Lo Cotidiano...

II. De psicopatearlo en los vestidores

El día que me di cuenta que estaba loca


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Corría y corría, aunque sentía que no avanzaba nada.

— ¡Bella! ¿Qué ocurre? — Seguí corriendo sin prestar atención al grito de Jasper que acababa de llegar a la entrada de los vestidores. Seguramente se estaría preguntando que hacía yo allí… más bien, ¿Por qué diablos Isabella Swan iba corriendo con un trapo en la mano, arrancando de ese lugar?

Es lo mismo que me preguntaba yo. Claro, lo sabía, pero no encontraba razón alguna que me hubiera impulsado a cometer semejante estupidez.

Siempre me había caracterizado por mi responsabilidad y análisis de las situaciones. Siempre pensaba antes de actuar. ¿Estaría pasando por la etapa de rebeldía en la adolescencia? Difícil, por que ya tenía diecisiete años, bastante mayor para andar haciendo tonteras de las que después me arrepentiría.

¡Maldita sea! Mil veces ¡Maldita sea!

No podía devolverme, eso estaba claro… tampoco podía esconderme para siempre. No veía la solución, por primera vez en mi vida no tenía solución para mis problemas…

¡Eso es! Erradicarme a otro país, bien, tendría que explicarle a Charlie que había cometido un asesinato y luego tendría que irme a Israel, ¡Esa era la solución! ¿Cómo no lo había pensado antes? ¿Cómo no había pensado antes que soy una estúpida por cavilar ridiculeces como ésta? Calma, Isabella Swan, no es tan grave.

¿Qué no es tan grave? ¿QUE NO ES TAN GRAVE?

¡Es grave por supuesto, haber robado la ropa de Edward Cullen y haber salido corriendo con ella! Y es más grave aún: ¡Haberlo espiado en los vestidores!

Todo había empezado por una metida de patas, ¿De quien? De quien va a ser señoras y señores, pues mía:

— ¡Te gusta!

— ¡Claro que no! — me sonrojé, pero mantuve mi mentón alzado. Alice solo me miró fijamente.

— Es cosa de mirarte la cara amiga— dijo altivamente, y luego dirigió la mirada a sus uñas recién hechas — Te quedaron lindas, tienes buen pulso Bella.

— ¡No te vayas por la tangente! —Terminé exasperada — ¿Por qué dices que me gusta tu hermano? — Ella me miró como si la respuesta fuera obvia.

— ¿A quien no le gusta Edward?

— ¿Esa es tu única prueba?

— ¡No! ¡Por supuesto que no! ¿Por quien me tomas?... puedo enumerarlas si así lo deseas — Puedo apostar a que en ese momento mi cara se puso blanca y me vino una sensación de vértigo, esa que siempre viene cuando te pillan haciendo algo que no deberías estar haciendo, o esa que sientes en el estómago cuando ves a ese chico.

—No, no es eso lo que deseo —dije atropelladamente. Ella solo lanzó una carcajada y continuó hablando.

—Pues claro que no te gustaría oír lo que tengo para decir, pero Bella, te tengo malas noticias: Eres demasiado obvia, me extrañaría que él no lo supiera ya — Mientras hablaba comenzaron a sudarme las manos — Cada vez que lo ves te pones nerviosa hasta el punto de dejar caer cualquier cosa que tengas en la mano. Le respondes con monosílabos y evitas su mirada a toda costa ¿Es suficiente? Y eso que no te has escuchado en sueños — Replicó con toda naturalidad.

Repasé esa última parte en mi mente: Y eso que no te has escuchado en sueños.

Y eso que no te has escuchado en sueños

Y eso que no te has escuchado en sueños

— ¿¡Que no me he escuchado en sueños!? — Chillé escandalosamente — ¿¡Que quieres decir con eso Alice!? Demando una explicación ¡Ahora!

—…Vaya que andamos sublevados— dijo una voz a mis espaldas. La reconocí inmediatamente, no es de esas voces que se olviden. Y ahí está de nuevo esa sensación de vértigo. La odio.

—Hola, Edward— Dijo Alice sonriéndole a su hermano que acababa de cruzar la puerta de su habitación— ¿Qué tal el instituto? — Él tiró su mochila al suelo y se lanzó despreocupadamente al sofá que había al lado de la cama de Alice y puso los brazos detrás de su cabeza.

