaña
–Mañana… –la chica mordió su labio antes de seguir hablando, temiendo la respuesta– ¿Puedo quedarme a dormir en tu casa mañana?
–Por supuesto –contestó al instante la chica al otro lado del auricular
–Muchas gracias Kuchiki-san; te lo agradezco mucho.
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El pequeño cuerpo de la niña se aferraba con fiereza contra el del hombre que tenía a su lado. Cerraba los ojos con fuerza, sin embargo esto no impedía que las lágrimas se derramasen sobre sus pómulos marcando un camino que terminaba hasta su quijada.
–Estás temblando, Orihime –habló de pronto una voz masculina
–Vámonos. Ahora que podemos vámonos de aquí, Onii-chan –la niña enterraba los dedos entre la camisa de su hermano, suplicante.
–No, no nos vamos a ir hasta que veas que no hay nada que temer –respondió con decisión el muchacho, negándose a la petición de su hermanita.
–Está bien, está bien. No hay nada que temer. Ahora vámonos a tu habitación –declaró la niña ocultando su rostro entre la ropa del joven.
–No, Orihime. Mi propósito es que ya no sientas miedo. Si nos vamos ahora y te quedas hoy a dormir conmigo, mañana vas a querer hacer lo mismo; también a la noche siguiente y muy probablemente también la siguiente –empezó a reprocharla cariñosamente– Dime, cuando tengas 15 años ¿Aún te quedaras a dormir conmigo?
–Sí, no tiene nada de malo. Eso, ó también podemos mudarnos –sugirió la pequeña con la mejor intención
Suspiró. Al parecer su hermanita estaba terriblemente asustada. Sólo era cuestión de esperar un poco más para ver qué era lo que asustaba a la pequeña.
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El segundero del reloj, que durante el día era inaudible, se escuchaba con gran fuerza en el cuarto con un mortificante tic tac que no se detenía. Los ojos de Sora estaban próximos a cerrarse queriendo sucumbir ante la inconsciencia y caer al reino de Morfeo mientras la niña mantenía cerrados los ojos con fuerza estando más despierta que algún animal nocturno.
Sonidos ajenos al silencio del lugar llegaron a oídos de ambos. Gruñidos suaves, apenas audibles pero claros. Un ligero arrastre de algo contra el suelo, como si un cuerpo se deslizara sonoramente sobre él. Sora abrió los ojos al instante ahuyentando al sueño por completo, mientras la pequeña castaña los cerraba con más fuerza y las lágrimas volvían a surgir de sus ojos derramándose sin control.
–Es el monstruo –fue lo único que la chiquilla pudo pronunciar.
Inoue quería gritar, quería decirle a su hermano a viva voz que se largaran de ese terrible cuarto y que no regresaran nunca más, quería expresarle su temor y preocupación y convencerlo de salir de ahí lo más rápido posible; sin embargo sus temblorosos labios no podían pronunciar ni una sola palabra, pues éstas estaban atascadas en su garganta la cual parecía estar tapada por un nudo que le impedía hablar.
– "¿Qué haré?" – se preguntaba la chiquita, al mismo tiempo que se acercaba más a su hermano y lo abrazaba con mayor vigor mientras hundía su rostro contra su pecho.
–¡Ha!, parece que hay una rata en tu habitación, Orihime –pronunció él, tratando de justificar los sonidos que se empezaban a escuchar
Sin embargo ella sabía perfectamente que no era una rata. No se escuchaba como una, no se comportaba como una y en definitiva, su sombra no lucia como la de una; ni siquiera se le parecía.
–Ha…Hay… q-que…sal…salir…ya –la niña apenas y podía articular una simple oración
–¿Le tienes miedo a un ratón? ¿Eso es lo que tanto te asusta? –le preguntó mientras acercaba su cabeza a la de ella para contemplar la expresión de pavor en su rostro, con los ojos fuertemente apretados y las mejillas mojadas por tantas lágrimas.
–Y…Nn…Es… –por más que lo intentara, nada coherente le salía de la boca. ¿Cómo se le ocurría a su hermano hacerle preguntas y esperar que le contestara viendo el estado de pánico en que ella se encontraba?
Claro, él no entendía. Ella se lo había tratado de explicar pero él simplemente no le creía. Él no tenía ni la más mínima idea de lo que realmente se ocultaba debajo de esa encantadora y adornada cama.
