Prefacio
La guerra había afectado a todo Londres mágico, principalmente a aquellos que habían participado en ella. Poco a poco la comunidad mágica se iba levantando de tan atroz batalla en la que ambos bandos habían tenido considerables pérdidas, pero sin duda uno de los más afectados en esta batalla fueron los Weasley. No sólo habían salido heridos, sino que habían perdido a un miembro de su familia.
Fred Weasley había muerto hace tan sólo unos dos meses, pero para la familia Weasley había sido como si hubiese sido ayer. El más afectado a simple vista era su gemelo, George Weasley, quien desde aquel lamentable suceso no había vuelto a sonreír.
Si para Hermione Granger quien solo era una simple espectadora le dolía el alma aquella perdida, no quería imaginarse como lo estaría viviendo el gemelo. Era consciente que no aguantaría ver sufrir a sus seres amados más tiempo, se sentía impotente. Por ello un día sin decirle nada a nadie tomó todas sus cosas, las empacó en su pequeño bolso de cuentas y salió de la Madriguera sin un rumbo o destino fijo. Tal vez Harry o Ron pensarían que era una cobarde y que ahora huía pero, necesitaba alejarse por un tiempo de todo lo que la rodeaba. Ya no soportaba el sentimiento de muerte y dolor que había alrededor de todo el mundo mágico; la sumía en una profunda depresión; hubiese deseado haber podido hacer algo por evitar todo, pero lamentablemente estaba hecho.
Por otro lado estaban las celebraciones que se daban debido a la caída del Señor Tenebroso, aquellos que sin saber y que habían estado al margen de la batalla ahora celebraban la caída de alguien a quien nunca se enfrentaron. Estaba cansada de ir al Callejón Diagon y que magos ebrios por tanto whisky de fuego la saludasen felices como si la guerra no hubiese dejado una secuela imborrable y difícil de superar. Estaba segura que Harry, aunque bien nunca se lo dijo, también odiaba eso tanto como ella.
Suspiró levemente y evitó, sin éxito alguno, tocarse el brazo izquierdo donde descansaba la palabra 'sangre sucia' cortesía de Bellatrix Lestrange. Si bien ella se sentía orgullosa de lo que era, aborrecía verla todos los días en su brazo. Odiaba levantarse y ver la cicatriz de aquella horrible tortura. Había intentado quitarse aquella marca pero parece que el cuchillo con el que Bellatrix se lo hizo tenía magia oscura por lo que sería imposible de borrar. De repente una idea surcó en su mente, tal vez podría… Cerró los ojos y se apareció en Londres muggle.
Ahora sabía por dónde empezar a curar sus heridas.
