Holas queridos lectores, acá estoy con un tercer fic de POT. Espero que les guste. Les diré que se puede poner medio angst de a ratos y que dará saltos en el tiempo. Es otro RyoXSaku para variar, aunque para este no prometo nada sobre el final.

Decidí comenzar a relatar esta historia casi desde el final, o sea que lo que van a leer al principio está muy cerca del final de la historia. Luego Ryoma comienza a recordar todo lo que sucedió antes y que es el nudo de la narración en sí. Bueno, cualquier duda pregunten y dejen muchos Reviews que quiero conocer sus opiniones.

Capítulo 1: Carta de amor

Estaba exhausto cuando atravesó la puerta de su apartamento. Arrojó las llaves sobre una mesa y el bolso con raquetas sobre el sillón, donde también se dejó caer. Un gato gordo y peludo se acercó a darle la bienvenida frotándose entre sus piernas.

- ¿Como estás amigo? - lo saludó su dueño pasándole una mano por el lomo. Sus ojos se clavaron en los del minino y de allí revolotearon por el resto de la habitación, hasta que se detuvieron en un sobre estampillado en el suelo cerca de la puerta.

"¿Carta?", pensó sorprendido. Sus conocidos generalmente se comunicaban por e-mail y de vez en cuando lo llamaban por teléfono. Levantó la misiva y leyó el nombre del remitente. "Sakuno Ryuzaki". "¿Sakuno? ¿Qué será? ¿Otra carta de amor?" se preguntó con fastidio. La sostuvo girándola en sus manos y luego mirando a Karupin murmuró.

- No se puede amar a quien no se respeta...

Acto seguido arrojó la carta sin abrir en un cajón repleto de papeles. Karupin maulló un buen rato junto al cajón antes de acomodarse en un sillón para echarse una siesta.

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Al día siguiente Ryoma Echizen no podía dejar de recordar a su ex novia. Hacía tres meses que intentaba olvidarse de ella y de repente aquella carta. Ahora creía verla en todas partes, mientras se encaminaba a las canchas de tennis para su entrenamiento habitual. Su representante lo estaba esperando allí con la agenda repleta de compromisos como siempre. Desde que se convirtió en profesional no tenía tiempo para nada, todo eran entrevistas, entrenamiento, más entrevistas, más entrenamiento y luego los torneos. No muchos tenían su suerte, así que él no se quejaba, con solo 18 años ya estaba entre los diez mejores rankeados. Y su técnica y habilidad prometían llevarlo hasta el puesto número uno en poco tiempo. Entonces lo retaría, finalmente se sentiría realmente preparado para desafiar a su padre en un partido de igual a igual en el que trataría de vencerlo.

Le parecía que habían pasado siglos desde que viviera en Japón y solo habían sido tres meses desde que regresó a América. Gran cantidad de amistades se mantenían en contacto con él. Entre ellas su mejor amigo Momoshiro Takeshi con el que hablaba casi todas las semanas.

- Ryoma me estás escuchando ¿Qué harás esta noche? - le preguntó su representante mientras revisaba los mensajes en su celular.

- uh? ¿Porqué? No, olvídalo espero a mi novia esta noche - se negó el joven tennista categoricamente.

- Tu no tienes novia.

- Bueno, como sea. Me reservo esta noche. Necesito algo de vida social ¿sabes?

- Así que ahora les llaman así a las zorras con las que te acuestas. - señaló aquel hombre con sorna.

Ryoma guardó silencio mientras sacaba sus raquetas. Su interlocutor supo que era en vano insistir, así que tomo asiento y continuó haciendo llamadas.

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El príncipe del tennis yacía en su cama contemplando con aburrimiento los vaivenes de la muchacha rubia frente a él.

- ¿Tienes que irte tan temprano? - se quejó el joven, apenas vestido con unos shorts.

La mujer no contestó y continuó guardando cosas en su bolso, totalmente abocada a la tarea. El timbre sonó en ese momento. Ryoma no se movió de su lugar y la joven lo miró con el ceño fruncido.

- No espero a nadie... - dijo él laconicamente y el timbre sonó dos veces más con insistencia.

De mala gana Ryoma se puso de pie y se acercó a la puerta de entrada, dejando a la rubia continuar con lo que estaba haciendo. Extrañamente Karupin estaba junto a la puerta moviendo la cola de un lado a otro con frenetismo. "¿Quién será a esta hora?" pensó, aunque abrió la puerta sin preguntar.

