Hacía un año de la inauguración del parque del callejón Diagon en honor a las víctimas de la segunda guerra, el parque, encargado por el ministro Kingsley, contaba con el campo de Quidditch de mayor perímetro de protección anti-muggles de toda Inglaterra, lo que lo convertía en un lugar de referencia en el Londres mágico. La placa del diseñador del parque estaba escondida en la zona oeste, tras un ejemplar de Sauce Boxeador, lo que la hacía prácticamente inaccesible a sus visitantes, el porqué de su discreto emplazamiento: decenas de proyectos para la construcción de un monumento conmemorativo se presentaron al concurso organizado por el ministerio de magia pasado un año de la caída del ejército de Tom Riddle y el ganador fue Theodore Nott que sin ser mortífago era hijo de mortífagos lo que, para muchas familias afectadas del bando de la luz, seguía traduciéndose en mortífago sin más. Su colocación no fue malintencionada, sencillamente se evitó darle a Nott más publicidad de la que era recomendable para su salud: ser un personaje destacado con un pasado como el suyo era convertirse en el blanco perfecto de críticas fruto del resentimiento, o en el peor de los casos, en el blanco perfecto para convertirse en el cabeza de turco.
El proyecto de Theodore ganó por dos motivos: el primero, porque era bueno y el segundo, porque Harry Potter estaba en el jurado y el suyo fue el único diseño que no incluía magnánimas estatuas de héroes con cicatrices en forma de rayo, ni gafas redondas, ni rocambolescos epítetos amarillistas que empezaran con un "el-niño-que…". Su propuesta era crear un parque cuya especificidad consistiera en que pudiera ser plantada una semilla por cada pérdida que se hubiera producido a raíz de la segunda guerra y de la que creciera un árbol u otro en función del recuerdo y la firma mágica familiar con la que fueran regados por primera vez. Esta forma de homenaje trataba de evitar que la muerte de un ser querido cayera en la homogeneización de la estadística o en su final relativización. Cada pérdida era irremplazable y singular, y todas merecían el respeto de los supervivientes. Con esas semillas necesitó la ayuda de Longbottom, y eso los hizo trabajar juntos durante dos meses y les valió para asentar las bases de una solida amistad.
Longbottom descubrió que Nott, al igual que otros tantos, renunció a hechizar o encerrar a su propia familia cuando se dio cuenta de que no compartían los mismos intereses políticos, ni el mismo aprecio por la vida de los demás, además de la propia; que durante la guerra una declaración de buenas intenciones no es suficiente para ganarte la protección de nadie, y eso incluye el bienintencionado bando de la luz –Nott recibió un par de maldiciones y un puñetazo por el intento-; que eso, sólo le dejó una alternativa posible, bloquear su cuenta de Gringgotts para que no pudieran imputarle haber subvencionado ningún ejército ilegal y que para tal efecto contrató Grapnok El Notario– porque nadie la jode con un notario mágico y menos si es un goblin-. Los cargos como el de secuestro, asesinato o destrucción de instituciones públicas se resolvían con veritaserum, por el contrario, la resolución de los casos relacionados con apoyo económico e ideológico a grupos ilegales o grupos terroristas eran más delicadas. Nott también le explicó que después de eso cogió un transportador a la ciudad de Áqaba, una de las pocas ciudades costeras de Jordania donde le esperaba Said, un amigo de Durmstrang que conoció en Hogwarts durante el torneo de los tres magos, con otro transportador preparado para dejarlo en un lugar seguro cercano a la frontera entre Libia y Egipto. Del tiempo que pasó allí, Longbottom no sabía nada, Nott jamás le explicó qué ocurrió y él jamás preguntó.
El premio del concurso era la realización del diseño y un cheque de 80.000 galeones. Nott aprovechó el dinero para montar un negocio con Longbottom en el que la destreza de Neville con el cuidado de plantas mágicas y la intuición meticulosa de Theodore Nott en cuanto a sus posibles usos había creado un tándem imbatible en el que se había introducido con el tiempo Draco Malfoy, al principio como inversor. Más tarde sacando provecho de las investigaciones de ambos rentabilizándolas al ampliar lo que empezó como un innovador proyecto herbolario al campo de las pociones en el que Draco Malfoy se había convertido en el indiscutible Rey de los Calderos a raíz de lo cual, había conseguido limpiar su nombre, eso sí, tras mucho trabajo.
