Hello! Mercward is here! Thank you so much to Drotuno for give her permission for the translation of the third installment of this amazing serie 'The Gravity Series'. Thank you so much Deb :)
¡Hola! ¡Mercward está aquí! Muchas gracias a Drotuno por dar su permiso para la traducción de la tercera entrega de esta increíble serie 'La Serie Gravity'. Muchas gracias Deb :)
Y para no perder la costumbre :P Los personajes pertenecen a Stephanie Meyer y la increíble historia es de Drotuno, yo solo traduzco.
Gracias a mi Beta estrella y amiga Erica Castelo por ayudarme nuevamente.
CAPÍTULO 1
EDWARD
"¿Por qué están aquí?" Escuché que el pendejo le preguntaba de nuevo a Emmett con un marcado acento, como si no se lo hubiésemos dicho un millón de veces, y escuché el sonido de la risa de Em, a pesar del golpe que le precedió.
Miré hacia arriba a dónde mis manos estaban atadas a una tubería, tirando nuevamente de ella. Sonriendo cuando un montón de concreto cayó a mi alrededor, lo hice de nuevo. Los tornillos que la aseguraban se estaban aflojando, pero no lo bastante rápido, y no estaba seguro de que liberarme me haría ningún maldito bien, porque había tres pendejos más justo al otro lado de la puerta—sin mencionar toda una puñetera fábrica llena de hombres armados. Nos quitaron nuestras armas, camisetas, y teléfonos, separándonos cuando nos interrogaban.
"Joder," siseé, sacudiendo mi cabeza a lo que debió haber sido un simple caso de una maldita persona desaparecida, pero habíamos caído en algo mucho más grande.
Eileen Vincent había contactado a Gravity hacía solo unos días, prácticamente suplicándonos que la ayudáramos a encontrar a su esposo, Frank, que en ese momento estaba en China. Había escuchado que no teníamos problemas en buscar a personas desaparecidas fuera del país, que era algo en que las autoridades locales y la Embajada Americana no la podían ayudar. Frank era un médico que prefería la labor misionera a los apagados muros de un hospital. Nos había ofrecido una escandalosa cantidad de dinero por encontrarlo, porque la debía haber contactado, pero no había escuchado de él en una semana. Nadie lo había visto. Dejó el pequeñísimo hospital justo a las afueras de Beijing para regresar a su habitación por la noche, y nadie lo había visto desde entonces.
Emmett y yo tomamos el caso, porque la información de Alice parecía gritar secuestro por dinero. Los Vincent eran extremadamente adinerados, pero buenas personas. Les gustaba ayudar a aquellos que lo necesitaban, les gustaba devolver un poco de lo que habían recibido, y eran ampliamente reconocidos por ello. El doctor Vincent había sido nominado para un Premio Nobel de la Paz en algún momento por su dedicación a limpiar áreas con mediocres suministros de agua o fuentes contaminadas. El hombre había trabajado por todo el jodido mundo, pero se había encontrado con problemas cuando llegó a China.
Una vez que comenzamos a rastrear al buen doctor,nos dimos cuenta que accidentalmente había encabronado a las personas equivocadas- a un pendejo hombre de negocios que había visto demasiadas malditas veces El Padrino, se consideraba un mafioso, y se ofendió cuando su sobrina no sobrevivió una apendicetomía de emergencia. Chang había tomado a Frank como rehén, lo que me trajo a la celda en la que estaba ahora.
Habíamos seguido el rastro de Vincent hasta una pequeña villa, y ahí fue donde las cosas salieron mal. Emmett hizo la pregunta equivocada de la forma equivocada, y el tatuaje de la Fuerza Aérea en su brazo había alertado a todos. De pronto nos encontramos rodeados, superados en número y en putas armas. Fuimos acusados de ser asesinos, violadores, y unos "estúpidos soldados americanos." Todo eran pendejadas, porque era Chang el que manejaba la mierda en la zona. Tenía una pequeña fábrica de juegos artificiales en la villa, y no había un alma que viviera allí que no trabajara para él, por lo que hacían cualquier cosa que les pidiera, lo que incluía llevarse al doctor, a Emmett y a mí como prisioneros.
La puerta de metal sonó al abrirse, y tres hombres metieron a Emmett. Les hice una mueca de desdén a sus guardias, pero se transformó en una sonrisa de satisfacción cuando él luchó con los tres. A pesar de tener las manos atadas, Emmett lanzó sus puños por todos lados, derribando al tipo más pequeño sobre su trasero y embistiendo al siguiente en la pared de concreto con sus enormes hombros. En una fracción de segundo tenía sus grandes manos en el cuello del tipo, levantándolo del suelo. Pero fue el fuerte clic metálico de un arma automática preparándose para disparar lo que provocó que se quedara inmóvil.
"Déjalo ir, Em," dije con un suspiro, rodándole los ojos al tipo pequeño, que se levantaba lentamente del suelo, solo para darle un fuerte golpe a Emmett en su costado. Su amigo cayó sin fuerzas a los pies de Emmett. "Ya llegará su hora."
"¿Eso crees?" El hombre con el arma me preguntó, haciendo un gesto para que sus amigos ataran de nuevo a Emmett a las tuberías.
"Lo sé," le escupí. "No tienes una puta oportunidad, hombrecito," lo provoqué.
El cabrón me sonrió, mirando hacia arriba a mis manos atadas, y luego a su arma. "Tengo la ventaja," indicó. "Y nosotros somos más…"
Le sonreí en respuesta. "Desátame y baja esa arma. Estaremos parejos, pendejo. Entonces te mostraré quién tiene la ventaja," me reí entre dientes, lanzándome hacia él solo lo suficiente para tomarlo por sorpresa, y se tambaleo dos pasos hacia atrás, casi tropezándose con sus propios pies.
El avergonzar su trasero solo me hizo ganar un golpe en el estómago con la culata de su arma al mismo tiempo que las puertas de metal se abrían otra vez.
"¡Hijo de puta!" Gruñí, tratando de recuperar el aliento que ese pequeño cretino me había sacado, pero una voz aguda detuvo a mi guardia de golpearme nuevamente.
"¡Basta!" Dijo Chang al entrar, usando un traje impecable y limpio, y una sonrisa arrogante mientras dos hombres armados más metían a un Frank Vincent inconsciente al cuarto. "Los necesitamos completos e ilesos," les dijo.
El doctor no estaba resistiendo tan bien como Emmett y yo. Se veía imposibilitado, enfermo y débil cuando lo arrojaron en la esquina opuesta de nuestra celda improvisada.
"Aw, maldición," dijo Emmett en voz baja junto a mí, sacudiendo su cabeza al ver lo mal que lucía Vincent. "No se ve muy bien, Ed," murmuró, mirándome.
Hice una mueca, pero asentí, mirando fijamente a Chang. "¿Qué es lo que quieres?" Le pregunté, moviendo mis manos, porque el metal estaba cortando mi piel.
"¿Qué es lo que todos quieren?" Replicó. "Quiero salir de este pequeño pueblo. Hay un edificio en Beijing que necesito, y el doctor aquí presente va a traerme suficiente dinero para conseguirlo."
"No hay autoridad en los Estados Unidos que vaya a rendirse a las demandas de un secuestrador, hombre," le dije, negando. "Estás algo jodido." Me reí entre dientes, porque sabía a ciencia cierta que todas las llamadas para Eileen Vincent tenían que pasar primero por la oficina de mi esposa.
"Ya hablé con la señora Vincent," me dijo, sin dar importancia a lo que dije. "De hecho, su abogado está en camino mientras hablamos."
