Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, la trama es mía
Chapter 1: Un día normal.
La discoteca Twilight todavía estaba en su mejor momento de la noche cuando salí del local riendo. Un Audi r8 esperaba por mí justo en la acera del frente y traté de llegar ignorando los flashes de las cámaras. Manejé hasta el hotel a una velocidad no muy apropiada para alguien en mi estado—había tomado solo un poquiiiito de mas—y entregué las llaves al Valet Parking.
Cuando crucé las puertas y me hallaba en la seguridad del lobby, inmediatamente unos brazos me rodearon. ¡Jakie! Me alejó de su cuerpo y puso ambas manos sobre mis hombros. Se veía molesto y preocupado. Solo pude reírme ante su expresión, su frente solía llenarse de arrugas cuando-
— Todos se estaban preguntando dónde estabas. Tienes que dejar de hacer eso, Bella.
— Ugh, ya saben por qué hago esto —dije, alejando sus manos y me concentré en caminar en línea recta hasta el ascensor, rezando para que no me descubran.
— ¿Has estado bebiendo? —empezó a reír.
¿Qué le sucede al mundo?
Sus palabras no duraron mucho en mi cabeza al igual que su presencia. Me subí al ascensor, arreglando mi cabello en el espejo
— ¡Tienes suerte que tus hermanas ya están durmiendo! —le escuché gritar antes de que las puertas se cerraran.
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El helado viento cortaba mis mejillas. No era la mejor época de Forks ni el mejor momento para huir, pero nada de eso importaba, no cuando mi corazón había sufrido demasiado.
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Me removí entre las sábanas sintiendo que mi cabeza explotaría en cualquier momento y el sonido del tráfico afuera no ayudaba en nada. Cubrí mi cabeza con la almohada tratando de amortiguar el ruido, lo cual iba a ser imposible. De todos los lugares para dormir en el mundo, yo tenía que escoger este precisamente, el centro de Los Ángeles. Alcé las sábanas hasta la altura de mi cuello y me relajé, dispuesta a seguir durmiendo. Uno pensaría que hubo paz después pero, como siempre, eso no aplicaba cuando tenías a un duende como hermana.
— ¡Despierta, ya es de día!
— No me digas —sentí como Alice se trepaba a la cama y comenzaba a brincar.
— Tenemos un asombroso día por delante. Primero iremos a visitar el negocio… y, sí, vendrás.
— Pensé que tener hermanas significaba cariño y amor, obviamente se equivocaron —murmuré contra el colchón.
Yo era una buena persona, nunca le deseaba el mal en nadie. Bueno, en verdad sí, pero no con mucha frecuencia, pero, ¿qué haces cuando tu hermana menor te tira agua fría mientras tratas de dormir con una resaca de mierda? La solución era un tentador escenario en donde mis manos se aferraban al cuello de Alice. Toda una obra de arte.
Salté de la cama causando que Alice cayera al piso. En cualquier otro momento me hubiera resultado gracioso pero el ver las cortinas corridas completamente me enfureció. Odiaba que la gente abriera las cortinas en la mañana. Peor aún cuando tenias intenciones homicidas y afuera se veía claramente agradable ¡No me importa que estés brillando, sol, igual mataré a mi hermana! Necesitaba un poco de nubes y truenos para llevar a cabo esto.
— Marie, ¿cómo te encuentras hoy? —preguntó con entusiasmo y una enorme sonrisa en el rostro—, ¿sabes qué ayudaría con ese dolor de cabeza? ¡Un poco de música! —sacó un pequeño control detrás suyo y de pronto el estéreo de la habitación empezó a sonar a todo volumen.
— Vas a morir —dije, persiguiéndola cuando abandonó la habitación.
La perseguí por los pasillos del hotel, incluso bajé por el ascensor cuando ella hizo lo mismo. Una vez en la primera planta, la encontré a punto de traspasar las puertas que daban hacia la calle. Pasé por el costado de la mesa de recepción, lanzando dagas con los ojos hacia Susan cuando quiso saludarme.
— ¡No llegues tarde! —gritó antes de que desapareciera.
¡Maldita perra! Estaba con la ropa mojada y no planeaba salir así. Si me pudieran salir humo por las orejas como en las caricaturas, ya lo habría hecho. Voltee al escuchar una voz conocida. Se trataba de Angela, nuestra mánager, quién estaba conversando por teléfono mientras caminaba hacia mí con un café en mano.