Una jovencita de cabello castaño rojizo y enormes ojos cafés lo observaba nerviosa al otro lado de la puerta. Sus mejillas se cubrieron de rubor y clavó la vista en el piso, cuando notó que el otro estaba casi en ropa interior. Entre tanto, el muchacho de lacio cabello verde azulado no lograba salir de su estupefacción, con extrema dificultad consiguió decir.

- ¿Sakuno?

- Hola... Ryoma ¿Puedo pasar? - lo saludó ella incómoda.

- eh? ¿Pasar? - solo atinó a balbucear él, pensando en la rubia que tenía metida en su habitación. "¿Qué me importa lo que pueda pensar? Ella y yo no somos nada ¿Qué es eso de presentarse aquí a estas horas? Debió haberme consultado antes de venir" - Sakuno la verdad no es un buen momento...

En ese momento se apareció la muchacha de la habitación. Vestida como una supermodelo y cargando un bolso mediano en su mano.

- Ya me voy, Ryoma - le dijo secamente. Y sin reparar en la muchachita que roja como un tomate permanecía clavada en la puerta.

La rubia atravesó el umbral y se alejó por el pasillo.

Ryoma observó con frustración mientras aquella escultural mujer se marchaba y luego volvió su felina mirada hacia Sakuno.

- Bueno, soy todo tuyo... - le dijo asperamente - ¿Qué te trae por aquí?

- ¿No leiste mi carta? - preguntó ella con los ojos aún clavados al piso y un intenso sonrojo.

- ¿Tu carta? ah! Sí, sí la... Leí - mintió él sintiéndose culpable.

- ¿Puedo pasar entonces? - inquirió ella alzando la vista por primera vez, sus ojos brillando humedos.

"¿Qué quiere? ¿Reconciliación? Pensé que todo había quedado claro entre nosotros..." pensó el arrogante joven. "Será mejor que corte esto por lo sano. Si la invito a pasar esto se va a hacer más largo de lo que debería. Seré lo más directo que pueda..."

- Sakuno, no lo tomes a mal pero estoy cansado en este momento y me gustaría irme a dormir. Debiste consultarme antes de venir directamente, tengo muy poco tiempo para mí ¿Como obtuviste mi dirección, por cierto?

- Momo... - susurró ella lentamente pensando que quizás la voz no le saldría. Sentía un nudo en la garganta, la boca seca y los ojos se le empezaban a llenar de lágrimas. Ella no necesitaba esa humillación.

"Momoshiro, ese idiota. Recordaré hacerle pagar caro esto...", reflexionaba a su vez Ryoma.

- ¿Porqué no me dejas una dirección, le diré a mi agente que te llame en cuanto tenga un tiempo libre? - propuso él con poco entusiasmo.

Sakuno levantó el rostro completamente anegado por las lágrimas. A pesar de todo Ryoma sintió la firmeza de sus palabras cuando dijo.

- No hace falta. Ya no estaré aquí...

La vió irse por el mismo camino que antes había recorrido la otra mujer. Ryoma reprimió apenas el impulso de ir tras ella. A su lado Karupin maullaba descontroladamente.

- Cálmate Karupin. Es mejor así...

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Esa noche no pudo pegar un ojo. Se sentía culpable, por que negarlo. El la había amado, es más, estaba seguro de que aún la amaba. Solo volvió a verla por unos cuantos minutos y todas las decisiones en que había basado su vida futura tambaleaban como si su base fuese de papel. Atribulado con sus pensamientos decidió levantarse, serían las cinco de la mañana. Bebió algo de jugo de naranja en compañía de su gato, mientras contemplaba el espléndido amanecer por la ventana.

Sus ojos repararon en el cajón donde el día anterior había echado la carta de Sakuno. Se dirigió allí y la extrajo de entre otros papeles. Volvió a contemplarla con similar vacilación a la del día anterior, hasta que un súbito aire de frustración cruzó su semblante y con decisión la arrojó al cesto de basura.

¿Porqué seguir dándole vueltas al asunto? Todo estaba terminado entre ellos. Y si antes Sakuno no lo tenía claro. Ya no le cabrían dudas. Suspiró con amargura e intentó conciliar el sueño nuevamente.