—No me quejo, podría ser peor— En serio, no podía mirarlo ¡Mi cuello no se movía! — ¿Qué tal Bella? ¿Pasándola bien con este monstruo de hermana? — Alice se quejó, pero no dijo nada, la muy maldita estaba vigilando todos mis movimientos.

Y se me salió una risita nerviosa, para nada de una persona normal, de esas en que un solo ojo se te achica y te hace parecer una maniática.

—S-si— dije, y recordé, le respondes con monosílabos, ¡Pues bien! Observa y escucha Alice Cullen: —Si, claro— dije esforzándome por responder algo que no sonara tan elaborado — ¿Y que me cuentas…Edward? — Dios, me costó, me costó mucho decir su nombre.

Volteé mi cabeza hacia él, y lo miré fijamente. Este era todo un logro para mí.

Él miró en mi dirección, algo sorprendido y dijo:

—Te cuento que ahora mismo me estoy muriendo de calor asi que, adiós— Sonrió sagazmente y se llevó su mochila al salir.

— ¿Cómo decías Alice? — pregunté al aún con mi mirada hacia la puerta, por donde había salido el perfecto hermano de Alice hacía como un minuto.

—Que te costó demasiado decir esas… ¿Cuántas? ¿Cuatro palabras? ¿Tal vez? — Finalmente me di vuelta, no tenía sentido seguir mirando.

— ¡Pues a ti te gusta Jasper! — grité perdiendo los estribos.

—…Pues ese cuento es viejo— dijo de repente, alguien que iba pasando por fuera de la habitación. ¡Por favor! ¡Por favor! Que no haya escuchado nuestra conversación. Por favor…

— Eso, mi querida Bella, lo sabe todo el mundo — Dijo despreocupadamente sin prestarle demasiada atención a su hermano—No me importa que él lo sepa — Finalizó mirando una foto que tenía en su mesita al lado de su cama. No me imaginaba de adonde se la habría robado.

— ¿Ah si? ¡Pues te reto a que se lo digas de frente Alice! ¡Para que asi te enteres que no es fácil decirle a un chico que te gusta! ¡Y menos si es uno perfecto!— Perdí parte de mi aire de reserva que todos guardan en los pulmones por que terminé respirando estridentemente.

— Hecho— me prometió — Pero tú, tendrás que conseguir la remera de entrenamiento de Edward ¿Está bien? — Me quedé sin palabras— ¡Hecho Alice! La tendré dentro de muy poco— Dijo imitando mi voz y sin dejarme replicar salió corriendo de la habitación y no la encontré el resto de la tarde.

Me la pasé jugando con la consola de Emmett mientras él y Rosalie se besaban al lado mío. Gracias a Dios Edward apareció un rato después y los mandó a reservarse una habitación En serio, ¿No se dan cuenta que a Bella no le causa gracia estar soportando sus ruiditos extraños? — Y vaya que tenía razón, le agradecí con una mirada. Rosalie me miró pidiendo disculpas. Emmett solo me miró sin vergüenza alguna y dijo que se aprendía observando. Mi cara casi explota de calor.

— Discúlpala Bella, Alice es un poco hiperactiva, debe andar en el centro comercial, de lo contrario, no sé donde podría estar— Esme parecía muy apenada — Espero verte pronto, los chicos te dejarán en la puerta— Se despidió y luego se perdió de vista por las escaleras.

— ¿Ya te vas Bella? — lo sentí detrás de mí, me volteé y lo vi escarbando en la nevera, con la mitad de su cuerpo metido dentro.

— Ajá— me sonrojé y miré hacia otro lado.

— ¡Bella! ¡Bella! ¡Bella! ¡Bella! — Sentí, luego del griterío, unos pasos estridentes que venían bajando la escalera.

Edward me miró y rodó los ojos, luego siguió tomando jugo de la caja recién sacada de la nevera. Me sonrojé aún más al notar su brazo flexionado y la remera que se apegaba a su cuerpo.

— ¡Bella! ¡Bella! ¡Bella! ¡Bella! — Desvié la mirada hacia la puerta y entró Emmett corriendo, agitando su mano que contenía un papelito arrugado, detrás de él venía Rosalie.

— ¡Lo siento Bella! — Dijo ella —Se suponía que YO debía entregarla Emmett— Ella se acercó a él y le arrebató el papel, luego vino hacia mi y me lo entregó — Lo dejó Alice, me dijo que te lo diera cuando te fueras, no sé donde está Bella— agregó al ver mi cara de desconcierto.

