Hola a todos los fanaticos de Candy. Aqui les dejo un fic que nació repentinamente, mientras buscaba inspiracion. Aquellos que han tenido la oportunidad de leer mis otros fic´s, podrán darse cuenta que soy muy dada al drama, asi que espero esta introduccion a lo que será la hsitoria les guste. Espero sus reviews, y que toda la buena vibra llene sus vidas! nos estamos leyendo! xoxo
Capitulo 1
Recordando el pasado
Tantas cosas habían pasado en estos larguísimos ocho años… pronto cumpliría veinticinco años, aun no me había casado, y por ello, me había ganado el titulo de "la soltera mas codiciada", que gracia me causaban ese tipo de comentarios. Muchas veces las personas que conozco me hacen la misma pregunta, que por qué no me he casado, se supone que a estas alturas de mi vida, yo ya debería ser toda una señora con hijos. Tal y como lo eran mis amigas Annie, madre de unos hermosos gemelos de cabellos castaños y ojos azules, y señora Cornwell Andrey, lo que la convertía en mi prima; ella fue la primera en casarse aun recuerdo el día de su boda fue en el verano de 1918, ese día ella lucia tan hermosa en ese hermoso vestido de novia que habían mandando a hacer especialmente para ella, era una mezcla perfecta entre encaje y raso, era ceñido hasta la cintura con unos finos bordados, con una voluptuosa falda, que caía gracilmente, con una larga cola bordada con perlas y cristales; un año después, Archie y Annie dieron la noticia de que pronto serian padres.
Patty quien había tardado mucho en superar la muerte de Stear, finalmente, comprendió que debía rehacer su vida, así que un día que vino de visita a conocer a los gemelos, nos dio la noticia de que pronto se casaría, con el hijo de un millonario minero, que conoció mientras paseaba por la playa, y precisamente, en el quinto aniversario luctuoso de Stear, ella lo tomó como una señal de él, así que después de seis meses de cortejo, aceptó ser su esposa. En el verano de este año, esperan la llegada de su segundo bebé. Ellas me preguntan que por que no e captado a alguno de mis pretendientes, pero yo siempre les respondo lo mismo: que me casaré el día que me vuelva a enamorar. Ya que como me he cansado de repetirles, para que quiero un matrimonio por conveniencia, si seré desdichada el resto de mi vida, y nadie me asegura que me enamore del que podría ser mi esposo; y como ejemplo de esto, teníamos a Elisa, quien casi al mismo tiempo que Patty, contrajo nupcias con un hombre que le lleva algunos años, pero al ser un importante político y millonario, ella no hizo mas que aceptarlo de inmediato. Ahora, ella tiene que sobrellevar los numerosos escándalos que hay alrededor de su esposo y sus múltiples infidelidades, que según ella, no son más que invenciones de la prensa.
Pero lo que mas sorprendía a aquellos que me conocían desde hace tiempo, fue mi repentino cambio. A pesar de las múltiples quejas de la tía abuela Elroy, Albert me permitió seguir trabajando como enfermera, así que regresé al hospital de Chicago, tenia mi propio departamento, pero a pesar de ello, prefería trabajar así fueran horas extras. Después de la boda de Annie y Archie, estos se marcharon a Francia a atender los negocios de la familia que había en aquel lugar., y Albert viajaba constantemente, revisando los negocios familiares en los diversos países en lo que se encontraban. Solo recibía cartas por parte de ellos, mi tiempo libre lo dedicaba a visitar a los niños del hogar de pony, llevándoles dulces y obsequios, y también visitaba a la tía abuela Elroy, y por extraño que pareciese, entre nosotras, fue creciendo una hermosa amistad, ya que ambas nos sentíamos de la misma manera: solas.