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Transcurrió una semana y su vida continuaba con la misma acelerada rutina. Ese fín de semana sin embargo decidió tomarselo libre, a manera de unas minivacaciones, después de ganar el último torneo y ascender dos posiciones en el ranking. Embargado por el más supremo aburrimiento comenzó a ordenar algunos de sus papeles. Vació tres cajones en la alfombra y con Karupin acurrucado junto a él se abocó a la tarea de clasificarlos. Al cabo de veinte minutos comenzaba a desear nunca haberse embarcado en aquella tarea. Se echó hacia atrás buscando apoyar la espalda y sin querer tiró el cesto de papeles derramando su contenido en la alfombra. Allí estaba otra vez la carta de Sakuno, todavía intacta, perfectamente cerrada. El destino parecía empeñarse en que la abriera. Iba a meterla nuevamente al cesto pero lo pensó mejor y decidió abrirla. Comenzó a leer.

Ryoma:

antes de pensar que soy una tonta que no puede evitar seguir enamorada de tí. Acaba de leer esta carta.

Pensarás que soy anticuada pero este me pareció el mejor modo de decirte lo que voy a decirte. Para cuando tengas esta carta en tus manos yo ya estaré en la ciudad y podrás hablar conmigo directamente.

Descubrí que estoy embarazada de tres meses y medio...

Espantado Ryoma dejó caer el papel de sus manos. Eso... No podía ser cierto. Un hijo. No... Con desesperación volvió a tomar la carta y continuó leyendo.

... Voy a tener un hijo tuyo. Lo descubrí hace muy poco, no creas que lo he estado ocultando. Me hice las pruebas y en cuanto tuve los resultados comencé a escribirte. No quiero que te sientas obligado conmigo, dejaste bien claro cuando te fuiste que te ibas para siempre. Sin embargo, ahora, ya no es solo cuestión nuestra. Debemos hablar, te veré allá.

Sakuno.

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- ¡Momoshiro, cállate y escúchame!

- Ok... ¿Qué pasa? Suenas muy alterado...

- Sakuno nunca llegó a decirme que estaba embarazada...

Un silencio lúgubre se hizo al otro lado del teléfono. Ryoma continuó hablando con voz ronca a causa del nudo que sentía en la garganta.

- Yo... No la dejé hablar. No sabía porqué vino a verme... Pensé... Pensé... No importa ya ¿La has visto? ¿ Has sabido algo de ella?

- No... No desde que le dí tu dirección. Perdóname amigo, creí que todo iría bien...

- Todo es culpa mía. No debes preocuparte. Sakuno está en Japón, mi agente averiguó que se fue dos días después de que habló conmigo. Por favor búscala...

- Si...

- Mañana, al mediodía a más tardar, estaré en Japón e iré a verte. Adiós.

- ¿Quieres que vaya a recogerte? - se ofreció Momoshiro, pero Ryoma ya había colgado.

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Se arrebujó en el asiento y se colocó los auriculares, tratando de que sus pensamientos no se volvieran recurrentemente hacia la bella jovencita que hace muchos años le robó el corazón. Recordó su radiante sonrisa, mientras sus ojos se perdían en el cielo nocturno a través de la ventanilla del avión. Solía llevar unas larguísimas trenzas hasta segundo de secundaria. Era una muchacha amable y dulce como nunca había conocido. Lo quería y aquella certeza lo hacía sentir protegido, aun mucho antes de madurar lo suficiente para darse cuenta que no podía prescindir de ella...

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Cuatro años atrás

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Los murmullos comenzaban a hacerse atenuados. El sonido de los boligrafos rasgueando el papel, el monotono tono de voz del profesor. Aún la tiza rechinando sobre el pizarrón formaba parte de aquella arrulladora melodía que inundaba sus oídos haciendo que sus párpados calleran lentamente. Por eso no oyó cuando la puerta se abrió suavemente, ni siquiera el sonido de pasos podía inducirla a abrir los ojos. Luego una voz.

- Buenos días profesor, podría hablar a sus alumnos un momento.

- Por supuesto Hagiwara-san - aceptó el profesor con alguna reticencia.

Sakuno se decidió a entornar sus bellos ojos castaños a la fuente de aquel alboroto. Sabía que la vista, no le agradaría. Se recostó contra el respaldo de la silla e intercambió con Tomoka a su derecha una expresión de fastidio.

- Como todos saben, soy la organizadora del baile de graduación que se realizará en un mes. Las parejas que concurran deben anunciarse con una anticipación de al menos tres días para que las invitaciones estén listas a tiempo - habló la voz afectada que había interrumpido la siesta de Sakuno.

