-Momentos-
Cuando llevas mucho tiempo con una persona parece que dejas de apreciar ciertos detalles, ciertos momentos que eran especiales, porque han pasado a formar parte de la rutina. Del día a día. Sin embargo, de manera inconsciente, una parte de nuestro cerebro o, tal vez, una parte de nuestro corazón nos recuerda que hay momentos que por mucho que el tiempo pase no podemos dejar de apreciarlos.
Sora acabó de recoger la mesa y lavar los últimos platos sucios de la cena. Al abandonar la cocina y pasar por el pasillo, se quedó mirando una foto que había colgada en la pared, en tamaño póster, enmarcada. Era la foto del día de su boda y de eso ya hacía dos años. Se acercó y pasó los dedos por encima del cristal, acariciando el rostro de su esposo. Un esposo al que amaba con locura hasta la saciedad, lo amaba todo de él, desde el último pelo de su morena cabellera, pasando por sus ojos color café hasta su impulsividad y arrojo en los momentos difíciles. Suspiró. Su relación era inmejorable pero a veces no podía evitar pensar que tarde o temprano la rutina terminaría por invadirlos y apagar la llama que durante tanto tiempo había permanecido encendida en sus corazones. Sacudió la cabeza.
Cuando entró en la habitación, Tai ya estaba dormido, casi ni le había dado tiempo a cambiarse de ropa, había llegado completamente agotado del trabajo. La pelirroja se puso el pijama y se acostó junto a él intentando hacer el menor ruido posible para evitar perturbar su descanso. Una vez acostada, se aproximó a él para sentir su calor, ese calor tan agradable que siempre había recibido en todas y cada una de las etapas de su vida por las que habían pasado juntos. Habían sido simples conocidos, habían sido mejores amigos, habían sido novios y, finalmente, se habían convertido en esposos. Sora sonrió sin poder evitarlo al pensar en lo mucho que había cambiado Tai. En la penumbra reinante en la habitación observó su moreno rostro, con él era imposible aburrirse. Le puso una mano en la mejilla al escucharlo suspirar en sueños, suavemente.
La chica sonrió más ampliamente y solo entonces fue consciente de una cosa… Aunque en algún momento su matrimonio cayera en la monotonía habría cosas que nunca dejarían de agradarle y una de esas cosas era observar a Tai mientras estaba dormido. Su rostro tranquilo, sus suspiros y su respiración acompasada y tranquila. Verle así hacia que el corazón se le acelerara hasta límites insospechados. Solo cuando estaba durmiendo podía verse al verdadero Tai, solo en esos momentos podía ver al Tai que amaba sin que ninguna barrera pudiera impedirlo. Se acercó todavía más al muchacho, todo lo que su abultada tripa le permitía y acarició los labios del chico con los suyos. El moreno no se movió, nunca lo hacía, podría pasarle un camión encima y ni siquiera inmutarse. Sora rio con suavidad, se alzó un poco la camisa del pijama y arrastró la mano de Tai hasta colocarla sobre su vientre.
─Vas a tener el mejor papá del mundo, pequeño… – susurró con ternura sin dejar de mirar a Tai con aquellos ojos rubíes cargados de amor. El bebé dio una patada y Sora sonrió – Sabría que estarías de acuerdo conmigo – se acercó a Tai y lo abrazó antes de cerrar los ojos y susurrar en su oído un "Te amo", como normalmente hacía él con ella cada noche.
Momentos como éste siempre estarán guardados en su mente y los rememorará cada vez que el miedo a caer en la rutina la atosigue. Porque hay momentos especiales que jamás se olvidan, pase lo que pase.
