Disclaimer: Nada del universo de Harry Potter me pertenece, todo es propiedad de la maravillosa J.K Rowling, yo sólo escribo esta historia por diversión y sin fines de lucro.

Este fic ha sido creado para el "Intercambio de Regalos 2014" del foro "La Sala de los Menesteres"

Esto es para ti, Cris Snape, espero no decepcionarte tanto

Capítulo 1.-Wonderland

–¡NOOO!

Escuchaba los gritos ausentemente, como si él estuviera dentro de una burbuja demasiado cómoda y confortable como para salir de ahí, los sonidos le llegaban amortiguados y en ese momento para él carecían de valor alguno. Pero esa voz le parecía conocida, ¿De dónde? Intentaba salir de su letargo sin suerte alguna, tratando de recordar a quién podría pertenecer esa voz que tan familiar le parecía. De acuerdo, parecía la voz de un chico de unos quince años, tal vez con cabello negro y apariencia igual que la de su padre, ojos verdes como los de su madre…

…Un minuto…

¡Harry!

Sirius se levantó de un salto, saliendo de golpe de su burbuja de aturdimiento mental, ganándose un fuerte dolor de cabeza por el brusco movimiento, ahogando un siseo de dolor y llevando una mano a la frente como si eso mitigara el dolor miró el suelo unos momentos, esperando a que el dolor pasara. Por un momento se preguntó porqué no escuchaba maldiciones y hechizos ser lanzados por todas partes, se supone que estaba en el ministerio de magia junto con los de la orden y rodeados de los malditos mortífagos, ¿no?

Cuando el dolor de cabeza disminuyó considerablemente levantó la cabeza, esperando ver frente a él el Departamento de Misterios, y tal vez a uno que otro mortífago o miembro de la orden por ahí. Pero en cuanto se levantó, y vio a esas cosas, se convenció de que estaba dormido, o alucinando. Porque sí, había crecido rodeado de magia y criaturas fantásticas, pero aquello simplemente no podía ser real.

El pasto era de un extraño y brillante color morado…MORADO…Aquello pasaba de la locura. En todo el lugar podía ver champiñones más grandes que algunos edificios muggles, y de todos los colores que se pudieran crear. Pero lo que más lo dejó horrorizado fueron las flores. Sí, muy bonitas, con sus grandes y espléndidos pétalos hermosos y muy bien cuidados, el tallo firme y verde…Ah, y los ojos.

LAS FLORES TENÍAN OJOS.

Y LO ESTABAN VIENDO.

Sirius estaba seguro de que en cualquier momento se iba a desmayar.

–Vaya, pero que tenemos aquí.

Habló una de las flores. Sirius se convenció de que aquél grito de niña no salió de su garganta.

–Pero que hombre tan guapo– Petulancia y orgullo primero; Sirius sonrió

–Gracias amables…eh –parpadeó aturdido –Flores…¿Podrían decirme dónde estoy?

Las flores empezaron a reír como si estuviera loco o idiota por hacer esa pregunta, o probablemente ambas. Y él estaba empezando a pensar que era cierto.

–En Wonderland, por supuesto, ¿Qué tipo de pregunta es esa?

Y mientras todas las flores reían tontamente, Sirius se desmayó.

.

Despertó varias horas después, viendo el techo blanco y acostado en su cama seguramente de la torre de Gryffindor con el sentimiento de que estaba olvidando algo.

–James…Tuve un sueño súper extraño, tu pelirroja ya me está contagiando sus tonterías de alucinaciones… –Sacudió la cabeza pasándose la mano por los ojos para quitarse el sueño, y esperando la defensa de su amigo hacia su novia. Pero nunca llegó.

–¿Quién es James? –levantó la cabeza tan rápido que temió romperse algo. Frente a él no estaba James. Ni estaba en la torre de Gryffindor. Ni estaba acostado en su cama.

Ahí, sentado en una silla con las piernas cruzadas naturalmente en una pose demasiado extraña, estaba una persona salida de los cuentos de hadas muggles; Cabello rojo despeinado, ojos verdes (Sirius podía jurar que del tamaño de naranjas) y una ropa tan extravagante que hasta parecía irreal.

Nuevamente sintió que se le estaba olvidando algo.

El dolor de cabeza volvió junto con otro grito al ver a un fato flotar y sonreír detrás de el extraño hombre, quién volteo hacia atrás algo confundido sin dejar de sonreír, pero el gato ya había desaparecido.

–Creo que está un poco confundido…–El gato se sentó en el aire sobre su cabeza, moviendo la cola sobre sus ojos.

–Ya lo creo, al menos Alice reaccionó mejor.

El gato y el otro hombre siguieron hablando, pero Sirius dejó de prestar atención y se dedicó a observar el lugar frente a él. El aspecto del lugar era peor que el de la madriguera Weasley, si la de los Weasley era obra de magia que se mantuviera en pie, esta era un milagro de los que ni la magia puede crear, simplemente imposible. Relojes de todos los tamaños, formas y colores posibles ocupaban las paredes por completo, y ninguno tenía la misma hora. Las sillas eran todas diferentes y de colores vivos y fosforescentes. La mesa…dejémoslo en que ni siquiera parecía una mesa, las patas estaban de diferentes tamaños y sobre ella había mínimo cincuenta diferentes teteras y tazas de té que parecía imposible se mantuvieran en la mesa sin caerse.

Volvió a poner atención cuando la conversación se volvió hacia él.

–¿Cómo te llamas? –preguntó el gato sonriente.

–Sirius Black.

El hombre lo miró tristemente

–¿Enserio?...Vaya, que nombre tan aburrido, es muy simple para este lugar. Vamos, escoge otro.

Sin pasar por alto que ese hombre utilizaba demasiadas expresiones para su gusto, decidió que no tenía animos ni ganas de quebrarse la cabeza pensando en un nombre nuevo. El hombre parecía ansioso por escuchar su respuesta así que simplemente, encoiendose de hombros, contestó.

–Canuto.

–¡Canuto!

–Un nombre fantástico, fantástico –El gato sonrió aún más.

–Bueno, pues yo soy el Sombrerero Loco, encantado de conocerte Canuto –Se levantó de su silla e hizo una exagerada reverencia con la gracia de una bailarina.

–A mí puedes decirme Gato –volvió a sonreír el otro.

–Vamos, no seas descortés, dile tú nombre –El sombrerero lo miró molesto.

–No, no, Gato está bien.

Sirius no tenía ganas ni ánimos de recordar nombres largos o complejos, prefería, por mucho, Gato.

–De acuerdo Canuto, ¿te apetece una taza de té?

Sin esperar respuesta el Sombrerero lo empujó hasta la mesa y lo sentó en una silla morada con motas naranjas. Sin saber muy bien porqué aceptó la taza de té, lo que se convertiría en algo que tomaría a diario durante muchos años.

Y así, entre tazas de té y ratones hablantes, fue que pasó el primer día de Sirius Black en Wonderland.

El primero de muchos.