¡¡POST DEALTHY HALLOWS!!Que no digan que no he avisado No me gustaría fastidiarle el final a nadie.
Bueno, una peueña introducción: Como desde siempre mi pareja favorita ha sido Ron y Hermione, después de leer DH me entraron unas ganas terribles de escribir sobre ellos, tanto de su presente, como de su pasado, como de su futuro...Aunque sobre todo éste último. Aún no he terminado mi otro fic "Hogwarts de Nuevo", pero espero poder llevar los dos bien. Si no, está permitido lanzarme tomatazos.
Así que, en resumen, éste es un fic sobre los pasos más importantes (sobre todo futuros) de Ron y Hermione. Espero que os guste y si es así...No estarría mal un review ¿no? No son obligadas, pero dan ánimos xD
¡Muchos besitos!
Sin impedimentos
Invierno de 2020
La nieve caía en suaves y deshilados copos sobre el jardín, cubriéndolo de una mullida capa blanca que desde dentro de la casa parecía acogedora y simplemente preciosa, pero que Hermione sabía que si la tocabas, era fría y dura, como pequeñas piedras que laceraban la piel, hasta volverla roja. Aún así, era bonito ver nevar. Siempre se lo había parecido. El rítmico baile que hacían los copos desde el cielo hasta posarse entre la hierba acompañaba a la perfección sus pensamientos: estos también se dejaban caer por su mente, hasta rozar la superficie, fundirse, y dejar paso a otros nuevos.
Con un suspiro, intentó despejarse y levantar la vista de la ventana para volver a lo que estaba haciendo. ¿Qué era? Ah, sí, ordenar todo el desastre que era su desván. Le había pedido cientos de veces a Ron que lo hiciera, pero siempre conseguía escaparse. Tal vez fuera mejor así, los hechizos domésticos de ella eran mucho más efectivos.
Alzó la varita haciendo que unos cuántos libros apretujados en una caja de cartón medio rota se elevaran en el aire. Con otra vuelta, les limpió la gruesa capa de polvo que los cubría. Hacer eso la reconfortaba. Ver que sus hechizos eran efectivos, limpios, rápidos y exactamente como debían ser. Todo correcto.
Examinando mejor los libros que estaba suspendidos frente a ella, descubrió que eran sus antiguos manuales de primero. Merlín, cuánto tiempo hacía de aquello. Los recuerdos de aquel año se perdían en la difusa nebulosa de la memoria, distorsionándolos y haciéndolos difícil de reconocer.
Por simple curiosidad, alcanzó uno de ellos y lo abrió. Y en la primera página descubrió la pulcra y esmerada caligrafía que solía tener a los once años. "Hermione Granger", decía.
Granger.
Hermione sonrió como si hubiese visto algo divertido. Hacía tanto tiempo que no asociaba ese apellido a su nombre. Era extraño y dulce verlo ahí, como un viejo amigo al que reencuentras tras una separación. Pero al que has aceptado perder, porque esas cosas pasan. Y es que hacía ya muchos años que dejó el Granger para lanzarse, sin ninguna duda y con el corazón lleno de alegría, a los brazos del Weasley. Contempló la envejecida sortija en su dedo y la acarició con cariño, haciéndola brillar tenuemente.
¿Cuándo supo que algún día sería una Weasley?
Verano de 1998
Sabía que de ninguna manera estaba sintiendo el mismo dolor que Ron, que los señores Weasley, que Ginny, que George…Pero de todas formas, ella también lloraba. Ella también notaba los párpados hinchados y pesados, los labios salados y las lágrimas deslizarse por sus mejillas. Ella también sentía aquel vacío lacerante en el corazón y ese ahogo situado en algún punto entre su pecho y su estómago, que subía por su garganta y la hacía sollozar sin poder remediarlo. Estaba abrazada a Ron, pero en ese momento cada uno era una isla particular e individual de su propia devastación.
Fred no se merecía morir. Era joven, alegre, valiente y amaba la vida. Sabía que todos los Weasley pensaban eso y que aquella certeza los atravesaba como miles de esquirlas de cristal.