Malfoy tuvo la mala suerte de ser un niño malcriado y engreído completamente absorbido y fascinado por la influencia de su padre. Tardó mucho en darse cuenta de lo que significaba ser un mortífago y se hizo mortífago en el desesperado intento de que no mataran a sus padres y una vez hecho el tatuaje no había marcha atrás, por desgracia él no contaba con la habilidad ni el valor de su padrino para ser un espía de Dumbledore e intentar engañar a Voldemort e hizo cosas que un niño mimado no querría hacer: Atacó a Rosmerta, dejó que entraran los mortífagos a Hogwarts, no mató a Dumbledore pero tuvo que torturar a gente conocida que había visto a diario desde que era un niño. Como el Sr. Fortescue el dueño de la mejor heladería de todo, repito, todo el Londres mágico. Su madre solía llevarle cada fin de semana antes de empezar Hogwarts y él solía sonreír con expectación delante de la impoluta vitrina, y por ese motivo el Sr. Fortescue le tenía simpatía, porque hay pocas cosas que hagan sonreír a un Malfoy en público y que sus helados estuvieran entre esas cosas que dulcificaban la fisionomía de los miembros de esa familia le hacía sentir bien, incluso especial. Un día, después de abandonar Hogwarts, Fortescue entró en la mansión con otros rehenes: lo habían secuestrado porque su hija luchaba para el ejército de Dumbledore, era auror y combatía en el escuadrón de su prima Nymphadora. Era una estrategia loca para acercarse a ella y finalmente llegar a Potter, pero no iba a dar resultado, no podía dar resultado: Fortescue no sabía nada de su hija, lo supo en seguida apenas usando algo de legeremancia para levantar las barreras de su viejo heladero. Ocurrió lo inevitable, y si desesperaba por ello, todo lo que le hacía a Fortescue durante las torturas lo intentaba arreglar en sus horas de guardia en los calabozos, le practicaba maldiciones de las que en su mayoría podría preparar algún antídoto y luego le aplicaba el hechizo antitético de un glamour, le pedía que no se lo dijera a los otros mortífagos, que se quejara más para que pensaran que le estaba haciendo más daño del real, pero Draco sabía que ninguna tortura en la Mansión Malfoy podía ser clemente, y sabía que la menos dolorosa de todas era igualmente humillante e insoportable, por eso, la mayor de las veces lloraba y le pedía perdón. El Sr. Fortescue y Luna Lovegood, fueron los dos únicos rehenes que salieron con vida de la Mansión Malfoy, y testificaron a su favor pero él jamás habría podido librarse de Azkaban sino hubiera sido por Potter, gracias a él, aunque le costara admitirlo, su madre y él mismo tenían una segunda oportunidad.
Aunque costó, en su segunda oportunidad el Wizengamot embargó tres cuartas partes de la fortuna Malfoy y la totalidad de los negocios que Lucius había conseguido o conservado se habían disuelto.. Draco pidió perdón públicamente ante la totalidad del Wizengamot y lo hizo también por escrito reconociendo que jamás fue víctima de un Imperius, sino del miedo, de la inmadurez moral y de lo más valioso que había tenido en su vida, del amor que sentía por su familia. La gente como Xenophilius Lovegood no necesitaba explicaciones, la gente como los Diggory o los Weasley tardarían en asumirlo. Así que mientras lo hacían se fue de Londres con su pequeña nariz respingada y con la cabeza abatida pero más libre que nunca a estudiar la maestría de pociones en el Golfo de Anádyr. Allí contaba con un primo de Karkaroff, Piotr Prevskoshva, cuya familia siempre estuvo en buenas relaciones con la familia Black y singularmente sentía cierta predilección por Narcisa. A pesar de todo, Draco fue recibido con cordialidad pero sin preferencias en una zona tan fría y árida, que hacía difícil imaginar de dónde sacaban la magia para mantener el fuego de los calderos en esa Rusia oriental.
Allí hizo un amigo, Ivanov, que le enseñó que la segunda mejor forma de entrar en calor era despertarse con un whisky de fuego y acostarse con tres. La primera mejor forma tenía que ver con la relación inversamente proporcional entre la cantidad de ropa que llevasen y el calor que tenían cuando Ivanov y Malfoy coincidían en la misma habitación. La maestría fue dura pero supo ganarse el respeto de Prevskoshva: a veces tuvieron que viajar lejos para conseguir una remesa de ingredientes, en ocasiones pequeñas islas de Indonesia, bastantes en las montañas de Ulán Bator (Mongolia) o en las explanadas de Surat (India), y él fue el que nunca se quejó cuando la magia no podía ayudarles a seguir adelante por cuestiones diplomáticas en casos de ausencia de barreras anti-muggles, sencillamente guardaba su varita y comenzaba a andar intentando recordar el punto donde habían dejado el traslador y las escobas.
