Prólogo: El Inicio de una historia.
El cielo permanecía teñido de un color entre violeta y negro, nubes de violetas más claros viajaban a favor de viento en dirección al mar, ese mismo viento corría frío por sus cuerpos, ni siquiera el grupo de Hyotei, acostumbrados a la nieve y el hielo, estaban cómodos.
Al menos ese olor pestilente se quedó tras las dunas.
Resultaba difícil creer que estas ruinas carcomidas por el tiempo, habían sido las paredes exteriores de la Primera Rikkidai, la ciudad más hermosa de la antigüedad, ZanRikkaidai. Todas las descripciones que aparecían en los libros de la Escuela, quedaban disminuidas ante el real panorama de desolación.
"Debemos continuar".
Sanada se volteó a ver la figura temblorosa de Yukimura sosteniendo el abrigo de color amarillo y negro sobre sus hombros. Aún no se recuperaba del escape en Higa, daba pasos tambaleantes e inseguros, sus ojos estaban rodeados del mismo violeta que reemplazaba el color del cielo en ZanRikkaidai.
"Seguiremos mañana". Sanada le tomó de los hombros para arroparle más con el abrigo. Yukimura no le respondió, de cierta forma el Guardián sabía que su Invocador no lo haría, ZanRikkaidai significaba el final no sólo del viaje.
"Genichiro".
Sanada no resistía verlo de esa forma, su Yukimura Seiichi, su Invocador, su protegido era una persona fuerte, audaz, valiente. Se rehusaba a creer que quien tenía entre sus brazos era el mismo muchacho con quien había salido en el viaje alrededor de Seishun hacía ya más de un año. Pero en el fondo de su alma, Sanada sabía muy bien que no sólo Yukimura estaba asustado.
"Debemos descansar". Le susurró Sanada abrazándolo con las pocas fuerzas que aún le quedaban en el cuerpo, y es que no quería dejarlo ir.
Se mantuvieron en silencio por un momento.
"No quiero ir". Susurró Sanada, sin dejar de abrazarlo. "No quiero que vayas".
Yukimura suspiró y cerró los ojos apoyando su barbilla en el hombro de su Guardián. "Tampoco quiero ir". No quiero morir.
Pero debemos destruir al Devorador.
El resto del grupo estaba sentado alrededor de una fogata en medio de los restos de un puesto de guardia de la pared externa de la Ciudad. Yanagi Renji desplegó el mapa de ZanRikkaidai sobre sus piernas, era su deber encontrar el camino más seguro al lugar donde encontrarían la Sombra, una responsabilidad demasiado grande para sus jóvenes hombros, pero ni Sadaharu de Seigaku, ni Oshitari de Hyotei estaban en condiciones de ayudarle.
"Yanagi-kun".
La voz de Yagyuu le hizo alzar la mirada para encontrarse con el Sanador sosteniendo vendas y varios frascos.
"Yagyuu". El mismo había olvidado el dolor que le producía la herida infectada en su brazo derecho.
"Necesito cambiar tus vendajes". Y sin esperar una respuesta, Yagyuu le quitó el mapa de las piernas y tomó su brazo derecho con movimientos firmes y mecánicos.
Yanagi le dejó hacer. Era evidente que toda la preocupación de Yagyuu por las heridas del grupo era una forma de mantenerse fuerte y escapar de aceptar la realidad, algo que Yanagi no estaba seguro que él pudiera hacer si en vez de Niou, hubiera sido Akaya.
"Se está infectando, te pondré algo que te provocará ardor". Le advirtió Yagyuu mientras limpiaba la herida, sus ojos fijos en su trabajo.
"¿Cómo está Akaya?".
"Bien, pronto podrá abrir los ojos, pero no estoy seguro si ese color rojo desaparecerá de ellos". Yagyuu ajustó la compresa antes de comenzar a envolver el brazo de Renji en vendas limpias. "Me preocupa Yukimura".
Seiichi tiene a Genichiro."Me preocupas tu".
"Yo estoy bien". Los hombros de Yagyuu se tensaron y tragó saliva sonoramente.
Yanagi abrió sus ojos y antes de que Yagyuu pudiera levantarse, le tomó de los hombros atrayéndolo hacia su cuerpo ligeramente más grande. "No alcanzaste a despedirte".