"¿Su abogado?" Murmuró Emmett, levantándome una ceja.
Me reí otra vez, sacudiendo mi cabeza. "Bueno, esa va a resultar ser una interesante reunión, Chang. ¿De casualidad escuchaste el nombre de ese abogado?"
"¿Por qué te importa?" Me preguntó, acercándose a mí.
"Te lo dije, pendejo. Fuimos contratados para encontrar a Vincent, y saldremos de aquí con él," le prometí, levantando mi ceja y tirando un poco más de mis ataduras. "Si vas a estar vivo o no para vernos hacerlo… Bueno, todavía está por verse," lo provoqué medio encogiéndome de hombros.
Chang se rio, viendo a uno de sus matones y haciendo un gesto hacia mí. "Cállalo," le ordenó, y agarró mi brazo, mirando la tinta que tenía allí. "Cullen," leyó mi tatuaje, su voz sonando reflexiva, pero estaba sonriendo. "Señor Cullen… necesita aprender sobre respeto."
El guardia con el rifle automático dio un paso hacia adelante, sonriendo como si fuera la puta Navidad. Me lancé hacia él, y cayó de nuevo, solo que esta vez volvió con la culata del arma. Después de un fuerte golpe en el estómago, contraatacó con un golpe en la cara, provocando que mi mundo se oscureciera.
~oOo~
"No, papi," me rogó Bethy. "Quiero ir contigo."
"No puedes, pequeña dulzura," dije con un suspiro, dejándome caer en la orilla del sofá y poniéndola en mi regazo. "Hay un hombre desaparecido, y tengo que traerlo a casa."
Su nariz se arrugó de forma adorable mientras estudiaba mi rostro. "¿Qué tan lejos?"
"En China," le respondí, levantando la vista cuando Emmett apareció en la puerta, dejando caer su bolsa de lona en el suelo. "Volveré antes de que puedas echarme de menos," le dije, pero con cinco años, Bethy ya no era tan fácil de calmar. De hecho, me rodó los ojos, viéndose igualita a Bella, lo que hizo que tanto Emmett como yo nos riéramos de ella.
"Ya te echo de menos, papi," dijo con un suspiro, cruzando los brazos sobre su pecho, como si fuera un tonto por no darme cuenta de esa mierda.
"Yo también, cariño," dije entre mi aliento contra su sien, atrayéndola en un abrazo. "¿Vas a cuidar de mami y Samuel por mí?"
"Sí," me dijo, sonriendo y mordiendo su labio inferior. "Te amo," canturreó, agarrando cada lado de mi rostro y besando mis labios. "Ten cuidado."
~oOo~
"Dale a papi su gorra, guapo," dijo Bella con una risita, apoyándose en mi coche mientras Emmett cargaba la cajuela con nuestras maletas.
"Toma, pupii," Samuel ordenó en voz baja, tendiendo sus brazos hacia mí desde el abrazo de su madre. Abría y cerraba una mano, mientras mi gorra de béisbol estaba firmemente sujeta en la otra.
"Gracias, peque," me reí entre dientes, tomando mi gorra de su mano.
Me sonrió, mostrando orgulloso su nuevo diente, al mismo tiempo que sostenía su mano en alto para chocarla conmigo, lo que hice con gusto, solo para inclinarme y besar su frente. Agarró mi rostro cuando pegué mi cabeza a la suya, únicamente para poder absorber el aroma de un niño limpio, su madre, y simplemente… a hogar.
"Hey," susurró Bella, mirándome con preocupados e intensos ojos marrones iguales a los del niño de un año y medio en sus brazos. "Voy a echarte de menos, ¿sabes?"
Me reí entre dientes, deslizando el dorso de mis dedos por su mejilla, solo para deslizarlos en su cabello en la base de su cuello. "Te amo, dulzura."
"Te amo," me dijo, y podía ver que sus ojos se estaban llenando con lágrimas innecesarias, porque joder, odiábamos estar separados. Desafortunadamente, no me sentía cómodo llevando a ninguna de las chicas esta vez.
"Volveremos pronto. Lo prometo."
Suspiró, presionando sus labios bruscamente con los míos. "Sí, bueno… de todos modos te cargué a ti y a Em con chips GPS, solo por si acaso. Si no escucho de ti todos los días, vamos a ir por ustedes. ¿Entendido?" Espetó, pero me besó otra vez antes de que pudiera responderle.
"Sí, señora," le dije con un pequeño gesto de mi cabeza. "Nadie me cubre las espaldas como tú lo haces, amor."
Sonrió, y fue hermosa y dulce, fuerte y real. "Y no lo olvide, señor Cullen."
"Sí…" Susurró Samuel, sonriéndome. "No olvidar."
~oOo~
Desperté de golpe, mis brazos estaban entumecidos por estar sobre mi cabeza por tanto maldito tiempo, pero eché un vistazo rápido a mi alrededor. Vincent parecía estar dormido, Emmett me observaba con cuidado, y guardias se paseaban justo al otro lado de la puerta. No había forma de saber si era de noche o de día, y mi cabeza palpitó un poco cuando traté de mirar un poco más alrededor.
"No te has perdido de nada," me susurró Emmett, dándole a la puerta una mirada de soslayo.
Asentí, tragando lo mejor que podía sin haber bebido nada en dos días. "Van a venir," dije con voz rasposa.
Se rio sombríamente. "Oh, sé que lo harán. Tengo el presentimiento que ese 'abogado' es tu papá."
Bufé una leve carcajada. "Estoy bastante seguro que tienes razón," dije con un suspiro, haciendo una mueca cuando moví nuevamente mis brazos, porque estaba malditamente seguro que mi puta mano tenía un serio esguince o estaba rota. "Bella dijo que lo llamaría si algo salía mal."
"Esto está tan mal como podría esperarse," dijo con una carcajada, pero podía darme cuenta que sentía algo de dolor. Porque era un cabrón enorme, los pendejos lo habían atacado primero, esperando eliminarlo como amenaza, pero Emmett era un duro hijo de puta. Estaba sonriendo, pero aun así quería vigilarlo.
Sin embargo, nuestras cabezas se levantaron de golpe en alerta cuando las alarmas comenzaron a sonar, fuertes pisadas pasaron corriendo por la puerta, y fuertes voces se llamaron entre ellas. Todo fue interrumpido por rápidas e intensas ráfagas y una explosión tan fuerte que meció los cimientos de la celda donde estábamos encerrados, enviando una lluvia de concreto y polvo sobre nuestras cabezas. La puerta se abrió de golpe, y tres guardias entraron disparados al lugar, levantando al doctor Vincent del suelo y llevándolo afuera, sin siquiera molestarse en mirar en nuestra dirección.
"Sip, tu papá está aquí," murmuró Emmett, sonriendo cuando otra explosión destrozaba la fábrica.
Me eché a reír bruscamente, sacudiendo mi cabeza. "Um... no. Bella está aquí. Y se escucha que está cabreada."
~oOo~
BELLA
"Vamos a entrar a oscuras y en silencio. ¿Entendido?" Carlisle confirmó con voz áspera, saliendo hacia un costado del estrecho camino de tierra. "Alice, ¿algún cambio?" Preguntó.
"Nop, nop, nop," repitió en nuestros auriculares mientras estaba cómodamente sentada en la habitación de hotel en Beijing, aunque su voz sonaba bastante apagada, porque todos habíamos entrado pánico cuando Edward y Emmett no se habían reportado en dos días seguidos—sobre todo, Rose y yo. Esta vez la trajimos con nosotros, porque la queríamos en línea y accesible, lo que al parecer, era una idea perfecta. "Los dos chips se muestran fuertes y todavía en el mismo lugar. Sin embargo, tienen que tener cuidado en ese edificio. Es una fábrica de fuegos artificiales, así que no es nada más que…"
"Pólvora," todos gemimos al mismo tiempo.
