Disclaimer: Nada me pertenece, solo mis locas ideas.
Con la mente y corazón
por MissKaro
I
La ceremonia de inauguración del nuevo año concluyó, y los estudiantes se vieron obligados a dirigirse a sus respectivas clases, haciendo que Kotoko perdiera de vista a Irie Naoki, de la clase 1-A, con quien había quedado fascinada después de escuchar su magnífico discurso ese día de apertura a las clases en preparatoria.
La razón por la que un estudiante de nuevo ingreso había hablado ante todos, ya la conocía por una pregunta indiscreta a su sensei, quien le explicó que aquel joven era un estudiante prodigio, que alcanzó puntuación perfecta al examen de ingreso a la preparatoria, como lo hizo para los grados que le precedieron, y que, al parecer, con una evaluación de su inteligencia, había alcanzado un CI de 200.
Ella estuvo simplemente maravillada de compartir, por lo menos, escuela con alguien tan impresionante. Después de haberlo escuchado dar el discurso, no habría pensado menos. Era una pena para Kotoko que ella fuese estudiante del grupo E, mientras que él perteneciera a la A. Pero eso no era impedimento para poder acercarse a él y buscar su amistad, para un futuro tentar si surgía algo más.
Naturalmente, ya le gustaba, admirada como se encontraba por su presentación, donde le pareció alguien genial y muy recto; por supuesto, no podía negar que era de buen parecido. Alto, atlético, de tez clara, cabellos castaños y ojos enigmáticos, de un color que no podría definir por la distancia, eso junto a un aire misterioso, pero porte respetuoso.
Su madre estaría encantada de saber que ella había encontrado, ese primer día de clases, un chico que le gustara. Nunca había visto a nadie que le cautivara con mirarlo, mucho menos que con una voz grave, muy varonil, en una cadencia pausada y agradable de oír, se sintiera atrapada.
Uno de esos días se aproximaría a él para presentarse.
Cuando el sensei hizo su aparición, se obligó a apartar los pensamientos de su compañero de instituto, y pronto se vio inmersa en el nuevo ambiente escolar. Luchaba por esforzarse al máximo y enorgullecer a su madre, quien se esforzaba mucho para sacarlas adelante, desde que tenía memoria, y lo mejor que podía darle era dedicarse a la escuela, hasta que al cumplir diecisiete se liberara de su promesa de no buscar un trabajo de medio tiempo con que ayudar.
Se preguntaba cómo habría sido si su padre no hubiese muerto al tener seis, y el restaurante pudiera estar abierto, pero ésas eran preguntas a las que no tenía respuesta, ni valía la pena hacerlas, porque el pasado ya había acabado.
—Ya que nadie se ofrece, el jefe de grupo será la primera persona de la lista.
Kotoko cerró los ojos con un gemido, porque sabía que Watanabe-sensei pronunciaría su nombre.
—Aihara.
Se puso en pie como un resorte. —Sí.
—Al terminar, deberás quedarte para que conozcas tus obligaciones.
Excelente por ella, retrasaría su horario en casa, solo que no podía negarse.
Asintió.
Y así comenzó su vida escolar en la preparatoria. Un chico que le gustaba y ser la jefa de grupo. Tal vez no estaría tan mal, eran dos grandes logros en un solo día.
Tendría qué contarle a su madre durante la cena.
[…]
Tuvieron que pasar dos meses para que Kotoko pudiera armarse de valor para acercarse a Irie-kun, con quien quedó más encantada tras observarlo en sus prácticas de tenis, los días que debía quedarse para asuntos que concernían a su puesto de representante del grupo E.
Había sido ventajoso, en especial porque le permitía conocer con los compañeros jefes de los otros grupos, uno de los cuales resultó se una buena fuente de información, Watanabe-san, el que correspondía a la clase de Irie-kun.
Su amiga Hitomi había afirmado que la suerte le sonreía, porque podría ser un modo de establecer un vínculo con él, ya que muchas veces había visto al rubio en compañía del genio. Y, adicionalmente, así las dos podrían tener citas dobles, pues a su amiga le atraía el chico de lentes del A, a quienes había presentado unas semanas atrás.
Parecía demasiado perfecto; sin embargo, Kotoko sabía que ella estaba muy lejos de la perfección, y podría afirmar que la buena fortuna de ese año era la causante de esa coincidencia.