Corría el año de 1920, lo mas grave de la gripe española ya había pasado, solo se daban casos aislados, y para mi desgracia, yo estuve entre ellos. Pasé los peores días de la enfermedad en la mansión de Lakewood, la fiebre iba y venia, y justamente cuando pensé que moriría, repentinamente, me recuperé; aun convaleciente, le pedí a la tía abuela que no le contara a nadie de lo ocurrido, y así lo hizo. Le pedí me instruyera el como ser una dama de sociedad, ya que, lo menos que merecía la tía abuela, era que alguien le ayudara en todas las cosas relacionadas con el trato de amigos y conocidos, que debido a su edad, muy pronto dejaría de hacer. Ella me enseñó todo, desde caminar correctamente, la colocación de los cubiertos en la mesa, para que servía cada uno de ellos, el trato que debía de dar como anfitriona, el como elegir arreglos florales, cuando sonreír y de que manera hacerlo, entre otras cosas. Me llevó con los mejores modistas, surtiéndome de un extenso guardarropa, que iba desde lo casual, hasta los mejores vestidos de noche, seguidos de numerosos abrigos de pieles, joyería, numerosos zapatos, y lo mas vanguardista en cuanto a maquillaje se refería.
Nada quedaba de aquella niña vivaracha y aventurera, sencilla, que no le daba importancia a lo material, dando paso a la nueva Candy, refinada, bien portada, y en ocasiones hasta frívola y distante. Annie, Archie y Albert, quedaron sorprendidos con mi repentino cambio, ya que la tía abuela decidió dar una cena por el regreso de ellos, diciéndoles que no me podían ver hasta llegada la hora. Para la ocasión, decidí lucir un hermoso vestido de seda verde ligeramente entallado, que hacía juego con mis ojos, que decidí enmarcar con capas y capas de rimel, poniendo un poco de rubor rosado en mis mejillas, y finalizando con un labial rojo.
—Les presento a Candice White Andrey—dijo muy orgullosa la tía abuela.
Pude ver la cara de ellos, al verme tan cambiada. Después de muchas discusiones por mi repentino cambio, terminaron aceptándolo, así como también, el llamarme en publico, de ahora en adelante, Candice, y dejar el Candy solo en privado. Albert me confió los negocios que estaban a cargo de la tía abuela, y ella a su vez, al ver mi buen desempeño como dama de sociedad, dejaba a mi cargo la organización de cenas, bailes, reuniones, tanto familiares como sociales, que se llevaban a cabo en esta y en las demás propiedades de los Andrey.
Un ligero golpeteo en la puerta, me sacó de mis recuerdos.
—Adelante.
—Vamos Candy, levántate—dijo Annie la entrar en mi habitación, dirigiéndose a abrir las ventanas, dejando entrar los rayos de sol, haciendo que me cubriera el rostro con el edredón— ¿Qué no ves lo hermoso que está el día? ¡Feliz cumpleaños!—dijo dándome un efusivo abrazo.
—Gracias Annie, y es solo que, por ser mi cumpleaños decidí quedarme un poco mas en la cama.
—Últimamente has estado muy rara, Candy. Casi no sales de esta recamara, te estas portando como una pésima invitada, Richard no hace mas que colmarte de atenciones y tu, mira el trato que le das, por cierto, hoy vendrán unos amigos de Richard, así que no lo hagas quedar mal y por favor, sal de esta recamara.
—Esta bien Annie, trataré de comportarme lo mejor posible, y a todo esto, ¿En donde están los pequeños Stear y Anthony?
—Fueron con Archie a la villa de los Andrey, a ver que todo este en orden para la llegada de la tía abuela y Albert.
—¿Cuándo llegan?
—Me parece que mañana, Candy, así que, a menos que quieras quedarte aquí, prepara tu equipaje para irnos mañana a la villa.
—Muy bien Annie, ahora si me permites…—le dije señalándole la puerta, ya que hoy mas que nunca, deseaba estar sola.
Tenía que aparentar encontrarme bien, pero como hacerlo cuando a penas hacia un mes murió la persona a la que considerabas tu madre, los primeros días que precedieron a al muerte de la señorita pony, fueron devastadores, ya que ambas lloramos como nunca antes lo habíamos hecho; después de unos días, Annie recobró la calma, por el bien de sus hijos y de Archie, yo que no tenia por quien guardar las apariencias, me sumí en una gran depresión, trayendo consigo, una delgadez, que en lugar de darme una apariencia enferma, afinaron mis rasgos y mi figura, Albert, preocupado por esta depresión, decidió que unas vacaciones no me caerían mal, así que hizo que aceptara la invitación que nos hizo un viejo conocido suyo, de pasar unos días en su villa, muy cerca del lago Earn, en escocia; esto lejos de darme la tranquilidad pensada, solo trajo consigo recuerdos dulces y dolorosos a la vez, que se harían mas fuertes, cuando llegara la hora de ir a la villa de la familia Andrey.