Como tampoco merecían morir Lupin y Tonks. No ahora que tenían un hijo. No ahora que por fin habían rozado la felicidad. No ahora que había una personita que les añoraría aún sin haberlos conocido y se preguntaría siempre como fueron.
Ni Colin. Colin podía haberse salvado, pero había decidido luchar. Y al regresar a Hogwarts, la muerte le había recibido con los brazos abiertos.
Ni Dobby…ni Ojoloco, ni Ted Tonks, ni siquiera Hedwigh, la pequeña y fiel lechuza de Harry. No deberían haber muerto cuando seguía habiendo mortífagos vivos.
¿Por qué la vida y la muerte eran tan aleatorias¿Por qué no podía la dama negra llevarse a los que causaban el dolor y dejar en paz a los que intentaban hacer del mundo un lugar mejor? No era justo. No tenía sentido. Nada lo tenía.
Después del almuerzo y los entierros, Ron ha subido a su habitación, y Hermione piensa que es mejor dejarle un rato a solas. Permitirle llorar como un niño pequeño sin que tuviera miedo de lo que pudieran pensar los demás. Ella se ha quedado abajo, con Harry, que tiene la mirada perdida, y con Ginny, que está sentada junto a él sin poder hacer otra cosa que sollozar, aferrada a su brazo. Es raro ver a Ginny llorando, pero más raro sería que en aquella ocasión no lo hubiera hecho. Hermione siente el deseo de ir hacia los dos y abrazarlos, y de hacer lo mismo con Ron, pero no se ve capaz.
No había ningún libro dónde te explicaran paso por paso un hechizo sumamente efectivo que te ayudaba a superar la muerte de un ser querido sin trabas. Ningún manual dónde vinieran las normas establecidas para que la muerte te escogiera. Aquella desazón, aquel sufrimiento…dudosamente podían solucionarse con algún viejo y anticuado volumen en los que Hermione tanto confiaba. Ya no creía que ellos supiesen toda la verdad de este mundo. No ahora.
Agotada por el llanto, la pelirroja no ha tardado demasiado en quedarse dormida, aún con sus manos femeninas rodeando el codo de Harry, y la cabeza apoyada en su antebrazo. Hermione mira a su amigo y le lee la mirada. Intuye lo que estaba pensando y de ninguna manera va a permitirlo.
– No es culpa tuya – dice con suavidad y la voz ronca, rompiendo el silencio.
Los ojos esmeralda del chico tardan varios segundos en enfocarla, tan sumergido en sus pensamientos parecía estar.
– No sé qué…pensar – admite tras algunos segundos – Cuando…cuando acabé con Voldemort…– se pasa los dedos por su cabello negro, desordenándoselo aún más, sin pretenderlo – sólo pude dejarme llevar por el sentimiento de que todo había acabado, de que por fin iba a haber paz…Y durante ese rato, creo…que todos olvidamos lo que esa paz había costado. – toma aire, como si sintiera una profunda aprensión – Y ahora me ha…la realidad…ha vuelto demasiado de golpe. Y ¿sabes? Miro a la señora Weasley y no puedo evitar pensar que…que…– traga saliva – si nunca me hubieran conocido, a lo mejor ellos…A lo mejor Fred estaría vivo. Y lo mismo con Lupin, con Tonks, con Sirius, Dumbledore…– su voz se quiebra bajo el peso de todos sus remordimientos – Ya sé que debo aceptarlo, pero…
Ella ya sabe de antes que Harry no puede evitar sentirle culpable por todas las muertes. Todos le han dicho una y mil veces que él no ha sido la causa de ninguna de ellas. Que deje de pensar eso. Que todos le apoyan, todos le quieren. Que no tiene por qué seguir mortificándose. Pero para él es difícil, y Hermione no puede llegar a comprender cuánto. No está en su piel, sería un insulto decirle que sabe exactamente cuál es la magnitud de sus sentimientos, porque no es así. Porque ella y Harry son distintos y perciben las cosas de manera diferente.
Entonces Hary se aclara la garganta y se seca las lágrimas que habían empezado a ganar la batalla contra la represión.
– No pierdas el tiempo escuchándome –dice entonces, y Hermione arquea una ceja extrañada – Arriba te necesitan más.