Así que ese día, conociendo unos detalles de Irie-kun, y decidiendo confesarle lo que sentía, se aproximó cuando él concluía su participación en el club de tenis, tras finalizadas las clases. Afortunadamente, iba solo; aunque, a excepción de Watanabe-san, casi siempre lo iba.
Observándolo a sus espaldas, notó que el uniforme de tenis, consistente en pantalones cortos y camisa deportiva blancas, marcaba su buena figura atlética.
Agitó la cabeza para no distraerse y le dio alcance.
—Irie-san —dijo atrás de él, y éste se volteó, con una mirada indiferente, o más bien, vacía.
Esa vez tuvo la oportunidad de ver que sus ojos eran de un color marrón, aunque de un tono más violeta, como sólo pocas personas en el mundo llegaban a tener. Aunque la mirada vacía le daba un aire algo aterrador.
Durante un segundo le dio reticencia, mas decidió que eran desconocidos, por lo que no podía mirarla de otro modo.
—Hola, soy Aihara Kotoko, de la Clase E.
—¿Qué se te ofrece, Aihara-san? —preguntó él, con lo que le pareció un deje de fastidio.
No quería retrasarlo, pero era el mejor momento, cuando no había gran número de gente en la escuela.
Se sonrojó bajo su mirada impaciente y bajó la cabeza, disculpándose. Mejor lo hubiese escrito, como pensó.
Tomando aire, lo miró de frente.
—Irie-san, me gustas, y quería saber si serías mi amigo y me dieras una oportunidad —expresó atropelladamente.
Irie-kun la observó con ojos entornados antes de arrugar la nariz.
—No me interesa —le contestó, caminando por un lado.
Ella se quedó pasmada y lo vio alejarse, sin poder creerlo, pero la decepción no se asentó en ella y corrió hasta llegar a su lado, persistente como era.
—¿Por qué? ¿No podemos ser amigos?
Irie-kun le dirigió una mirada fría. —Me desagrada la gente estúpida —manifestó.
¿Acababa de llamarla así?
—¡Oye! Pero si no me conoces —replicó, indignada más que ofendida.
—Perteneces a la clase E.
La dejó boquiabierta y lo vio alejarse.
—¡Eso no quiere decir que sea una idiota! —gritó—. Irie-san, ¿aceptarías mi confesión si perteneciera a la Clase A!
Él se detuvo y la observó sobre su hombro, que lo veía con furia y determinación.
Pasaron unos instantes, en los que ella esperó una respuesta, llena de nervios. Entonces, él sonrió y se volvió.
¿Eso significaba que sí!
—¡Ya verás, Irie-san! ¡Alcanzaré esa clase antes de acabar el instituto! ¡Lo juro!
Empuñó sus manos en el aire, con la certeza de que lo haría, aunque fuera lo que más le costara en la vida.
[…]
La hoja del libro de Física se quedó pegada junto a otra, haciendo a Kotoko resoplar, tratando de separarlas, frustrada.
Así la encontró su madre, quien desde hacía semanas se pasaba observándola estudiar arduamente por las tardes y las noches, como no lo había hecho antes. Sí, ella estudiaba mucho para tener una posición aceptable en la escuela, y consiguió, al menos, no estar en la Clase F, pero nunca había puesto todo el empeño que en la actualidad dedicaba a sus tareas y al estudio.
Desde las palabras manifestadas a Irie-kun, había dedicado todo su tiempo libre a la escuela, enteramente decidida a demostrarle al chico que le gustaba, que era merecedora de una oportunidad con él, y que no era la estúpida que asumía.
No le ofendía, entendía que para un hombre inteligente como él, debía ser desagradable relacionarse con alguien de poca capacidad, antes que considerar otros aspectos de la personalidad, y no había tomado con gran afectación el que la rechazara por ello, así que había continuado con su campaña de llegar a la Clase A, por lo menos, en tercer grado. Incluso si era la última del grupo.
Gracias a su madre, comprendía el valor de esforzarse para obtener lo que deseaba. Etsuko Aihara, tras quedar viuda, con la muerte de su esposo en un accidente mientras se dirigía a comprar ingredientes para su entonces restaurante, tuvo que salir de casa y buscar el modo de mantener a una hija de seis años, una vez que los ahorros que tenían se acabaran. El local en que su padre trabajara no era propio, y por mucho que su madre hubiese querido continuar con el negocio, carecía de habilidades culinarias —y seguía sin tenerlas; Kotoko, gracias a una vecina necia, aprendió escasamente, siquiera para alimentarlas a ambas—.