— Hey, Bells —dijo, tendiéndome el humeante vaso de Starbucks
— Hola Angie, gracias —murmuré a la vez que tomaba del líquido que calmaría todos mis males—. Eres mi héroe. Luego te cuento por qué estoy mojada y no del modo que preferiría. Ahora, ¿dónde está Jacob?
— ¿Dónde crees? —dijo mirando al frente.
Seguí su mirada. Jacob estaba recostado sobre la mesa de la recepción del hotel coqueteando con quien se encontraba detrás, Susan. Sonreí al ver que ella era inmune a sus encantos y se dedicaba a seguir mirando la pantalla de su portátil. Llegué a su costado y posé una mano sobre su espalda.
— Lo siento, tigre —bromeé mientras Angela conversaba de Dios sabe qué con la recepcionista—, no le atraes.
— Soy irresistible —dijo antes de levantar su brazo y besar su bícep—, sólo se hace la difícil. Todas caen.
— Yo no diría eso —fruncí el ceño—. Creo que necesitas regresar al gimnasio, amigo, tu trasero ha empezado a engordar y no de la buena forma.
— Sé que tienes envidia de mi trasero, lo confesaste una vez —le enseñé mi dedo corazón porque esa vez no estuve en mis cinco sentidos—. Otra cosa es que Susan sea lesbiana —aclaró, desviando su mirada al costado.
— Entonces, ¿por qué coqueteas con ella?
— Porque es divertido y no me había dado cuenta de ese hecho hasta ahora —tomó mi rostro y lo giró de modo que pueda ver la escena.
Entendí lo que mi mejor amigo quería decir cuando vi la cara de la recepcionista mientras mi amiga le hablaba. Tenía las mejillas levemente sonrosadas y no dejaba de desviar su mirada hacia ella cuando escribía en su monitor. Al cabo de unos minutos, le dedicó una sonrisa tímida y Ángela volteó para caminar hacia nosotros indicando que su conversación había terminado. Nos subimos al ascensor en silencio, Jake y yo seguíamos sorprendidos.
— ¿Qué pasa? —preguntó al ver nuestras expresiones.
— Nada —respondió Jake con una sonrisa que solo significaba problemas—, sólo nos hemos dado cuenta que atraes más a las mujeres que a los hombres, ¿no has pensado en cambiar de bando?
— ¿Recuerdas la enfermedad que casi atrajiste?
— ¡Eso fue sólo una vez! y, para tu información, fue falsa alarma.
Amaba cuando estos dos discutían. Angela era muy buena discutiendo y Jake era un mal perdedor.
— Por eso siempre te digo que ya es momento de conseguir una pareja y no a niñas sin cerebro.
— No, gracias. Pobre Ben, hasta ahora no entiendo como te soporta
— Pobres chicas que esperan tener una noche inolvidable pero al no conseguir nada bueno se conforman contigo…
— ¡Chicos! —exclamé. Giraron a verme, preparados para asesinarme— No me miren así, hemos llegado a nuestro piso —informé rápidamente, saliendo del cubículo y entrando en la suite para apagar el estéreo.
— Bueno —Jake retomó la conversación—, ¿pero me pasó algo?
Sé que no debería reírme pero esa anécdota resultaba ser graciosa sólo si se trataba de Jacob. Mi amigo, como ya se habrán dado cuenta, es un Don Juan y suele acostarse con toda chica que conoce. Lo malo fue cuando después de una de sus tantas aventuras comenzó a presentar síntomas parecidos a la Clamidia y quedó horrorizado. Luego de algunas burlas de parte de sus amigos y una consulta con el médico, fue una falsa alarma.
Jake me fulminó con la mirada.
— No es gracioso, Bella —dijo, desparramándose sobre el sofá.
— Un punto para Angie y cero para el mujeriego de Jake —le saqué la lengua en un acto de madurez—. ¿Qué tiene que decir al respecto, señor? —me acerqué a él e imité un micrófono con mi puño.
— ¡Esta conversación no ha terminado! —se cruzó de brazos cual niño de cinco años—. Además, tú no eres la indicada para estar burlándote, tengo muchos argumentos en tu contra, pequeña —me guiñó un ojo antes de prestarle atención a su celular.