La muchacha de largo cabello castaño rojizo se removió molesta en su asiento. Su capitana nunca traía buenas noticias para ella. Como si necesitara que le recordasen que llevara pareja al baile. No era que le fuese dificil conseguirla, cualquiera en la escuela la invitaría de buena gana. A sus casi 15 años se había convertido en una de las alumnas más atractivas del Seigaku. Más de una vez tuvo que rechazar las proposiciones de sus numerosos admiradores. Pero sabía de alguien, probablemente el único en toda la escuela que nunca la invitaría y estaba sentado detrás de ella. Su expresión era igual de apática que de costumbre. Su cabello era oscuro con destellos verde azulados y caía lacio sobre sus enormes ojos felinos. Apoyaba su barbilla sobre su mano izquierda con despreocupación. No notó la mirada fija de Sakuno, nunca lo hacía. Observaba la puerta por donde la capitana Miko Hagiwara había desaparecido. Como odiaba a esa mujer, todo lo que ella hubiera querido tener la otra lo poseía naturalmente. Además de tener una habilidad innata para el tennis, era la mejor estudiante, una lider natural, presidenta de su clase y para rematar era de una belleza envidiable. Lo tenía todo, e incluso lo había tenido a él. Sus pensamientos volvieron hacia el apuesto joven sentado detrás de ella. El año pasado había llegado a creer sinceramente que las chicas no le interesaban. Hasta que Hagiwara se convirtió en capitana del equipo de tennis femenino. Con motivo de los torneos debieron colaborar en distintas actividades. Acabaron saliendo juntos un par de meses y luego terminaron. Algunos decían que Hagiwara lo dejó y que el capitán Echizen aún suspiraba por ella.

Abatida, Sakuno intentó concentrarse nuevamente en el pizarrón en frente suyo. De todas las chicas de la escuela, él la eligió a ella, su peor enemiga. Todos sabían la abierta antipatía sin motivo que Hagiwara le profesaba. No lo había pasado nada bien desde que se convirtió en capitana, a duras penas pudo mantener su puesto de titular. Aquello no tenía nada que ver con el tennis, pues contra todo pronóstico, y a pesar de los obstáculos, se había ganado el puesto de subcapitana, gracias a su desmedida voluntad por mejorar. Ninguna de sus compañeras podía vencerla, excepto la misma Hagiwara. Sin embargo a los ojos de estas era casi menos que una novata. La indulgencia que Miko empleaba con todas las demás integrantes se acababa en cuanto la veía a ella. Con frecuencia la castigaba con cualquier excusa y terminaba dando vueltas a la cancha o recogiendo pelotas con las novatas. Se mordió el labio inferior con rabia pensando en lo que le depararía la práctica de hoy.

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Dos adolescentes de unos catorce años conversaban en voz baja mientras tomaban el camino de salida de las canchas de tennis. Una era alta, delgada, de cabello negro y ojos de un tinte rojizo. La otra era de estatura menor, algo regordeta y llevaba el cabello sujeto en una larga coleta que abundaba en mechones rubios ensortijados. Sus gafas reflejaban persistentemente la luz del sol y llamaron la atención de otro joven que a una buena distancia las vió encaminarse hacia allí.

El muchacho llevaba el uniforme de los titulares de tennis del Seigaku. Calzaba además una gorra blanca con un roja R bordada en ella y sostenía con firmeza una raqueta entre sus manos. Observó a las jovenes que se aproximaban con desdén y volteó su ambarina mirada hacia las canchas donde los titulares se entrenaban con tenacidad de cara al torneo nacional que comenzaba la semana que viene.

- Horio, dos tandas más y luego vé a la cancha C. Puliremos ese golpe. - ordenó con sequedad a un desprevenido jovencito de revuelto cabello amarronado.

El aludido abrió la boca para replicar pero lo pensó mejor y la cerró de inmediato ante la severa mirada de su capitán. Este por su parte guardó la raqueta que tenía entre las manos y extrajo otra de su bolso. Se abocó a la tarea de alinear las cuerdas, cuando una voz aguda y fría exclamó a sus espaldas.

- ¡Veo que se te ha hecho costumbre eso de quedarte hasta después de hora!

- Cuando es necesario... - repuso laconicamente el capitán. Sin despegar la vista de las cuerdas en su raqueta.

- Bueno... Ya que estás aquí ¿Porqué no le echas un ojo a algo que dejé en las canchas del equipo femenino?

- Ya van tres veces que me lo pides este mes, Hagiwara-san - respondió el muchacho con aspereza. - Sí es tan importante por que no lo supervisas tú misma.