"Bueno, eso es simplemente… fan-puta-stico," dije en voz baja, sacudiendo mi cabeza mientras revisaba mis armas. "Duendecillo, envíame un plano de ese edificio."
"Ya está en tu teléfono, Bells," replicó. "Hay mucha actividad en esa pequeña villa, chicos, pero la mayor concentración está alrededor de esa fábrica. De hecho, si toman el siguiente camino lateral, podrán detenerse en el extremo sur del edificio cerca del bosque."
Carlisle siguió su sugerencia, apagando las luces de la Land Rover al mismo tiempo que Jasper y Alec hacían lo mismo detrás de nosotros. Una vez que se detuvo, salimos de los coches, manteniéndonos en las sombras del bosque circundante. Tiré una de las bolsas negras de Edward sobre mi hombro, revisando para asegurarme de tener un arma extra para él, municiones, y unos cuantos suministros, incluyendo un kit de primeros auxilios. Conociendo a Edward, no iba a ninguna parte sin él.
Mickey abrió el plano del edificio, y las dos lo estudiamos juntas, las viseras de nuestras gorras tocándose.
"¿Crees que atravesando la cerca?" Murmuró, mirándome, y luego a través de los binoculares.
Asentí, mirando yo misma por los binoculares. "Hay una puerta trasera hacia esa dirección, y está protegida por… tres guardias y varios hombres armados haciendo rondas por toda la propiedad."
Respiré hondo y lo dejé salir lentamente para calmar mi temperamento o mis nervios. Todo lo que quería era a mi esposo y a Emmett de vuelta. Había tenido el más horrible de los presentimientos cuando llamó dos días antes, informándome que dejaban la ciudad de Beijing para investigar una pista en una villa cercana. Simplemente algo no se sentía bien. Edward me había explicado todo sobre este tipo Chang, sobre una niñita que no había sobrevivido a una cirugía, y cuando Alice había hecho una investigación de sus antecedentes, no era más que un problema financiero tras otro. Mis angustiosas sospechas fueron confirmadas cuando Edward no llamó el día siguiente para dar los buenos días a sus hijos. Edward nunca se perdía una llamada telefónica con Bethy y Samuel cuando estaba lejos de ellos. Jamás.
"Relájate, cariño," me tranquilizó Carlisle, colocando su cálida mano sobre mi hombro. "Lo sacaremos," me susurró en mi oído, tomando los binoculares de mi mano y analizando la situación frente a nosotros. "Jasper, quiero que llegues a ese camión al borde de la propiedad y que te pongas en posición. Eso debería de darte un tiro limpio a casi cualquier cosa que salga del frente de ese edificio, porque el resto de nosotros vamos a entrar por detrás," ordenó, al fin volviéndose hacia nosotros.
Jasper giró su rifle de francotirador hacia su espalda para ver el plano en mi mano. "¿Vas a empujarlos en mi dirección?"
"Creo que podemos hacerlo," comentó Alec en voz baja, dando un estudio largo y lento al edificio, solo para volverse hacia Carlisle. "Es una fábrica de juegos artificiales. Con solo ver fuego o humo estos pendejos entrarán en pánico. Podemos… simularlo."
"¿Discos destellantes?" Sugirió Mickey, buscando en el bolsillo lateral de sus pantalones cargo y sacando un puñado de las pequeñas armas, pero extremadamente útiles. Eran aproximadamente del tamaño de una moneda de cincuenta centavos de dólar, que emitían un destello brillante y una explosión que tomaba al enemigo por sorpresa.
"Aun así disparan una pequeña chispa," reflexionó Carlisle, tomando uno de la mano de ella y girándolo lentamente en su mano. "Todavía encenderían esa pólvora si llegara a tocarla. Pero puede que tengas razón; tan solo el humo los haría correr."
"Alice, ¿cuántos hay dentro? ¿Y exactamente en dónde está la señal GPS?" Le pregunté, sin querer comenzar ningún puto incendio cerca de Edward y Emmett. Sabía que había estado estudiando las imágenes térmicas del satélite desde que aseguramos las señales de Edward y Emmett.
"Estoy viendo como a unas veinte personas, Bells," me respondió de inmediato. "Algunos están concentrados alrededor de algo de la maquinaria, y otros están paseándose por el pasillo. La señal de Edward está al final de ese corredor. En la última puerta."
"Eso es aquí… en este extremo del edificio," dijo Mickey, señalando el lado de la fábrica que estaba más cerca de nosotros, y luego a la pantalla del teléfono. "Si atacamos esta entrada, este pasillo, y la ventana, entonces los haremos salir por la puerta principal hacia Jazz."
"¿Te refieres a acorralarlos?" Verificó Carlisle, pero ya estaba asintiendo despacio. "Bien. Mantengan los disparos al mínimo, traten de no hacernos volar hasta el infierno, y manténganse agachados y en silencio. Chicas, ustedes tomarán esa ventana y permanezcan juntas. Alec y yo tomaremos las dos puertas. Jasper, ponte en marcha."
"Señor," todos respondimos, revisando nuestras armas y separándonos de él.
Mickey y yo corrimos rápidamente agachadas, a lo largo de la línea de la cerca y pegándonos tanto como fuera posible a las sombras, aunque estaba segura que no podíamos ser vistas. Las dos estábamos vestidas en negro, las dos de pequeña estatura, y no estábamos haciendo ruido.
La cerca no estaba realmente hecha con algún propósito de seguridad, por lo que Mickey pudo levantar el alambre de púas para permitirme atravesarla arrastrándome, e hice lo mismo por ella una vez que estuve del otro lado. Nos detuvimos detrás de un árbol, asegurándonos de que Jasper estuviera en posición antes de continuar. Carlisle utilizó señales silenciosas para decirnos que quería que todos entráramos al mismo tiempo, usando los discos destellantes como una gran distracción.
Una vez que estuvimos afuera de la ventana, Mickey y esperamos la orden de Carlisle. Echando un vistazo por la ventana hacia adentro, notamos que era un tipo de oficina, y que no estaba vacía, lo que le mostré en seguida a Mickey. Asintió, una pequeña sonrisa subiendo lentamente a su rostro, porque podíamos ver exactamente quién era. Chang.
"Tenemos a Chang," dijo apenas entre su aliento por la radio.
"Elimínenlo," ordenó Carlisle en voz baja, agachándose justo afuera de la puerta por la que estaba por entrar. "Por lo que he escuchado, es un tirano en el área. Miren a su alrededor. Mis contactos chinos lo odian. De hecho, me pidieron que usara esta oportunidad para hacerme cargo de esa mierda."
No me sorprendió que Carlisle hubiese llamado a algunos viejos contactos de negocios para inquirir sobre Chang. Me sorprendió mucho menos que asumiera de nuevo su viejo rol para hacer esto, sobre todo porque su hijo estaba involucrado. Mis ojos observaron la zona, y aun cuando estábamos a la mitad de la noche, podía darme cuenta que la pequeña villa estaba oprimida. Los cultivos eran escasos y marchitos, las casas estaban destartaladas y cayéndose a pedazos, y el ganado estaba muy flaco—casi esquelético. Estaba matando de hambre a esta gente, pero él se veía bastante gordo y feliz.
"Cabrón," murmuré, una mueca de desdén curveando hacia arriba mi labio superior. "¿Podemos sacar a nuestros chicos, por favor? Cuando tú digas, Carlisle."
