La luz del sol entro por la ventana, me levante de la cama con pesadez pues ya no podía seguir en ella las pesadillas seguían acechándome cada noche si dormía dos horas era mucho decir pues las imágenes de mutos, niños mutilados y charlajos con las voces de Prim, Cinna, Gale, mi madre, incluso la de Peeta. Me vestí y baje a la cocina rebusque en la alacena buscando algo para picar era bastante temprano y seguramente Sae aun seguía dormida, cuando por fin encontré algo que comer me dirigí a la sala me acomode en uno de los sillones y en silencio me comí las galletas que Peeta me había dado un día atrás. Mire por la ventana pensando en él, en si el ya había logrado superar los sueños que tenia "Mis pesadillas suelen ser sobre perderte" me dijo una vez, suspire probablemente ya no soñaba con ello, mis ojos comenzaron a sentirse pesados y me quede dormida pronto un sueño me alcanzo.

Me despertó el olor a pan recién horneado que provenía de la cocina, me estire y cuando lo hice me di cuenta de que alguien me había cubierto con una frazada, camine hacia la cocina y conforme lo hacía el olor a comida me embriago, olía delicioso esta vez parecía que Sae se había lucido con el desayuno pero me lleve una sorpresa cuando abrí la puerta de la cocina y me encontré a Peeta cocinando. Me quede de pie en el umbral observándolo como servía cuidadosamente el desayuno en los platos que tenia a un lado, se veía muy concentrado igual que cuando pintaba no se percato de mi presencia hasta que se volteo para colocar los platos sobre la mesa la cual estaba cuidadosamente arreglada el florero en ella se encontraba lleno de un ramillete de primroses y dientes de león a un lado había una bandeja con galletas, también en se encontraba una cesta con hogazas de pan todo parecía recién hecho.

-Me ganaste- dijo con una sonrisa cuando me vio

-¿Cómo?- fue lo único que logre articular

-Sí, que me ganaste cuando llegue te encontré dormida en el sofá la mañana seguía fresca y por eso te tape, mi idea era levantarte y sorprenderte con el desayuno

-Pues vaya que me sorprendiste, no esperaba encontrarte aquí, creí que eras Sae- me dirigí a la mesa y me senté en la silla frente a la suya donde el había dispuesto mi plato, el se sentó y me sonrió de una forma que me quito el aliento.

- Sae me aviso que no podía venir porque tenía que ir al Quemador a preparar grandes cantidades de comida para ir a dejar a los que están ayudando a la reconstrucción, así que me dejo los ingredientes y me dijo donde escondías la llave de tu casa.-No le pude contestar pues tenía la boca llena, así que solo asentí.

- ¿Quieres que te sirva un poco?- dijo acercando a mi taza la tetera humeante- Es chocolate caliente.

-Sí, claro- dije acercándole mi taza- ¿Cómo consiguió Sae chocolate?

-No lo consiguió ella, lo conseguí yo, antes de venir un recuerdo me vino a la mente, uno donde tú estabas probando el chocolate caliente y se veia que te gustaba así que…

-Así que decidiste comprar chocolate para hacerlo y comprobar si el recuerdo era real o no- Peeta se sonrojo y agacho la cabeza- Pues déjame decirte que es real, desde la primera vez que probé el chocolate este me gusto.

Su rostro se iluminó y el desayuno prosiguió tranquilamente, hablamos de cosas sin sentido y en cuanto terminamos ambos lavamos los platos el lavaba yo secaba justo cuando estábamos terminando Peeta decidió empezar un juego sin avisarme.

-Hey Katniss- deje el plato en el trinchador y voltee a ver qué era lo que quería, de pronto sentí como me mojo y me lleno de espuma la cara, lo escuchaba reírse y en cuanto me limpie la cara llego mi turno de mojarlo, pronto ambos estábamos empapados tan cubiertos de espuma que sin que ninguno de los dos lo esperara caímos al piso riéndonos, abrazándonos yo encima de él, cuando paramos de reír no nos separamos me quede recostada sobre su pecho justo como antes en silencio.

-Katniss,-dijo de pronto rompiendo aquel silencio- deberíamos limpiar todo este desorden y cambiarnos de ropa si no queremos enfermar.

No me quería separar de su lado pero tenía razón nos pusimos de pie y limpiamos lo más que pudimos el desastre que habíamos creado en la cocina, el fue a su casa para poder cambiarse y yo subí a mi habitación con una sonrisa en mi rostro, aquella mañana agradecí que Sae no hubiese podido llevarme el desayuno y que el olor a pan recién horneado me hubiese despertado.