- Tengo mis obligaciones, Echizen-kun. No puedo quedarme aquí todo el día perdiendo el tiempo con el tennis como tú. - habló la joven de ojos rojizos. - No es una prioridad en mi vida.

- No deberías haber aceptado el puesto de capitana, entonces. - concluyó Echizen despegando los ojos de la raqueta por primera vez. Encontró que sus palabras habían conseguido irritar eficazmente a su interlocutora. Una ligera sonrisa cruzó sus labios.

- ¿Lo harás o no? - preguntó Hagiwara armándose de la poca paciencia que le restaba. A su lado la rubia de gafas soltó una risita tonta como solía hacer cuando se ponía nerviosa.

- ¿Vendrás conmigo al baile de graduación? - la intimó el capitán Echizen sonriendo pérfidamente.

- Ya no salgo contigo ¿Porqué no invitas a alguien más? - dijo la muchacha pasandose la mano por su oscuro cabello. Las hebras se deslizaron sedosas entre sus dedos dejando escapar algunos ligeros destellos.

- Solo es una formalidad Hagiwara-san. No te estoy pidiendo matrimonio - respondió el capitán encogiéndose de hombros - No me da la gana de invitar a alguien más.

- No te entiendo Echizen. Puedes pedírselo a quien quieras en esta escuela. Nadie te diría que no...

- Excepto tú. - la interumpió el joven de mirada felina con frialdad. Aquella mujer era la única capaz de ocasionarle escalofríos.

- Sé que te gustan los desafíos, pero esto es ridículo. - le espetó ella con desprecio, junto a ella la muchacha rubia los observaba a ambos ceñuda - En fín... Solo es un estúpido baile. Y si es tan importante para tí seré tu pareja. - añadió poco convencida.

- Está bién para mí...

- Ahora por favor encárgate de lo que dejé en la cancha. Esta vez son cincuenta vueltas. Asegurate de que las haga. - dijo la capitana girándose para irse - Hasta mañana, Echizen-kun. - agregó dándole la espalda para volver a cuchichear con su amiga de gafas.

Otro joven había oído la conversación apostado a alguna distancia de los coloquiantes. Sorbía agua lentamente de un termo que había aferrado con excesiva firmeza más de una vez, al oir algunas frases por parte de la capitana Hagiwara. Era un titular como lo evidenciaba su uniforme y su estatura alcanzaría facilmente el metro ochenta. Al percatarse de que las dos muchachas se alejaban se acercó a su capitán fingiendo indiferencia.

- Finalmente lo has conseguido Echizen. - le dijo en tono despectivo cuando estuvo junto a él. Su capitán le dedicó una gélida mirada y luego lo ignoró abiertamente volviéndose a la alineación de las cuerdas de su raqueta.

Pero aquel joven no estaba dispuesto a ser hecho a un lado facilmente. Se acercó aún más a Echizen. Sus alturas eran similares y cuando estuvieron cara a cara, los dos cruzaron una furiosa mirada.

- No volveré a repetírtelo Tsukishima. Aquí en las pistas de tennis soy tu capitán y como tal me respetarás.

- Cálmate... C-A-P-I-T-A-N. Pero no puedo permanecer tranquilo viendo como te prestas a sus juegos.

- Eso no te incumbe...

- Si me incumbe si involucra a...

- ¿Ryuzaki? Siempre se trata de lo mismo contigo.

- ¿Cual es tu obseción con esa mujer?

- ¿Cual es la tuya con Ryuzaki?

- Sabes que es diferente...

- No me interesan tus asuntos sentimentales aunque sean de dominio público, Tsukishima. Ahora quedas un momento a cargo S-U-B-C-A-P-I-T-A-N. Encárgate de Horio y de Kachirou en la cancha C. Yo tengo que cumplir un encargo en las pistas de tennis del equipo femenino.

El capitán Echizen dió media vuelta dejando con la palabra en la boca a Tsukishima quien se quedó largo rato observándolo alejarse con el ceño fruncido.

Notas de la autora: creo que voy a poder actualizar rápido por ahora por que tengo esta historia algo adelantada. Así que creo que nos veremos pronto. Ya sé que me van a tirar con algo por que todavía no subí el último capi de la Revenge, pero tengan paciencia que estoy trabajando en ello. Lo que pasa es que cuando comencé la Revenge no sabía muy bien como iba a terminar y ahora estoy falta de inspiración para darle el cierre que se merece.

Saludos, NtR.