Se rio bajito, muy probablemente por mi tono mordaz. "Esto va a ser rápido y ruidoso. A mí señal… ¡Adelante!"
Mickey usó la culata de su rifle y la golpeó con fuerza en el vidrio, rompiéndolo al instante. Activé el disco destellante y lo arrojé dentro de la habitación, y giramos nuestros rostros al lado contrario para evitar la breve ceguera que venía con el fuerte estallido que resonó tres veces en todo el edificio. Una patética alarma con timbre metálico sonó al mismo tiempo que Mickey y yo nos metimos por la ventana. Dos guardias atravesaron la puerta de la oficina, y los eliminé a ambos, mis disparos resonando con fuerza en mis oídos en el pequeño espacio. Me giré para ver que Chang escapaba por el pasillo.
"Mierda," gemí, rodando los ojos. "Chang escapó," dije por la radio, aunque podía escuchar que Alec y Carlisle tenían sus propios problemas con los que lidiar.
Se daban órdenes en chino a diestra y siniestra por los pasillos y en español por nuestros auriculares, y nos detuvimos para echar un vistazo al corredor, metiéndonos de nuevo a la oficina.
"Muy bien," comenzó a decir Mickey, "así que tenemos cuatro puertas antes del final. Alice, háblanos."
"Detrás de esas cuatro puertas, hay once cuerpos calientes," respondió Alice de inmediato. "Tres de ellos están en la última habitación. Esos son los chicos y muy probablemente el doctor Vincent."
"Mmmm, así que ocho contra dos, ¿eh?" Reflexioné, sacando la Glock extra de Edward de mi bolsa y preparándola.
"Esas son buenas probabilidades," dijo Mickey con una risita, dándome su sarcástica sonrisa malvada y un guiño.
Me reí en silencio, poniendo los ojos en blanco, pero asentí. "Desde luego que hemos lidiado con más, Mickey. ¿Lista?"
"Sip," me respondió, sacando una pequeña granada. "Ya que estamos lejos de la parte de la fábrica…" Su voz se apagó cuando asentí. Le quitó el seguro, diciendo, "Granada, cúbranse," por la radio, y Alec y Carlisle respondieron que habían escuchado.
La rodó a la perfección por el pasillo de manera que se detuvo un poco antes de la puerta que necesitábamos proteger, pero justo en medio de las puertas que queríamos abrir. Queríamos que entraran en pánico, necesitábamos que salieran disparados de las habitaciones en las que estaban ocultos para dispararles como peces en un barril. Y funcionó. La estruendosa explosión sacudió el edificio, enviado disparados trozos de muro, puertas, y suelo más allá de nosotros.
"Vamos. Vamos," espeté, apuntando con las dos armas frente a mí y derribando a tres hombres cuando salían corriendo de la primera habitación. Mickey se encargó de los otros dos.
Apenas podía ver el final del pasillo a través del humo y los escombros, pero había movimiento.
"Bells, Mick… hay tres saliendo de la última habitación, y se ve como que van cargando a un cuarto," Alice habló convenientemente por la radio.
"Vamos, vamos, vamos," siseó Mickey, y corrimos la última mitad del pasillo.
El doctor Frank Vincent parecía estar inconsciente cuando dos hombres lo sostenían, mientras un tercero estaba levantando su arma. Mickey y yo nos acercamos a él tan rápido y sin hacer ruido, que no tuvo oportunidad de reaccionar. Presioné el cañón de mi nueve milímetros en su sien, apuntando la Glock de Edward hacia los otros dos hombres.
"Arrojen sus armas. Todos ustedes," les ordené, sin saber si podían entender español o no, pero estaba segura que entendían la idea, porque dos rifles automáticos y un revolver golpearon el suelo polvoriento, particularmente cuando tiré de los percutores de mis armas, ladrando la orden otra vez. Mickey atrapó al doctor Vincent justo cuando Alec y Carlisle daban vuelta en la esquina. Bajó al hombre lentamente al suelo, revisando su pulso.
"Nosotros nos encargamos de estos pendejos, Bellissima," dijo Alec, agarrando a los dos hombres de sus camisas y empujándolos por el pasillo, mientras Carlisle agarraba al otro.
"Mickey, quédate con él," ordenó Carlisle, señalando con su barbilla hacia Vincent. "Bella, encuentra a los chicos."
"Todavía hay tres cuerpos calientes en esa última habitación," dijo Alice, "pero tal parece que el resto de la fábrica se está vaciando."
La puerta no estaba completamente cerrada, así que la empujé para abrirla y echar un vistazo dentro. Gemí por dentro cuando vi un pequeño tramo de escalones que conducían a lo que parecía un sótano o un cuarto de calderas, porque desde que Miller me mantuvo cautiva, los sótanos me hacían sentir extremadamente incómoda. Miré hacia atrás a Mickey, pero estaba haciendo todo lo que podía para detener el sangrado de un corte en la frente del doctor Vincent. Le susurraba bajito y con amabilidad, y todo lo que él podía hacer era asentir.
Tomando una respiración profunda, abrí la puerta solo un poco más. Una voz con un marcado acento chino resonó desde abajo, y bajé agachada los escalones, uno por uno, con mis dos armas preparadas.
"Quien sea que esté aquí por ustedes llegó demasiado tarde," dijo Chang, paseándose despacio de derecha a izquierda.
No podía ver a los chicos, pero sonreí con suficiencia cuando Emmett se rio con cansancio.
"Claro, hombrezote. Entonces, ¿por qué carajos te ves tan asustado?" Le preguntó, todavía riéndose.
Lentamente bajé otro escalón, y Edward y Emmett quedaron a la vista. Mi corazón se apretó al verlos, aprisionados con sus brazos encadenados a lo que se veían como tuberías de agua por encima de sus cabezas. Se requirió de todas mis fuerzas el que no me apresurara hacia ellos, pero Chang estaba agitando una pistola y parecía estar bastante nervioso. Un escalón más abajo, y estaba en el piso de concreto. Y fue Edward el que me vio primero, lanzándome un dulce guiño engreído, a pesar del arma en su rostro.
Le rodé los ojos, levantando las dos armas y dando otro paso más cerca a Chang.
"No asustado. Bajo presión," respondió Chang, metiendo la mano en su bolsillo. "Voy a quemar este cuarto antes de que sus amigos lleguen aquí."
"Esa mierda no va a suceder," Edward dijo como si nada, mirando furioso a su captor, y quería golpearlo por su petulancia, porque en la esquina de la habitación estaban metidas un par de viejas cajas de juegos artificiales, sin mencionar la caldera detrás de mí. La habitación era una enorme explosión esperando ocurrir, y estaba muy segura que Chang lo sabía. "Joder, te dije que íbamos a salir de aquí con Vincent, y todavía vamos a salir de aquí con él."
Emmett se movió, viéndome por fin, y luchando por no sonreír y apenas lográndolo. Mirando rápidamente hacia arriba, forcejeó contra sus ataduras, provocando que las tuberías se alejaran del techo solo un poco. Mis cejas se levantaron y asentí, consciente de lo que estaba tratando de decirme. Me acerqué a Chang sin hacer ruido por detrás. Los dos percutores de mis armas dieron un fuerte clic por detrás del oído de Chang, y se quedó inmóvil, empezando a darse la vuelta.
"Arroja tu arma," le ordené, y el hecho de que fue una voz de mujer debió haberlo sorprendido, porque en ese punto, se giró, sus ojos amplios. Pero todavía no había arrojado lo que parecía ser la Glock de Edward. "Dije que la arrojaras."
Chang tiró el arma a mis pies, y la pateé detrás de mí, haciendo que se deslizara por el suelo.