Yagyuu no resistió más. La tela de la camisa de Renji comenzó a humedecerse donde el Sanador tenía apoyado su rostro. "Sé que lo extrañas, y que no comprendo tu dolor, pero…". Renji hizo una pausa sin saber que decir. El joven de anteojos sólo respondió aferrándose más a sus hombros.
"Yagyuu…". En un suspiro Renji le abrazó con más fuerza. "Pídele a Tezuka que busque el etéreo de Niou, así te podrás despedir de él".
Yagyuu levantó la mirada, un par de metros más allá de ellos, Seigaku se reunía alrededor de otra fogata.
"Me preocupa la condición de Inui". Comentó Oishi levantándose de su posición al lado de la improvisada camilla. "Ya no tengo compresas limpias".
Kaidoh le alcanzó algunas compresas de lino que llevaba en su bolso, sabía que no eran las mejores, pero eran mejor que nada.
"Pronto volveremos a casa". Kikumaru se acercó al Sanador. "Es sólo cuestión de tiempo".
Oishi asintió, estaba cansado, pero no podría ir a dormir hasta que terminara de limpiar las heridas de Inui, y luego atender el brazo del joven arquero. "Kaidoh, después es tu turno". El aludido sólo asintió con los ojos a medio cerrar, el grupo completo estaba agotado.
La emboscada en Higa había sido el evento más desastroso de todo el viaje, incluso para los Invocadores que debían ser protegidos en todo momento.
Fuji se dejó caer sin gracia al lado de Tezuka. Hizo una mueca de desagrado al encontrar que la tierra estaba húmeda, de seguro con nada agradable.
"Es sólo lluvia". Le comentó Tezuka, quien se había asegurado de no mojar sus ropas, sentándose en una roca.
El Guardián extendió su brazo para subir la capucha de las ropas del Invocador y cubrirle la cabeza. "Nadie debe verte".
"Fuji". Era un tono de advertencia. "Ya no estamos en Seigaku". Estaba demás recordarle que ya todo el grupo había visto algo más que sus manos, y que tanto Hyotei como Rikkidai sabían que era híbrido.
Fuji le sonrió. "No me gusta que los demás te vean".
Tezuka suspiró y se levantó molesto. "Debiste pensar en eso mientras estábamos en Rokkaku".
"Pronto terminaremos". Le comentó Fuji, a lo que el joven más alto respondió caminando hacia el campamento de Rikkidai.
Pronto terminaré.
"¿A dónde vas?". Le llamó Fuji. "Oishi debe revisar tu cuello".
"Necesito hablar con Yukimura". Mentira, quiero estar solo.
Fuji bajó la mirada. "Debe ser duro para ti saber lo que viene".
En el campamento Hyotei, Otori revisaba los vendajes alrededor de la cabeza de Oshitari.
"Temo que quedará una cicatriz". Con sus grandes manos comenzó a limpiar la herida.
"Es lo de menos". Suspiró Gakuto. "Sólo déjalo vivo".
Si bien, el grupo menos afectado fue Hyotei, el miedo de perder otro de sus integrantes era algo constante desde el desastre. Gakuto temía por la vida de Oshitari, quien había recibido un golpe directo en la cabeza al tratar de sacar del campo de batalla al joven Hiyoshi. Por ahora sólo podía confiar en la habilidad de Otori.
Shishido abrió los ojos desde su cómoda posición sobre el bolso de Otori, Atobe miraba hacia en centro de ZanRikkaidai. "Si Yanagi encuentra una camino, puede que mañana al atardecer lleguemos".
El príncipe de Hyotei ni siquiera le miró. "No es algo que me agrade".
El nuevo Guardián del Invocador cerró los ojos nuevamente. "No hay nada que puedas hacer para impedirle ir, es su decisión".
Atobe cerró los ojos. Eso es lo que más me duele.
Cada uno de jóvenes estaba experimentando su propio dolor, algunos por una pérdida, otros un futuro incierto o por un futuro demasiado determinado.
En la batalla contra el Devorador del tiempo, no sólo los Invocadores se enfrentan a él.
