¿Cuánto tiempo tenía esperándolo ya? ¿Dos horas? ¿Tres? A juzgar por las velas casi completamente consumidas, probablemente más. Era muy extraño que tardara tanto. Claramente le había dicho que no pensaba celebrarse de ninguna manera, aunque pensándolo bien, tal vez Death Mask o Shura se las habían arreglado para sacarlo a rastras de piscis y festejarlo en algún bar de Rodorio. Era la única posibilidad que se le ocurría.

La amazona de Ofiuco comenzaba a cabecear cuando le pareció escuchar pasos adentrándose al templo. De inmediato espabiló para aguzar el oído y así comprobar, para frustración suya, que por enésima vez la engañaba su imaginación. Soltó un suspiro y trató de consolarse pensando que ya no debía tardar en llegar, mientras tomaba un poco de crema batida con la yema de su dedo. No hubiera querido arruinar la decoración, pero el azúcar le ayudaría a mantenerse despierta, o eso quería creer. Mientras saboreaba la nata, rió divertida pensando en lo gracioso que resultaba haber tenido esta perfecta idea en el último minuto, prácticamente por accidente, después de pasar días pensando en un buen regalo.

Ese día, algunas horas atrás…

Había gastado cantidades ridículas en cerámica suiza original, sin contar los gastos de envío. Pero eso, más que un obsequio, era una compensación, pues se lo debía al pisciano luego de destrozar sus preciados floreros en uno de sus acostumbrados arranques de ira. Todavía tenía que buscar el que sería su regalo de cumpleaños, algo que fuera realmente significativo. Después de pasar noches en vela dándole vueltas al asunto, justo cuando se llegó el día, decidió prepararle un pastel. ¿Qué mejor presente que uno hecho por ella misma con amor y empeño?

Tras unas rápidas compras en el pueblo, tuvo listo todo lo necesario, y libro de cocina en mano, se puso manos a la obra. No había manera de que saliera mal, después de todo, no era su primer intento, seguramente en algo habría mejorado desde la última vez. Aún así, no podía confiarse, de modo que tuvo extremo cuidado en seguir las instrucciones al pie de la letra.

Encendió el horno para precalentarlo mientras preparaba la masa, y leyó y releyó la receta para asegurarse de haberla comprendido bien. No tenía demasiada complicación, solo había que utilizar las cantidades correctas, y agregar uno a uno los ingredientes en el orden indicado mientras iba batiendo todo. Así lo hizo, no sin dejar de revisar una y otra vez el libro cual paranoica.

Suspiró aliviada al probar la mezcla y constatar que sus habilidades en la cocina no andaban tan mal como imaginaba. Orgullosa de su logro, se dispuso a enharinar el molde que utilizaría, procurando no dejar un solo espacio sin engrasar. Finalmente, vertió la masa en el recipiente y lo metió al horno; la cuestión ahora sólo sería esperar cuarenta y cinco minutos, tal y como señalaba el recetario. Luego de poner cinco alarmas, por si acaso, tomó una vasija en donde montó nata suficiente para tres pasteles, pues no quería que acabara faltándole. Para cuando terminó le había sobrado bastante tiempo; hubiera podido darse un baño rápido, o empezar a lavar los utensilios que había ensuciado, pero prefirió dedicarse a vigilar el biscocho: posicionada frente a la estufa, permaneció estática, en cuclillas, sin quitarle la vista de encima al horno.

A los pocos minutos, un fuerte olor a quemado comenzó a inundar la cocina. "¿Qué rayos…?" Pensó haciendo una mueca. Aún no pasaba ni media hora desde que se había empezado a cocinar. Y no sólo eso, al abrir la puerta y pinchar el pan con un palillo, este salió lleno de grumos. Maldiciendo entre dientes, sacó el molde tan apresuradamente que ni siquiera tuvo el cuidado de ponerse primero los guantes, y ante el intenso dolor, ahora sí profirió groserías a los cuatro vientos. Para empeorar su ya de por sí mala fortuna, Kyu, escuchando la voz de su ama, entró corriendo a la cocina y, con ánimos de jugar, se lanzó a mordisquearle y tirarle del pantalón en el momento en que ella trataba de llevar el condenado intento de pastel hasta la mesa. Sin reparar en su mascota, siguió avanzando como pudo y, en el intento, acabó pisándole la cola a la cachorrita. El susto que se llevó al escuchar el lastimero chillido del animal fue tal, que dio un brinco hacia atrás y cayó de sentón al pisar mal. Por primera vez en su vida, sus fieles tacones la habían traicionado. El molde, por otro lado, salió volando para aterrizar con el borde hacia abajo, comprobando así la veracidad de la ley de Murphy. Porque si algo puede salir mal, seguramente saldrá peor.

Todo había pasado tan rápido que en un principio no fue capaz de reaccionar. Permaneció en el piso unos segundos, boquiabierta, contemplando su "obra" completamente echada a perder. Finalmente se levantó y, apretando los puños, dio unos pasos hacia la torta dispuesta a mandarla a volar de una patada con todo y refractario. Justo en el momento del impacto, sonaron al unísono las cinco alarmas, que para entonces ya había olvidado, haciéndole perder el equilibrio por el sobresalto para caer una vez más. Ante lo ridículo y absurdo de su situación entera, se encontró de pronto riendo a carcajadas sin poderse controlar, hasta que el estómago empezó a dolerle y se fue quedando sin aire. Patética, realmente se sentía patética. Tratando de recobrar la compostura, se puso de pie y se sentó a la mesa, clavando su mirada en lo único que había sobrevivido: la crema batida, en otras palabras, prácticamente nada. No había nada que pudiera hacer con sólo una vasija llena de nata montada. Justo cuando atravesaba la puerta, resignándose a recorrer todas y cada una de las tiendas de Rodorio para buscar algo que comprarle a su enamorado, una idea se formó de pronto en su mente. ¿Cómo no se le había ocurrido desde un principio?

Ahora en piscis, aún con la pícara sonrisa dibujada sobre su faz, se observó detenidamente, desde la cama, en el espejo. No podía esperar a ver la expresión en el rostro de Afrodita en cuanto la viera así. Luego de ajustarse el liguero, se recostó sobre los almohadones al tiempo que tomaba un poco más de la crema que tenía untada en su torso. Más le valía al santo dorado llegar pronto, o encontraría su "pastel" ya sin cobertura alguna.


Y a este crackship cariñosamente le llamamos poisonshipping en el grupo de rol donde juego. Espero sea de su agrado, van a ver mucho de esto por aquí. Lamentablemente, el contexto de cómo surgió la relación se los voy a deber, confórmense por lo pronto con el porno (?