Él nunca había tenido que escuchar esos ruidos, noche con noche, deseando que todo fuera culpa del viento o algún animal travieso que rondaba los alrededores; él nunca tenía que taparse los oídos con la almohada mientras rogaba que los ruidos cesasen en lugar de aumentar; él jamás se había despertado con los peluches desgarrados a un lado de ella o tirados en el suelo; él no había experimentado el terror al escuchar ese gutural y ronco rugido salir desde las profundidades de la cama, ni había oído las palabras arrastradas que esa escalofriante voz soltaba, como si pronunciara su nombre, clamándola; él no había visto esa sombra gigantesca asomarse por las orillas del lecho y reptar por los rincones de la habitación.
Precisamente porque no había vivido nada de eso, tal como ella lo había hecho, por eso mismo él no sabía nada, él no temía nada y todo lo tomaba como un simple juego, como un tonto miedo infantil propiciado por los medios de comunicación y leyendas que se contaban a los niños para asustarlos.
–¡Onii-chan! –gritó como último recurso, para que su voz sobresaliera de entre los gemidos y ruidos que empezaban a aumentar de tono. Creyendo, ilusamente, que su hermano la tomaría y saldría con ella rumbo a su cuarto para dormir en un lugar seguro.
–¡Calma, Orihime! –Vociferó el chico– Quédate aquí. Voy a matar a ese ratón para que no te siga asustando–fue lo último que dijo, al mismo tiempo que salía de la cama y posaba los pies sobre el suelo
–¡No, Onii-chan! ¡No! ¡Por favor, no vayas! –Sin saber de dónde, sacó fuerzas para gritar, era lo único que se sentía capaz de hacer– ¡El… El mons…! ¡El monstruo te va a comer!
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Colocó el enorme letrero en un lugar que fuera visible para cualquier transeúnte, procurando que la visibilidad del mismo no se viera opacado por nada. Era cruel decirlo, pero lo había estado pensado durante algún tiempo y al fin se había decidido por completo. Vendería la casa, se desharía por completo de ella y de aquellos malos recuerdos que en ella habitaban. Ya no podía soportarlo; ella no era tan fuerte; ni siquiera lo suficiente como para afrontar esta situación que la había estado atormentando por largos años. Ya no podía más, ya no quería seguir así.
–Inoue –una voz conocida la llamó– ¿Qué es eso? –Exclamó con duda al tiempo que leía el cartel– ¿Planeas vender tu casa? ¿Y eso por qué?
–Bueno, he pensado… –comenzó sin saber cómo explicarle los verdaderos hechos– que la casa es demasiado grande como para seguir manteniéndola yo sola, y que es tiempo para un pequeño cambio en mi vida –expresó con una sonrisa, diciendo una verdad incompleta.
–Pero… ¿Acaso ya tienes un lugar donde vivir? –realizó la pregunta, preocupándose por el hospedaje de la castaña
–Ah… Bueno, he estado ahorrando un poco de dinero. Será algo difícil encontrar que me den un lugar con esa cantidad pero…
–¡Inoue! –La regañó– ¡Vas a vender tu casa y ni siquiera tienes un lugar en donde pasar la noche! ¡¿Qué planeas hacer? ¡¿Dormir en el parque o algo así?
–¿El parque? No lo había pensado –dijo, colocándose un dedo en la barbilla– ¡Es una buena idea! ¡Convivir con la naturaleza por un tiempo no me hará nada mal! –declaró, juntando sus manos con ilusión mientras una sonrisa fantasiosa se acomodaba en su cara, considerando la idea.
–¡¿Qué? ¡Ni siquiera lo pienses! –le rezongó– ¡Yo no lo permitiré! –Declaró con autoridad mientras adquiría una elegante pose pensativa– Escucha… Cuando hayas vendido tu hogar, ven a mi casa. Te quedarás ahí. Yo te daré hospedaje todo el tiempo que requieras, no te preocupes por los detalles. Y no quiero "peros"
–¡Pero Kuchiki-san! ¿Qué dirá tu hermano de eso?
–Dije que no quería "peros" –exclamó con seriedad– Y ya te lo he dicho: no te preocupes por los detalles.
Cuando Kuchiki Rukia hablaba, era muy difícil negarse a sus peticiones o mandatos.