Con la muerte de Shigeo Aihara, su madre se vio orillada a salir al mundo laboral, donde su constante torpeza, y sus estudios de preparatoria inacabados por no pasar el examen de término, eran un fuerte impedimento para ser aceptada. Enfrentó muchas dificultades, solo que a base de no rendirse, consiguió salir adelante.
Kotoko la había visto luchar mucho y la admiraba por ello, porque era igual de distraída y torpe, y sabía lo complicado que podía ser. Pero era su ejemplo a seguir, por quien no se rendía ante la adversidad.
Y por ello también quería hacerla sentir orgullosa.
Lo que sucedía con Irie-kun, era otra prueba, no un obstáculo ni una situación para desanimarse, daría lo mejor de ella. Él le gustaba… quería demostrarle que podía cumplir su juramento y estar en su clase, y ser merecedora, en un principio, de su amistad.
—¿Me dirás por qué te extralimitas, corazón? —Kotoko alzó la mirada hacia su mamá, tan parecida a ella, y dejó durante unos momentos su pelea con el libro de Física. —Llevas un par de meses demasiado entregada al estudio, más de lo normal en ti. Me preocupa.
Ella sonrió a su madre, que le acomodó un poco de sus cabellos rojizos detrás de su oreja.
—Irie-kun.
—¿Sí? —musitó su madre, acomodándose mejor en su silla, con ojos emocionados. —¿Es por él?
Asintió. —Le dije que me gustaba y contestó que no le agradaban las personas poco inteligentes. Así que decidí demostrarle que no lo soy, hasta alcanzar su misma clase.
Su madre frunció el ceño y sus ojos marrones, igual que los suyos, parecieron preocupados.
—¿No es ir demasiado lejos?
—Mamá, él es un genio… por eso no podría gustarle alguien que parezca poco lista.
—Pero… Kotoko, si tienes que estar en su misma clase y cambiar para que a él le gustes, ¿no está mal?
Ella arrugó la boca. —No lo había pensado así —expresó en voz alta. —Mi idea es que una vez que alcance su clase, él me conozca, como soy. No por subir mis calificaciones tengo que cambiar.
—Hija, si eso es así, entonces está bien. No quiero que tengas que cambiar por alguien. Tu padre —su madre suspiró melancólicamente, como cada vez que lo mencionaba—, Shigeo, él me amaba por como era… y ambas sabemos nuestra manera de ser. La persona que te quiera no debe esperar que seas diferente, solo para estar con ella.
—Y no quiero cambiar —rezongó. —Solo voy a demostrarle que no soy tan mala estudiante. Para entrar a Tonan no estudié para alcanzar una clase muy alta, solo para entrar. Ahora sí quiero subir de clases… y… también… pensé que me serviría para entrar a la universidad… quiero que te sientas orgullosa de mí.
Su madre sonrió y la acogió en uno de sus abrazos maternales. —Kotoko, ya estoy orgullosa de ti. ¡Da lo mejor para demostrarle a Irie-kun de lo que estamos hechas!
—¡Sí!
[…]
Lamentablemente para Kotoko, fue mucho más sencillo decirlo, que hacerlo. Si no hubiese sido por las Matemáticas y la Física, bien podría haber obtenido buenas notas en todos los exámenes de final de primer trimestre, pero aquellas asignaturas eran su martirio, no conseguía comprenderlas adecuadamente.
Su ansiada meta la veía muy lejos a causa de tantos números y problemas con incógnitas, que solo estaban para arruinarle la vida.
Y ni siquiera podía pagarse un tutor o clases extra, lo que aumentaba su tormento; apenas y conseguían ahorrar un poco tras el fin de mes, utilizar aquel dinero en una meta cuya causa principal era egoísta, le parecía vergonzoso. Requería de más esfuerzo y de abrirse la mente.
No pensaba rendirse, pero tampoco abusar en casa por la idea de que un chico la aceptara.
—Tonta Física, tonta Matemática —farfulló golpeando con su cabeza el libro de Aritmética, agradeciendo que poca gente estuviera en la biblioteca, aunque bien podía deberse a que era comienzo de trimestre, y pocos veían el interés a pasarse por ahí.