— ¡Y dijo que lo abras cuando estés sola! — chilló Emmett sugestivamente.

Yo solo reí. Pocas veces se ve a Emmett dando pequeños saltitos y aplaudiendo. Me volteé para ver a Edward y lo vi apoyado en un mueble que había al lado de la nevera. Su mirada era penetrante. Luego de mirarme un momento se dedicó a observar el papelito que mantenía fuertemente asido.

—Ya, me voy a mi casa pero primero pasaré al baño— fui al que había más cerca.

Cuando salí casi me infarto.

— ¡Maldición Emmett! — Había poca luz y solo se veía su sombra.

— No te preocupes Bella, solo soy yo, Emmett— dijo saliendo de la oscuridad.

Quise vengarme por el susto.

— ¡Osito Emmett! —Logré decir rápidamente.

— ¡No me digas así Bella! ¡Maldición! no le digas nunca a nadie que Rosalie me dice así, por favor, te lo ruego— Lancé una carcajada que no alcanzó a terminar por que Emmett me había tapado la boca — ¡Shh! Silencio, primero que todo, a lo que vinimos— Dijo dramáticamente — Sé todo lo que dice la cartita, Bella. Y quiero que sepas que yo te puedo ayudar, sé donde conseguir las armas— dijo mirándome seriamente.

— ¡Armas! — respondí bajito, aún así escandalizada ¿Qué me había escrito Alice?

Emmett se desternilló en silencio. Yo me crucé de brazos.

—Es broma— me aclaró —Pero es que no te podía decir nada delante de mi hermanito— Hizo una pausa y luego sonrió dejando entrever sus hoyuelos — ¡Wuhu! — Hizo un sonido que no comprendí y me hizo poner cara de desconcierto — ¡Me exasperas Bella! ¡Es el maldito sonidito que te hacen para molestarte con una persona que te gusta! ¡Wuhu! — De pronto se me empezaron a subir los colores a la cara — ¡Edward le dijo si quería pololear (ser novios), que si, que no, que si, que no! ¡Que si! — Entonó pésimamente la canción con la que jugábamos a saltar la cuerda y solo atiné a salir apresuradamente de ahí. Escuché su risa a lo lejos.

— ¡Adiós Bella! No te preocupes ¡Yo guardaré tu sucio secreto! — gritó y estoy segura que se escuchó por toda la casa, me lo confirmó Edward.

— ¿Qué sucio secreto? — Preguntó inocentemente cuando llegué a la cocina para despedirme.

— Nada— respondí tajantemente sonrojándome nuevamente — Emmett solo está molestando, ya me voy, adiós Edward, adiós Rose.

—Espera— dijo Edward levantándose de la mesa — te dejaré en la puerta— Se acercó a mí y paró al ver que yo no avanzaba.

—Si, claro— dije atropelladamente y luego caminé rápidamente — Nos vemos— Dije al salir de la casa, me apresuré a mi monovolumen y me despedí con la mano.

—Claro— dijo apoyándose en el marco de la puerta.

Bella:

Quiero que sepas que estuve toda la tarde escondida en la habitación de Esme, aproveché de elegir la ropa que ya no le servía por que tenía más de cuatro usos.

El punto es que, si me hubiera quedado tú habrías dicho que no harías la apuesta, y fíjate bien: Es un reto, tu misma dijiste: ¡Te reto y bla, bla! Pues bien, yo cumpliré mi parte y tú la tuya.

Sé que es un poco raro lo de la remera, pero justo cuando tu me dijiste que no me atrevía a decirle a Jasper que lo encuentro el más hermoso y gentil, caballeroso, con un cuerpo que ni te digo, bueno el punto es que cuando me dijiste que no me atrevía, justo estaba pensando en qué remera me pondría mañana, si la blanca o la beige, y solo se me ocurrió eso…

Espero que llegues con la remera de Edward lo antes posible, por que no voy a estar esperando todo un año, si no lo haces de aquí al viernes, le diré que te gusta ¿Entendido? Además, no te desesperes mucho, por que estoy segura de que tú le atraes, creo que si le hablaras tan solo un poco más…. Bueno ya, menos mal que te vas por que ya me aburrí en el guardarropa de Esme.

Tu querida Alice.

CIA, de asuntos amorosos. SA

Eso decía la maldita carta. Genial. Simplemente genial.