–¡Muchísimas gracias Kuchiki-san! –Pronunció ella con agradecimiento mientras corría para abrazarla– Te lo agradezco demasiado –susurró cerca de su hombro al momento de aferrarse al delicado cuerpo de la morena, dejando que unas pequeñas y escurridizas lágrimas surcaran por su rostro.
–No hay de qué, Inoue –pronunció ella mientras correspondía su abrazo con delicadeza y una sonrisa se dibujaba graciosamente sobre su faz.
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El segundero del reloj había dejado de hacerse notar entre el pandemónium que había ahora en su cuarto. Esto era terrible, los sonidos nunca se habían escuchado tan vívidos y tan estridentes como en esta ocasión. Los rugidos y gemidos no paraban y lo ruidoso del lugar casi podía compararse con una feria, sólo que estos sonidos no eran alegres ni llenos de vitalidad, eran totalmente lo contrario.
Sora había salido de la cama para averiguar de una vez por todas lo que sucedía en ese cuarto. Ahora se podía notar la confusión en su rostro; realmente ahora estaba dudando de sus palabras. Ninguna rata… Ni siquiera un centenar de ratones podrían lograr el bullicio que ahí se hacía presente
–"Regresa a la cama, regresa a la cama…" –era todo lo que la chiquilla pensaba. Ni siquiera podía hablar. Sus temblorosas manos agarraban las sábanas con vigor y cubrían todo su cuerpo quedando apenas visible su atemorizada carita.
Inoue Sora seguía con los pies sobre el suelo, dudando qué hacer, mirando confundido a todos lados, sin saber exactamente dónde mirar. Y entonces se decidió. Si su hermana le temía al monstruo debajo de la cama, debajo de la cama debía de estar el problema.
Sin embargo, ahora estaba un poco atemorizado como para ver debajo de ella y la vaga luz que proporcionaba la luna esa noche no ayudaba mucho. Agarró valor desde lo más profundo de su ser y se colocó a gatas, acercándose lentamente al espacio de tinieblas que caracterizaba el hueco entre el suelo y el lecho.
–Onii…No…Tú no… –La chiquilla quería hablar, más bien quería gritar pero no podía, estaba totalmente paralizada. No podía hacer nada más que temblar y observar.
Sora avanzó sólo unos centímetros y estuvo frente al temido lugar.
–Ho-Hola… –Sin saber exactamente el por qué, lanzó esa palabra. Sin saber si esperar a que le contestaran sería bueno.
La niña sólo veía la sombra de su hermano entre la oscuridad desde la cama, estremeciéndose con pavor.
Los ruidos se agigantaron un poco más y el rostro de Sora adquirió una expresión del más elevado horror, abriendo la boca sin poder pronunciar ni una sola palabra. Los ruidos cesaron en un instante, quedando toda la habitación en clama, aparentemente.
–¡Boo! –rugió una estremecedora voz que surgía debajo de la cama, para escucharse después nada más que un ligero sonido, muy parecido al silbido del viento. Un segundo después un sonido seco inundó la habitación y la chiquilla vio como la sombra de su hermano se desplomaba en el suelo.
Orihime fue incapaz de reaccionar, sólo se quedó en la cama petrificada viendo la sombra oscura que le pertenecía a su hermano, tirada en el suelo sin ningún movimiento; incluso parecía que ésta se había alargado, y aparte de eso, un espacio entre la cintura y el comienzo de las piernas podía apreciarse, como si lo hubiesen partido por la mitad.
Entre la penumbra la pequeña pudo escuchar un insistente goteo, que poco a poco fue agarrando intensidad. La mente de la niña pensó inmediatamente en sangre, pero una parte de ella no quería creerlo.
Trataba de agarrar valor para llamarlo por su nombre y convencerse totalmente de que él sólo estaba agachado viendo algo que captó su atención, o algo por el estilo, cuando de pronto un estrepitoso sonido inundó su cabeza; sonaba similar a cuando alguien arrastra algo muy pesado intentando transportarlo de un lugar a otro. Con el miedo cubriendo cada milímetro de su cuerpo se aventuró a ver la inerte figura de su hermano sólo para notar con horror como la mitad de arriba de éste era remolcada con lentitud hacia debajo de la cama para luego percibir el sonido de alguien engullendo con satisfacción algún alimento. Un ruido similar a un puerco atragantándose con cualquier porquería que encontrara… Pero más abominable.
