LA MEMORIA DE LOS PECES

I

Teddy

La primera palabra

Teddy Lupin tiene nueve meses y siete días de edad el día que Harry Potter, su padrino, lo lleva por primera vez a Grimmauld Place. La abuela Andrómeda, que ha cuidado de él desde la muerte de sus padres, tiene que arreglar algunas cosas en el Ministerio de Magia y le ha pedido ayuda a Harry y, aunque el joven reconoce que responsabilizarse de un bebé tan pequeño es algo un poco atemorizante, una buena parte de sus dudas se disipan cuando Teddy extiende sus pequeños y rechonchos bracitos hacia él y gorjea feliz nada más verlo.

Teddy, que a duras penas puede sostenerse en pie y que aún no ha aprendido a hablar –porque los sonidos que emite de vez en cuando difícilmente podrían calificarse como palabras- no es un bebé problemático. A Harry le gusta estar con él porque ha descubierto que puede ser muy divertido y porque, quizá por primera vez en su vida, asume una responsabilidad voluntariamente. Nada de profecías que le destinan a deshacerse de Señores Tenebrosos. No. Cuidar de Teddy es algo que le encanta pese a sus numerosos temores.

Es una suerte, eso sí, que el bebé ya no sea una criatura tan diminuta y frágil como antes. Harry recuerda que la primera vez que lo cogió en brazos se sintió torpe y creyó que se le caería, pero debe reconocer que ha mejorado mucho. Se le da bastante bien manejar al bebé, incluso cuando se mueve demasiado, y ya no se muestra ni tenso ni inseguro. Incluso se atreve a lanzarlo al aire de vez en cuando, disfrutando enormemente de los chillidos alegres del pequeño. A Andrómeda no le gusta que le haga eso, especialmente si Teddy acaba de comer, pero Harry no puede contenerse. Además, esa tarde están en Grimmauld Place solos, así que nadie le recriminará nada ni terminará con la diversión.

Después de juguetear un poco con Teddy, de hacerle cosquillas y de reír a carcajadas sólo porque el bebé se muestra muy alegre y despreocupado, Harry lo acomoda en sus rodillas y se dispone a darle el desayuno. El sofá y la mesa auxiliar terminan embadurnados en papilla de cereales y Harry duda que un trapo baste para limpiar los restos presentes en el cabello naranja del niño y en el suyo propio. Un poco más tarde llegan el cambio de pañal y la siesta de antes de la comida, y Harry pasa casi una hora sin hacer otra cosa que ver dormir al bebé.

Lo encuentra fascinante.

Teddy, que es metamorfomago como su madre, ahora luce el cabello castaño del difunto Remus. Siempre es así cuando está dormido y la magia no transforma su físico. Dormido, Teddy se parece mucho más a su madre, pero hay cosas en él que llevan a Harry a pensar en su antiguo profesor y que le llenan de pena. Suspira pensando en lo injusta que ha sido la vida para el pequeño Teddy y se pregunta cómo se sentirá cuando sea mayor. Seguramente echará de menos a sus padres, pero Harry aspira a que su vida sea feliz, a que no le falte ninguna de las cosas que tanto extrañó él de niño.

Por fortuna, y justo cuando sus pensamientos están adquiriendo tintes más tristes de lo que a él le gustaría, el niño se despierta, mira a su alrededor confuso y responde con una sonrisa a las palabras cariñosas de Harry. El pelo se le ha puesto naranja de nuevo, aunque de un tono más pálido que el de antes debido a que no está tan nervioso. Harry vuelve a jugar con él, a lanzarlo al aire y a hacerle cosquillas, y luego se decide a enseñarle a hablar. Andrómeda cree que ya va siendo hora de que diga algunas cosas y Harry, sin plantearse absolutamente nada, empieza con los clásicos.

Papá y mamá.

Teddy lo observa fijamente un rato. Harry pronuncia las palabras una y otra vez, marcando bien las sílabas, y duda mucho que el niño vaya a hacerle caso. Pero entonces Teddy se decide a hacer algo más, su pelo se vuelve más brillante que nunca y dice su primera palabra. Alta y clara.

-Pa. Pa.

Harry ríe. Se siente muy orgulloso y satisfecho y abraza al bebé para felicitarle, pero entonces Teddy repite la palabra y una extraña desazón envuelve a su padrino.

Papá. Teddy se lo ha dicho a él. Ni siquiera debe saber lo que significa, pero se lo ha dicho a él y lo que pensaba antes sobre las injusticias vuelve a su cabeza con mucha más fuerza. No debería habérselo dicho a él, si no a Remus Lupin, a su padre de verdad, el hombre que no lleva muerto ni un año y al que Teddy nunca podrá conocer. Harry quiere echarse a llorar, pero Teddy parece haberle cogido el gusto a la palabra y la repite una y otra vez, riendo y agitando los brazos, y a Harry no le parece correcto tener que entristecerse en un momento tan importante, así que saca fuerzas de donde no las hay, vuelve a juguetear con Teddy y se convence de que eso no ha significado nada y, al mismo tiempo, lo significa todo. Porque, vale, ese bebé no tiene un padre a su lado, pero sí tiene un padrino que se asegurará de que no le falte nunca nada.

OoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoO

Hola a todo el mundo otra.

Ya hacía mucho tiempo desde la última vez que colgué algo nuevo por aquí, así que he decidido volver con un conjunto de viñetas sobre la nueva generación porque ya tenía ganas de escribir algo sobre estos chicos, pero tampoco me apetecía meterme con un longfic –no es como si la inspiración me sobrara ahora, precisamente- Tengo algunas ideas sobre cómo podrían ser cada uno de estos niños y, aquí estoy, dejándolo caer.

La verdad es que nunca me había planteado demasiadas cosas sobre otros personajes que no fueran Molly o Lucy (creo que se parecerán bastante a las otras versiones que he escrito de ellas), y para otros (Roxanne, Hugo) me he inspirado en las historias de Ammiel, aunque creo que sólo ha sido en la base.

Espero que os guste, aunque sea un poco. Esto sólo es fruto de mis ganas de explorar nuevos personajes :)

Saludos

Cris Snape