—¿Qué ocurre, Aihara-san? ¿Tienes problemas? —Se detuvo en seco con la voz de Watanabe-san, y se giró para responderle, pero se quedó congelada al ver que iba acompañado de Irie-kun.
Solo dos chicos del A, de los mejores del grado, estarían en ese lugar de las instalaciones escolares en ese tiempo del trimestre.
Nerviosa, evitó la mirada de Irie-kun, y miró a su amigo de la Clase A, lo que habría dado por no tener tanta vergüenza y pedirle que le explicara un par de temas.
—No consigo entender —expuso con un hilo de voz, encontrándose consolada por la mirada comprensiva del rubio, que sonrió ligeramente en apoyo.
Hubiera sido fantástico sentirse atraída por él, pero no era de ese modo… y su amiga Hitomi y él, parecían tener algo entre ellos. Además, en el corazón no se mandaba tan fácilmente.
—Siento oírlo, Aihara-san. Me gustaría ayudarte, solo que estoy un poco corto de tiempo, así que no me es posible ofrecerte mi apoyo.
¿Acaso no era un tipo grandioso?
Se sintió entusiasmada… él ya se había ofrecido, así que otro día podía consultarle con algunas dudas.
—¿Crees que…
—Ya sé —interrumpió Watanabe-san, sin que pareciera haberla escuchado, y lo miró dirigir la vista a su compañero. —Irie, ¿te molestaría? Ella es Aihara Kotoko-san, jefa de grupo de la Clase E. ¿Te import…
Se alarmó por lo que insinuaba su amigo. —Eh, Watanabe-san —cortó—. Otro día tú…
—Si lo aceptas, Aihara-san. —Ella se quedó con la palabra en la boca y enfocó su mirada en Irie-kun, que acababa de hablar interrumpiéndola.
¿Él le explicaría los temas? ¿No le molestaba? ¡Era increíble! Definitivamente era alguien genial, aunque le daba pena teniendo en cuenta las circunstancias. Ni eran amigos, y el que le ayudara podía ser considerado como trampa. Además, enseñarle qué temas desconocía era como reforzar la idea de que podía ser estúpida.
—¿Lo dices en serio? —preguntó, atenta al rostro de Irie-kun, que no cambió de emoción en ningún momento.
—Aihara-san, estoy seguro que Irie está dispuesto. Él no se presta para cosas que no va a cumplir. Gracias, Irie.
—Sí, muchas gracias —expresó ella con una sonrisa, ofreciéndole una inclinación respetuosa, obviando la emoción que le provocaba el tenerlo cerca y que fuera a ser su tutor. Si no se concentraba en su meta principal, pensando en él, fracasaría.
—Excelente, chicos. Tengo que irme. Iré por el libro que buscaba y me voy. Suerte, Aihara-san; nos vemos mañana, Irie.
Este último asintió ecuánime y ocupó el lugar vacío junto a ella.
—¿Qué es lo que no entiendes?
Ella inspiró, casi sonoramente, y corrió a abrir el libro en la página que correspondía, señalándoselo. Era un método para resolver ecuaciones cuadráticas, donde la primera elevada al doble, tenía un número junto a la letra. No conseguía dar con la respuesta correcta.
Él lo observó durante un segundo y asintió. —Lo explicaré solo una vez. Así que escucha.
Movió afirmativamente la cabeza.
Entonces Irie-kun comenzó a explicar, y de algún modo, fue como si sus palabras abrieran un camino en su cabeza, haciéndole entender fácilmente.
Definitivamente podía afirmar que era un genio, porque impartía el tema mucho mejor que su profesor.
[...]
Días más tarde, Kotoko se hallaba más segura respecto a los temas anteriores en las dos materias con las que terriblemente se llevaba, lo cual hizo más sencillo que comprendiera parte de las demás lecciones, pero con la introducción de temas nuevos, se halló ante una dificultad, porque se le hacía complicado.
La hora y media que Irie-kun le explicó todo, fue excelente, sí, mas era consciente de no tensar mucho la a cuerdas y no se atrevía a recurrir de nuevo a él.
Por lo cual estaba dubitativa ante la Clase A, esperando que el nuevo novio de Hitomi-chan saliera para el almuerzo, y poder pedirle si le explicaba un par de temas —y en adelante ser de apoyo—, esperando que ella tuviera a la mano alguna cosa con la que pudiera servir de pago. Su amiga le había tranquilizado solo un poco diciéndole que sus padres tenían dinero y no lo necesitaría como retribución, pero eso dejaba con menos posibilidades. ¿Qué podría darle a cambio?