Sin poder soportarlo ni un segundo más, la niña se había cubierto por completo con las sábanas, había encogido su cuerpo hasta volverse una pequeña bolita y había perdido la conciencia.
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–Y este es el último pago –pronunció el hombre al entregar el efectivo en la mano de la muchacha– ¿A partir de cuándo podemos mudarnos? ¿Ya has conseguido tú un apartamento?
–Por favor, no se preocupe por eso. Yo estaré bien. –le aseguró con sinceridad– Pueden mudarse en cuanto lo deseen. Ya saqué todo de aquí; unos amigos vinieron ayer en la tarde para ayudarme a trasladar mis cosas.
–De acuerdo. En ese entonces mañana mismo empezaremos a traer nuestras pertenencias –aseguró la mujer que acompañaba al señor, muy seguramente su esposa.
–Claro, como deseen –les sonrió la castaña– Aquí tienen las llaves –pronunció al mismo tiempo que estiraba su mano para depositar el manojo de llaves sobre la mano del hombre– ¡Oh! Esperen un segundo –vociferó con alarma
La chica tomó las llaves entre sus manos y con delicadeza sacó una de entre todas las demás que adornaban el llavero. La retiró y la guardó entre sus bolsillos.
–No necesitarán esta llave, se los aseguro –habló la chica con certeza– Esta llave pertenece al cuarto de arriba que tiene la puerta apenas pintada de rosa. Nunca entren a ese cuarto; ni siquiera lo intenten, es por su seguridad.
–¿Eh? ¿Y por qué?
–Yo conozco esta casa mejor que nadie. Sólo confíe en mí –le otorgó una mirada llena de confianza mientras sujetaba el bolsillo en donde se encontraba la llave pensando qué hacer con ella. Definitivamente no se quedaría con esa maldita llave. La tiraría en el río, sí, eso haría.
La muchacha caminó hacia la salida con algunas pocas cosas entre sus brazos, seguramente eran las últimas posesiones que le faltaba por sacar de la casa. Dio unos cuantos pasos hacia la calle mientras la luz del sol empezaba a pegarle en los ojos.
–Señorita –habló el hombre, captando su atención– Tengo curiosidad, ¿Por qué no debemos entrar a esa habitación?
Inoue se quedó parada durante unos escasos segundos sin voltear a ver al sujeto, para después retomar su camino; pronunciando mientras se alejaba las últimas palabras para el hombre. Algo que no se había atrevido a decir desde que era una pequeña niña.
–Porque hay un monstruo debajo de mi cama.
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El capítulo fue largo, no se acostumbren, no todos serán así. Los demás posiblmente serán más cortos.
Creo que algunos de ustedes se habrán dado cuenta de que el título lo saqué de una serie de televisión. ¡A qué listos ustedes! Pues sí, en efecto, el título lo saqué de la serie del mismo nombre. Esta serie la veía de pequeña junto con la de "Escalofríos" ¡Oh, qué bella infancia! Sin embargo no fue esta serie la que me inspiró a hacer esta colección de fics, no, claro que no. Si quieren saber quién fue el que me dio inspiración, pregúntenle a Joshua Hoffine; pero cuidado, si son sensibles, mejor no le pregunten nada...
¡A propósito! La historia la escribí por una amiga. No es que ella tenga un mosntruo debajo de su cama -o bueno no sé, nunca he ido a revisar- pero me ha contado que le da miedo estar parada en el suelo de su cuarto y tener la luz apagada porque piensa que alguien observa sus pies desde abajo de... exacto, su cama, y que en cualquier momento la pueden jalar y hacerle quién sabe qué cosas...
Por cierto, La serie de "¿Le temes a la oscuridad? " no me pertenece, le pertenece a sus dueños... que no sé quienes son, ¡pero seguro que los tiene!
¿Qué dicen? ¿La historia les insitó de dejarme un review? ¿Aunque sea para contarme acerca de una experiencia similar que hayan tenido? -me encantan ese tipo de historias y experiencias personales, claro-
Bueno, sin nada más que agregar les dejo de quitar el sueño. ¡Váyanse ya a la camita! -si es que me hicieron caso y lo leyeron en la noche- y tengan cuidado, no les vayan a jalar los pies o se les vaya a subir el muerto.