Decidí sentarme en una de las sillas de la terraza. Mientras llegaban a mí los recuerdos del que hasta el último de mis días, será el amor de mi vida Terry, las lagrimas comenzaron a correr por mi rostro, así que solo por hoy, decidí desenterrar a la antigua Candy, después de darme un largo baño, me puse mi traje de equitación, maquillándome como ya era costumbre, peinando mi cabellos en una apretada trenza y salí al encuentro de mi anfitrión. Me pareció haber escuchado ruido en la habitación contigua, pero decidí no darle importancia y me dirigí al jardín; para mi sorpresa, sus invitados ya se encontraban ahí.
—¡Aquí estas Candice!—dijo Richard al verme pasar por el jardín—ven acércate que te quiero presentar a unos amigos.
—Hola mucho gusto, mi nombre es Candice White Andrey—dije saludándolos, con una media sonrisa.
—Ellos son—empezó a decir Richard—Harold Lockwood—señalando a un hombre de aproximadamente treinta años, de cabellos rubios cenizos y unos penetrantes ojos grises—y su futura esposa, Vera Weber—ella era una chica al parecer, un par de años menor que yo, de largos cabellos castaños rojizos con unos expresivos ojos color miel, quien me dirigió una calida sonrisa—y el es, uno de los solteros mas codiciados del mundo del teatro, Edmond Rostand—era un chico que oscilaba entre los veinticinco y los treinta años, de cabellos negros y unos ojos color chocolate, que dirigieron una mirada seductora en mi dirección.
—Mucho gusto, señorita, Andrey—dijo Edmund depositando un beso un mi mano—debo decir que, las fotos de los diarios no le hacen justicia a su belleza.
Retiré mi mano, causándome un poco de incomodidad su comentario.
—Gracias señor Rostand—le dije fríamente—eso es lo que todo mundo opina.
—Llámame Ed—me dijo.
—Llámame Candice—dije esto, en una clara muestra de poner una barrera de por medio—Richard, ¿No sabes en donde se encuentra Annie?
—Salió a montar poco antes de que mis amigos llegaran. ¿Quieres que pida un caballo para ti, Candice?
—Oh, si no es mucha molestia Richard—le dije mostrándole una dulce sonrisa. Richard pidió que me ensillaran un caballo, y mientras esperaba, al parecer estaban aquí, porque en unas semanas, montarían una obra teatral. Al llegar mi caballo, me dirigí a recibirlo.
—¿Podría acompañarte, Candice?—escuché preguntar a Edmund.
—En otra ocasión será, Edmund—le dije, jalando las riendas del caballo, para dirigirlo hacia el espeso bosque. Sentí el roce del viento sobre mi rostro, llenándome de alegría, de aquella que hacia mucho tiempo no sentía.
Pvo Terry
Después de un largo viaje desde nueva York, por fin habíamos llegado a la casa de campo de nuestro buen amigo e inversionista, Richard. El nos ofreció su casa para tomar un descanso antes de iniciar los ensayos de Macbeth, que presentaríamos en el teatro Alhambra; nos dijo que esperaba no nos incomodara el tener que compartir su casa con unos amigos suyos. Me dirigí a la recamar que me asignó, puse mi maleta en la cama, más tarde la desempacaría, en el instante en que iba a salir a la terraza, escuché unos leves sollos, así que para no incomodarla con mi presencia, decidí ir a refrescarme al baño; después de unos minutos, volví a ir a al terraza, esta vez, no se escuchaba ruido alguno, así que salí a respirar el aire fresco de escocia, hacia mucho tiempo que no venia aquí, tantos recuerdos tan vividos de aquel verano, amenazaban con salir, repentinamente, el viento sopló, trayendo consigo un fino pañuelo finamente bordado con las iniciales CWA, que tenia un dulce rastro de vainilla y jazmín. Me dirigí al jardín principal, en el cual se encontraban mis amigos, tomando una limonada.
