Disclaimer: todo de Tadatoshi Fujimaki.

N/A: basado en un fanart que no logro encontrar. Ñañañañá. Editaré si lo encuentro.

El incesante piar de los pájaros tras los cristales y el estratégico rayo de sol sobre sus párpados empezaban a amodorrarle de forma violenta en aquellos últimos minutos de clase. Por suerte la campana sonó pronto anunciando la hora del almuerzo y Takao aprovechó para desperezarse y bostezar abiertamente.

- Deberían estar prohibidas las clases en esta época, ¿verdad, Shin-chan? - el moreno se giró para quedar frente a su compañero y la réplica de su anterior bostezo quedó a medio camino.

Midorima se había dormido durante la lección. Apoyaba el codo sobre la mesa y la mejilla en su palma. Takao alzó las cejas, sorprendido, y se permitió observarle un momento más.

A través de la ventana se colaba la brisa primaveral que soplaba los perfectos cabellos verdosos, meciéndolos sobre sus ojos. Sus largas pestañas oscuras descansaban, gráciles, sobre las tersas mejillas y, de entre sus labios ligeramente entreabiertos, escapaba la rítmica respiración del durmiente.

Se pasó el pulgar por los labios antes de levantarse del sitio y avanzar resueltamente hacia el otro. Se paró frente a Midorima, se inclinó y ladeó la cabeza hasta encontrarse frente a su cara. Desde aquella insignificante distancia sus pestañas parecían más largas y perfiladas, su ceño, sin fruncir, le daba a su cara un aspecto mucho más relajado, ni rastro del temible Midorima, y sus labios. Takao no podía dejar de mirar su boca entreabierta. Apoyó las manos en el pupitre de su amigo y volvió a inclinarse sin dejar de mirar su objeto de deseo. Sus labios se despegaron y su lengua los humedeció, impaciente.
Notaba el aliento envolviéndole, escurriendo y perdiéndose en su boca, de estar despierto el otro; consciente, habría sido testigo de sus mejillas arreboladas y de su respiración súbitamente alterada.

"De estar consciente sus dedos largos y vendados estarían impactando sobre tu cara, Takao-san".

Mordió su labio inferior tratando de ocultar aquella sonrisa burlona que acudió rápidamente a su boca y se enderezó para cambiar de rumbo y dirigirse hacia la ventana. Abajo, en el patio, unos chicos empezaban un partido de baloncesto.

Midorima suspiró, abrió los ojos solo para enfocar la figura apoyada en la ventana que tan cerca había estado hacía unos segundos y frotó sus ojos bajo los cristales. Un poco más y Takao se habría dado cuenta de que su respiración no era tan regular como creía y de que sus mejillas iban cambiando de color segundo tras segundo. Si Takao hubiera dudado un momento más quizá lo hubiera cogido de la camisa y... ¿Y qué? Volvió a frotarse los ojos agradeciendo a medias su sueño ligero.
Puede que sí que debieran estar prohibidas las clases en aquella época.