Había decidido que primero debería hablar con él, con enorme pena, y ya después lo vería. Solo eran Matemáticas y Física, y pequeñas cosas que realmente no entendía—por ahora—, así que no sería muy pesado, como pedirle que le ayudara en todo, lo cual sí veía como un abuso.
Casi como si lo invocara, Watanabe-san apareció del otro lado, junto a Irie-kun, y le sonrió, tras modificar la expresión de sorpresa de su rostro.
—¿Puedo preguntarte algo, Watanabe-san? —preguntó tímidamente, cambiando su peso de un pie a otro.
Él asintió, y se alejaron unos pasos de la puerta, mientras que Irie-kun se apoyaba a la pared junto a ella, a esperar a su amigo.
—¿Qué ocurre, es respecto a Hitomi?
Kotoko se mordió el labio inferior y negó.
—Es que quería saber si podrías ser mi tutor en algunos temas de Física y Matemáticas… te pagaré del modo que sea, pero no entiendo algunos temas de esas asignaturas y me interesa mucho salir bien en las pruebas —dijo rápidamente, casi sin respirar.
Watanabe-san se tomó unos segundos en responder, como si estuviese dando sentido a sus palabras.
—Es eso. No me molestaría ayudar a una amiga, y también eres amiga de Hitomi. No tienes que pagarme por ello.
Rió abochornada. —Eh, pero no es una situación muy temporal, sé que en las próximas lecciones me hará falta. Y sería un abuso.
—Oh, de cualquier modo. Pero no sé si tendría todo el tiempo, me encargo de ayudar a mis primos a estudiar por las tardes. Los fines de semana me serían más factibles.
Ella cerró los ojos con frustración. —A mí no me sería posible esos días, tengo un empleo de fin de semana en un supermercado. Gracias, de todos modos.
Justo cuando había conseguido que su madre le relevara de la promesa de no trabajar, venía una oportunidad como ésa, por algo debía ser.
—Espera —Watanabe-san la retuvo cuando estaba por partir—. No es tan imposible. ¿Irie?
—No, Watanabe-san, me apenaría con él.
—Estoy seguro que no se pierde mucho en preguntar.
—Pero…
—¿Qué ocurre? —Kotoko deseó estar en otra parte y decidió que lo mejor era ver ese sueño cumplido, antes que recibir el desplante de Irie-kun.
—No, no, ya veré cómo, Watanabe-san. Muchas gracias, nos vemos.
Aún cuando fuera una grosería, se alejó sin recibir respuesta, con el rostro tan caliente que sentía las orejas cosquilleantes. Era mejor evitarse una situación bochornosa.
[...]
Como lo supusiera, en los exámenes de mitad de segundo trimestre, los resultados que obtuvo fueron mucho mejores que la ocasión anterior, con las áreas de todo menos Matemáticas y Física con más que notorias calificaciones. Las otras dos asignaturas, aumentaron resultados, con lo relacionado a las explicaciones de Irie-kun, pero las partes que involucraba temas distintos, tenían solo fallas. Apenas acertó en una, y eso porque lo hizo tentando a la suerte, cuya solución resultó ser cierta.
Era cansado tener que estudiar a la vez que trabajar, y podía decir que eran buenos resultados, aunque no tal vez los suficientes para avanzar de clase, más que a la D.
No estaba extremadamente agotada físicamente, pero su mente, con las constantes repeticiones que debía salir bien y la frustración de no obtener una solución para esas dos problemáticas asignaturas, se encontraba un poco fatigada.
Nunca había pensado tanto en su vida.
Lo positivo era que con su sueldo, habían podido aumentar los ahorros en casa, y se pudo dar el lujo de llevar a arreglar una pulsera de su madre, regalada por su padre, que llevaba un tiempo rota. Además, había podido pasar menos de un año para degustar uno de sus dulces favoritos, pues raramente caía en gastos innecesarios como ése, aún si el dinero alcanzaba.
Y había comprado uno para Watanabe-san, que le había explicado un tema, porque insistió en hacerlo, durante un periodo de descanso. También a Hitomi le explicó, pero había logrado que ella captara un poco el tema con el que había acertado en una cuestión, esa que fue pura suerte.