—Oh Terry—empezó a decir Ed—si hubieras llegado unos minutos antes, habrías conocido a la mujer de mis sueños.
Ante el exagerado dramatismo con que habló, todo empezamos a reír.
—Pues evidentemente, solo en tus sueños la podrás tener Ed—le dijo Vera—de verdad Terry te perdiste de todo un espectáculo.
—Y eso ¿Por qué?—les pregunté.
—Porque nunca antes había visto despreciar a un hombre con tanta elegancia, como lo hizo, la amiga de Richard—continuo diciendo Vera.
—¿Una mujer, despreciándote a ti, Ed?—eso si que era nuevo, ya que si había alguien realmente irresistible para el genero femenino, ese era Ed.
—Si ¿puedes creerlo, Terry? De verdad que, ella es inconmovible.
—¿Y quien es ella?—les pregunté.
—Terry, ya te la había enseñado, aquella ocasión, mientras leía el periódico, que salió la foto de Candice White Andrey, la mujer de mis sueños—dijo con un suspiro.
¿Candy estaba aquí? Entonces, este pañuelo era de, Candy, mi corazón empezó a palpitar como hacia mucho no lo hacia. En ese instante, apareció Richard.
—¿De que hablan?—nos preguntó, sentándose en una silla a lado mío.
—De la señorita Andrey—dijo Harold—de cómo con unas cuantas frases, le dejo claramente, que no se le acercara.
—oh, si debo de admitir que Candice es un poco…. Especial, pero una vez que la conocen es un encanto.—dijo Richard.
—¿Y que fue lo que te dijo, Ed?
—Yo te cuento—intervino Vera—en resumidas cuentas, Ed desde el momento en que Rick los presentó coqueteó Con ella diciéndole "debo decir que, las fotos de los diarios no le hacen justicia a su belleza", y ella muy petulante le dijo "Gracias señor Rostand, eso es lo que todo mundo opina" y el muy bobo, no entendía las señales, y le dijo "llámame Ed"—en ese momento todos estaban riendo, menos yo—y ella le dijo "llámame Candice" , después ella preguntó por no se quien, y pidió un caballo, y este grandísimo idiota siguió coqueteándole, preguntándole si la podía acompañar, y ella, al parecer ya fastidiada de este bobo, le dijo "En otra ocasión será, Edmund".
Todos rieron a carcajadas, incluyendo a Edmund.
—Tarde o temprano caerá—fueron sus palabras.
—Lo dudo mucho, Ed—le dijo Rick—créeme que ha tenido infinidad de pretendientes, pero a ninguno a aceptado.
—Es muy antipática ¿no crees Rick?—dijo Vera con el ceño fruncido.
—No es eso, es que acaba de pasar por una perdida muy importante, y pues aun esta sensible por ello.
La platica cambió de tema, mientras yo seguía impaciente por volverla a ver, por una rara jugada del destino, después de ocho largos años, la volvería a ver, y precisamente, el día de su cumpleaños. Inesperadamente, apareció su mejor amiga, casi hermana, Annie Brighton. Conforme se iba acercando, reconoció de inmediato mi rostro, poniendo una cara de ansiedad y a la vez de sorpresa.
—Annie, querida, te quiero presentar a unos amigos míos—Rick hizo las presentaciones con vera, Harold y Ed, y cuando llegó mi turno.
—Y el es…—en ese momento, Rick se vio interrumpido por ella.
—Terry, que gusto volverte a ver—dijo Annie con una sonrisa.
—¿Se conocen?—preguntó sorprendido Rick.
—Si, nos conocimos en, el colegio san Pablo—dije.
—¡Vaya! Mira que pequeño es el mundo—dijo Rick—entonces, supongo que, conoces a Candice.
Solo asentí con la cabeza.
—Terry ¿por qué no me lo dijiste antes? ¡Pudiste habérmela presentado desde hace mucho!—dijo Ed, yo solo lo ignoré.
—¿Y como has estado Annie?
—Muy bien.
—¿Y en donde está Archie?
—Esta en la villa de los Andrey, preparándola para la visita de la tía abuela y Albert.
—¿Y Susana… vino contigo?—preguntó.