"Hola, dulzura," canturreó Edward, al mismo tiempo que Emmett dijo con su vozarrón, "Hola, Bellsy."
"Hola, chicos," les dije en respuesta, conteniendo mi sonrisa al escuchar su tono excesivamente dulce. "Nos preocupamos un poco, ¿saben? Así que… pensé en venir a ver cómo estaban. No tuvimos la oportunidad de darles toda la información de este tipo."
La risa de Edward fue baja, profunda y sexy, sacudiendo su cabeza. "Apuesto a que sí. Dinos, Bella."
En mi oído, la voz de Carlisle me ordenó, "Mantenlo hablando, Bella. Lo eliminaré por ti. Hay policía militar dirigiéndose hacia acá… tenemos que irnos."
Quería responderle, pero no podía. Y sabía a ciencia cierta que Edward y Carlisle nunca querrían que asesinara a alguien. Disparar en defensa propia era una cosa, pero Carlisle y Edward preferirían poner la responsabilidad en sí mismos y no en mí.
"Este tipo es un aficionado… un matón y bravucón," continué, picando a Chang en la frente con el cañón de mi nueve milímetros y dando toquecitos en mi oído para que ellos supieran que estaba escuchando a Carlisle. "Y está quebrado. Así que vio al doctor Vincent como un cheque. Muy probablemente no tuvo que ver nada con su sobrina, considerando que Chang, aquí presente, está alejado de su hermano." Le sonreí a un muy molesto Chang. "Deberíamos entregarte a los locales. ¿Saben que no puedes pagarles? Porque apuesto a que si supieran que eres la razón por la que están por morirse de hambre, no necesitaría estas." Agité un poco mis armas.
"No hice nada malo," dijo Chang, cambiándome el tema. "Simplemente estaba protegiendo el honor de mi familia."
"Ah, sí… la familia," le dije con una mueca de desdén. "¿Te refieres a la hija que vendiste en el mercado negro, porque querías un hijo, en su lugar?"
Tan solo eso provocó que Edward tirara de sus ataduras, su rostro con una mirada amenazadora por la intensa furia. Emmett lo pateó para conseguir que se calmara.
Chang palideció, su boca abriéndose por el shock al escuchar lo que sabía, pero con Alice, no era mucho lo que podía permanecer oculto. "¿Quiénes eres tú?" Preguntó, moviéndose un poco sobre sus pies.
Sonreí y me encogí de hombros. "Alguien con quien nunca debiste haber jodido," le dije, usando una de las viejas líneas de Edward, lo que hizo que sonriera y sacudiera su cabeza. "Ahora… toma asiento." Mantuve un arma apuntando a su cabeza, mientras con la otra hacia un gesto hacia el suelo junto a un poste. "Muévete. Ahora."
"Estoy entrando, Bells," dijo Mickey, bajando suavemente las escaleras. Su rifle automático estaba preparado, pero su sonrisa burlona hacia los chicos colgando del techo no era fácil que pasara desapercibida. "Oh, maldición," se rio entre dientes, rodando los ojos al ver las miradas furiosas que le estaban dando.
Antes de que Chang se sentara, extendió su brazo, con un encendedor encendido en su mano. Era uno de esos militares metálicos, que no tenía que quedarse en tu mano para seguir encendido. Lo lanzó hacia el fondo de la habitación, pero falló su puntería, porque repentinamente las piernas de Edward rodearon el cuello del hombre. Mi esposo había usado las tuberías encima de él para levantarse.
"¡Mick, el encendedor!" Le ordené, señalando al otro lado de la habitación.
Se lanzó por la pequeña llama, porque estaba a solo unos centímetros del montón de fuegos artificiales en la esquina. Chang estaba forcejeando contra el agarre de Edward, pero con un grácil giro de su cuerpo, Chang cayó al suelo inconsciente.
"Maldición, cariño. ¿Rompiste su cuello?" Le pregunté, agachándome para revisar su pulso y encontré uno débil.
"No, pero podría haberlo hecho," respondió Edward bruscamente, bajando sus pies de nuevo al suelo, viéndose como puro músculo y fuerza y poder mientras su torso se flexionaba por el movimiento y sus bíceps resaltaban. "Solo está inconsciente."
"¡Chicos!" Jasper llamó por la radio. "Tenemos compañía que viene por el camino. ¡Tenemos que irnos!"
Mickey y yo nos miramos la una a la otra, y luego a Carlisle y Alec, que bajaban ruidosamente las escaleras.
"El doctor está en el coche," dijo Alec mientras él y Carlisle levantaban a Chang.
"¿Están bien, chicos?" Preguntó Carlisle, viendo a su hijo y a Emmett al mismo tiempo que empujaba a Chang, que empezaba a despertarse, hacia las escaleras.
"Sí, papá," gimió Edward, pero miró a Emmett, que estaba asintiendo.
"Chicas, bájenlos. Tenemos que salir de una puta vez de aquí." La voz de Carlisle fue brusca, pero fue porque estaba por hacerse cargo del pendejo frente a él, al que en ese momento Alec estaba amenazando con una voz baja y tranquila.
"Sube tu trasero por las escaleras, Chang," murmuró Alec, apuntando su arma a la cabeza del hombre. "Hay algunas personas que quieren verte."
Mickey caminó hacia Emmett, observando las esposas al mismo tiempo que al fin pude echarle un vistazo a Edward. Se veía cansado, pero además de las esposas cortando sus muñecas, se veía relativamente ileso.
Arrastrando una caja hacia los pies de Emmett, Mickey sacó una llave de esposas para soltarlo.
"¿Estás bien?" Le pregunté a Edward, tomando su rostro entre mis manos y haciendo que su mirada se clavara en la mía.
"Estoy bien," dijo con un suspiro, sonriéndome. "Gracias por venir."
Me reí entre dientes, rodando los ojos y sacudiendo mi cabeza. "Como si no lo haría. Ese era el plan, ¿no es así? ¿Que si no escuchaba de ti en cuarenta y ocho horas, iba a venir por ti?" Verifiqué, y asintió, moviéndose incómodo mientras esperaba a que Mickey terminara de ayudar a Emmett.
Mick pateó la caja en mi dirección y me arrojó la llave de las esposas, y me paré encima de ella, acercándome a mi esposo.
"Estos dedos parecen rotos," le dije en voz baja.
"Tal vez," dijo con un suspiro, mirándome con sus ojos verdes dulces y cálidos. "Solo… bájame, dulzura," me ordenó con voz baja. "¿Por favor?" Cambió al final con una risita.
Sonreí al escuchar la hermosa combinación de tierno y demandante—algo que siempre me volvió loca cuando me rescató de Riley Miller, pero que ahora me excitaba totalmente. "No lo sé," canturreé bajito en su oído, comenzando a abrir las esposas de todos modos. "Te ves malditamente ardiente todo atado y a mi merced, guapo."
Lo que era cierto… totalmente delicioso. Se veía todo musculoso y sucio, sudoroso y tenso de una forma que me excitaba a más no poder. No era de ayuda que exudaba seguridad pura, a pesar de las circunstancias.
"Podemos probar eso después, amor," me canturreó, arrastrando su nariz por mi cuello, que resultó estar justo frente a su rostro mientras quitaba sus ataduras. Abriendo su boca en mi piel, murmuró en voz baja, provocando que escalofríos recorrieran mi cuello y brazos. "Pero lo que es bueno para ti también lo es para mí, Bella." Su voz sonó gruesa y tersa, un poco ronca. "¿Te gustaría eso?"
