Tal y como prometí en mi anterior fic (y a JawnBloggerHolmes ), un nuevo Johnlock. ¡Y esta vez sin faltas de ortografía! (lo juro, usé el word).
Bueno, este no será un one-short... tendrá unos cuatro o cinco capítulos más un extra. Bueno, lo importante: dos escenas de sexo mínimo contando el extra (que para algo se hace XDD). Y publicaré cada semana.
En fin, disfrutadlo.
1. Polvo y Fotografías
Debían ser las siete de la mañana cuando desperté escuchando pasos que iban de arriba para abajo, como buscando algo.
Al principio quise simplemente ignorarlos, pero el traqueteo constante empezó a agotar mi paciencia y tuve que levantarme, muy a mi pesar.
Y ahí estaba él, pues no podía ser otro. ¡Por dios, era domingo!
- Sherlock... ¡Sherlock! ¿Qué haces? - Le pregunté, dudando seriamente si iba a recibir alguna respuesta. Aquella larga figura revoloteaba por toda la habitación, algo serio, a veces saltando de mueble a mueble. En esos momentos su bata volaba y casi parecía una capa.
- Sshhh - Dijo, simplemente, agitando la mano. Y entonces, como si aquello que buscaba emitiera algún tipo de onda que solo él podía captar, se giró. Dio media vuelta, con la misma expresión en la cara y la mano todavía en el aire, y sonrió. - ¿Sabes, John, que aunque escondas las cosas, durante el proceso dejas rastro de ello? - Y se acercó a una esquina, golpeó el suelo con un nudillo y levantó la madera. Y ahí estaba su cajetilla de tabaco, y su sonrisa se volvió maliciosa.
- Ni se te ocurra, Sherlock. - Le advertí. Y él, divertido, entrecerró los ojos para desafiarme.
Entonces empezó una auténtica batalla campal, él corría y yo detrás. Saltábamos por los sofás, esquivábamos las mesas y sillas, y entonces tropecé. Él paró en seco y se giró, aún sonriendo. Yo solté un quejido agónico y su sonrisa desapareció. Se acercó a mí.
- ¿Estás bien?
- ¡Que te den, Sherlock Holmes! - Me quejé. - ¡A ti y a tu vicio infernal! - Y empezó a reírse a carcajadas, echando la cabeza hacia atrás.
- Veo que estás bien, compañero. - Yo no supe que decir, así que lo observé. Él se acercó a la ventana, cogiendo un cenicero por el camino, y apoyó los codos en el alfeizar, dejando la cabeza fuera. Encendió el cigarrillo y empezó a fumar. Por lo menos tenía la decencia de no dejar que el humo entrara y dejara aquel olor rancio en el piso. Estaba a contra luz, por lo que se veía oscuro. Era como una aparición, un cuadro pintado de luces y sombras.
Me incorporé y me acerqué a él, cuando me quedaban pocos pasos se giró y yo me detuve. Me observó durante un momento y luego sonrió. Yo abrí un poco la boca, para intentar hablar. Pero no supe que decir y él solo siguió mirándome y sonriendo. Luego tomó una última calada al cigarrillo y lo apagó en el cenicero.
- Bueno... - Sopló el humo fuera del piso, a través de la ventana. Cogió el cenicero y se acercó a mí. Me lo ofreció y, después de que lo tomara, me palmeó el hombro. Yo abrí un poco más los ojos y el asintió.
- No entres en la cocina en un rato. - y se alejó de mí, cerrando la puerta tras él.
Yo tardé en reaccionar, pero cuando me di cuenta del significado de sus últimas palabras fruncí el ceño y corrí hacia la cocina, dejando el cenicero en algún lugar por el camino.
- ¡Sherlock, no hagas nada raro ahí dentro! - Grité desde el otro lado de la puerta y casi pude verlo sonreír mientras mezclaba algunos líquidos innombrables en tubos de ensayo u observando el estado de descomposición de algún pedazo de cuerpo. Me rehusé a obtener respuesta y pateé el marco de la puerta. Apoyé la cabeza en él y suspiré.
-Me desarmas con demasiada facilidad. - Pensé. Probablemente lo hacía a propósito. Probablemente lo tenía todo maquinado.
Qué decir y qué hacer en cada momento. Un enorme esquema en su cabeza solo para dejarme sin habla, solo para quitarme el aliento.
Un genio, al fin y al cabo.
El resto de mañana no fue nada fuera de lo común; discutimos sobre por qué no hay que dejar miembros amputados en el frigorífico y fui a hacer la compra. Él salió y regresó a la hora de comer. En algún momento de la tarde decidí que cuando tienes que quitar el polvo de un libro para leer el título es hora de limpiar. Así que eso hice mientras mi compañero salía para pedirle a Molly que le prestara uno de sus microscopios.
Era increíble la cantidad de cosas que no sabía que teníamos. Encontré un libro de botánica; "Plantas que curan, plantas que matan.", encontré una pipa de espuma de mar bastante trotada, algunas cartas antiguas de un tal Victor Trevor e incluso un álbum de fotografías.