—No—le respondí, al parecer, no sabían que, Susana y yo nos habíamos separado.
—Annie—dijo Rick—he decidido preparar una fiesta sorpresa para Candice, ¿Qué te parece la idea?
—es una buena idea Richard, solo que no se como lo tome Candice.
—Espero que bien, ya que entre la sorpresa está la llegada de Albert y la tía abuela Elroy, y en esta sorpresa participó Archie, y seguramente no tardara en llegar con ellos.
—¡vaya! si que será una sorpresa para Candice, espero eso le logre levantar el animo.
—Oh por supuesto Annie—le dijo muy animado Rick—y he decidido que sea una fiesta blanca.
Al terminar de decir estas palabras, Annie no pudo ocultar la sorpresa dibujada en su rostro, el cual era un reflejo del mío.
—¿Qué sucede Annie?—le preguntó Rick.
—es solo que… de verdad no creo que una fiesta blanca sea lo ideal para ella.
En ese momento, un automóvil llegó trayendo consigo a Archie, Albert, a la tía abuela Elroy y a un par de chiquillos de aproximadamente seis años de edad. Se acercaron a la mesa en donde nos encontrábamos, pude ver la sorpresa de Archie y Albert al verme ahí, Richard hizo las debidas presentaciones, contándoles la sorpresa planeada para Candy.
—Creo que ustedes tienen mucho de que platicar—dijo Rick, dirigiéndose a Annie, Archie, Albert y a mí—así que Harold, Vera, Ed, que les parece si les muestro sus habitaciones, para que se preparen para la fiesta de esta tarde.
Se levantaron de la mesa dejándonos a los cuatro solos.
—¿Sabe ella que te encuentras aquí?—preguntó sin rodeos Archie.
—No, aun no—respondió Annie—no quiero ni imaginar como se pondrá—dijo tomando su rostro con sus manos.
—Esperemos que no empeore su estado anímico—dijo Archie, mientras abrazaba a Annie.
—¿Qué es lo que le sucede a Candy?—pregunté.
—Lo que sucede es que…—empezó a decir Albert—ella esta pasando por un momento muy doloroso, ya que… hace aproximadamente un mes… murió la señorita pony.
Me dolía el pensar el como se sentía Candy, al perder a la mujer a la que consideró como su madre, tenia tantas ganas de abrazarla, de reconfortarla…
—¿Y como se encuentra?—quería saber todo lo sucedido.
—A ratos bien, a ratos mal—dijo Archie—durante la semana posterior a la muerte de la señorita pony, se encerró en su habitación, se la pasó llorando todo ese tiempo, no comía, ni dormía, días mas tarde, regresó a su vida habitual, tratando de aparentar con los demás que se encontraba bien, pero por las noches, lloraba y lloraba—en ese momento se le quebró la voz, imaginaba lo mucho que sufrieron todos al verla de esa manera.
—Así que, el medico sugirió unas vacaciones, lejos de Chicago, y fue como aceptamos venir aquí, aunque, pareció ser peor, ya que, desde que llegamos no había salido para anda de su habitación, hasta hoy—finalizó Annie.
—Hay ocasiones en que—continuo diciendo Albert—nos preguntamos si realmente entendemos cuanto sufre, y tememos, que decida hacer una tontería.
—Y ahora, no sabemos que tanto afecte tu presencia su estado de ánimo—dijo seriamente Annie.
—No se preocupen—empecé a decir—que si es necesario me iré a la villa de mi padre—aunque esta resolución me dolía, ya que la quería ver aunque fuera un solo instante—iré a hablar con Rick.
—No Terry no es necesario—me dijo Albert—tarde o temprano se tendrían que volver a ver, solo que, tenemos que decirte unas cosas antes de que la veas o hables con ella, ya que ha cambiado mucho.
—Si lo se—en mi mente revoloteaban las imágenes de los diarios, en las cuales, lucía tan hermosa, pero a la vez, distante, era como si la Candy que conocí hubiera muerto—he visto sus fotografías en los diarios.
—No es solo físicamente—dijo Annie—también en su forma de ser, ya no queda nada de aquella pequeña pecosa traviesa y llena de vida.
—en pocas palabras, es la antitesis de Candy—finalicé.