Con Ivanov dejó de usar gomina y se hizo el pendiente con el que se ganó el nombre de maricón por parte de otro discípulo de Prevskoshva, Dmitri, hasta que un día Malfoy se cansó del tal Dmitri y le rompió la nariz de un puñetazo al gruñido de "hetero" como otrora se la rompiera una Granger de 15 años a él. Ese día mientras Ivanov miraba el suelo, decidió bautizarlo como el terrible Pollock de las nieves. También dejó de usar túnicas, por comodidad, y se limitó a usar tejanos y camisas, aprendió ruso y a fumar. Aprendió que incluso podía comer como un Weasley, y lo más importante, aprendió que él no se parecía a su padre y que no quería parecerse. E Ivanov aprendió lo que era la pasión por las pociones con Malfoy, aprendió que era la ternura fraternal, y lo que era la justicia restaurativa cuando pasados los siete meses -ese vicioso mortífago que se había librado de Azkaban – había encontrado el antídoto a todos los venenos usados por los mortífagos durante la guerra y que funcionaban a largo plazo porque su utilidad no era matar, sino colapsar los hospitales durante el máximo tiempo posible con gente en estado comatoso cuyos signos vitales había que vigilar para reducir la atención a los heridos de guerra que si tenían la posibilidad de recuperarse y volver a l batalla. Muchas familias todavía tenían parientes en ese lamentable estado, con diferentes variaciones y Draco tenía el antídoto para todas y regaló esas patentes porque decidió que era su deber y no un negocio.
Cuando Draco Malfoy se marchó de Rusia dejó dos golfos, Anádyr e Ivanov, al segundo lo echaría terriblemente de menos -aunque los siguientes años continuarían viéndose regularmente al menos una vez al mes- porque Draco era su consentido y su protegido. Cuando regresó a Londres sin él, sintió que se encontraba en el lugar más frío y árido que hubiese visto jamás, lo cierto es que no era capaz de imaginar quién podría tener la suficiente magia para mantener un pequeño fuego en medio de esa gélida Gran Bretaña. No fue fácil, había perdido sus antiguos contactos y los que le interesaban no querían saber nada de él, supo por su madre acerca de Theodore y Longbottom pero lo cierto es que no le fue nada bien, cuando el primero lo vio llegar con su cigarro en la boca y empuñando tamaño saco de galeones como si acabara de robar a todos los goblins de Gringgots mientras le contaba aquellas extrañas aventuras que vivió con Prevskoshva y sus discípulos, llegó a pensar que su amigo de infancia se había vuelto loco en Anádyr. O tal vez que incluso Anádyr no existía y que venía de pasar la noche en el Soho donde se habría hecho aquella horrible perforación en la oreja en medio de una borrachera descomunal en la que de paso debió romperse los tejanos. Longbottom fue otra historia, Longbottom lo echó del herbolario cogiéndolo por la solapa nada más verlo, trabajar en un invernadero debía ponerte fuerte -aunque Draco nunca tuvo esa impresión con Madame Sprout-. Draco Malfoy volvió al herbolario y Longbottom lo volvió a echar. Lo repitió varias veces con exactos resultados y a pesar de todo volvía cada día y, como cada día, se dejaba echar por Longbottom y esto continuó ocurriendo hasta que un buen día todo aquel asunto de los antídotos llegó a sus oídos a través de Hermione Granger que trabajaba en el ministerio y lo sabía todo. Al día siguiente Longbottom lo esperaba en la puerta de la tienda, lo vio llegar desde lejos con una moto muggle de color rojo intenso y unos pantalones de cuero bien encajados, en su opinión, con un innecesario derroche de estilo de estereotipada masculinidad, derrapando levemente al frenar y levantando más polvo del estrictamente necesario.
–Qué Longbottom, hoy no voy a poder ni entrar? – y Malfoy sacó la sonrisa más Black de toda la historia desde su moto– Mira que si no entro no podrás echarme.
–Vamos, entra –Neville lo miró como miraría a un babogrifo australiano y lo llevó a la trastienda donde transfiguró una escoba en una bonita silla. Hizo lo mismo con un cubo y una astilla para proporcionar otra silla y una mesa. Draco no lo recordaba tan poderoso, y probablemente no lo fuera en aquel entonces, aquello era una demostración intencionada de lo que ahora era capaz de hacer el chico torpe.
–Esto parece un local clandestino de póker, Longbottom – El chico torpe enarcó una ceja como sólo sabría hacerlo un Malfoy y colocó su brazo sobre la mesa, haciendo notar que todavía llevaba la varita en la mano Draco volvió a sonreír como todo un Black por respuesta pasando la vista por los objetos hábilmente transfigurados.
–Tienes hormigas en tu local clandestino de póker, hormigas. Longbottom? Pensé que…-Longbottom nunca supo que es lo que pensaba Malfoy porque apuntó a una de las hormigas con su varita convirtiéndola en un precioso hurón blanco.
–Tengo dos hurones en mi local clandestino de póker, uno era una pequeña hormiga hasta que la transfiguré… y la verdad es que ahora me cuesta ver la diferencia entre uno y otro. Yo que tú diría a qué vienes cada día a mi herbolario antes de que decida restaurar a uno de los dos hurones a su forma original.
Esa fue la primera sonrisa que le dedicó Neville Longbottom, de hecho, era la primera que recibía desde su regreso al mundo mágico británico, a pesar de todo, Draco hubiera preferido posponer ese momento.
