"Matar para vivir". Así es mi vida. Solo sirvo para matar o ser matada. Localizar el objetivo, matarlo, recibir el dinero. De eso vivo.
Ya van tres años desde que Kaiba me mantiene. Me dice quien es el objetivo, lo elimino y me da el dinero suficiente para una vivienda y comida.
Éste es mi ultimo año, mi ultima misión. Pero ésta vez es diferente, no es cualquier misión, ni cualquier objetivo. "La Abeja Reina", eso fue lo único que me dijo antes de partir.
Solo con unas cuantas monedas, una cantimplora con agua y una espada, una chica de cabello corto azulado se encontraba sobre su caballo caminando por las oscuras calles del pueblo. Tenía que encontrar un lugar donde pasar la noche pero alguien la interrumpió.
– Este…–La figura de una chica hizo aparición entre la oscuridad frente al caballo impidiéndole el paso.
Por otro lado, la chica del caballo sólo se limitó a mirarla de una manera neutra esperando que dijera algo más.
– L-Lo siento.– Dijo la joven, nerviosa ante la mirada de la chica de pelo azul. – Es sólo que se me han perdido mis gafas y no puedo ver donde están… ¿Me podrías ayudar a buscarlas? –
Soltando un suspiro, se bajó del caballo dispuesta a ayudar a la castaña. No quería dejar a la pobre chica ahí parada sin sus gafas, sin contar el hecho de que quería buscar rápido un lugar donde pasar la noche antes de que se hiciera más tarde.
Mientras estaba agachada buscando entre la oscuridad, la castaña hizo una seña, la cual fue captada por una joven de cabello morado que cautelosamente se acerco al caballo.
– Ten.– Le dijo nuestra protagonista a la castaña, entregándole las gafas y volviendo al caballo.
– ¡Muchas Gracias! –Le respondió alegremente la chica, poniéndoselas de inmediato y salió corriendo del lugar.
"Que extraña chica…" Pensó la joven de pelo corto mientras subía al caballo para continuar su recorrido.
Por otro lado, dos chicas se encontraban dentro de una choza de madera respirando agitadamente.
– ¿Cuánto hay Takechi? –Le preguntó la castaña a su compañera, quien revisaba una pequeña bolsa de tela.
– Cinco monedas de oro, lo suficiente para unos cuantos panes.– Le respondió alegremente la chica.
"¡Mierda! ¡¿Por qué ahora?!" Maldecía por lo bajo la peliazul sentada en el pasto bajo un árbol. Sin dinero, tendría que pasar la noche afuera por culpa de esa chica. "¿Cómo pasó eso?" Era la pregunta que rondaba por su cabeza, solo fueron unos minutos en los que estuvo buscando los lentes, estaba segura de que no había nadie más aparte de ellas dos. Tal vez estaba muy cansada como para haberlo notado, pero lo importante ahora sería conseguir algo de dinero para continuar su viaje. El destino le había jugado una mala pasada pero pronto, más de lo que se esperaba, se lo compensaría.
No paso más de un minuto desde que había cerrado los ojos hasta que alguien le habló.
– Disculpa… ¿Ese es tu caballo? –Una voz, escuchó, una dulce voz. Lentamente abrió los ojos para ver de dónde provenía aquel hermoso sonido, topándose con la figura de una chica.
"Hermosa"
Fue lo único que estaba en su mente en aquel momento. Unos mechones pelirrojos, tomados por unas coletas, brillaban con la luz de la luna. Unos profundos ojos del mismo color de su cabello la miraban inocentemente.
Lugo de unos minutos contemplando aquella chica, sacudió la cabeza, volviendo a la realidad.
– Si, es mío. –Se puso de pie, miró el caballo y luego volvió la mirada hacia la pelirroja.
– Ya veo… ¿Qué haces aquí afuera tan tarde? Hay muchos ladrones…" –Le dijo la chica con un tono de preocupación en su voz.
– Ni lo menciones, me acaban de robar el dinero que tenía. –Dijo la de pelo corto algo fastidiada al recordar lo sucedido minutos atrás.
La pelirroja algo divertida ante la reacción de la chica pero también con algo de lastima por lo que le sucedió, le pregunta:
– ¿Cuál es tu nombre?
Al principio dudó si revelar su identidad o no a aquella chica desconocida, pero su mirada inocente la convenció.
– Tokaku, Azuma Tokaku, pero no me gusta que me llamen por mi nombre. –Le dijo finalmente con calma.
– ¿El tuyo?
– Ichinose Haru, pero puedes decirme Haru. –Le dijo con una alegre sonrisa, la cual sonrojó levemente a la otra.
– Entonces Tokaku... –Dijo ignorando totalmente lo último que le había dicho la chica. – Si no tienes donde quedarte puedes venir conmigo. –Le dijo muy sonriente la pelirroja.-
– ¿Segura? No quiero molestarte... –Dijo algo desconcentrada por aquella hermosa sonrisa.
– De verdad, no es problema para mi. – Le respondió algo inquieta de que rechazaran su oferta.
– Bien… Gracias. –Le dijo con un tono suave, lo cual fue respondido con una alegre sonrisa por parte de la chica. Estaba muy cansada como para rechazar la oferta, además no tenia dinero.
Haru camino hacia el caballo, lo desató del árbol y se giró hacia Tokaku indicándole que la siguiera.
Caminaron por las calles del pueblo, en el silencio de la noche, solo con la luz de la luna. No era un silencio incomodo, sólo era silencio, cada una estaba metida en sus pensamientos.
En unos minutos, estaban de pie frente a una pequeña casa de madera, no era muy grande por fuera pero no hay que juzgar un libro por su portada. Tenía un pequeño jardín con diversas flores de colores bien cuidadas a un lado de la casa y al otro, un gran manzano con las hojas verdes y frutos maduros.
La pelirroja se acerco al árbol y amarró al caballo al tronco con un elaborado nudo lo suficientemente firme como para que no se soltara durante la noche. Luego, fue a la puerta, la abrió, y le indicó a su acompañante que entrara, lo cual no dudó en hacer.
Ya dentro de la casa, Tokaku observó detalladamente el lugar. No era muy grande, pero tampoco tan pequeño. Constaba de una sala con un sillón frente a la chimenea y varios adornos perfectamente ordenados. Al otro lado de la sala, estaba, lo que supuso que era la cocina. No pudo saberlo ya que Haru le indicó que la siguiera.
Llegaron a una habitación algo pequeña con solo una cama y una mesita de noche.
– Aquí. –Le dijo amablemente la pelirroja.
– Gracias. –Le respondió de la manera más suave que pudo y se sentó en el borde de la cama.
– Si necesitas algo, llámame. Buenas noches. –Se despidió con una sonrisa.
Tokaku solo la observó.
Otra vez la sonrisa.
Esa sonrisa.
La más hermosa sonrisa que Tokaku pudo haber visto jamás.
Esa sonrisa que juro para si misma jamás olvidar.
