Recuerdo estar sentada frente al tocador. Me miraba en el espejo, pero no me reconocía, esa mujer ya no era yo, no estaba completa, me faltaba algo, algo que cambiaría mi vida para siempre.
-Piper, cariño. Ya es la hora.- Dijo Leo recargado en el marco de la puerta.
-Yo no quiero ir.
-¿Por qué no?
-Porqué si lo hago, es porque Prue no va a volver y no creo resistir eso.- Al decirlo recordé mi intento de resucitarla sin éxito y las lágrimas comenzaron a caer en mis mejillas.
-Yo estaré contigo… -Contestó Leo esperando que me sintiera mejor.
-Ella ha estado conmigo toda la vida, siempre tuve una hermana grande y no sé cómo vivir sin ella. ¿Por qué no la salvaste?
-Trate…
-Pero no. ¿Por qué no la salvaron ellos?
-¿Los ancianos? No pueden, no tienen esa clase de poder.
-Entonces, ¿para qué sirven? – Le grite con furia, no acaba de aceptar que mi hermana no estaría conmigo, no como debía de ser al menos.
-Sé que estas enojada.
-No estoy enojada, estoy Furiosa Leo. No lo entiendes. Curaste a la otra hermana, me salvaste a mí porque yo soy tu esposa y debiste salvarla porque ella era mejor, porque ella era… Debiste… -Me derrumbe por todos los pensamientos que azotaron mi cabeza al mismo tiempo- ¿Por qué nos hacen pasar por tantas cosas?, ¿Por qué tenía que pasar?
Había llorado tanto, que ya no podía ni quería hacerlo más. Creo que lo que en realidad quería es que nadie me viera. Después de hablar con Phoebe me di cuenta de lo que sufrió al tratar de permanecer fuerte por mí, no podía derrumbarme de nuevo, por ella y ahora también por Paige. Decidí salir a caminar y despejarme un poco. Como le dije a Leo estaba furiosa, no sólo con él, también con los ancianos, con la vida, conmigo… con Prue. El dolor, la frustración por querer que mi hermana volviera aunado a la culpa que no me permitía estar en paz.
No quería aceptar la verdad de lo que me ocurría, e intente ocultarlo, primero no quería saber nada de la magia y después traté de cazar la mayor cantidad de demonios posible, fue una forma de canalizar mis verdaderos sentimientos. Pero al estar ahí, frente a la tumba de Prue ya no resistí más, el llanto se apoderó de nuevo de mis ojos y…
-¿Por qué no me fui yo? ¿Por qué?
¿Cómo te atreves? ¿Cómo te atreviste a dejarme? ¿Cómo pudiste morir y dejarme aquí sola? Por favor vuelve, te necesito, por favor vuelve.- le gritaba golpeando su lapida, en ese instante solo podía sentir odio, un odio que me consumía lentamente, porqué esa aversión no sólo era hacia mí, era también a Prue.
-Está bien.- Escuche una voz e inconscientemente respondí.
-No, no está bien. Arriesgaba su vida todos los días. Nunca pensó en lo que nos pasaría a mí y a Phoebe si ella se iba. ¿Cómo pudo creer que yo podía vivir sin ella?- Volteé y estaba ahí, era ella. Tenía un semblante diferente, se veía igual, pero no se sentía igual.
-Te odio, eres una egoísta por que no pensaste en lo que sentiría si te ibas, ¿por qué?
-Piper, lo siento. Sabes que lo último que habría querido es dejarlas solas, pero era mi deber protegerlas. Siempre lo hice y haría todo igual de nuevo con tal de mantenerlas a salvo.
-No tenías porque sacrificarte Prue, pudimos salvarte.
-No fue tu culpa, ni la de Phoebe, Piper. Ese era mi destino…
-No, no… Tu destino es con nosotras, tal como siempre.
-Estaré con ustedes para siempre, tal vez no de la misma forma y no podrán verme todo el tiempo, pero desde ese lugar seguiré cuidando de mis pequeñas hermanas.- Se acercó y me dio una especie de abrazo e inmediatamente después se desvaneció.