Lógicamente me dediqué a meterme en la casa de Alice tantas veces como pude en esos tres días que me quedaban. Pero no logré nada.

Entré a la habitación de Edward mínimo unas siete veces ¡Pero no encontré ninguna maldita remera de entrenamiento! ¡En serio! ¡Parecía que Alice se había encargado de esconderlas todas!

Y el jueves recibí un alumbrón. Tan solo escuchando unas pocas palabras de Jasper, el amigo de Edward:

¡Edward date prisa! Vamos a llegar tarde al entrenamiento.

¡Si! Fue lo que pensé. Me despedí rápidamente de todos y me fui al instituto. Tuve que aparcar fuera para que los chicos no se preguntaran que hacía Bella ahí a las ocho de la noche.

Me aburrí tanto, que casi me duermo esas dos horas que esperé en el monovolumen como idiota. Finalmente como diez minutos antes que terminara la práctica me metí al instituto, me dirigí a los vestidores y me escondí en un casillero vacío que había al final de todos los demás.

— ¡Ganaremos por supuesto! — escuché a un chico decir. De a poco fue entrando más gente y el lugar se llenó de voces. Fue ahí cuando me empezaron a temblar las piernas.

—Obviamente— Escuchar su voz me trajo de vuelta esa sensación de vértigo — ¿Volverás a mi casa? — ¡Dios! ¿Por qué se estaba acercando tanto? Sentía su voz cada vez más cerca.

—Si— Escuché decir a Jasper. ¡Aléjense! ¡Maldición! Me dediqué a mirar por una pequeña rendija que había a la altura de mis ojos. Y los vi, ambos estaban al frente de donde me hallaba escondida, cada uno removiendo ropa de sus casilleros.

Sinceramente casi me desmayo cuando vi que Edward se desvistió completamente. Afortunadamente cerré los ojos y cuando los abrí estaba tapado con una toalla. De la cintura hasta las rodillas.

¿Se preguntan por su cuerpo? Bueno… Mi pobre vocabulario para describirlo es: grandioso, genial, hermoso, devastador, infartante, perfecto, divino, sexy, estupendo, magnífico y todos los que puedan agregar a la lista. Era como una droga, la cual no se podía dejar, en este caso, de mirar. ¡No! de mirar no, de observar, si, observar cuanto se pudiera.

—Iré por una toalla y apresúrate, quiero ver a Alice— ¡Oh! Entonces Alice ya le había dicho. Algo me distrajo de mis pensamientos. Edward caminó y se perdió de mi campo visual. Maldición. Tenía que verlo.

Puse más atención y escuché una última voz que se desvaneció conforme iba saliendo de los vestidores. Agudicé aún más mi oído y escuché a lo lejos el sonido del agua al caer.

Perfecto.

Nadie me vería. Abrí la puerta y salí lentamente procurando no hacer ningún ruido. Me acerqué al casillero de Edward y escarbé entre su ropa buscando la bendita remera rápidamente. ¡Genial! Tironeé un poco y se me cayó todo lo que había encima, tuve que darme el trabajo de recogerlo y ponerlo de nuevo en su lugar.

Cuando me aseguré de que no había nadie que me viera caminé a la salida, pero algo me detuvo. Miré lentamente a mi derecha y me di cuenta que había una entrada a una habitación contigua, de la cual salía vapor, mucho, vapor.

Medité al menos dos minutos, ahí parada, y me dije Vamos Bella, nadie te verá si eres precavida, claro, yo nunca era precavida, asi que lo pensé otro poco y finalmente mi pie se movió solo ¡De verdad! Se movió solo y luego el otro también.

Sabe Dios que fue lo que me hizo meterme en ese lugar, solo él. Lo pienso, le doy vuelta al asunto y no logro comprender como fue que me atreví a entrar a las duchas de los chicos. Yo, Isabella Swan ¡Nunca en mi vida habría imaginado que haría una cosa así! Pero es que las drogas son adictivas ¿no?

Fui caminando lentamente entre el vapor por fuera de todos los huecos en los cuales habían diferentes chicos. Menos mal, que el vapor tapaba todo lo que no quería ver. Ellos no me gustaban. Me gustaba él, si, el que ahora se encontraba frente a mí. Me detuve para observar parte de su espalda, que era lo único que lograba ver y sus brazos que masajeaban su cabello. La espuma caía lentamente por sus hombros. Me sonrojé y recién ahí me percaté del calor que había en las duchas.

