Ambientación: Esta historia se sitúa después de la cuarta temporada de Merlín: Arturo y Gwen son los nuevos y jóvenes reyes de Camelot, mientras que Morgana y Aithusa vagan por los bosques solas y sin hogar.
Disclaimer: Merlin y sus personajes pertenecen a la leyenda y a la BBC; mis "dominios" solo comprenden esta historia y los personajes de creación propia que aparezcan en ella. Aunque no me importaría poseer algo de magia...
CAPÍTULO 1:
SILENCIO
Un grupo de hombres de Camelot encabezado por el rey Arturo y con la compañía de su sirviente salió a caballo de Camelot tan pronto el sol se alzó en el cielo.
Habían recibido un aviso de problemas en una aldea cercana, y como pertenecía al reino de Camelot, era competencia de Arturo resolver el posible conflicto. Este, tras estudiar el plan y comentarlo con Merlín, había reunido a un grupo de sus mejores hombres y les había ordenado estar dispuestos al alba. Durante su ausencia, la reina quedaba al mando de Camelot, secundada por Gaius, el galeno y tutor de Merlín; aunque no hacía mucho tiempo de la Boda Real, Gwen iba, poco a poco, acostumbrándose a su nuevo rol de reina y todo lo que este implicaba (aunque no siempre fuese facil).
El grupo no tardó mucho en llegar a la aldea, apenas una hora a caballo desde que salieron de Camelot. Pese a que era una hora en la que la gente ya estaba despierta y trabajando, en esa aldea se respiraba tranquilidad, demasiada tranquilidad. Y lo que era más extraño: no había ni una sola persona o animal por los caminos. Todo estaba vacío; solo había silencio.
Todos los hombres, incluído Merlín, desmontaron cuando vieron hacerlo al rey, y todos ataron sus caballos a una valla de madera cercana cuando vieron que el rey hacía lo mismo con su montura. Obedecían en silencio y moviéndose a pasos sigilosos sobre los caminos embarrados, fruto de la lluvia de los días anteriores. Bajo las silenciosas y discretas órdenes de Arturo, los caballeros dieron una vuelta de reconocimiento alrededor de la aldea, tratando de encontrar ya no a los supuestos alborotadores sobre los que habían sido avisados, sino un a un simple y minúsculo atisbo de vida humana.
- ¡Sire!
Arturo se giró ante la llamada de atención de su criado. Aunque tardó en enfocarlo, lo localizó unos metros a su derecha, fuera del camino, acuclillado sobre la fría y húmeda hierba.
El rey envainó su espada y se acercó a Merlín, mientras los demás mantuvieron sus posiciones sin dejar de mirar la escena con ojos curiosos.
- ¿Qué sucede, Merlín?
Merlín levantó la vista a Arturo mientras este veía lo que había suscitado la atención de su criado.
Sangre.
- Todavía está caliente - dijo Merlín, respondiendo a la pregunta no-pronunciada de su rey, mientras se frotaba dos dedos de una mano, manchados de la sangre del suelo, y se los llevaba a la nariz - Y es humana, no hay duda.
Arturo miró con gesto serio y giró la cabeza a sus caballeros.
- Volvamos a los caballos y sigamos el rastro de sangre - dio media vuelta y avanzó unos pasos en el camino antes de volver a detenerse - Que dos de vosotros estén preparados por si tienen que regresar a por refuerzos.
El joven rey retomó su camino de regreso hacia donde estaban los caballos, con Merlín a su derecha, ligeramente rezagado, y los caballeros unos cuantos pasos más atrás. Ninguno habló durante el camino de vuelta, ni siquiera cuando hubieron montado de nuevo ni cuando se volvieron a internar en los bosques tratando de seguir el rastro de quien había dejado ese charco. Estaban demasiado comprometidos con la misión, alerta ante la sensación de un peligro inminente, de que en cualquier momento podían sorprenderles asaltantes desde detrás de los árboles; los bosques eran tan frondosos que no les resultaría difícil, menos aún conociéndolos.
Afortunadamente para ellos, estaba tan tranquilo como la aldea.