Me reí una vez, y noté que se me escapó un pequeño gemido, lo que provocó que Edward riera de forma baja y sexy. Sus ojos, a pesar de lo cansados que se veían, me miraron con picardía, amor puro y respeto, pero también con un brillo carnal. En verdad era gracioso como podíamos dejarnos llevar en los momentos más desesperados, porque teníamos que salir de esa fábrica de una puta vez.
"Tal vez," bromeé, frotando sus brazos y bajándolos despacio. "Sigue frotándolos, cariño," le dije, bajándome de un salto de la caja en la que estaba parada y metiendo la mano en mi bolsa. "Tienes que hacer que la sangre fluya de nuevo."
Hizo lo que le dije, y saqué una camiseta negra extra, tendiéndosela. Atravesando la habitación, cogí su Glock y le puse el seguro. Él se puso la camiseta, y su mueca de dolor no pasó desapercibida cuando tiró de ella para bajar sobre su firme estómago. Podía imaginarme que sus brazos estaban adoloridos, pero lo de sus dedos se veía realmente doloroso.
"Tenemos que irnos, Edward," le dije, entregándole su arma y un auricular; metió el último en su oído de inmediato. "Te veré esa mano en el coche, ¿está bien?"
"Está bien," me dijo, pero se inclinó para besar mi sien con ternura. "Siento que esta mierda se haya ido al infierno."
"Solo me alegra que estén bien," dije la pura verdad en voz baja mientras subíamos corriendo las escaleras, donde Mickey y Emmett nos esperaban. "Y que recuperamos al doctor Vincent. Debe estar bien."
"¿Chicos?" Carlisle llamó por la radio.
"Señor," respondimos automáticamente.
"Pueden salir por el frente. Y bajen las armas," ordenó en un tono de voz calmado.
Hicimos lo que nos pidió, saliendo por el frente de la fábrica para ver a muchos hombres paseándose al frente de la propiedad. Carlisle estaba de pie a un costado, hablando con un caballero asiático, que vestía un traje. Se estaban riendo juntos y estrechando sus manos. El resto de los hombres en torno al edificio llevaban trajes militares. Metían a Chang a la parte trasera de una SUV, y no estaban siendo delicados al hacerlo.
"¿Estás bien, chico?" Alec preguntó cuándo nos detuvimos a su lado. "¿Em?"
"Sí, estamos bien," respondió Edward, viendo toda la propiedad. "¿Quién ese hombre?"
"Lee," respondió Jasper encogiendo un solo hombro. "Al parecer, Chang le debe dinero desde hace mucho tiempo. Y tu papá conoce a su papá o alguna mierda así."
Todos nos quedamos callados, pero fue Alice quien dio la explicación por nuestros auriculares.
"Twi Tech es dueña de algunas empresas subsidiarias en Beijing. El padre de Lee las supervisó para Charlie por años. Ahora, el hijo de Lee lo hace para Carlisle. Esa fábrica de juegos artificiales había estado perdiendo dinero durante el último año y medio," dijo de un tirón. "De hecho, así fue cómo la señora Vincent supo de Gravity, porque ella y su esposo habían asistido a eventos de caridad con Twi Tech por años."
"¿Hay algo que no le pertenezca a Twi Tech?" Mickey preguntó con ironía, sonriendo al escuchar nuestras risas.
"He descubierto que la respuesta a eso… es no," respondió Edward, rodando sus ojos, pero haciendo una mueca cuando levantó su mano para quitarse la gorra.
"Siéntate," le ordené en voz baja, abriendo la bolsa a mi cadera. "Déjame verte esa mano, cariño." Miré a Emmett, que se estaba limpiando con brusquedad una herida arriba de su ojo. "Tú también. Siéntate."
Los dos hombres se sentaron en la puerta trasera de nuestra SUV rentada cuando Carlisle llamó a Jasper, Alec y Mickey para ayudar a descargar algunas provisiones que al parecer Lee había traído para la gente de la villa. No solo estábamos eliminado un problema al remover la influencia de Chang, sino que también estábamos ayudando al mismo tiempo a gente hambrienta.
Usando lo que tenía, entablillé la mano de Edward, envolviéndola desde la punta de sus dedos izquierdos, hasta llegar a su codo. No era un trabajo excelente, pero funcionaría temporalmente.
"¿Mejor?" Le pregunté. "No creo que estén rotos, pero al mantenerlos derechos mantendrá el dolor al mínimo."
"Es perfecto, dulzura," se rio entre dientes, besando mis dedos. "Estoy seguro que estaría peor sin eso."
Con un beso en la frente de Edward, me volví hacia Emmett, limpiado la herida encima de su ojo y poniendo unas suturas mariposa con cuidado. "¿Estás bien, Em?" Le pregunté, asegurándome de que estuviera bien.
"Todo bien, Bellsy," me dijo guiñándome un ojo y besando mi mejilla. "Gracias por el rescate. Será mejor que llame a Rosie," murmuró, pidiendo mi teléfono.
Solté una risita, rodando los ojos y evadiendo su mano cuando trató de alborotar mi cabello, a pesar de llevar mi gorra, pero mis ojos se posaron en el doctor Vincent en la parte trasera de la SUV. Estaba débil, pero no parecía estar herido además de unos cuantos moretones y arañazos aquí y allá.
"Necesita agua, Bella," dijo Edward, besando un costado de mi cabeza una vez que Emmett se puso de pie. "Lo maltrataron bastante, pero lo necesitaban de una pieza."
"Entendido," dije con un suspiro, metiendo la mano en mi bolsa y sacando una botella de agua. "Yo cuidaré de él. Ve a ayudar a tu papá para que podamos salir de una puta vez de aquí. ¿Está bien? Tus pequeños soldados estaban algo cabreados cuando me fui."
Edward sonrió, sus mejillas un poco de rosadas ante la mención de Bethy y Samuel, y no pude evitar sonreírle, porque él era el mejor papá. "Sí, señora," me dijo, golpeando el hombro de Emmett. "Estamos en ello."
Me reí una vez, viéndolos alejarse, y luego me volví de nuevo hacia el doctor, que parecía estar recuperando el conocimiento. "Hola, doctor Vincent," le dije, calmándolo cuando se despertó de repente. "Está bien. Mi nombre es Bella." Subí al asiento trasero junto a él, abriendo la botella de agua. "Tome. Beba despacio."
Bebió un poco, escupiendo cuando tomó de más, pero asintió cuando tuvo suficiente. "Gracias," dijo en voz baja, viéndose agotado y asustado.
"Puede relajarse ahora," le dije, sonriendo un poco y revisando el moretón a un lado de su ojo. Era un caballero mayor, con piel besada por el sol y sabios ojos grises. "Su esposa nos envió…"
"¡Eileen!" Dijo en un jadeo, tratando de sentarse, pero estaba muy débil.
"Tranquilo. Ella está bien, y pronto lo llevaremos de regreso con ella, ¿está bien?" Lo consolé, recostándolo despacio en el asiento otra vez. "Me dijo que le dijera que el retiro era inminente."
Esbozó una sonrisa real y sincera, aun cuando sus ojos estaban cerrados, y me reí de él. "Puede que tenga razón esta vez," se rio bajito, abriendo un ojo para mirarme. "Gracias, Bella."
Le sonreí y asentí. "Mmmm… ahora relájese por mí. Ya está a salvo."
~oOo~
EDWARD
"Elizabeth Renee, ¿por qué en el cielo insistes en dictar cada movimiento de Samuel?" Bella suspiró de forma exasperada al teléfono, su cabeza golpeando la ventana del hotel mientras las luces nocturnas de la ciudad brillaban a su alrededor como la aureola de un ángel. Sus ojos se levantaron de golpe para encontrar los míos cuando salía del baño. "¿Papi te dijo que hicieras qué?"