— ¡Hey! ¡Hay una chica aquí!

No fue hasta unos diez segundos más tardes, que me percaté del grito que algún idiota se encargó de dar. Genialísimo… por que Edward cuando escuchó eso, se volteó y adivinen a quien vio… Pues sí. A mí. Mirándolo, psicopateándolo, a él.

Por que para él no era una chica aquí, claro que no. Para él, era Bella espiándome. Esa parte del cerebro que manda a los músculos se durmió por un momento en mí, por que no me moví hasta que Edward esbozó una sonrisita como diciendo Bella, ¿no quieres entrar al agua conmigo? O al menos eso fue lo que imaginé. Si, eso debió haber sido, por que ¿En qué mundo Edward me invitaría al agua con él? En un mundo paralelo, donde no hay raras como yo, que andan espiando a la gente mientras está desnuda. Por que Edward estaba desnudo y yo estaba mirándolo sin su consentimiento. Esa era la situación.

Me moví lo más rápido que pude entre el vapor, que no me dejaba ver bien y cuando iba llegando a la salida de los vestidores Jasper venía entrando con una toalla en la mano.

Ignoré lo que me dijo y corrí hasta el monovolumen apretando fuertemente la prenda que traía en mi mano.

Conduje al máximo, entre comillas, claro y llegué a casa de Alice, hiperventilando, sonrojada al máximo y sudada.

— ¡Alice! — toqué la puerta hecha un huracán, las piernas me temblaban demasiado, solo necesitaba sentarme — ¡Alice! ¡Abre la puerta!

Ella salió unos segundos después

— ¡Bella! ¿Qué ocurre? — me abrazó por un costado y me llevó hacia la casa.

— ¡Tengo tu maldita remera! ¡Alice! ¡La tengo! — grité moviéndola frente a su cara y respirando entrecortadamente.

— ¡Oh! — Fue todo lo que dijo.

—Pues ¡Si! La tengo, maldición, creías que no podía ¿No? ¿Dónde está Emmett? ¿Dónde está? Lo necesito ahora— Me desesperé un poco, lo admito.

Me apresuré a las escaleras y fui a buscar a Emmett a su habitación. Lo encontré tirado en su cama viendo un partido de fútbol americano.

— ¡La tengo Emmett! ¡Mira! Tú también creías que no podía ¡Ja!

Él me miró estupefacto.

—Vamos Bella, estás un poco exaltada, ven a mi habitación— Alice me sacó de ahí y yo me dejé llevar.

— ¡No! — repliqué de pronto. Edward… Edward ¡Podía llegar en cualquier momento! —Alice, él llegará pronto ¡Debo irme! ¡No puede verme nunca más!

Empecé a susurrar y murmurar. Maldición. Era verdad ¡Con que cara vería a Edward ahora!

—No seas tonta Bella, todo seguirá como siempre— Por supuesto que ella pensaba eso, ¡No le había dicho que lo había espiado en las duchas!

—Es que Alice, tú no lo sabes, yo, yo ¡Debo irme! — Me solté de sus brazos y corrí por las escaleras hasta llegar a la puerta. Justo en ese instante, la maldita puerta se abrió y apareció Jasper. Dios mío.

Detrás de Jasper apareció Edward. Edward. ¡Edward!

Me paralicé y lo miré a los ojos, pocas veces lo hacía tan de frente. Él me miró, no pude determinar su expresión.

Jasper pasó de largo y se perdió escaleras arriba. Él lo sabía. Estaba segura.

De pronto Edward se acercó a mí, y pegó su cuerpo al mío.

—Creo, que esto es mío, con tu permiso… Bella— dijo ronroneando mi nombre en mi oído. Sentí deslizar su mano por mi brazo hasta llegar a la mía donde estaba su remera y la sacó despacio de mis dedos acalambrados. Luego, se alejó y caminó hacia las escaleras.

—A propósito Bella, cuando quieras… ya sabes, solo pídemelo— Yo me volteé sin poder creer lo que había pasado recién, recorrí su cuerpo hasta llegar a sus cabeza. Él, mientras caminaba, volteó su rostro, me guiñó un ojo despreocupadamente, y desapareció por las escaleras.

Si se preguntan si alguna vez le pedí, eso que me dijo, pueden quedarse con las dudas.

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¡Gracias si lo han seguido leyendo! :D ojala que les haya gustado el capítulo y quedan algunos más. Déjenme su opinión en algun revewsito please.