Disclaimer: Los personajes no me pertenecen.
Historia escrita en respuesta al desafío lanzado por Dani Valdez en el foro "Alas Negras, Palabras Negras". El siguiente fue: Arya viviendo la trama de Sansa (retenida en la Fortaleza) y Sansa la de Arya (escapando de la Fortaleza).
Caminos diferentes
I
—La estúpida de tu hermana se ha esfumado —dijo Joffrey haciendo una mueca—. Madre dice que los guardias la están buscando, y que es cuestión de tiempo que aparezca… —La expresión en su rostro se transformó en una sonrisa cruel y burlona. Arya se fijó en que sus labios eran tan gruesos como dos gusanos—. Pero te tengo a ti. No creerás que me he olvidado lo de tu loba, ¿no?
—¡Nymeria no hizo nada! —gritó Arya.
Supo que aquello no le gustó. Sus ojos verdes brillaron con la misma furia que parecía desprender el león rugiente bordado en su pecho.
—Meryn.
El guardia la cogió con rapidez, causándole dolor ahí en donde sus dedos apretaban con fuerza su brazo. La cachetada le nubló la visión y la hizo tambalearse. Arya sintió el sabor metálico de la sangre corriéndole por el labio inferior. Lo miró con gesto hosco, decidida a no llorar.
«No lloraré delante de él —pensó—. Soy una Stark. Tengo que ser tan fuerte como Robb».
El siguiente golpe la hizo caer. Los oídos le zumbaban tanto que, por un momento, temió haber perdido el sentido.
—Más te vale cerrar la boca si quieres conservar todos los dientes —dijo una voz rasposa una vez se fueron. Arya levantó la vista y se encontró con los ojos crueles del Perro—. Tu bonita hermana ha desaparecido, ¿no? Ahora te corresponde a ti tomar su lugar.
Arya sintió cómo la rabia volvía a invadirle el cuerpo. El Perro la levantó con brusquedad y la obligó a moverse. Cuando su padre… cuando su padre murió… Todo había sucedido tan rápido que lo recordaba como en sueños. Pero lo que más le dolía era haber perdido a Aguja…
«Él mató a Mycah y me quitó a Aguja». El rencor la hacía sentirse mareada.
Y Syrio… pensar en Syrio la avergonzaba todavía más. Él nunca habría dejado que nadie lo atrapase.
—Todavía tengo esa espada tan bonita tuya. No pensarás huir sin ella, ¿verdad? —dijo el Perro una vez estuvieron frente a su recámara.
—Aguja… —Por unos instantes, Arya se olvidó de todo lo demás.
—Si eres lista sabrás ahorrarte un poco de dolor —advirtió al tiempo que abría la pesada puerta de su habitación. La obligó a entrar con menos brusquedad que antes, y la cerró antes de que Arya pudiese hacer más preguntas.
«Si lo que dice es cierto… —pensó, sentada en la cama—. Podría recuperar a Aguja». En su cabeza, se veía a sí misma huyendo de la ciudad. Los dejaría a todos atrás: a la reina, a Joffrey, a Meryn Trant, Boros Blount y Ser Ilyn Payne… y al Perro también. Se obligó a recordar las lecciones de Syrio, prometiéndose no tener miedo.
«El miedo hiere más que las espadas». Arya se tocó el labio inferior y contempló la sangre. Tenía que ser valiente.
...
«Yoren. Padre dijo que se llamaba Yoren».
—Ahora ven aquí. —Yoren agarró toscamente su mentón, obligándola a mirarlo. Sansa se estremeció al sentir el repugnante olor que desprendía—. Yo tendría que haberme ido, ¿sabes? —No esperó a que contestase—. Tendría que haberme ido, pero me dijeron que tenía que esperar para llevarme a tu padre al Muro. —Desenfundó la daga con su mano libre e hizo un gesto grosero al ver la expresión asustada de Sansa.
—No, mi señor…
—No soy ningún «señor». —El hombre escupió al suelo con desprecio. Sansa se fijó en que había salpicado gotitas de saliva en su barba sucia y enmarañada—. Voy a llevarte a Invernalia junto a los demás reclutas.
Antes de que Sansa pudiese decir algo, un fuerte tirón en el cuero cabelludo la hizo retroceder. Vio cómo caían los mechones de cabello castaño rojizo al suelo, impotente. Mientras el acero le rasguñaba la cabeza, se dijo que no iba a llorar.
Al finalizar, el hermano negro la examinó.
—¿Cuántos años tienes?
—O-once. —Casi lo había llamado «mi señor».
—¿No has florecido aún?
—No.
—Bien. Eso traería muchas dificultades —gruñó—. Pero aun así… —Entrecerró los ojos, inquieto—. Tendrás que llevar varias pieles encima para disimular, niña. —Escupió al suelo—. Tu padre me dejó escoger de entre las mazmorras, y no creas que estos hombres se parezcan en nada a los caballeros de las canciones o a tus hermanos. La mayoría te violaría antes de entregarte a la reina. Desde ahora eres un niño huérfano. ¿Cómo te llamarás?
Sansa tragó en seco y bajó la vista.
—Robb.
—¿Robb?
—Sí —dijo Sansa. «Como mi hermano. Podré verlo una vez que regrese a Invernalia… Y él salvaría a Arya de la reina y Joffrey». Al pensar en su hermana, un escalofrío le recorrió la espalda—. El anterior rey se llamaba Robert. A nadie le importará que un huérfano lleve su nombre.
—Bien —respondió luego de unos segundos. La expresión en su rostro parecía menos siniestra—. No beberás ni comerás más de lo necesario. Asegúrate de mear siempre en las noches, alejada de los demás. No hables con nadie, y tampoco quiero que levantes sospechas, ¿entendido?
Yoren le entregó las ropas que usarían los futuros hermanos de la Guardia de la Noche. Estaban sucias, malolientes y tan viejas que el color ya no era negro, sino gris. Según él, sería un huérfano que fue encontrado pidiendo limosna medio desnudo en las calles de Desembarco del Rey y que se unió a la Guardia luego de que le prometieran ropas para vestir y comida con la que llenar el estómago.
—Y pagarás tu deuda sirviéndole al reino.
Y a ningún guardia pareció importarle. Buscaban a la hija de Lord Eddard Stark: una doncella alta y hermosa, no a un huérfano asustado y tembloroso (como todos los que se dirigían ahí) que iba arrebujado en las vestimentas sucias y desaliñadas de los miembros de la Guardia de la Noche.