No se trataba de que el chico no supiera, ni que fuera mal maestro, porque logró que su amiga obtuviera increíbles resultados en el tema, pero hubo algo en el método de Irie-kun que sí logró penetrar a su mente, y no del modo inefectivo del rubio.
Ahora se sentía ligeramente arrepentida por su impulsividad y testarudez con respecto a no pedir ayuda de Irie-kun, pero ya no podía hacer nada. No aprovechó la oportunidad que el otro le presentaba.
Debía pensar mejor antes de actuar, cuando se trataba de algo importante.
No se trataba de una amiga de Irie-kun como para pedirle ahora algo como eso, así que ya estaba resignada. Y un poco desanimada.
Que seguiría peleando por alcanzar el sitio en la clase A, eso ni dudarlo. Sería un trabajo arduo; no se rendiría… era un ligero descanso y protesta de su mente.
En especial estando en la biblioteca como al momento, sin ir a casa.
Ya estaba integrado a su rutina, que no le extrañaba ni le entorpecía a sus actividades.
Suspiró y golpeó el libro de Física con el borrador de su lápiz. Se tomaría cinco minutos para darle una pausa a su estudio. Y la próxima media hora seguiría inmersa en ello, para después irse a casa.
—¿No entiendes?
La voz de Irie-kun la hizo chillar de una manera que la bibliotecaria le mandó a callar, con el ceño fruncido.
Se volvió a Irie-kun y lo vio con la boca curveada.
—No te aparezcas así, que me matarás de un susto —reprendió con una mano en el pecho.
—Solo se subiría tu presión arterial o tus niveles de glucosa —contestó él, con un poco de burla.
Se encogió de hombros. —Bueno, sí. —Anotó buscar qué era la glucosa. —Pero eso no significa que puedas ir por ahí asustando a la gente —amonestó.
—¿Estás sermoneándome? —inquirió Irie-kun, con una ceja enarcada.
Ella se sonrojó. —Lo… Lo siento. No soy nada tuyo para hacerlo.
—Es cierto, y hasta ahora, nadie aparte de mi madre lo había hecho.
—Disculpa, entonces.
—No, tienes razón en lo que dices, Aihara. —Él carraspeó—. No me respondiste.
Ella trató de borrar lo que la admisión de él había provocado en su mente y se concentró en recordar la pregunta.
Tuvo que suspirar, haciendo de lado quién era que preguntaba. —No. Las Matemáticas, la Física y yo, no somos amigas. Son tan difíciles —aseveró cerrando los ojos, consternada.
Lo peor no era eso, sino que él presenciaba que ella era pésima y podía corroborar que no tan merecedora de su amistad.
—Watanabe dijo que trabajas los fines de semana y por eso no puede explicarte.
Kotoko abrió los ojos y asintió a las palabras de Irie-kun, un poco avergonzada de requerir que otro la ayudara fuera de clases, como si no pudiera comprender las lecciones, siendo alguien tonta.
—En la semana, tendrás una sola oportunidad de preguntar sobre lo que no sabes, los martes después de clases, cuando venga a la biblioteca una hora.
Ella seguro que tendría sus ojos por salirse de sus cuencas.
¿Él se estaba ofreciendo? ¿En serio?
—¿De verdad? —cuestionó incrédula.
Él asintió, sin cambiar su expresión, sin, bueno, expresión.
—¿Qué puedo darte a cambio? No tengo mucho dinero, pero trabajo y…
—Eso no es necesario. Más adelante pensaré en algo —la interrumpió él, hablando en modo neutro.
Kotoko, apartando la vergüenza, se sintió totalmente agradecida y abrumada, tanto que sus ojos se humedecieron y rápido sintió que unas lágrimas mojaban sus mejillas.
—Eres grandioso, muchas gracias… —manifestó sonriente.
Él le dirigió una mirada extraña.
Hipó. —Con mucha más razón me esforzaré para estar en tu clase —se le escapó.
—Ya veremos —lo escuchó refunfuñar. —Anda, di qué cosa antes de que me arrepienta —emitió en tono hosco.
Ella, asintiendo velozmente, se dedicó a hacerlo.
NA: ¡Hola!
Es la primera parte, de dos, y espero que esta idea les guste; justificado un poco el OOC, tomando en cuenta las circunstancias. En este momento pienso que no hay grandes fallos aquí, pero le daré una releída antes de subir la segunda parte, y les avisaré si hice alguna modificación.
Sin más, espero conocer sus opiniones.
Fuertes abrazos, Karo.