Estas dos últimas me llamaron la atención especialmente. Las tomé y me senté en el sofá.
Los sobres estaban algo amarillentos y abiertos con poco cuidado. La carta en sí había sido doblada muchas veces hacia diferentes lados y la presentación estaba muy cuidada; guardaba márgenes e incluso hacía sangrías, y la letra era bastante bonita. Muy correcta, pensé.
Quizás un hombre de letras, tal como un oficinista o un abogado. Alguien acostumbrado a escribir asuntos importantes.
Empecé a leerlas. Al parecer Victor era un compañero de la universidad de Sherlock y le había mandado unas cuantas cartas tiempo después, supuse por la fecha de sellado, de su graduación, una o dos veces al año.
A pesar de todo parecían bastante corrientes; "Hola, ¿qué tal?", "He encontrado trabajo.", "Me caso." Había una que incluso traía foto. Un hombre joven y con barba recortada que sonreía a la cámara, abrazando a una mujer con el pelo rubio y largo y con una gran sonrisa cálida. Entre ellos, un recién nacido.
Y me encontré sonriendo al ver que Sherlock, el solitario, había tenido amigos, o al menos uno, como la gente normal.
Curiosamente Sherlock parecía haber dejado de recibir cartas así sin más. La última acababa con un amistoso "hasta pronto", pero no había ninguna después. ¿Perdieron el contacto? ¿Le ocurrió algo?
Como no servía de nada especular abandoné las cartas y cogí el álbum. Era el típico álbum que te regalan en la tienda al revelar el carrete, de esos finos con las tapas como de piel y de color verde oscuro. Eran las fotos de un verano.
Había frutales y una casa en el árbol de muchos años atrás. Una gran casa de campo, un avispero, un riachuelo…
Y algo más, una foto diferente, un muchacho familiar.
La foto parecía haber sido tomada a escondidas pues era lejana y estaba algo movida, pero se podía distinguir con nitidez a un joven, de brazos cruzados y apoyado en una verja, mirando hacia otro lado en una especie de jardín con césped. Vestido con un pantalón ancho por las rodillas y una camiseta de manga corta. Iba descalzo. Sus rizos negros caían por su cara y parecían estar húmedos.
No supe por qué. No supe si era por el hecho de que estaba algo movida o si porque miraba hacia su izquierda y no se le veía bien la expresión, pero parecía tan alejado de todo.
Era como ver un fragmento de película, o leer un poema indescifrable. Algo alejado de la realidad, quizás mejor, quizás no.
Aquel chico estaba destinado a hacer grandes cosas.
Le di la vuelta. Un mensaje escrito con la misma letra de antes:
"A Sherlock Holmes, cuya inteligencia nunca deja de sorprender. Sonríe un poco.
Verano del 97."
En ese momento ese momento me di cuenta de que Sherlock había regresado y estaba parado delante mío, con la cara molesta y la nariz y las mejillas algo sonrojadas. ¿Hacía frío?
- ¡Dame eso! – Exigió mientras casi arrancaba aquella foto de mis manos y recogía todo el desorden a mí alrededor.
- Yo... estaba limpiando y lo vi...
- Eso es una excusa pésima, incluso para ti.
- Perdona. - Traté de ayudarlo a recoger, pero me miró con los ojos furiosos y decidí tomármelo como una advertencia. – Esto, ¿Quién es Victor? ¿Un amigo?
- Eso es una estupidez. Son solo sentimentalismos. -Aquello me ofendió. ¿Qué había de malo en tener un amigo? Sabía que Sherlock era así, pero todavía me sorprendía verlo con mis propios ojos.
- Sherlock, te enviaba cartas. Incluso una con su hijo recién nacido, por Dios. Tenía que ser tu amigo. Esto… -Y señalé con el dedo a lo que se me había arrebatado. - Esto son cartas de un amigo y fotos de un verano en... - Entonces miré su cara. Estaba algo más roja y parecía furioso. - ¿Sherlock...?
- Soy un sociópata, John. No tengo amigos. Soy frio, y calculador. Y esas cosas no me interesan. Son solo… – Y dudó un momento, o quizás solo buscaba la palabra más precisa. –…Inútiles.
Nos quedamos en silencio un segundo, mirándonos fijamente. Entonces se levantó y salió del piso a toda velocidad, sin mediar palabra.
Fuera empezaba a anochecer. Entonces me di cuenta de que la ventana todavía estaba abierta, y por ella entraba una brisa cálida.
No, definitivamente no hacía frio.
Y ya está.
Cortito, cortito (otra vez).
Mi "ayudante" (la tía buena que se lee los capítulos antes de que los suba para ver si están bien XDD) me ha dicho que tengo una obsesión sobre la adicción de Sherlock al tabaco... es posible. Pero es solo que me encanta describir a un Sherlock fumando a contra luz (es sexy el fumar en la literarura, no se ves los dientes amarillos ni hueles el aliento).¡Gracias por leer y espero vuestros comentarios!
PD: ¿tú también pensaste mal con el título? No, no era esa clase de polvo, mal pensado...