Rodé los ojos y fui a cambiarme de una vez. Al costado de mi cama encontré una bolsa con una nota que leía "úsala". Al abrirla encontré un vestido y tacones… altos. Esto definitivamente era obra de de las constantes pelas entre nosotras, amaba a mi hermanita, era imposible no hacerlo una vez que llegabas a conocerla, por eso siempre se salía con la suya y terminaba eligiendo mi ropa para cada salida.
Una vez bañada y arreglada, pude apreciar el vestido y me di cuenta que no era del tipo que usabas para discotecas—como temía—sino más apropiado para oficina. Por supuesto Alice no dejaría que pisara su empresa sin estar correctamente vestida. Estuve tentada en optar por una ballerinas en vez de los tacones pero estaría en problemas si la desobedecía, así que rogando internamente para que mi coordinación sea perfecta hoy, me calcé los zapatos.
Solo alguien como yo tenía dos pies izquierdos al caminar pero en un escenario frente a más de mil personas podía hacerlo hasta en zancos.
Agarré mi celular que se encontraba sobre el buró y junto a este encontré una nota escrita con la reconocible caligrafía de Rosalie.
De esta no te escapas.
Rodé los ojos por su dramatismo. Salí de la habitación para encontrarme con Ángela en el pasillo y levanté el papel para que lo leyera. Esperé a que se molestara o me diera una de sus tantas charlas pero solo recibí una sonrisa que significaba problemas y entró al ascensor. Antes de que yo pudiera decir algo Jake se unió a nosotras y arranco la nota en mis dedos. La leyó rápidamente y lanzó una carcajada que no me gustó para nada.
— Estas en problemas.
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Poco a poco, el interminable rascacielos en el centro de Los Ángeles apareció, rezando el nombre Eclipse. Esa era la marca de ropa que mis hermanas habían creado. Yo figuraba también como una de las fundadoras por alguna razón, la cual desconocía. Lo que de verdad les apasionaba a mis hermanas era esto: las pasarelas, los flashes, el glamur y, obviamente, la moda. Sé que habrá un momento en el que ellas querrán ocuparse de lo que de verdad les interesa y tendremos que separarnos, lo hemos hablado antes, llegando al acuerdo que yo no podré seguir arrastrándolas conmigo por siempre. Además, a mi no me importaba seguir mi carrera como solista, siempre y cuando pueda seguir haciendo música.
Nos estacionamos y rodeamos el edificio hasta llegar a la entrada principal. El guardia me abrió la puerta de la compañía y fui recibida por lo usual. El personal caminaba de un lado a otro, a paso rápido, con hojas en la mano, percheros con ropa para alguna sesión de fotos, entre otras. Algunos me saludaban cuando pasaba a su costado y yo respondía con una sonrisa.
Llegué a la recepción y la mujer detrás, de quien siempre me olvidaba su nombre, me saludó, siempre me olvidaba de su nombre. Yo la llamaba "bulto" en mis pensamientos porque estaba embarazada pero era tan delgada que lo que llevaba en la panza se asemejaba mas a una pelota que a un estado de embarazada.
— Buenos días, señorita Swan.
Hola, bulto.
— Buenos días —asentí con la cabeza—, ¿Satanás hizo acto de presencia? —me apoyé sobre el escritorio y me acerqué a ella para hablar en tono confidencial. Antes de que pudiera decirme que esa era una falta de respeto hacia mi hermana, añadí—, usted sabe a qué me refiero, es mejor que no lo haga más difícil.
Se resignó con un suspiro.
— La señorita Rosalie Cullen se presentó hoy día a las ocho de la mañana. Por el momento se encuentra en el piso veinte. Por lo que recuerdo, su expresión no era agradable.
— Gracias, linda. Siempre tan atenta.
Antes de buscar a Rosalie, y enfrentar la furia de la cual estaba segurísima que me esperaba, fui a mi oficina que se encontraba ocho pisos más arriba de mi anterior destino. No sé porque tiene tantos pisos, no me pregunten. Ángela me acompañó y Jake decidió buscar a nuestro otro guardaespaldas, Dimitri.
— No sé para qué tengo oficina —fue lo primero que dije cuando entre en el inmenso lugar, me quité los zapatos y me lancé sobre el sofá de cuero—. Recuérdame qué es lo que tenemos pendiente.
— Como siempre —la escuché murmurar mientras abría el folder donde guardaba todo el papeleo y más mierda innecesaria a mi parecer—. Te recuerdo de la cita que tenemos con Williams el jueves, tomarán un vuelo a Chicago el martes a pedido de tus hermanas.
