DISCLAIMER: No tengo ningún derecho sobre los personajes de Supernatural. Esta historia fue escrita sin fines lucrativos.
NDA: Aquí un pequeño fic que escribí a estas horas de la noche ;3;. La verdad es que muero de sueño y no tengo ni idea de cómo quedó, sólo sé que me divertí haciéndolo y espero que ustedes lo hagan leyéndolo *-*u. Agradecimientos a Katrinna Le Fay por ser pionera de mi motivación, al igual que Hawk-sama xD!
O C I O
El agua se deslizaba sin pudor por su cuerpo desnudo y sus manos acariciaban cada una de sus partes con la confianza que garantiza la intimidad. Hacía horas que deseaba tomar un baño como ese, luego de una rutinaria cacería que acabó por llenarle de vísceras, sangre y otras sustancias cuyo olor no es precisamente una exquisitez. Sus ojos se mantenían cerrados, intentando relajarse mientras las gotas se llevaban consigo los rastros de jabón en su cabeza, pecho, pelvis y piernas.
Tomó el envase del shampoo con descuido, exprimiéndolo lo suficiente como para tomar su contenido entre sus manos y llevarlo a su cabello, restregándolo con la acostumbrada brusquedad, antes de…
- ¡¡Sam!! – gritó, al sentir en su cabello la textura densa e impropia del supuesto shampoo, relacionándolo segundos después con el olor que delataba el contenido como crema de afeitar.
Afuera del baño, acostado en una de las camas con sus brazos cruzados por detrás de su cabeza, Sam Winchester observaba la televisión con una sonrisa de satisfacción en su rostro, intentando suprimir ligeras carcajadas. Escuchaba con despreocupación el alboroto que hacía Dean en el baño y ni se inmutó cuando éste apareció por la puerta, taladrándole por la mirada.
- ¿Pasó algo, hermanito? Te ves enoj… - intentó fingir, pero fue interrumpido por un hermano mayor que se le lanzaba encima con furia, apenas cubierto por una toalla. Intentó cubrirse como pudo, recibiendo los brazos amenazadores de Dean con carcajadas.
- Así que quieres jugar rudo, ¿eh? – preguntó el ojiverde en un susurro, aprisionando a Sam con el peso de su cuerpo y la fuerza de sus brazos, aún con ligera amargura. El menor no pudo hacer más que sonreír, divertido por el berrinche de su hermano. – Esto no se quedará así – advirtió, cuando se incorporó y se dirigió al baño nuevamente, otorgándole una última mirada asesina al último de los Winchester.
Los ojos de Sam se quedaron fijos en la puerta blanca del baño, guardando silencio por unos segundos antes de volver a soltar una ligera carcajada, recordando la expresión en el rostro del mayor.