– Oh…– Hermione enrojece de pies a cabeza. No puede verse, pero nota como le arde la cara y esa es prueba suficiente – Yo…– al ver la mirada significativa de Harry, cualquier buena razón que Hermione tiene para dejar un rato a solas a Ron se desvanece. Comprende que lo que el pelirrojo necesita ahora no es dignidad, si no alguien que esté a su lado y le brinde todo el cariño que puedan darle. Y que ese alguien es ella.
Abre la puerta y lo encuentra tumbado en su cama, de lado y con las rodillas pegadas al vientre, como si estuviese protegiendo de algo. Ni siquiera ladea el rostro para ver quién ha entrado, pero Hermione se lo hace saber rápidamente tumbándose junto a él y abrazándolo desde detrás. En condiciones normales duda que hubiera hecho eso. Pero estas no son condiciones normales. Es la paz después de una guerra, con todas sus consecuencias. Si no abren ahora su corazón¿Cuándo entonces?
– Hola – susurra muy bajito.
Al principio Ron no responde, pero luego, lentamente, se da la vuelta hasta quedar frente a ella y la mira a los ojos. Y aunque están hinchados, rojizos y ojerosos, Hermione no puede evitar pensar que sus ojos azules son lo más hermosos que ha visto en su vida. Porque son los de Ron.
– Hola – responde él, con la voz tomada. Se nota que no tiene ganas de hablar, pero que el solo hecho de que Hermione esté allí, a su lado, mirándole, le reconforta y le anima.
Hermione busca la mano de Ron y la estrecha con ternura, haciendo que una agradable calidez le recorra el cuerpo. Él consigue esbozar una sonrisa tímida que se desvanece en unos segundos. Y no por ella, si no porque la tristeza que lo inunda es tan grande que difícilmente puede sentir otra cosa.
– Todo pasará – asegura Hermione, deseando que Ron no tome su comentario a la ligera porque no pretende eso.
Ron no contesta. Y Hermione adivina que sabe que tiene razón, pero que de momento él no ve la salida. Que aún le quedan días de oscuridad en medio de toda aquella luz de esperanzas y promesas de libertad. De que el miedo se acabó para siempre. Y entonces ve que la cara del chico se contorsiona, y sabe que va a derrumbarse de nuevo.
– Merlín, ojalá…mierda…no quiero estar llorando ahora. No quiero tener un motivo por el que hacerlo – se lamenta, y Hermione se sorprende porque pocas veces le ha visto así cuando está destrozado. De hecho, rectifica, nunca lo ha visto así de destrozado – No quiero llorar cuando…¡Joder! – las lágrimas resbalan en una carrera furiosa por su cara y caen por su almohada.
Y aunque no puede poner la mano en el fuego para asegurarlo, Hermione cree saber lo que Ron quiere decir. No quiere tener el corazón hecho trizas cuando por fin lo ha entregado. Cuando ya no la encuentra una sabelotodo repelente, cuando ya no tiene doce años y está confuso, cuando el gato que se compra ataca a su rata, cuando no hay un búlgaro por medio, ni demasiados exámenes, ni un estúpido despecho de pelo rubio que lo llama Ro-Ro, ni unos celos estúpidos por su mejor amigo. Cuando ya no hay ningún impedimento para estar con Hermione, aparece la tristeza de perder a un hermano. Y se siente impotente, porque lo que gustaría es estar lleno de alegría y poder besar a Hermione, oler su pelo, abrazarse a su cuerpo, hacerla rabiar por él sólo placer de ver sus ojos echar chispas…Pero no puede porque el vacío y el dolor están ahí, más fuertes que nunca.
Hermione se acerca más a él y encaja su cabeza debajo de la barbilla, para hacerle saber que aunque no puedan estar en ese momento rodeados de una completa aureola de felicidad y amor despreocupado y joven; no le importa. Que con estar junto a él le basta. Que eso es todo lo que quiere.
Que si bien han pasado siete años ignorando, reprimiendo y escondiendo lo que empezaba a nacer entre ellos…Ahora van estar todos los que les quedan juntos. Porque ya no hay ningún obstáculo Y porque detrás de la noche que viven ahora, siempre hay un glorioso amanecer.