Estaba a punto de preguntarle a por qué habían pedido viajar el martes y no un día antes como siempre cuando mi teléfono vibró, indicando un nuevo mensaje. Se trataba de Rosalie exigiendo que vaya a verla en el piso veinte. Gemí en protesta y me levante de mi lugar.
— Suerte, Bells.
Esta vez utilicé las escaleras sólo para darme el placer de demorarme. Rosalie utilizaba ese piso para conocer a las nuevas modelos que la empresa había contratado, era el paso final pasar bajo su escrutinio. Su personalidad la hacía perfecta en ese aspecto, ya que tenía carácter fuerte podía ser dura cuando quería pero solo los que la conocían de verdad sabían que era una persona muy dulce y graciosa.
Abrí la puerta de emergencia cuando llegué a mi destino y fui recibida por la hermosa vista de Los Ángeles gracias a la pared de vidrio que cubría una de las cuatro paredes del edificio. Habían unas cuantas modelos paradas en diferentes lugares del piso y haciendo yo que sé. Algunas pararon de hacer lo que estaban haciendo y voltearon a verme con una expresión de sorpresa, sin dudar conociendo quién era yo.
La cabellera dorada de mi hermana llamó mi atención, entre las personas que se encontraban ahí, junto a una de las mesas y conversando con una de las chicas. Rosalie era la que siempre había resaltado entre nosotras por sus ojos claros, alta estatura y un cuerpo por el que cualquier celebridad mataría. Cuando sus ojos se encontraron con los míos frunció el ceño y le dijo algo a la modelo antes de caminar hacia una de las puertas, claramente dando a entender a que la siguiera.
— ¡Isabella! —gritó cuando me quedé parada en el lugar—, trae tu trasero en este instante —no pude evitar el escalofrío que recorrió mi columna.
Una Rosalie molesta era algo de temer. Caminé rápidamente hacia su oficina, donde la encontré apoyada en la mesa y con los brazos cruzados. Me quedé parada sin saber qué hacer.
— Bella, hemos tenido esta charla repetidas veces así que no volveré a decir algo que ya debes de tener en claro. No puedes escaparte simplemente porque se te da la gana y que no nos preocupe. No contestabas el celular y te fuiste sin Jacob —agarró algo de su escritorio y lo puso frente a mis ojos—. Primera plana, ¿qué esperabas?
— Perdón —me disculpé cuando vi mi imagen en la parte delantera de la revista—, pero tienes que admitir que siempre ponen una foto donde mis caderas salen gigantes, o sea mi trasero no es así de deforme.
Una pequeña sonrisa se instaló en sus labios, claramente luchando por permanecer seria.
— De acuerdo, tienes razón —dije, desplomándome sobre la silla más cercana—, debí haberles avisado y tomar las precauciones necesarias. Prometo no volverlo a hacer.
— Gracias.
— Ángela mencionó que viajaríamos el martes en vez del miércoles, ¿te importaría decirme la razón?
— Cumpleaños de Edward
Carajo.
Sentí como si me hubieran arrojado una piedra en el pecho, la herida que creía cerrada amenazaba con abrirse. El martes seria dieciséis de junio. Simplemente fantástico. Tomé una bocanada de aire, desviando mis ojos hacia el calendario que reposaba sobre su escritorio, e hice todo lo posible para no sobar mi pecho. No dejaría que mi hermana vea cuanto me afectaba.
— No iré.
— Eso ya lo sé —la escuché suspirar—, aunque guardaba un poco de esperanza para que esta vez asistieras.
Forcé una sonrisa e hice contacto visual con mi hermana, quien tenía el ceño fruncido y un tinte de tristeza en sus ojos. De pronto tuve las ganas de querer totalmente sola y eso no sería posible en Los Ángeles.
— Bueno, ya sabes la frase, pasado pisado y… ¿qué más seguía? —me encogí de hombros para aligerar el ambientes y me levanté del asiento—. Ya que esta conversación me ha bajado el buen humor, quiero largarme a Chicago hasta que ustedes lleguen.
— Está bien.
— ¿Qué? ¿Así de simple?
— Llévate a Jacob y Dimitri, le diré a Ángela que nos consiga uno temporal hasta el martes.
Sabía que no sería tan simple.