Mis cejas se dispararon hacia arriba, porque no había forma de saber de lo que estaba a punto de delatarme mi hija. Bella apartó el teléfono de su oído, encendiendo el altavoz.
"Papi d-dijo q-que c-cuidara d-de t-ti y S-Sammy m-mientras n-no e-estaba," balbuceó de forma adorable, y sonreí, porque ella solo tartamudeaba cuando pensaba que estaba en grandes problemas.
"Sí, tal vez lo hizo," dijo mi esposa, entrecerrándome los ojos a medida que cruzaba la habitación hacia el asiento en la ventana en el que estaba. "Sin embargo, estoy segura que papi no se refería a forzarlo a jugar contigo y con Abby. Samuel no siempre quiere jugar a la casita… y definitivamente no quiere quedarse acostado en una cuna mientras ustedes dos juegan a vestirse como adultos."
Sonreí, sacudiendo mi cabeza. "Pequeña dulzura, dale un descanso a tu hermano, ¿quieres?" Me reí entre dientes, sentándome junto a Bella en los cojines.
"P-Papi," gimió y podía imaginarme su bufido y ojos en blanco. "P-Pero n-necesitamos un b-bebé… C-Caleb es el papá."
Bien podía imaginarme la guerra de sexos que se había suscitado mientras la pobre Esme los cuidaba. "Bethy, los niños no siempre quieren jugar a la casita. Déjalos jugar lo que ellos quieran."
Un ruidoso y dramático suspiro, sonó a través del teléfono, y Bella me sonrió, negando. "Sé justa, cariño. También juega lo que ellos quieran jugar a veces. ¿Está bien?" Le preguntó, tomando mi mano ya sin la venda para revisar mis dedos.
"Sí, pero…"
"No. Sin peros," Bella y yo dijimos al mismo tiempo.
"Eeestá bien," Bethy al fin aceptó por el teléfono, alargando la palabra. "¿Cuándo van a venir a casa?" Preguntó, cambiando excelentemente de tema.
"Nuestro vuelo sale por la mañana," le respondió Bella, "así que no los veremos hasta siguiente noche. Los recogeremos el sábado por la noche. Pórtate bien con Nanny, ¿está bien? Trata de no volverla loca."
Bethy soltó una risita, un sonido que era muy lindo—y un poco travieso, para ser honestos. Y no podía estar seguro a quién se parecía más en ese momento—si a mí o a su madre.
"No lo haré," se rio. "Pero los extraño. Apúrense. Me pometiste ir al parque, papi."
"Sí, te lo prometí," coincidí. "Y cuando lleguemos a casa, todos vamos a ir. ¿Qué te parece eso?"
"¡Viva!" Gritó de alegría, murmurando a quién sea que estaba en la habitación con ella.
Después de unos "te amo" y "tengan cuidado," Bethy sonó un poco mejor en el teléfono, y colgamos. Bella lo dejó a un lado de ella y tomó nuevamente mi mano.
"¿Cómo los sientes?" Me preguntó bajito, acariciando delicadamente mi dedo medio y el anular. "Están un poco hinchados."
"Como cuando me los lastimo jugando béisbol," me reí entre dientes, encogiendo mis hombros. Los cerré en un puño, aunque fue un poco doloroso, y luego contoneé mis dedos. "Están torcidos, cariño. Viviré."
Me sonrió, inclinándose para besar mi mejilla. "Bien. No podemos tenerlos fuera de servicio por mucho tiempo, señor Cullen. Le tengo mucho cariño a esas manos—en especial a esos dedos," dijo con una risita, soltando dulce chillido cuando la puse de repente en mi regazo.
Joder, estaba simplemente hermosa sobre mí, vistiendo nada más que la bata de seda del hotel. Su cabello seguía un poco húmedo por su ducha, su piel brillando bajo la suave luz de la lámpara de noche. Tomando mi rostro entre sus manos, pegó su frente a la mía y cerró sus ojos. Tomó una respiración profunda cuando mis manos rozaron suavemente su espalda al subir y bajar por ella, descendiendo finalmente en su dulce trasero.
"Lo bueno es que soy diestro, ¿eh?" Dije riendo, acariciando su nariz con la mía subiendo por un lado y bajando por el otro y dándole a su trasero un ligero apretón mientras me recargaba en la ventana.
"Te prefiero… ambidiestro." Su sonrisa era traviesa y sexy, pero totalmente sincera.
Me eché a reír, y se sentía jodidamente bien tenerla en mis brazos otra vez, aun cuando esta última misión fue tranquila en comparación con algunas otras cosas por las que habíamos pasado. Inclinándome solo un poco, la besé suavemente, disfrutando de su sabor, del dulce suspiro que siempre se le escapaba contra la piel de mi mejilla.
Alejándome, le dije, "G-Gracias p-por v-venir p-por m-mí," mi tartamudeo manifestándose porque su cálida mirada lentamente me dejaba expuesto. La quería justo allí en esa ventana para que todo la maldita China lo viera, aunque estábamos lo bastante alto que sería imposible que alguien estuviese observándonos.
"¿Estabas asustado?"
"No," suspiré profundo, jugando con el cinturón de su bata. "Estaba encabronado por permitir que nos emboscaran, pero conocía el plan. Solo tenía que esperar."
"Pudo haberte matado," replicó, observando mis manos cuando al fin tiré del cinturón y lo dejé caer al suelo detrás de ella.
Dejé que la bata colgara suelta de su piel, lamiendo mis labios cuando sus pezones se pusieron duros y apretados.
"El miedo de Chang a los soldados americanos le impidió matarnos, porque no estaba muy seguro de lo que éramos," le expliqué, trazando con mi nariz cada seno cubierto en seda. "Tenía miedo del castigo si mataba a dos hombres militares americanos a sangre fría. Aunque, no estoy seguro de que estuviera preparado para una esposa encabronada."
Sonrió, y una pequeña risita salió de ella. "Su expresión fue invaluable cuando se dio cuenta que una mujer sostenía dos armas apuntando a su cabeza."
Asentí despacio, y de repente, ya no quería hablar de Chang, mi cansancio había desaparecido. Rozando con mis dedos cada lado de su rostro hasta su cuello, deslicé suavemente la bata de sus hombros. Cayó silenciosamente al suelo. Lo único que estaba entre nosotros era la toalla de mi ducha.
Descaradamente, me comí a esposa con la mirada, porque estaba malditamente deslumbrante. Era perfecta para mí, a pesar de sus viejas cicatrices en las que ella ya no pensaba. Continuó ejercitándose, luchando con Kurt, de modo que estaba en excelente forma, sin importar que había tenido dos hermosos niños. Bella tenía suaves curvas, fuertes músculos, y senos llenos que hacían que mis dedos se movieran ansiosos por tocarlos, lo que hice.
Envolví mi brazo izquierdo alrededor de su cintura, haciendo que su suave y cálida piel tuviera un delicioso contacto con la mía, mientras extendía mi mano derecha a fin de sentir todo de ella a la vez—la curva de su espalda, un lado de su seno, su corazón latiendo intensamente, y los dulces hoyuelos justo encima de su trasero. Ella lloriqueó cuando mi meñique se deslizó solo un poco entre sus nalgas.
"Estamos en la ventana, Edward," susurró, mordisqueando suavemente mis labios. "Alguien podría ver..."
"Que se jodan," gruñí, trazando su cuerpo con mis dedos hacia arriba y pausando el tiempo suficiente para rozar su apretado pezón con mi pulgar. "Eres hermosa, y deberían ver a quién le perteneces," le dije, mi voz tomando un tinte ronco que no pude controlar.