—No lo pudiste describir mejor, Terry—dijo Archie—así que si no quieres que haga uso de su mordaz lengua, llámala Candice, el Candy, ha quedado sepultado.
—Pero…—dije aun sin creer lo que escuchaba—¿Cómo llegó a convertirse en eso?
—Es un misterio, que ni ella ni nadie, nos ha querido aclarar—dijo Albert—solo sabemos que sucedió poco después de que nos marchamos a atender los negocios de la familia, y a nuestro regreso, nos llevamos la sorpresa de nuestras vidas al ver a Candy tan cambiada, por más que intentamos hablar con ella, simplemente no cedió.
En ese instante, a lo lejos, divise una escultural figura femenina, que se acercaba con movimientos lentos y gráciles, contorneando sus caderas de un lado a otro.
—Aquí viene—dijo Archie, mientras se dirigían miradas nerviosas que iban y venían de uno a otro.
Mas de cerca, pude ver el cambio que se suscitó en ella, lucia demasiado delgada, y esa delgadez, estrechó su cintura, enmarcando sus caderas y su busto, afinando también, su rostro, el cual traía maquillado, cubriendo sus hermosas pecas, enmarcando sus ojos con gruesas capas de rimel en las pestañas, y en sus labios, lucia aun el rojo escarlata de su lápiz labial, dándole un aire de sensualidad que iba acorde con sus movimientos felinos; llevaba el cabello recogido en una larga trenza, con la cual venia jugando, mientras se acercaba, cubrió parte de su rostro con una de sus manos, en un intento de protegerse de los rallos del sol y para poder divisar quienes se encontraban en la mesa del jardín, pude ver como analizó uno a uno los rostros hasta que se encontró con el mío, en ese instante paró su caminata, sacudiendo su cabeza, como si esta le hubiera hecho una mala jugada, así que se apresuró a llegar a la mesa, y justo cuando se encontraba a unos cuantos metros de ahí, nuestras miradas se cruzaron pude ver la sorpresa que cruzó su rostro, cambiándola rápidamente a indiferencia; en ese instante, un par de chiquillos salió a su encuentro.
—¡Tía Candy! ¡Tía Candy…ce—corrigieron al girarse y encontrase con mi mirada, ¿así que hasta los pequeños tenían prohibido llamarla Candy?
—Hola pequeños—dijo poniéndose a la altura de los niños, depositando un beso en sus mejillas— ¿Qué tal les fue en su viaje?
—Mira, te trajimos una sorpresa—dijeron arrastrándola hasta donde estábamos—trajimos al tío Albert y a la abuela Elroy. Y mira el es amigo, del señor Richard, se llama Terry.
Esbozó una media sonrisa, en mi dirección, mi corazón comenzó su loco palpitar al tenerla frente a mi, después de casi nueve años.
—Candy—murmuré sin poder decir nada más.
—No señor Terry, mi tía se llama Candice, Candy solo le podemos decir su familia—me dijo uno de los niños con el ceño fruncido. En es instante, Candy empezó a reír, extrañaba tanto el sonido de su risa, que no pude más que mirarla embobado.
—Gracias Stear por defenderme—le dijo al pequeño—efectivamente, llámame Candice, Terrence.
Todos miramos sorprendidos a Candy, ya que el tono frío con el que dijo mi nombre, no pasó desapercibido para nadie, hiriendo mi corazón.
—Candy…—dijo Albert en tono bajo, pero en ese momento, aparecieron los demás.
—Bueno, basta de platicas, tendrán todo el tiempo disponible para que recuerden viejos tiempos—dijo Rick—Candice, querida te tengo una sorpresa, así que, ve a tu recamara y arréglate querida, que hoy será un día muy especial.
—Muy bien, siempre y cuando no sigas insistiendo en que me case contigo Richard—dijo en un tono divertido y serio a la vez—todo será perfecto.
—No te preocupes querida, que ya e superado esa etapa obsesiva de mi vida, así que, mujeres, arréglense que hoy será un día muy especial.
—Si me disculpan—dijo Candy con una sonrisa, dando la media vuelta en dirección a la casa. Dejándome con tantas dudas, que necesitaban ser aclaradas.