Pese a que el rey ordenó dar una vuelta de reconocimiento por allí, no había nada extraño que despertase su atención y pronto no les quedó otro remedio que desistir y emprender el camino a casa. Arturo tenía un regusto amargo en la boca, y definitivamente no iba a dejar de lado todo aquello, era demasiado raro, pero... ¿qué se suponía que debía hacer? Se sentía confuso, desorientado. Perdido.
En ese momento, reparó en la figura que cabalgaba a su derecha y le sorprendió verle mirándole por el rabillo del ojo.
- ¿Qué estás mirando?
Su tono de voz denotó impaciencia, y algo más de la sequedad a la que tenía acostumbrado a Merlín. Al momento se arrepintió de ello, pero Merlín no le dio tiempo a enmendar su error.
- Es solo que... Aquí sucede algo extraño. Lo presiento.
Arturo alzó una ceja con mezcla de sorpresa e incredulidad.
- ¿Lo presientes? ¿Acaso eres un mago o algo así? - el monarca se rió hasta que le dolieron los riñones al ver el gesto con el que respondió su criado - Tranquilo, Merlín. Según tengo entendido, los magos gozan de gran inteligencia. Estás a salvo.
Sonrió de forma perversa, con un brillo de rebeldía en los ojos. Merlín miró al rey y volvió la vista al frente, y justo cuando Arturo creía que el silencio se había extendido en el grupo, el primero respondió:
- Entonces vos, Arturo, estáis tan a salvo como yo.
Siguieron el resto del camino en riguroso silencio, mientras Arturo pensaba en mil y una formas para castigar la rebeldía de su criado. Primero, ordenaría a Merlín que limpiase sus botas; después, le puliría la armadura y, por último, le llevaría una cena compuesta de alimentos que fuesen difíciles de encontrar en Camelot y sus alrededores. ¡Hasta él mismo se maravillaba de su astucia!
Al llegar al pueblo, sin embargo, el rey se detuvo y alzó un brazo para que sus hombres se detuviesen. Algo había cambiado.
En medio del camino principal, sobre el suelo, se encontraba el cuerpo de una mujer.
Arturo descabalgó con gran agilidad, seguido por Merlín, mientras que los caballeros se quedaron sobre sus monturas, a la espera (aunque con la mano cerca de la empuñadura de la espada, por si acaso), siguiendo las órdenes de su rey. Aunque el rey fue el primero en llegar a la mujer, fue Merlín quien se agachó junto a ella para examinarla. Pese a que la posición no dejaba ver bien el cuerpo, la muchacha presentaba una fea herida sangrante en la frente, tenía un brazo doblado en una posición extraña y laceraciones y arañazos cubrían la parte de su cuerpo que quedaba visible.
Tras observar con lástima a la pobre mujer, que no debía tener más que uno o dos años más que el propio Merlín, este la cogió de la muñeca con dos dedos, tratando de encontrar el pulso.
Por fin, Merlín giró su cabeza hacia Arturo, que aguardaba expectante, sin soltar todavía la mano de la mujer.
- Está viva - su voz también denotaba cierto alivio - Aunque necesita atención y cuidados urgentemente. Tiene un brazo roto y una herida muy fea en la cabeza, además de contusiones y arañazos.
Arturo asintió con determinación.
- No hay tiempo que perder.
Regresó a su montura y volvió a subir a la silla mientras esperaba a que Merlín cargase a la misteriosa mujer sobre su caballo. Este se subió detrás y aseguró su peso inerte entre sus brazos, cada uno a un lado de su cuerpo, sujetando las riendas. Cuando Merlín estuvo listo, hizo una seña afirmativa a Arturo y este dio la orden de ponerse en marcha.
Regresaban a casa.
Comentario de la autora: Teniendo tantas otras historias a medio empezar, meterme con otra tan pronto es como lanzarme de lleno al abismo. Pero yo tampoco creo en escenarios insuperables, así que aquí me tenéis. Esta fic surge en una hora de nervios e insomnio; esto no impide que haya algún que otro error, pues he tardado cosa de hora y media en escribirlo y no lo he revisado después. No me convence demasiado, pero antes de tocar nada esperaré a leer opiniones. ¡No seáis tímidos!