El indicio de una pequeña sonrisa apareció en su rostro, y murmuró contra mis labios. Necesité de todas mis putas fuerzas para no besarla hasta dejarla sin sentido, pero ella parecía estar conteniéndose.
"Tal vez yo no quiero mostrar lo que es mío," replicó, y luego chupó ligeramente mi labio inferior, dejándolo caer sensualmente de su boca.
Sonreí y encogí un hombro, sin importarme una mierda quién me viera. Le pertenecía a la chica en mis brazos y así había sido desde el momento que la cargué de la mesa de Miller.
Con una suave risita al ver mi sonrisa tonta, Bella llevó sus manos hacia atrás para capturar las mías en las suyas. Las subió hasta que quedaron pegadas contra el vidrio. "Y tal vez… todavía te quiero a mi merced…"
"Dulzura, ¿no lo sabes?" Me reí sombríamente, girando mis caderas contra su calor y gimiendo cuando mi toalla se aflojó, "Siempre estoy a tu merced."
Arañando suavemente mis brazos con sus uñas, entrelazó los dedos de una mano en mi cabello, mientras que la otra se deslizó hacia abajo hasta que por fin nos libró de mi toalla. Aproveché la oportunidad para poner mis manos de nuevo en ella, subiendo una hasta un lado de su cuello para llevar su boca a la mía. Ya no podía contenerme de ella. Estaba mojada y caliente restregándose contra mí, su mano se había aferrado a mi polla. Agarrando su trasero con la mano que no me dolía, tiré de ella para acercarla al mismo tiempo que su pulgar giró sobre la cabeza de mi pene que goteaba en abundancia.
Las lenguas se arremolinaron y los dientes mordisquearon, y era placentero, era como estar en casa, y joder, nunca era suficiente. Reclamándola con prolongadas y lentas caricias de mi lengua, comencé a retorcerme debajo de ella, finalmente apartándome de su dulce boca para besar su cuello, porque estaba malditamente duro por ella.
"Es esta puta ventana o en esa maldita cama, bebé… Dime," prácticamente gruñí contra la piel de su cuello cuando su cabeza cayó hacia atrás. "Voy a tomarte con fuerza sin importar qué," le advertí, lo que solo resultó en la mejor de las sonrisas pícaras.
"Aquí," me ordenó, y la volteé sobre su espalda, cerniéndome sobre ella y colocándome en la cuna de sus fuertes muslos.
Se echó a reír por el rápido movimiento, su cabeza cayendo hacia atrás hacia las almohadas amontonadas detrás de ella en ese asiento en la ventana, y no pude evitar sonreír contra su cuello cuando dejé que al fin mi cuerpo se alineara con el suyo, porque su risa era el mejor de los sonidos. Y que me jodan, sino estaba empapada por mí.
"Oh, dulzura… tan mojada," canturreé, arrastrando mis labios por su mandíbula, solo para tentar sus labios con mi lengua.
"Te veías muy caliente atado, Edward," ronroneó, mordiendo sensualmente ese labio inferior suyo, pero su cuerpo cayó en una espléndida oleada de deseo y lujuria cuando mi mano bajó por su costado y estómago hacia la cima de su piernas. "Oh Dios, sí…" dijo entre su aliento sorprendida, sus ojos rodaron hacia atrás cuando deslicé mis dedos sanos por sus saturados pliegues.
"¿Creías que no podía tocarte?" Le pregunté, pegando mi frente a la suya solo para verla luchar para responderme cuando los deslicé en lo más profundo en su interior. Curveando mis dedos lo suficiente, sonreí cuando mi nombre salió de ella en un suspiro entrecortado. "Oh, mi Bella… deberías saber que el dolor es lo que menos tengo presente en este momento…" Su respiración se detuvo cuando mi pulgar pasó rozando perfectamente su clítoris. "Oh, tan cerca… tan pronto…"
Sacudió su cabeza, tirando de mi mano. "Tú, cariño. Te quiero a ti…"
Sin deseos de negarle nada, retiré mis dedos de ella, solo para levantar su pierna en la curva de mi brazo. Me alineé con su entrada y me deslicé poco a poco dentro de ella tan profundo como pude, los dos gimiendo ante la completa y total sensación de simplemente… perfección.
"Querías mis manos… ¿ahora quieres mi polla?" Le pregunté, saliendo solo para penetrarla otra vez. "Este es un coño muy demandante, bebé…"
"Quiero todo de ti," me replicó, sus dedos enterrándose en mi espalda y mi trasero y su pierna envolviendo mi cadera.
"Mmm, mi hambrienta niña," gruñí en su oído, mordisqueando su lóbulo al penetrarla con fuerza una y otra vez.
Bella era jodidamente hermosa, y no importaba que hubiésemos estado casados por casi seis años. No importaba que trabajáramos juntos casi todos los días o que tuviésemos dos niños adorables. Cuando estábamos solos como ahora, siempre se sentía como algo nuevo y perfecto, satisfactorio e igual de ardiente que la primera vez que la besé—todo fuego, lujuria, y deseo inagotable. Solía pensar que fue la forma como habíamos comenzado, teniendo que llevar las cosas despacio, teniendo que medir el progreso con cada toque, pero deseché esa teoría hace años, porque a estas alturas, estaba convencido que éramos simplemente… nosotros.
Sus entrañas me sujetaron con fuerza al mismo tiempo que sus caderas encontraban cada estocada. "Edward…"
"Dulzura, córrete para mí," le supliqué suavemente en su oído. "Quiero tenerte durante toda la noche…"
No pasó mucho tiempo para que su cuerpo obedeciera esa orden, aunque estaba malditamente cerca para empezar, y se colapsó violentamente en torno a mí, provocando mi propia caída al abismo con ella. El sonido de caderas topando con caderas y respiraciones pesadas saturaba la habitación de hotel. Maldiciones y nuestros nombres saliendo contra piel sudorosa mientras nuestros cuerpos vibraban, su dulce coño ordeñando todo lo que tenía.
"Mmm, ¿toda la noche?" Bella ronroneó, sus manos deslizándose por mi espalda y subiendo por mis brazos.
Sonreí al ver el éxtasis que venía después del coito prácticamente irradiando de ella. "En efecto," dije contra sus labios. "Sin niños que despierten temprano. Sin tener que mantener los ruidos al mínimo…"
Sonrió perezosamente, arrastrando su lengua por su labio inferior. "Y podemos dormir en el avión…"
Me reí entre dientes, asintiendo despacio. "Y podemos dormir en el avión," repetí en un susurro.
La risita que salió de ella fue dulce, aunque llena de un tono profundo y sexy. "Entonces, tal parece señor Cullen… que yo estoy a su merced."
Bueno, pues aquí lo tienen :) Empieza la historia y ya están en problemas, pero como siempre el equipo entra en acción y todo vuelve a la normalidad. ¿Y que les parece la interacción de Edward con sus hijos? ¿Apoco no es tierno nuestro Mercward como papi? Y tenía que terminar con un momento a solas con su dulzura. En el siguiente capítulo veremos que nos depara en esta historia.
Espero que hayan disfrutado del capítulo y me sigan acompañando en otra aventura de nuestro equipo de mercenarios, ahora investigadores privados. De antemano muchas gracias por sus reviews, alertas y favoritos. Para adelantos de mis traducciones, futuras traducciones y más, pueden pedir la admisión a mi grupo 'The World of AlePattz' en Facebook, el link está en mi perfil de FF. Saludos y nos leemos en el próximo capítulo ;)
